La Isla Desconocida navega en pos de sí misma, la utopía en pos de la utopía, buscándose y hallándose siempre a medias, en mares cercanos a los dominios reales.
viernes, 31 de enero de 2014
Fernando González saldrá de prisión el 27 de febrero: ¡mantengámonos alertas!
Fernando González, Héroe de la República
de Cuba, saldrá de prisión el próximo 27 de febrero de 2014
Mantengámonos en alerta para asegurar su
pronto regreso a Cuba |
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El Comité Nacional para la Libertad de los Cinco les urge a todos los
comités y amigos solidarios con los Cinco a que organicen acciones públicas
para el miércoles, 5 de marzo, especialmente en los días después de la salida
de Fernando de la prisión. Si él esté ya en Cuba, será
celebración de su regreso y evento para exigir la liberación inmediata de
Gerardo, Ramón, Antonio. Si Fernando todavía esté en Estados Unidos, las
acciones serán importantes para exigir que el gobierno de EEUU permita a
Fernando regresar sin más demora a Cuba.
También, el comité Vancouver Free the Five realizará su protesta número
100 frente al consulado estadounidense en Vancouver, exigiendo la libertad
de los Cinco. Es buen tiempo para unirnos con nuestros amigos y amigas de
Vancouver, con acciones en Estados Unidos y por todo el mundo! El 5 de marzo
dará atención a la Comisión Internacional de Investigación en el Caso de los
Cinco, en Londres, 7 a 8 de marzo.
Envíenos la información de su acción y ¡lo pondremos en nuestro calendario!
jueves, 30 de enero de 2014
Ecos de la Cumbre de la CELAC: Fidel es mucho Fidel (FOTOS)
Muchos mandatarios latinoamericanos y caribeños visitaron a Fidel en su casa durante la Cumbre de La Habana. En estas fotos aparecen Cristina Fernández de Argentina, Dilma Rousseff de Brasil, Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia, Daniel Ortega de Nicaragua, Portia Simpsom de Jamaica, Stephenson King de Santa Lucía, Pepe Mujica de Uruguay, Peña Nieto de México, Nicolás Maduro de Venezuela, Desiré Delano Bouterse de Suriname y Ban KI Moon, secretario general de la ONU.
miércoles, 29 de enero de 2014
CUMBRE DE LA CELAC: Por los niños cubanos (FOTOS)
Una Cumbre para defender también a los niños cubanos.
Fotos tomadas en Sancti Spíritus, Bayamo, Holguín, Las Tunas y La Habana.
Fotos: Enrique Ubieta Gómez
Fotos tomadas en Sancti Spíritus, Bayamo, Holguín, Las Tunas y La Habana.
Fotos: Enrique Ubieta Gómez
martes, 28 de enero de 2014
CUMBRE DE LA CELAC: Por nuestros niños necesitamos la unidad (FOTOS)
Estas fotografías fueron tomadas en Nicaragua, Honduras, Guatemala, Haití y Venezuela. Son nuestros niños. La unidad bolivariana y martiana que se construye es por ellos.
Fotos: A.F.R. y E.U.G.
Fotos: A.F.R. y E.U.G.
lunes, 27 de enero de 2014
La unidad de América Latina y el Caribe, premisa en la batalla contra la pobreza y las desigualdades
Enrique Ubieta Gómez
Conozco las estadísticas. Cualquier interesado puede encontrarlas de fuentes confiables en Internet: 164 millones de latinoamericanos viven por debajo de la línea de pobreza, dice la CEPAL, y de ellos, 68 millones sobreviven en la pobreza extrema. Esto viene siendo –según los matemáticos–, el 27, 9 por ciento de la población total. Pero las cifras fluctúan según los países. En Haití los analistas indican que el 80 por ciento de la población es pobre. Pero no se trata de tener un PIB alto o bajo. El hombre más adinerado del planeta es mexicano, pero casi la mitad de la población de México –país petrolero, inmensamente rico– vive en la pobreza. El TLC arruinó a los agricultores tradicionales y obligó al país a importar sus alimentos. Hay estados como Chiapas donde los índices se acercan a los de Haití, y otros como Guerrero, Puebla y Oaxaca, en los que el número de pobres rebasa el 60 por ciento del total de habitantes. Los límites estadísticos de la pobreza son convencionales. El llamado Index Mundi acota: “Las definiciones de pobreza varían considerablemente entre las naciones. Por ejemplo, las naciones ricas generalmente emplean normas más generosas de pobreza que las naciones pobres”. Ello significa que en algunas naciones del Norte, son considerados pobres muchas personas que no clasifican en las estadísticas de América Latina.
La pobreza no se mide en números ni en por cientos. Un viaje en bató por el río Coco, que divide las orillas nicaragüense y hondureña del mundo misquito, me enseñó, pocas semanas después de que el huracán Mitch arrasara con las precarias viviendas de sus pobladores y contaminara su única fuente de agua, lo que es la pobreza. Los médicos cubanos habían llegado a las dos orillas, aunque el entonces mandatario nica era el neoliberal Arnoldo Alemán y no existían relaciones diplomáticas con el gobierno hondureño. En pocas semanas, los médicos detuvieron la epidemia de cólera e iniciaron un drástico descenso de la mortalidad infantil y materna. Han transcurrido 15 años, y aquellas brigadas permanecen en esos y en otros países de la región, a pesar de cambios en los gobiernos y a veces, de golpes de estado. La colaboración médica, deportiva y educativa no ha tenido otro referente ideológico, que el de origen: esos profesionales practican un internacionalismo inconcebible en un mundo dominado por intereses meramente mercantiles. Una nueva hornada de trabajadores latinoamericanos de la salud, formados por el internacionalismo cubano y venezolano, acude al llamado de otros pueblos.
En estos días, algunos medios han intentado socavar las bases de la unidad latinoamericana y caribeña, con una extraña argumentación: la unidad, dicen, es un interés de los gobiernos “izquierdistas”. ¿Es que esa unidad no ha contribuido en el último decenio a salvar decenas de miles de vidas humanas sumidas en la pobreza?, ¿es que miles de seres humanos desvalidos no han recuperado la visión gracias a los programas de colaboración entre gobiernos latinoamericanos?, ¿cuántos ciudadanos que no contaban han aprendido a leer y a escribir? En 1999 acompañé a una doctora y a un enfermero cubanos hasta una intrincada zona de la ribera hondureña del río Coco, donde existía un hospital “fantasma” de mampostería, con equipos sofisticados y salones de operación, propiedad de una organización privada estadounidense. El hospital se mantenía cerrado y sin empleados, pues había sido construido para la guerra sucia contra el primer gobierno sandinista. Una vez al mes sus dueños permitían a los brigadistas cubanos acceder al local y atender a los cientos de misquitos hondureños que morían de enfermedades curables a su alrededor. En esas ocasiones, la doctora revisaba cada medicamento de la farmacia, también cerrada a los necesitados, y seleccionaba aquellos que aún no habían caducado. Que los latinoamericanos y caribeños nos pongamos de acuerdo sin la presencia o el “visto bueno” de las trasnacionales estadounidenses o europeas y los gobiernos que las representan, ¿es una inadmisible postura de izquierda?
América Latina es la región con mayor desigualdad del planeta en el reparto de la riqueza. La tesis literaria de la novela Los pasos perdidos de Alejo Carpentier, publicada en 1953, conserva su vigencia: es posible transitar en un mismo país del cosmopolitismo de las megaciudades modernas, pasando por poblados dormidos en el tiempo, casi medievales en sus costumbres y ritmo de vida, hasta llegar, en lo más profundo de sus selvas, a comunidades de pueblos originarios que aún pelean por conservar sus tradiciones. Por supuesto, no es un viaje de lo superior a lo inferior: esos pueblos originarios nos enseñan hoy caminos diferentes hacia la felicidad humana, precisamente cuando empezamos a entender que el “desarrollismo modernizador” es el camino de la autodestrucción. Pero a todos los engloba la modernidad capitalista. Como decían en Centroamérica, solo dos cosas llegan a los más distantes rincones geográficos: la Coca Cola y los médicos cubanos. Léase así: el mercado y la voluntad política. La unidad de América Latina y el Caribe debe establecerse sobre sus propias coordenadas políticas.
Esas diferencias también son palpables en las megaciudades. El ingreso del 20 por ciento más rico de los latinoamericanos es, en algunos países, 17 veces superior al 80 por ciento restante, y en otros, lo es hasta 20 veces. Es cierto que la región ha avanzado en términos estadísticos y porcentuales –con todo respeto hacia las matemáticas, cuando hablemos de la felicidad humana, sospechemos siempre de los números–, pero es importante precisar que esos avances han ocurrido allí donde se han abandonado las políticas neoliberales y se han adoptado medidas de corte social, como en Brasil y Argentina.
El reconocimiento casi unánime de los gobiernos latinoamericanos al papel que ha desempeñado Cuba en la construcción de la solidaridad regional es visible. Y el simbolismo de esta Cumbre no deja dudas: después de haber desestimado las sanciones que una OEA subordinada a intereses foráneos impuso a la Revolución cubana, y a pesar de que nuestro país no tiene intención de reingresar a su membresía, el secretario general de esa institución y la mayoría de los mandatarios de los 33 estados latinoamericanos y caribeños que hace medio siglo rompieron de forma masiva sus relaciones diplomáticas con Cuba, arriban a La Habana. Se forja la necesaria unidad de América Latina y el Caribe para enfrentar la pobreza y las desigualdades sociales que heredamos.
Conozco las estadísticas. Cualquier interesado puede encontrarlas de fuentes confiables en Internet: 164 millones de latinoamericanos viven por debajo de la línea de pobreza, dice la CEPAL, y de ellos, 68 millones sobreviven en la pobreza extrema. Esto viene siendo –según los matemáticos–, el 27, 9 por ciento de la población total. Pero las cifras fluctúan según los países. En Haití los analistas indican que el 80 por ciento de la población es pobre. Pero no se trata de tener un PIB alto o bajo. El hombre más adinerado del planeta es mexicano, pero casi la mitad de la población de México –país petrolero, inmensamente rico– vive en la pobreza. El TLC arruinó a los agricultores tradicionales y obligó al país a importar sus alimentos. Hay estados como Chiapas donde los índices se acercan a los de Haití, y otros como Guerrero, Puebla y Oaxaca, en los que el número de pobres rebasa el 60 por ciento del total de habitantes. Los límites estadísticos de la pobreza son convencionales. El llamado Index Mundi acota: “Las definiciones de pobreza varían considerablemente entre las naciones. Por ejemplo, las naciones ricas generalmente emplean normas más generosas de pobreza que las naciones pobres”. Ello significa que en algunas naciones del Norte, son considerados pobres muchas personas que no clasifican en las estadísticas de América Latina.
La pobreza no se mide en números ni en por cientos. Un viaje en bató por el río Coco, que divide las orillas nicaragüense y hondureña del mundo misquito, me enseñó, pocas semanas después de que el huracán Mitch arrasara con las precarias viviendas de sus pobladores y contaminara su única fuente de agua, lo que es la pobreza. Los médicos cubanos habían llegado a las dos orillas, aunque el entonces mandatario nica era el neoliberal Arnoldo Alemán y no existían relaciones diplomáticas con el gobierno hondureño. En pocas semanas, los médicos detuvieron la epidemia de cólera e iniciaron un drástico descenso de la mortalidad infantil y materna. Han transcurrido 15 años, y aquellas brigadas permanecen en esos y en otros países de la región, a pesar de cambios en los gobiernos y a veces, de golpes de estado. La colaboración médica, deportiva y educativa no ha tenido otro referente ideológico, que el de origen: esos profesionales practican un internacionalismo inconcebible en un mundo dominado por intereses meramente mercantiles. Una nueva hornada de trabajadores latinoamericanos de la salud, formados por el internacionalismo cubano y venezolano, acude al llamado de otros pueblos.
En estos días, algunos medios han intentado socavar las bases de la unidad latinoamericana y caribeña, con una extraña argumentación: la unidad, dicen, es un interés de los gobiernos “izquierdistas”. ¿Es que esa unidad no ha contribuido en el último decenio a salvar decenas de miles de vidas humanas sumidas en la pobreza?, ¿es que miles de seres humanos desvalidos no han recuperado la visión gracias a los programas de colaboración entre gobiernos latinoamericanos?, ¿cuántos ciudadanos que no contaban han aprendido a leer y a escribir? En 1999 acompañé a una doctora y a un enfermero cubanos hasta una intrincada zona de la ribera hondureña del río Coco, donde existía un hospital “fantasma” de mampostería, con equipos sofisticados y salones de operación, propiedad de una organización privada estadounidense. El hospital se mantenía cerrado y sin empleados, pues había sido construido para la guerra sucia contra el primer gobierno sandinista. Una vez al mes sus dueños permitían a los brigadistas cubanos acceder al local y atender a los cientos de misquitos hondureños que morían de enfermedades curables a su alrededor. En esas ocasiones, la doctora revisaba cada medicamento de la farmacia, también cerrada a los necesitados, y seleccionaba aquellos que aún no habían caducado. Que los latinoamericanos y caribeños nos pongamos de acuerdo sin la presencia o el “visto bueno” de las trasnacionales estadounidenses o europeas y los gobiernos que las representan, ¿es una inadmisible postura de izquierda?
América Latina es la región con mayor desigualdad del planeta en el reparto de la riqueza. La tesis literaria de la novela Los pasos perdidos de Alejo Carpentier, publicada en 1953, conserva su vigencia: es posible transitar en un mismo país del cosmopolitismo de las megaciudades modernas, pasando por poblados dormidos en el tiempo, casi medievales en sus costumbres y ritmo de vida, hasta llegar, en lo más profundo de sus selvas, a comunidades de pueblos originarios que aún pelean por conservar sus tradiciones. Por supuesto, no es un viaje de lo superior a lo inferior: esos pueblos originarios nos enseñan hoy caminos diferentes hacia la felicidad humana, precisamente cuando empezamos a entender que el “desarrollismo modernizador” es el camino de la autodestrucción. Pero a todos los engloba la modernidad capitalista. Como decían en Centroamérica, solo dos cosas llegan a los más distantes rincones geográficos: la Coca Cola y los médicos cubanos. Léase así: el mercado y la voluntad política. La unidad de América Latina y el Caribe debe establecerse sobre sus propias coordenadas políticas.
Esas diferencias también son palpables en las megaciudades. El ingreso del 20 por ciento más rico de los latinoamericanos es, en algunos países, 17 veces superior al 80 por ciento restante, y en otros, lo es hasta 20 veces. Es cierto que la región ha avanzado en términos estadísticos y porcentuales –con todo respeto hacia las matemáticas, cuando hablemos de la felicidad humana, sospechemos siempre de los números–, pero es importante precisar que esos avances han ocurrido allí donde se han abandonado las políticas neoliberales y se han adoptado medidas de corte social, como en Brasil y Argentina.
El reconocimiento casi unánime de los gobiernos latinoamericanos al papel que ha desempeñado Cuba en la construcción de la solidaridad regional es visible. Y el simbolismo de esta Cumbre no deja dudas: después de haber desestimado las sanciones que una OEA subordinada a intereses foráneos impuso a la Revolución cubana, y a pesar de que nuestro país no tiene intención de reingresar a su membresía, el secretario general de esa institución y la mayoría de los mandatarios de los 33 estados latinoamericanos y caribeños que hace medio siglo rompieron de forma masiva sus relaciones diplomáticas con Cuba, arriban a La Habana. Se forja la necesaria unidad de América Latina y el Caribe para enfrentar la pobreza y las desigualdades sociales que heredamos.
domingo, 26 de enero de 2014
Empiezan a llegar a La Habana mandatarios de América Latina y el Caribe (FOTOS)
Cristina Fernández en La Habana
Dilma Rousseff, presidenta de la República Federativa de Brasil a su llegada a La Habana
Momento en que Evo Morales, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, es recibido en el aeropuerto de La Habana
La primera ministra de Jamaica Portia Simpsom, ofrece unas breves declaraciones en el aeropuerto de La Habana
sábado, 25 de enero de 2014
CELAC: cita en La Habana
Atilio A. Boron
No es un milagro, pero casi. Contra todos los pronósticos la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se va consolidando como institución “nuestroamericana” y está a punto de celebrar en La Habana su Segunda Cumbre de Presidentes. Decimos “milagro” porque ¿quién habría podido imaginar, hace apenas cinco años, que el sueño bolivariano de Hugo Chávez –sueño fundado en un impecable diagnóstico de la geopolítica mundial- por construir un organismo regional sin la presencia de Estados Unidos y Canadá rendiría sus frutos? Para ello Chávez y quienes lo acompañaron en esta empresa patriótica tuvieron que vencer toda clase de obstáculos: la resignación de algunos gobiernos, la claudicación de otros, el escepticismo de los de más allá y la sistemática oposición de Washington, dato nada menor en la política de nuestros países. Eppur si muove, diría Galileo al contemplar la concreción de este proyecto bolivariano que por primera vez en la historia nuclea a todas las naciones de América Latina y el Caribe con la sola excepción-¡por ahora!- de Puerto Rico. Sin dudas, el fortalecimiento de la CELAC -como el de la UNASUR en el plano sudamericano- son muy buenas noticias para la causa de la emancipación de la Patria Grande.
La Casa Blanca intentó primero impedir el lanzamiento de la CELAC, realizado en Caracas en Diciembre del 2011 con la presencia de su incansable promotor y mentor, ya atacado por el cáncer que le costaría la vida. Al fracasar en su intento el imperio movilizó a sus aliados regionales para abortar –o por lo menos, posponer para un futuro indefinido- la iniciativa. Tampoco resultó. La siguiente estrategia consistió en utilizar algunos de sus incondicionales peones en la región como caballos de Troya, para malograr desde adentro el proyecto. No avanzó demasiado, pero consiguió que el primer gobierno que ejerció la presidencia pro témpore de la CELAC durante el 2012, el Chile de Sebastián Piñera, declarase por boca de Alfredo Moreno, su canciller, que “la CELAC será un foro y no una organización, que no tendrá sede, secretariado, burocracia ni nada de eso”. ¡Un foro!, es decir, un ámbito de amables e intrascendentes pláticas de gobernantes, diplomáticos y expertos que ni por asomo pondría en cuestión la dominación imperialista en Latinoamérica y el Caribe. Y la Casa Blanca también logró, a través del militante activismo de sus principales amigos de la Alianza del Pacífico: México, Colombia y Chile, que todas las decisiones de la CELAC debieran adoptarse por unanimidad. Parecería que la “regla de la mayoría” –tan cara a la tradición política estadounidense– sólo funciona cuando conviene; cuando no, se impone un criterio que de hecho le confiere poder de veto a cualquiera de los treinta y tres miembros de la organización. Pero esta es un arma de doble filo: Panamá u Honduras podrán vetar una resolución que exija poner fin al status colonial de Puerto Rico, pero Bolivia, Ecuador y Venezuela podrán hacer lo mismo ante otra que proponga requerir la colaboración del Comando Sur para combatir al narcotráfico.
El segundo turno presidencial de la CELAC, durante el 2013, recayó en Cuba, y el presidente Raúl Castro Ruz dio pasos importantes para desbaratar las maquinaciones del canciller chileno: se avanzó en la institucionalización de la CELAC y se creó el embrión de una organización que para esta próxima Cumbre pudo elaborar 26 documentos de trabajo, algo que ningún foro hace. Algunas propuestas, como la declaración de América Latina y el Caribe como una “Zona de Paz” serán objeto de un sordo debate porque no se trata sólo de evitar la presencia de armas nucleares en la región –¿cómo saber si ya no las hay en la base de Mount Pleasant, en nuestras Islas Malvinas?– sino también de utilizar el recurso de la fuerza para dirimir conflictos internos. Este tema hace subrepticia alusión a la tradición intervencionista de Washington en Latinoamérica y a la presencia de sus 77 bases militares en la región, cuyo propósito es exactamente ese: intervenir, cuando las condiciones lo aconsejen, con su fuerza militar en la política interna de los países de la región complementando la abierta intervención que ya Washington realiza en todos ellos.
Recuérdese, para poner un ejemplo bien didáctico, el decisivo papel de “la embajada” para determinar el ganador de la reciente elección presidencial en Honduras. El tema, como se ve, será uno de los más urticantes y divisivos porque hay gobiernos, y no son pocos, que no sólo toleran la presencia de esas bases militares norteamericanas sino que, como Colombia, Perú y Panamá, las reclaman. Otro tema potencialmente disruptivo es la aprobación de la propuesta venezolana de integrar a Puerto Rico a la CELAC –lo cual es absolutamente lógico teniendo en cuenta la historia y el presente de ese país, así como su cultura, su lengua, y sus tradiciones– pero que probablemente suscite reservas entre los gobiernos más cercanos a Washington para quien Puerto Rico es un innegociable botín de guerra. Una guerra cuya victoria les fue arrebatada a los patriotas cubanos y merced a lo cual con la apropiación de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas la Roma americana iniciaría su ominoso tránsito de la república al imperio. Se descuenta, en cambio, un apoyo unánime para el reclamo argentino en relación a las Islas Malvinas, al levantamiento del bloqueo a Cuba y para otras propuestas tendientes a reforzar los vínculos comerciales, políticos y culturales.
Se sabe que Ecuador presentará una propuesta de repudio al espionaje que realiza los Estados Unidos y de desarrollo de una nueva red de comunicaciones en la Internet a salvo de la interdicción de Washington; y que es probable que se aprueben propuestas concretas en relación al combate a la pobreza y que se examinen alternativas para consolidar el Banco del Sur y, eventualmente, para crear una gran empresa petrolera latinoamericana, tema sobre el cual el presidente Chávez había insistido una y otra vez. La transición geopolítica internacional en curso, y que se manifiesta en el desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial hacia el Asia-Pacífico; la declinación del poderío global de Estados Unidos; el irreparable derrumbe del proyecto europeo; la persistencia de la crisis económica estallada a fines del 2007 y que sólo parece acentuarse con el paso del tiempo y la permanencia de un “orden” económico mundial que concentra riqueza, margina naciones y profundiza la depredación del medio ambiente han actuado como poderosos alicientes para remover la inicial desconfianza que muchos gobiernos tenían en relación a la CELAC. El acuerdo logrado en Caracas en 2011 establecía que una troika se haría sucesivamente cargo de la presidencia durante los primeros tres años: comenzó Chile, siguió Cuba (ratificando el repudio continental al bloqueo estadounidense y su propósito de aislar a la Revolución Cubana) y al terminar esta Cumbre la presidencia se trasladará a Costa Rica. Este país, incondicional aliado de Washington, deberá afrontar unas decisivas elecciones el próximo 2 de Febrero, cuando por primera vez en décadas la hegemonía política de la derecha neocolonial costarricense estará amenazada por el ascenso de un nuevo y sorprendente actor político: el Frente Amplio. La actual presidenta, Laura Chinchilla, por largos años funcionaria de la USAID, garantizaba con el triunfo del oficialismo la “domesticación” de la CELAC y el retorno al proyecto acunado por Sebastián Piñera y expresado con total descaro por su canciller. Pero todas las encuestas dan por sentado que habrá una segunda vuelta y allí el discurso y las propuestas bolivarianas del candidato del Frente Amplio, José M. Villata, podrían catapultarlo a la presidencia de Costa Rica. Por supuesto, al igual que ocurriera pocos meses atrás con las elecciones presidenciales en la vecina Honduras todo el aparato de inteligencia, manipulación mediática y financiamiento de los partidos amigos ha sido ya puesto en marcha por Washington, para quien una derrota de la derecha neocolonial costarricense sería un revés de amplias repercusiones regionales. Si tal cosa ocurriera la CELAC podría dar un nuevo paso hacia su definitiva institucionalización, algo que América Latina y el Caribe necesitan impostergablemente.
No es un milagro, pero casi. Contra todos los pronósticos la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se va consolidando como institución “nuestroamericana” y está a punto de celebrar en La Habana su Segunda Cumbre de Presidentes. Decimos “milagro” porque ¿quién habría podido imaginar, hace apenas cinco años, que el sueño bolivariano de Hugo Chávez –sueño fundado en un impecable diagnóstico de la geopolítica mundial- por construir un organismo regional sin la presencia de Estados Unidos y Canadá rendiría sus frutos? Para ello Chávez y quienes lo acompañaron en esta empresa patriótica tuvieron que vencer toda clase de obstáculos: la resignación de algunos gobiernos, la claudicación de otros, el escepticismo de los de más allá y la sistemática oposición de Washington, dato nada menor en la política de nuestros países. Eppur si muove, diría Galileo al contemplar la concreción de este proyecto bolivariano que por primera vez en la historia nuclea a todas las naciones de América Latina y el Caribe con la sola excepción-¡por ahora!- de Puerto Rico. Sin dudas, el fortalecimiento de la CELAC -como el de la UNASUR en el plano sudamericano- son muy buenas noticias para la causa de la emancipación de la Patria Grande.
La Casa Blanca intentó primero impedir el lanzamiento de la CELAC, realizado en Caracas en Diciembre del 2011 con la presencia de su incansable promotor y mentor, ya atacado por el cáncer que le costaría la vida. Al fracasar en su intento el imperio movilizó a sus aliados regionales para abortar –o por lo menos, posponer para un futuro indefinido- la iniciativa. Tampoco resultó. La siguiente estrategia consistió en utilizar algunos de sus incondicionales peones en la región como caballos de Troya, para malograr desde adentro el proyecto. No avanzó demasiado, pero consiguió que el primer gobierno que ejerció la presidencia pro témpore de la CELAC durante el 2012, el Chile de Sebastián Piñera, declarase por boca de Alfredo Moreno, su canciller, que “la CELAC será un foro y no una organización, que no tendrá sede, secretariado, burocracia ni nada de eso”. ¡Un foro!, es decir, un ámbito de amables e intrascendentes pláticas de gobernantes, diplomáticos y expertos que ni por asomo pondría en cuestión la dominación imperialista en Latinoamérica y el Caribe. Y la Casa Blanca también logró, a través del militante activismo de sus principales amigos de la Alianza del Pacífico: México, Colombia y Chile, que todas las decisiones de la CELAC debieran adoptarse por unanimidad. Parecería que la “regla de la mayoría” –tan cara a la tradición política estadounidense– sólo funciona cuando conviene; cuando no, se impone un criterio que de hecho le confiere poder de veto a cualquiera de los treinta y tres miembros de la organización. Pero esta es un arma de doble filo: Panamá u Honduras podrán vetar una resolución que exija poner fin al status colonial de Puerto Rico, pero Bolivia, Ecuador y Venezuela podrán hacer lo mismo ante otra que proponga requerir la colaboración del Comando Sur para combatir al narcotráfico.
El segundo turno presidencial de la CELAC, durante el 2013, recayó en Cuba, y el presidente Raúl Castro Ruz dio pasos importantes para desbaratar las maquinaciones del canciller chileno: se avanzó en la institucionalización de la CELAC y se creó el embrión de una organización que para esta próxima Cumbre pudo elaborar 26 documentos de trabajo, algo que ningún foro hace. Algunas propuestas, como la declaración de América Latina y el Caribe como una “Zona de Paz” serán objeto de un sordo debate porque no se trata sólo de evitar la presencia de armas nucleares en la región –¿cómo saber si ya no las hay en la base de Mount Pleasant, en nuestras Islas Malvinas?– sino también de utilizar el recurso de la fuerza para dirimir conflictos internos. Este tema hace subrepticia alusión a la tradición intervencionista de Washington en Latinoamérica y a la presencia de sus 77 bases militares en la región, cuyo propósito es exactamente ese: intervenir, cuando las condiciones lo aconsejen, con su fuerza militar en la política interna de los países de la región complementando la abierta intervención que ya Washington realiza en todos ellos.
Recuérdese, para poner un ejemplo bien didáctico, el decisivo papel de “la embajada” para determinar el ganador de la reciente elección presidencial en Honduras. El tema, como se ve, será uno de los más urticantes y divisivos porque hay gobiernos, y no son pocos, que no sólo toleran la presencia de esas bases militares norteamericanas sino que, como Colombia, Perú y Panamá, las reclaman. Otro tema potencialmente disruptivo es la aprobación de la propuesta venezolana de integrar a Puerto Rico a la CELAC –lo cual es absolutamente lógico teniendo en cuenta la historia y el presente de ese país, así como su cultura, su lengua, y sus tradiciones– pero que probablemente suscite reservas entre los gobiernos más cercanos a Washington para quien Puerto Rico es un innegociable botín de guerra. Una guerra cuya victoria les fue arrebatada a los patriotas cubanos y merced a lo cual con la apropiación de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas la Roma americana iniciaría su ominoso tránsito de la república al imperio. Se descuenta, en cambio, un apoyo unánime para el reclamo argentino en relación a las Islas Malvinas, al levantamiento del bloqueo a Cuba y para otras propuestas tendientes a reforzar los vínculos comerciales, políticos y culturales.
Se sabe que Ecuador presentará una propuesta de repudio al espionaje que realiza los Estados Unidos y de desarrollo de una nueva red de comunicaciones en la Internet a salvo de la interdicción de Washington; y que es probable que se aprueben propuestas concretas en relación al combate a la pobreza y que se examinen alternativas para consolidar el Banco del Sur y, eventualmente, para crear una gran empresa petrolera latinoamericana, tema sobre el cual el presidente Chávez había insistido una y otra vez. La transición geopolítica internacional en curso, y que se manifiesta en el desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial hacia el Asia-Pacífico; la declinación del poderío global de Estados Unidos; el irreparable derrumbe del proyecto europeo; la persistencia de la crisis económica estallada a fines del 2007 y que sólo parece acentuarse con el paso del tiempo y la permanencia de un “orden” económico mundial que concentra riqueza, margina naciones y profundiza la depredación del medio ambiente han actuado como poderosos alicientes para remover la inicial desconfianza que muchos gobiernos tenían en relación a la CELAC. El acuerdo logrado en Caracas en 2011 establecía que una troika se haría sucesivamente cargo de la presidencia durante los primeros tres años: comenzó Chile, siguió Cuba (ratificando el repudio continental al bloqueo estadounidense y su propósito de aislar a la Revolución Cubana) y al terminar esta Cumbre la presidencia se trasladará a Costa Rica. Este país, incondicional aliado de Washington, deberá afrontar unas decisivas elecciones el próximo 2 de Febrero, cuando por primera vez en décadas la hegemonía política de la derecha neocolonial costarricense estará amenazada por el ascenso de un nuevo y sorprendente actor político: el Frente Amplio. La actual presidenta, Laura Chinchilla, por largos años funcionaria de la USAID, garantizaba con el triunfo del oficialismo la “domesticación” de la CELAC y el retorno al proyecto acunado por Sebastián Piñera y expresado con total descaro por su canciller. Pero todas las encuestas dan por sentado que habrá una segunda vuelta y allí el discurso y las propuestas bolivarianas del candidato del Frente Amplio, José M. Villata, podrían catapultarlo a la presidencia de Costa Rica. Por supuesto, al igual que ocurriera pocos meses atrás con las elecciones presidenciales en la vecina Honduras todo el aparato de inteligencia, manipulación mediática y financiamiento de los partidos amigos ha sido ya puesto en marcha por Washington, para quien una derrota de la derecha neocolonial costarricense sería un revés de amplias repercusiones regionales. Si tal cosa ocurriera la CELAC podría dar un nuevo paso hacia su definitiva institucionalización, algo que América Latina y el Caribe necesitan impostergablemente.
jueves, 23 de enero de 2014
La Celac y la rebeldía de los pueblos
Ángel Guerra Cabrera
La unidad de Nuestra América, propósito de Bolívar y
Martí, ha experimentado significativos avances en la última década. Así lo
testimonia la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe(Celac), ya a
unas horas de su II Cumbre, que tendrá lugar en La Habana del 25 al 29 de
enero. La Celac es la primera organización que reúne a todos los Estados de
América Latina y el Caribe sin la presencia de Estados Unidos, Canadá o Europa,
y ya por eso sólo significa un paso importantísimo hacia una mayor
independencia regional.
La Celac alumbró como proyecto, a escala de todos los
gobiernos de la región, en la I Cumbre de América Latina y el Caribe
sobre Integración y Desarrollo (CALC), celebrada en diciembre de 2008 en Brasil
con la presencia de sus 33 actuales miembros. La II cumbre, efectuada en Playa del Carmen,
México, el 23 de febrero de 2010 a la vez que reunía al Grupo de Río (http://www.ecured.cu/index.php/Grupo_de_R%C3%Ado),
acordó la constitución de la Celac y un cronograma de trabajo que culminó con su
nacimiento en Caracas el en diciembre de 2011.
La capital de Venezuela era el escenario
idóneo para ese acontecimiento pues nadie había hecho tanto –y seguiría
haciendo- como el presidente Hugo Chávez a lo largo de su mandato, por la
unidad y la integración de nuestros pueblos.
Pero las cumbres no bastarían para explicar cómo se llegó
a expresar de forma institucional una pujante conciencia de unidad
latinocaribeña, que recibió un enorme impulso desde fines de la década de los
noventa.
Fue la lucha de los pueblos latino-caribeños contra las
políticas neoliberales la que llevó a Chávez al gobierno y más tarde a Lula,
Kirchner, Evo Morales, Daniel Ortega, Correa y Pepe Mujica. Ello creó una
correlación de fuerzas que hizo posible construir una infraestructura
institucional que sostuviera la unidad y la integración regionales en el marco
de un importante cambio en la balanza internacional impulsado por la emergencia
de los BRICs.
Surgió la Alba integrada por Venezuela y Cuba de la mano
de Chávez y Fidel, a la que se sumarían los nuevos gobiernos antineoliberales
de Bolivia, Nicaragua, Ecuador así como Antigua y Barbuda, Dominica y San
Vicente y las Granadinas, estados insulares del Caribe anglófono. En 2005 se
crea Petrocaribe a instancias de Venezuela, que brinda petróleo en términos
solidarios y salvó de una catástrofe económica a varios países del Caribe que
ya no podían sufragar los altos precios del crudo.
Fruto de esta corriente nace Unasur(2008), integrada por
todos los estados suramericanos, que se ha constituido en un valioso foro de
concertación política y realizado importantes acciones de defensa de la
voluntad popular, como sus resueltas medidas contra los intentos de golpe de
Estado a Evo Morales y Rafael Correa.
La Celac es el escalón más alto de la construcción
unitaria regional al reunir a la totalidad de sus Estados, incluyendo a los
miembros del Caricom, unidos a los iberoamericanos por una historia común de
dominación colonial y neocolonial y por heroicas luchas iniciadas con la
Revolución Haitiana, precursora de la independencia de América Latina(1791-1804). El trayecto hacia su constitución y su
funcionamiento desde la cumbre de Caracas hasta la de Santiago de Chile y la de
La Habana ha evidenciado que gobiernos con ideologías opuestas pueden trabajar
por objetivos consensuados que abonan hacia la cooperación y la independencia
de los estados miembros, así como a su
aporte a la paz mundial.
En particular la presidencia pro témpore cubana es una muestra incontrovertible de ello al
colocar al frente de la organización a un estado de ideología socialista y
marxista al que Estados Unidos bloquea e intenta destruir. Cuba ha trabajado en
estrecha colaboración con Chile y Costa Rica(gobiernos de derecha) y Haití –la
llamada troika ampliada- en la coordinación
de una agenda que ha dado voz propia a la región en los foros internacionales y
la ha acercado a naciones y mecanismos integracionistas de Asia y África con
los que muchos países de América Latina y el Caribe apenas habían tenido
relaciones. El discurso del canciller cubano ante la Asamblea General de la ONU
a nombre de la Celac es también una excelente prueba de lo que afirmo.
Cuba propone a esta cumbre convertir en una región de paz
el territorio de la Celac donde las diferencias se solucionen políticamente y
sin el uso de la fuerza y dar una lucha frontal contra el hambre y la
desigualdad en la zona más desigual del planeta.
miércoles, 22 de enero de 2014
Los shopping centers, la utopía neoliberal
Emir Sader*
En su fase neoliberal, el capitalismo implementa, como nunca en su historia, la mercantilizacion de todos los espacios sociales. Se diseminan los llamados no-lugares –como los aeropuertos, los hoteles, los shopping centers–, homogeneizados por la globalizacion, sin espacio, ni tiempo, similares en todo el mundo.
Los shopping centers representan la centralidad de la esfera mercantil a expensas de la esfera pública en los espacios urbanos. Para la esfera mercantil lo que importa es el consumidor y el mercado. Para la esfera pública, es el ciudadano y los derechos para todos.
Los shopping centers representan la ofensiva avasalladora contra los espacios públicos, son el contrapunto de las plazas páblicas. Son cápsulas espaciales condicionadas por las estéticas del mercado, según la definición de Beatriz Sarlos. Un proceso que homegeneiza a todos los shopping centers de São Paulo a Dubai, de Los Ángeles a Buenos Aires, de la ciudad de México a Ciudad del Cabo.
La instalación de un shopping rediseña el territorio urbano, redefiniendo, desde el punto de vista de clase, las zonas donde se concentra cada clase social. El centro –donde todas las clases circulaban– se deteriora, mientras cada clase social se atrinchera en sus barrios, con claras distinciones de clase.
Los shopping, como ejemplos de no-lugares, son espacios que buscan que desparezca todo lo específico –no tienen reloj ni ventanas–, donde desaparece la ciudad en que está inserto, junto con el pueblo, el país. Esos vínculos son sustituidos por la conexión con las mismas marcas globalizadas de los otros shopping del mundo, liquidando con las diferencias y las particularidades de cada país y ciudad, achatando todas las formas de consumo y de vida.
El shopping pretende sustituir a la misma ciudad. Su aparición termina llevando al cierre de los cines tradicionales de las plazas públicas, sustituidos por docenas de salas de los shopping, que promueven la programación estándar de las grandes cadenas de distribución.
El shopping no puede controlar el ingreso de las personas, pero, como por milagro, sólo están ahí los que tienen poder adquisitivo; los pobres están ausentes.
Hay un filtro, muchas veces invisible, constrictivo, otras veces explícito, para que sólo ingresen los que cuentan: los consumidores. Al igual que al capitalismo neoliberal.
Los shopping centers constituyen la utopía del neoliberalismo, un esapacio donde todo es mercancía, todo tiene precio, todo se vende, todo se compra, todo está mercantilizado. Junto con los espacios públicos, desaparecen los cuidadanos y sus derechos. Que sólo interesan mientras sean productores de las mercancías a ser consumidas en los shoppings.
La inseguridad en las ciudades –la real y la explorada por los medios–, el mal tiempo, la contaminación del aire, el tránsito, proyectan a la gente que puede a refugiarse en esa cápsula, que la abriga aparentemente de todos los riesgos. Casi ya es posible nacer y morir en un shopping –sólo faltan la maternidad y el cementerio, hoteles ya hay. La utopía –sin pobres, sin ruidos, sin calles mal cuidadas, sin niños pobres vendiendo chicles en las esquinas o pidiendo limosnas. El mundo del consumo, reservado para pocos, es el reino absoluto del mercado, que determina todo, no sólo quién tiene derecho de acceso al shopping, sino también la distribución de las tiendas, los espacios obligatorios a circular, todo comandado por el marketing.
Como toda utopía capitalista, está reservada para pocos, porque basta el consumo de 20 por ciento de la población para dar salida a las mercancías y los servicios disponibles y alimentar a la reproducción del capital.
Para que esas cápsulas ideales existan, es necesaria la superexplotación de los trabajadores –niños, adultos, ancianos– en las oficinas clandestinas, con trabajadores paraguayos y bolivianos en São Paulo y en Buenos Aires, así como en Bangladesh y en Indonesia, que producen para que las grandes marcas exhiban sus ropas y tenis lujuosos en sus esplendorosas tiendas en los shoppings.
Es un espacio privatizado de las ciudades, reservado para algunos. Cuando jóvenes –como ahora en Brasil– deciden celebrar sus encuentros en los shoppings, causan pánico en los gerentes de las tiendas, que no saben qué hacer, porque no pueden prohibir su ingreso, pero la vez saben que no son los consumidores de lujo a los que están dirigidas las tiendas.
El choque entre el mundo de los shoppings y los espacios públicos tradicionales –plazas, espacios culturales, clubes desportivos abiertos– es la lucha entre la esfera mercantil y la esfera pública, entre el mundo de los consumidores y el mundo de los ciudadanos, entre el reino del mercado y la esfera de la ciudadanía, entre el poder del consumo y el derecho de todos.
Es un choque que está en el centro del enfrentamiento entre el neoliberalismo y el posneoliberalismo, entre la forma extrema que asume el capitalismo contemporáneo y las formas de sociabilidad solidaria de las sociedades que asumen la responsabilidad de construir un mundo menos desigual, más humano.
*Emir Simão Sader, sociólogo y filósofo brasileño, director del Laboratorio de Políticas Públicas (LPP) de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro. Master en filosofia política y doctor en Ciencia política.
En su fase neoliberal, el capitalismo implementa, como nunca en su historia, la mercantilizacion de todos los espacios sociales. Se diseminan los llamados no-lugares –como los aeropuertos, los hoteles, los shopping centers–, homogeneizados por la globalizacion, sin espacio, ni tiempo, similares en todo el mundo.
Los shopping centers representan la centralidad de la esfera mercantil a expensas de la esfera pública en los espacios urbanos. Para la esfera mercantil lo que importa es el consumidor y el mercado. Para la esfera pública, es el ciudadano y los derechos para todos.
Los shopping centers representan la ofensiva avasalladora contra los espacios públicos, son el contrapunto de las plazas páblicas. Son cápsulas espaciales condicionadas por las estéticas del mercado, según la definición de Beatriz Sarlos. Un proceso que homegeneiza a todos los shopping centers de São Paulo a Dubai, de Los Ángeles a Buenos Aires, de la ciudad de México a Ciudad del Cabo.
La instalación de un shopping rediseña el territorio urbano, redefiniendo, desde el punto de vista de clase, las zonas donde se concentra cada clase social. El centro –donde todas las clases circulaban– se deteriora, mientras cada clase social se atrinchera en sus barrios, con claras distinciones de clase.
Los shopping, como ejemplos de no-lugares, son espacios que buscan que desparezca todo lo específico –no tienen reloj ni ventanas–, donde desaparece la ciudad en que está inserto, junto con el pueblo, el país. Esos vínculos son sustituidos por la conexión con las mismas marcas globalizadas de los otros shopping del mundo, liquidando con las diferencias y las particularidades de cada país y ciudad, achatando todas las formas de consumo y de vida.
El shopping pretende sustituir a la misma ciudad. Su aparición termina llevando al cierre de los cines tradicionales de las plazas públicas, sustituidos por docenas de salas de los shopping, que promueven la programación estándar de las grandes cadenas de distribución.
El shopping no puede controlar el ingreso de las personas, pero, como por milagro, sólo están ahí los que tienen poder adquisitivo; los pobres están ausentes.
Hay un filtro, muchas veces invisible, constrictivo, otras veces explícito, para que sólo ingresen los que cuentan: los consumidores. Al igual que al capitalismo neoliberal.
Los shopping centers constituyen la utopía del neoliberalismo, un esapacio donde todo es mercancía, todo tiene precio, todo se vende, todo se compra, todo está mercantilizado. Junto con los espacios públicos, desaparecen los cuidadanos y sus derechos. Que sólo interesan mientras sean productores de las mercancías a ser consumidas en los shoppings.
La inseguridad en las ciudades –la real y la explorada por los medios–, el mal tiempo, la contaminación del aire, el tránsito, proyectan a la gente que puede a refugiarse en esa cápsula, que la abriga aparentemente de todos los riesgos. Casi ya es posible nacer y morir en un shopping –sólo faltan la maternidad y el cementerio, hoteles ya hay. La utopía –sin pobres, sin ruidos, sin calles mal cuidadas, sin niños pobres vendiendo chicles en las esquinas o pidiendo limosnas. El mundo del consumo, reservado para pocos, es el reino absoluto del mercado, que determina todo, no sólo quién tiene derecho de acceso al shopping, sino también la distribución de las tiendas, los espacios obligatorios a circular, todo comandado por el marketing.
Como toda utopía capitalista, está reservada para pocos, porque basta el consumo de 20 por ciento de la población para dar salida a las mercancías y los servicios disponibles y alimentar a la reproducción del capital.
Para que esas cápsulas ideales existan, es necesaria la superexplotación de los trabajadores –niños, adultos, ancianos– en las oficinas clandestinas, con trabajadores paraguayos y bolivianos en São Paulo y en Buenos Aires, así como en Bangladesh y en Indonesia, que producen para que las grandes marcas exhiban sus ropas y tenis lujuosos en sus esplendorosas tiendas en los shoppings.
Es un espacio privatizado de las ciudades, reservado para algunos. Cuando jóvenes –como ahora en Brasil– deciden celebrar sus encuentros en los shoppings, causan pánico en los gerentes de las tiendas, que no saben qué hacer, porque no pueden prohibir su ingreso, pero la vez saben que no son los consumidores de lujo a los que están dirigidas las tiendas.
El choque entre el mundo de los shoppings y los espacios públicos tradicionales –plazas, espacios culturales, clubes desportivos abiertos– es la lucha entre la esfera mercantil y la esfera pública, entre el mundo de los consumidores y el mundo de los ciudadanos, entre el reino del mercado y la esfera de la ciudadanía, entre el poder del consumo y el derecho de todos.
Es un choque que está en el centro del enfrentamiento entre el neoliberalismo y el posneoliberalismo, entre la forma extrema que asume el capitalismo contemporáneo y las formas de sociabilidad solidaria de las sociedades que asumen la responsabilidad de construir un mundo menos desigual, más humano.
*Emir Simão Sader, sociólogo y filósofo brasileño, director del Laboratorio de Políticas Públicas (LPP) de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro. Master en filosofia política y doctor en Ciencia política.
martes, 21 de enero de 2014
La victoria democrática sobre los violentos.
Elías Jaua Milano
Canciller de la República Bolivariana de Venezuela
La imagen de Ledezma y Capriles Radonsky, conspicuos voceros del desconocimiento institucional, sentados en Miraflores recibiendo las orientaciones del Jefe del Estado Nicolás Maduro, es el símbolo de la victoria democrática de nuestro pueblo contra la violencia política. Ver al candidato perdedor del 14 A, asumiendo su funciones como gobernador, sentado como manda la Constitución con la mayoría de alcaldes y alcaldesas, diputados y diputadas bolivarianas del Estado Miranda, subordinándose al Ministerio del Interior para combatir la criminalidad, en la entidad como mayor índice delictivo de Venezuela, es la muestra inequívoca de la victoria popular contra la violencia política derechista.
A la mayoría de pueblo venezolano, la historia habrá de reconocerle su capacidad de derrotar a fuerza de votos a la derecha violenta que durante los 15 años de Revolución Bolivariana ha intentado llevar al país a una confrontación civil. Dos victorias electorales son emblemáticas en este sentido. La primera, la del 15 de agosto de 2004, cuando se ratificó en la Presidencia al Comandante Chávez, de manera abrumadora. Ese triunfo puso fin a la aventura de violencia fraccionalista iniciada en el año 2001. Las elecciones del 8 de diciembre de 2013, podemos señalarla como la segunda gran victoria contra la violencia fascista. Ganar en la mayoría de alcaldías, capitales y en la sumatoria total de votos a nivel nacional, significó la derrota del intento de desconocimiento de la voluntad popular y de las instituciones democráticas, iniciado el 14 de abril de 2013 por las corrientes fascistas de la oposición dirigidas por Capriles Radonski.
El pueblo venezolano, el 8 de diciembre, nuevamente logró que triunfara la paz; que los promotores de la violencia política estén, por ahora, actuando en el marco de la Constitución y las leyes, bajo el mando de la jefatura del Estado. Seguramente, vendrán nuevos intentos de fracturar la estabilidad y la unidad de la Patria, en consecuencia vendrán nuevas victorias de la mayoría democrática del pueblo venezolano. En este 2014, nos toca aprovechar el tiempo para el impulso de una política económica productiva, en el marco del socialismo, y avanzar en el debate político ideológico de las tareas de nuestra Revolución en esta nueva etapa, sin dogmas pero sin temor a las contradicciones en el seno del pueblo, siempre que estas sean honestas y constructoras de unidad. Que el debate crítico, no esté mediado por la egolatría intelectual y las aspiraciones burocráticas de algunos dirigentes, mucho menos por las intenciones fraccionalistas que el enemigo quiere desarrollar en nuestras filas. Unidad, lucha, batalla y victoria para seguir construyendo la Patria buena para todos y todas.
Canciller de la República Bolivariana de Venezuela
La imagen de Ledezma y Capriles Radonsky, conspicuos voceros del desconocimiento institucional, sentados en Miraflores recibiendo las orientaciones del Jefe del Estado Nicolás Maduro, es el símbolo de la victoria democrática de nuestro pueblo contra la violencia política. Ver al candidato perdedor del 14 A, asumiendo su funciones como gobernador, sentado como manda la Constitución con la mayoría de alcaldes y alcaldesas, diputados y diputadas bolivarianas del Estado Miranda, subordinándose al Ministerio del Interior para combatir la criminalidad, en la entidad como mayor índice delictivo de Venezuela, es la muestra inequívoca de la victoria popular contra la violencia política derechista.
A la mayoría de pueblo venezolano, la historia habrá de reconocerle su capacidad de derrotar a fuerza de votos a la derecha violenta que durante los 15 años de Revolución Bolivariana ha intentado llevar al país a una confrontación civil. Dos victorias electorales son emblemáticas en este sentido. La primera, la del 15 de agosto de 2004, cuando se ratificó en la Presidencia al Comandante Chávez, de manera abrumadora. Ese triunfo puso fin a la aventura de violencia fraccionalista iniciada en el año 2001. Las elecciones del 8 de diciembre de 2013, podemos señalarla como la segunda gran victoria contra la violencia fascista. Ganar en la mayoría de alcaldías, capitales y en la sumatoria total de votos a nivel nacional, significó la derrota del intento de desconocimiento de la voluntad popular y de las instituciones democráticas, iniciado el 14 de abril de 2013 por las corrientes fascistas de la oposición dirigidas por Capriles Radonski.
El pueblo venezolano, el 8 de diciembre, nuevamente logró que triunfara la paz; que los promotores de la violencia política estén, por ahora, actuando en el marco de la Constitución y las leyes, bajo el mando de la jefatura del Estado. Seguramente, vendrán nuevos intentos de fracturar la estabilidad y la unidad de la Patria, en consecuencia vendrán nuevas victorias de la mayoría democrática del pueblo venezolano. En este 2014, nos toca aprovechar el tiempo para el impulso de una política económica productiva, en el marco del socialismo, y avanzar en el debate político ideológico de las tareas de nuestra Revolución en esta nueva etapa, sin dogmas pero sin temor a las contradicciones en el seno del pueblo, siempre que estas sean honestas y constructoras de unidad. Que el debate crítico, no esté mediado por la egolatría intelectual y las aspiraciones burocráticas de algunos dirigentes, mucho menos por las intenciones fraccionalistas que el enemigo quiere desarrollar en nuestras filas. Unidad, lucha, batalla y victoria para seguir construyendo la Patria buena para todos y todas.
Las diez formas más curiosas que la CIA empleó para tratar de acabar con Fidel Castro
(RT) En febrero de 1959 Fidel Castro se convirtió en el primer ministro de Cuba. Desde entonces, de acuerdo con Fabián Escalante, a cargo de su protección durante la mayor parte de su mandato, Fidel ha sobrevivido a más de 600 intentos de asesinato.
Escalante, exjefe del servicio secreto cubano, afirma que los intentos frustrados de asesinar al exlíder cubano han sido múltiples en todos los gobiernos estadounidenses, desde Eisenhower hasta Clinton, pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Carter, Reagan o Bush (padre). Los posibles diez intentos más llamativos de acabar con su vida o su carrera política se describen a continuación, de acuerdo con la revista 'Mental Floss'.
1. MUJER FATAL. Marita Lorenz, considerada como una de las muchas 'novias' de Castro, supuestamente aceptó una oferta de la CIA en la que ella le haría ingerir cápsulas envenenadas. Lorenz se las arregló para introducir las pastillas en el dormitorio de Fidel, pero acabó guardándolas en su tarro de crema hidratante, por lo que las píldoras se disolvieron en la crema y ella se vio obligada a desistir del plan.
2. EL TRAJE ENVENENADO. En 1975, el Comité de Inteligencia del Senado de EE.UU. afirmó que había pruebas concretas "de un plan para obsequiar a Castro con un traje de neopreno forrado con esporas y bacterias que le provocarían una grave enfermedad en la piel (o tal vez algo peor)". El plan supuestamente involucraba al abogado estadounidense James B. Donovan, quien debía entregar a Castro el traje durante la negociación para liberar a los prisioneros de bahía de Cochinos. Según informó AP en 1975, el plan fue abortado "cuando Donovan entregó a Castro un traje de buceo diferente por iniciativa propia".
3. PLUMA-JERINGA HIPODÉRMICA. La CIA equipó una pluma estilográfica con una aguja hipodérmica tan fina que Castro no podría darse cuenta cuando alguien chocara contra él inyectándole un potentísimo veneno. Este plan también falló.
4. UN PURO EXPLOSIVO. Supuestamente la CIA habría tratado de eliminar a Fidel Castro usando un explosivo envuelto en un puro, tan potente como para hacer volar su cabeza por los aires. En 1967, el diario 'Saturday Evening Post' informó que la Agencia ofreció a un oficial de la Policía de Nueva York llevar a cabo el plan durante la visita de Castro a las Naciones Unidas en septiembre de 1960. El atentado no se realizó.
5. UN PURO VENENOSO. Tras el intento fallido de matar a Fidel con un puro explosivo, la CIA no renunció a acabar con el líder cubano a través del tabaco, por lo que la agencia contrató a un agente doble para que hiciera llegar a Castro un puro envenenado con toxina botulínica, capaz de matarle en un breve espacio de tiempo. Sin embargo, si bien el agente llegó a recibir la futura 'arma', no fue capaz finalmente de llevar a cabo el atentado.
6. LA CARACOLA EXPLOSIVA. Sabiendo que a Castro le gusta bucear, la CIA planeó colocar un artefacto explosivo en una concha de caracol en uno de los lugares favoritos de Fidel para practicar este deporte. La Agencia preparó una caracola con colores brillantes y de aspecto lo suficientemente inusual como para atraer la atención del líder revolucionario, asegurándose de que estuviera lo suficientemente cerca de la concha cuando esta explotara como para quitarle la vida. El plan tampoco tuvo éxito.
7. NAIR. De acuerdo con el citado informe del Comité de Inteligencia del Senado estadounidense de 1975, EE.UU. creía que parte del poder de Castro residía en su barba. La CIA calculó que la pérdida de la barba mostraría a los cubanos que Castro era débil y falible. Así, un plan a medio esbozar contempló poner sal de talio (un producto químico que se usa en productos depilatorios como Nair) en los zapatos de Fidel Castro o en uno de sus puros. El producto químico sería absorbido o inhalado por el líder, provocando la caída de su vello facial, el plan tampoco se llevó a cabo.
8. LSD. En lo que fue un esfuerzo no tanto por matar a Fidel, sino para desacreditarlo, la CIA habría contemplado gasear una estación de radio donde Castro estaba dando una transmisión en directo, con un aerosol que contenía una sustancia similar al LSD. La idea era que cuando Fidel enloqueciera mientras se dirigía en vivo a la nación, los cubanos pensaran que su líder había perdido la razón y dejaran de confiar en él.
9. PAÑUELO CON BACTERIAS MORTALES. En su aparente obsesión por llenar a Fidel de bacterias nocivas y de toxinas, la Agencia también consideró hacerle llegar un pañuelo impregnado de bacterias que le provocarían una grave enfermedad.
10. EL BATIDO ENVENENADO. Según Escalante, lo más cerca que la CIA estuvo de matar a Fidel Castro fue cuando por poco logra hacerle beber un batido mortal en 1963. El intento salió mal cuando la pastilla que debía envenenar el batido se quedó pegada a la nevera del hotel Hilton de La Habana en la que se encontraba. Cuando el 'camarero-asesino' trató de despegarla, la cápsula se abrió, derramándose su veneno.
lunes, 20 de enero de 2014
Dardos venenosos contra la historia de Cuba: la politización del autonomismo
De izquierda a derecha: los líderes del autonomismo Rafael Montoro, José María Gálvez y Fernández de Castro
Elier Ramírez Cañedo Desde hace ya algún tiempo, el autonomismo, corriente política de la centuria decimonónica cubana, se ha convertido en un tema de interés en la producción historiográfica española, y también ha pasado a ser tópico predilecto para algunos elementos hostiles al proceso revolucionario cubano actual. Sin embargo, entre los primeros y los segundos existen diferencias marcadas, pues en los autores españoles, a pesar de que podemos discrepar con muchas de sus hipótesis, y percibir en algunos de sus criterios cierta carga política adversa al sistema político de la Isla, se observa seriedad investigativa, nada comparable con los epidérmicos y extremadamente politizados análisis de ciertos detractores de la Revolución Cubana.
La mayoría de las aportaciones sobre el autonomismo en la historiografía española, en donde se destacan autores como Marta Bizcarrondo, Antonio Elorza, Luis Miguel García Mora, Inés Roldán, Antonio Santamaría y Consuelo Naranjo, han partido del cuestionamiento del tratamiento que le ha dado a esta corriente política la producción historiográfica de la Isla después de 1959. Basados en este presupuesto, y en aferrada cruzada por revertir los criterios en torno al tema, que de manera general se han esgrimido en la historiografía cubana, estos investigadores españoles han caído en las mismas deficiencias que critican en la historiografía marxista cubana, con los consecuentes juicios torcidos sobre la corriente autonómica. Por lo general, sus estudios han partido de hipótesis que reflejan cierto desconocimiento de la realidad colonial de la Isla en la segunda mitad del siglo XIX, y en su férrea intención demostrativa, no han logrado más que anquilosar y restarle calidad y alcance a sus resultados investigativos. Esto ha sido así, a pesar de la amplia gama de fuentes primarias y secundarias consultadas, y de los interesantes elementos que han proporcionado al estudio del reformismo decimonónico cubano.
Entre los historiadores españoles que han pretendido encumbrar esta opción política, se destaca Luis Miguel García Mora, quien ha realizado numerosas investigaciones y publicado artículos y ensayos referentes al Partido Autonomista Cubano. García Mora, en su artículo “Quiénes eran y a qué se dedicaban los autonomistas cubanos?", prefiere ver en el autonomismo "un nacionalismo conservador y moderado, más preocupado en profundizar la práctica política, que en lograr la independencia, por lo que no está dispuesto a coger las armas”.
Pero sin dudas, la obra de mayor amplitud en torno al tema, que discrepa con los tradicionales enfoques de la historiografía cubana, es Cuba/España. El dilema autonomista, 1878-1898, de los profesores españoles Marta Bizcarrondo y Antonio Elorza. Esta obra, dirige su atención a la biografía política del Partido Liberal Autonomista de la isla de Cuba, y parte de la hipótesis de que el autonomismo encarnaba una fórmula de “construcción nacional cubana”. Desde el principio los autores adelantan a los lectores en que sus páginas contienen “la historia de un fracaso”, pero también la historia del esfuerzo de una elite insular “por configurar un país, una patria, sin renunciar al vínculo con una Metrópoli opresiva y obtusa”.
Tanto García Mora, como Bizcarrondo y Elorza, procuran señalar los puntos de contacto entre independentismo y autonomismo, criticando a la historiografía cubana que, según ellos, ha tendido por lo general a ver estas corrientes políticas como dos fuerzas totalmente contrapuestas. También han resaltado el papel de la crítica sistemática autonomista, como contribución a la construcción de la conciencia cubana y el criterio de que los autonomistas no se opusieron a la materialización del estado nacional cubano, pues a su juicio, esto era posible dentro de los marcos de la soberanía española a través de una vía más moderada y conservadora.