Ayer estuve en el Encuentro Internacional Pedagogía 2015, en una mesa de la Red en Defensa de la Humanidad, con Morlote, vicepresidente primero de la UNEAC, el escritor Omar González, corrdinador de la Red en Cuba y la viceministra de Educación. El tema que nos conovocaba era "La infancia y la juventud ante la industria del entretenimiento".
La Isla Desconocida navega en pos de sí misma, la utopía en pos de la utopía, buscándose y hallándose siempre a medias, en mares cercanos a los dominios reales.
sábado, 31 de enero de 2015
jueves, 29 de enero de 2015
Frei Betto: Estados Unidos no solamente debe cambiar sus métodos, sino también sus metas
Tomado de Granma
El intelectual y teólogo brasileño, Frei Betto, afirmó ayer que el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, se encuentra en muy buen estado de salud y ánimo.
Para tristeza de sus enemigos, el Comandante Fidel disfruta de muy buena salud y muy buen humor, aseguró a la prensa Betto luego de un encuentro con estudiantes en la Universidad de La Habana, acompañado por el primer vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel. Betto y Fidel sostuvieron el martes una amistosa conversación sobre temas nacionales e internacionales, informaron medios de comunicación de la isla.
Lo vi muy bien, está delgado pero muy lúcido, anotándolo todo en su cuaderno, y muy enterado de todo lo que ocurre a nivel nacional e internacional, afirmó al comentar el encuentro.
Es el Fidel de siempre, que permanece en su punto de observación privilegiada, con todo respeto a la gestión del presidente Raúl Castro, y muy optimista. A él se aplica perfectamente el axioma que siempre cito: hay que dejar el pesimismo para días mejores, agregó.
Betto afirmó que durante la afectuosa charla hablaron de varios temas, entre ellos de su encuentro con el Papa Francisco, por quien Fidel tiene una profunda admiración. Aseveró que Fidel quiso conocer su opinión sobre el inicio del proceso de acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, a lo que respondió que coincidía en que es un paso muy positivo y un diálogo que tiene que darse. Pienso que Estados Unidos no solamente debe cambiar sus métodos, sino también sus metas; definir con qué objetivos quiere, efectivamente, mantener buenas relaciones con el pueblo de Cuba, apuntó Betto, y destacó la decisión de la isla de preservar las conquistas, virtudes y valores de la Revolución.
Precisamente, sobre ese y otros temas habló antes el fraile dominico a los estudiantes, a quienes conminó a estar atentos a la carga simbólica que acompaña al mercado, y tener presente que “la parte más vulnerable del cuerpo humano es el bolsillo”. Por su parte el primer vicepresidente cubano significó en el intercambio que “esta es la generación más alejada de la generación que creó la Revolución, por eso debemos fomentar la formación de valores en ustedes para que esta separación temporal no se convierta en separación ideológica. “Ustedes nacieron con salud y educación gratuitas. Estos son logros de la Revolución y ustedes al nacer con ellos se sienten con derechos, lo ven como una obligación y esto que la Revolución ha construido es hoy una de las quimeras de muchos pueblos en el mundo”. En el debate se dialogó también sobre cómo encauzar los movimientos rebeldes del mundo y cómo evitar que la deshistorización de la historia y la seducción ideológica nos afecten. Al respecto, Betto afirmó que “el problema filosófico principal del mundo es precisamente la deshistorización de la historia en un orbe con marcadas tendencias globocolonizadoras”, es decir, la imposición al mundo de un modelo económico en aras de que se pierda lo identitario. “Una Revolución no puede ser considerada un hecho del pasado, debe ser en ustedes un hecho del futuro, porque esta no se hace de consignas, se hace de valores subjetivos y esta juventud debe preservar las conquistas de la Revolución. En cuanto a los movimientos de protesta esa es su principal limitación, que son de protesta y no de proposiciones”, apuntó. (Con información de Prensa Latina y del Departamento de Comunicación Institucional de la UH)
El intelectual y teólogo brasileño, Frei Betto, afirmó ayer que el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, se encuentra en muy buen estado de salud y ánimo.
Para tristeza de sus enemigos, el Comandante Fidel disfruta de muy buena salud y muy buen humor, aseguró a la prensa Betto luego de un encuentro con estudiantes en la Universidad de La Habana, acompañado por el primer vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel. Betto y Fidel sostuvieron el martes una amistosa conversación sobre temas nacionales e internacionales, informaron medios de comunicación de la isla.
Lo vi muy bien, está delgado pero muy lúcido, anotándolo todo en su cuaderno, y muy enterado de todo lo que ocurre a nivel nacional e internacional, afirmó al comentar el encuentro.
Es el Fidel de siempre, que permanece en su punto de observación privilegiada, con todo respeto a la gestión del presidente Raúl Castro, y muy optimista. A él se aplica perfectamente el axioma que siempre cito: hay que dejar el pesimismo para días mejores, agregó.
Betto afirmó que durante la afectuosa charla hablaron de varios temas, entre ellos de su encuentro con el Papa Francisco, por quien Fidel tiene una profunda admiración. Aseveró que Fidel quiso conocer su opinión sobre el inicio del proceso de acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, a lo que respondió que coincidía en que es un paso muy positivo y un diálogo que tiene que darse. Pienso que Estados Unidos no solamente debe cambiar sus métodos, sino también sus metas; definir con qué objetivos quiere, efectivamente, mantener buenas relaciones con el pueblo de Cuba, apuntó Betto, y destacó la decisión de la isla de preservar las conquistas, virtudes y valores de la Revolución.
Precisamente, sobre ese y otros temas habló antes el fraile dominico a los estudiantes, a quienes conminó a estar atentos a la carga simbólica que acompaña al mercado, y tener presente que “la parte más vulnerable del cuerpo humano es el bolsillo”. Por su parte el primer vicepresidente cubano significó en el intercambio que “esta es la generación más alejada de la generación que creó la Revolución, por eso debemos fomentar la formación de valores en ustedes para que esta separación temporal no se convierta en separación ideológica. “Ustedes nacieron con salud y educación gratuitas. Estos son logros de la Revolución y ustedes al nacer con ellos se sienten con derechos, lo ven como una obligación y esto que la Revolución ha construido es hoy una de las quimeras de muchos pueblos en el mundo”. En el debate se dialogó también sobre cómo encauzar los movimientos rebeldes del mundo y cómo evitar que la deshistorización de la historia y la seducción ideológica nos afecten. Al respecto, Betto afirmó que “el problema filosófico principal del mundo es precisamente la deshistorización de la historia en un orbe con marcadas tendencias globocolonizadoras”, es decir, la imposición al mundo de un modelo económico en aras de que se pierda lo identitario. “Una Revolución no puede ser considerada un hecho del pasado, debe ser en ustedes un hecho del futuro, porque esta no se hace de consignas, se hace de valores subjetivos y esta juventud debe preservar las conquistas de la Revolución. En cuanto a los movimientos de protesta esa es su principal limitación, que son de protesta y no de proposiciones”, apuntó. (Con información de Prensa Latina y del Departamento de Comunicación Institucional de la UH)
Raúl Castro: Cuba defenderá las causas justas y los intereses de los países del Sur y será leal a sus objetivos y posiciones comunes
Discurso de Raúl Castro en la III Cumbre de la CELAC, Costa Rica, el 28 de enero de 2015
Estimado Presidente Luis Guillermo Solís;
Estimadas Jefas y Jefes de Estado o de Gobierno de América Latina y el Caribe;
Estimados Jefes de Delegaciones e invitados que nos acompañan:
Nuestra América se ha adentrado en una época nueva y ha avanzado, desde la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en sus objetivos de independencia, soberanía sobre sus recursos naturales, integración, construcción de un nuevo orden mundial, justicia social y democracia del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Existe hoy un compromiso con la justicia y el derecho de los pueblos superior al de cualquier otro período histórico.
Juntos, somos la tercera economía a nivel mundial, la zona con la segunda mayor reserva petrolera, la mayor biodiversidad del planeta y con una alta concentración de los recursos mineros globales.
Desarrollar la unidad en la diversidad, la actuación cohesionada y el respeto a las diferencias seguirá siendo nuestro primer propósito y una necesidad ineludible, porque los problemas del mundo se agravan y persisten grandes peligros y recios desafíos que trascienden las posibilidades nacionales e incluso subregionales.
En el último decenio, las políticas económicas y sociales y el crecimiento sostenido, nos permitieron enfrentar la crisis económica global y posibilitaron una disminución de la pobreza, el desempleo y la desigual distribución de ingresos.
Las profundas transformaciones políticas y sociales llevadas a cabo en varios países de la región han traído la dignidad a millones de familias que han salido de la pobreza.
Pero la región de América Latina y el Caribe es aún la más desigual del planeta. En promedio, el 20% de los hogares con menores ingresos capta el 5% de los ingresos totales; 167 millones de personas sufren todavía de la pobreza, uno de cada cinco menores de 15 años vive en la indigencia y la cifra de analfabetos supera los 35 millones.
La mitad de nuestros jóvenes no tienen educación secundaria o noveno grado de enseñanza, pero en el sector de menos ingresos no la completa el 78%. Dos tercios de la nueva generación no llegan a la universidad.
Crecen las víctimas del crimen organizado y de la violencia que amenazan la estabilidad y el progreso de las naciones.
¿Qué pensarán las decenas de millones de marginados acerca de la democracia y los derechos humanos? ¿Cuál será su juicio sobre los modelos políticos? ¿Qué opinarán acerca de las leyes electorales? ¿Es esta la sociedad civil que toman en cuenta los gobiernos y las organizaciones internacionales? ¿Qué dirían si se les consultara sobre las políticas económicas y monetarias?
Poco tienen que mostrar a nuestra región, en estos aspectos, muchos de los Estados industrializados donde la mitad de sus jóvenes están en el desempleo, se descarga la crisis sobre los trabajadores y los estudiantes a los que se reprime, mientras se protege a los banqueros, se impide la sindicalización, se paga inferior salario a las mujeres por trabajo igual, se aplican políticas inhumanas contra los inmigrantes, crece el racismo, la xenofobia, el extremismo violento y tendencias neofascistas, y donde los ciudadanos no votan porque no ven alternativa a la corrupción de la política o saben que las promesas electorales se olvidan muy pronto.
Para alcanzar la llamada inclusión social y la sostenibilidad ambiental, tendremos que crear una visión propia sobre los sistemas económicos, los patrones de producción y consumo, la relación entre el crecimiento económico y el desarrollo y, también, sobre la eficacia de los modelos políticos.
Debemos superar las brechas estructurales, asegurar educación gratuita y de alta calidad, cobertura universal y gratuita de salud, seguridad social para todos, igualdad de oportunidades, lograr el ejercicio pleno de todos los derechos humanos por todas las personas.
Dentro de tales esfuerzos, será elemental deber la solidaridad y la defensa de los intereses del Caribe y, en particular, de Haití.
Se precisa un nuevo orden económico, financiero y monetario internacional, donde tengan cabida y prioridad los intereses y necesidades de los países del Sur y de las mayorías, donde no prevalezcan los que impone la concentración del capital y el neoliberalismo.
La Agenda de Desarrollo después del 2015 debe ofrecer soluciones a los problemas estructurales de las economías de la región y generar los cambios que conduzcan al desarrollo sostenible.
Es también imprescindible construir un mundo de paz, sin el cual es imposible el desarrollo, regido por los Principios de la Carta de las Naciones Unidas y del Derecho Internacional.
La firma por los Jefes de Estado y Gobierno de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, significó un paso histórico y ofrece una referencia para las relaciones entre nuestros Estados y con el resto del mundo.
La solidaridad en Nuestra América será decisiva para hacer avanzar los intereses comunes.
Expresamos enérgica condena a las inaceptables e injustificadas sanciones unilaterales impuestas a la República Bolivariana de Venezuela y a la continuada intervención externa dirigida a crear un clima de inestabilidad en esa hermana nación. Cuba, que conoce todas esas historias profundamente por haberlas padecido durante más de 50 años, reitera su más firme respaldo a la Revolución Bolivariana y al Gobierno legítimo conducido por el presidente Nicolás Maduro Moros.
Nos unimos a la República Argentina en su reclamo de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Apoyamos a la nación suramericana y a su Presidenta Cristina Fernández, que enfrenta los ataques de los fondos especulativos y las decisiones de cortes venales, violatorias de la soberanía de ese país.
Reafirmamos la solidaridad con el pueblo y gobierno de Ecuador, que preside Rafael Correa, en apoyo a sus demandas de reparación por los daños ambientales provocados por la trasnacional Chevron en la amazonia ecuatoriana.
Como hemos dicho en otras ocasiones, la Comunidad estará incompleta mientras falte Puerto Rico. Su situación colonial es inadmisible, y su carácter latinoamericano y caribeño no admite lugar a dudas.
En el proceso de paz de Colombia, son significativos los acuerdos alcanzados por el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo en la Mesa de Conversaciones que se desarrolla en La Habana. Nunca antes se había avanzado tanto en la dirección de alcanzar la paz. Cuba, en su condición de garante y sede de estas conversaciones, proseguirá brindando las facilidades necesarias y contribuyendo en todo lo posible al fin del conflicto y la construcción de una paz justa y duradera en la hermana Colombia.
Daremos resuelto apoyo, como hasta ahora, al justo reclamo de los países del Caribe de reparación por los daños de la esclavitud y el colonialismo, así como nos opondremos resueltamente a la decisión de privarlos de recursos financieros imprescindibles con pretextos tecnocráticos al pretender considerarlos de renta media.
Saludamos los excelentes progresos alcanzados en el Foro CELAC-China y en los vínculos de la región con el grupo BRICS.
Reiteramos la preocupación por los enormes y crecientes gastos militares impuestos al mundo por Estados Unidos y la OTAN, así como el intento de extender la agresiva presencia de esta hasta las fronteras de Rusia, con la cual tenemos históricas y fraternales relaciones, mutuamente provechosas. Declaramos enérgica oposición a la imposición de sanciones unilaterales e injustas contra esa nación.
La creciente agresividad de la doctrina militar de la OTAN y el desarrollo de guerras no convencionales, que ya han tenido devastadoras consecuencias y graves secuelas, amenazan la paz y la seguridad internacionales.
Para Cuba, el principio de igualdad soberana de los Estados y de autodeterminación de los pueblos es irrenunciable.
La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas debe usar sus facultades para preservar la paz y la seguridad internacionales ante los dobles raseros, excesos y omisiones del Consejo de Seguridad.
No debe esperar más para asegurar su plena membresía a Palestina, a la que expresamos la solidaridad del pueblo y gobierno cubanos. Debe cesar el veto en el Consejo de Seguridad para garantizar impunidad a los crímenes de Israel.
África, donde están también nuestras raíces, no necesita consejos ni intromisión, sino transferencia de recursos financieros, tecnología y trato justo. Siempre defenderemos los intereses legítimos de las naciones con las que luchamos hombro con hombro contra el colonialismo y el apartheid y con las que sostenemos fraternales relaciones y cooperación. Siempre recordaremos su invariable solidaridad y apoyo.
La voz de Cuba defenderá sin descanso las causas justas y los intereses de los países del Sur y será leal a sus objetivos y posiciones comunes sabiendo que Patria es Humanidad. La política exterior de la Revolución cubana seguirá siendo fiel a sus principios.
Estimadas y estimados colegas:
El pasado 17 de diciembre, regresaron a su Patria los luchadores antiterroristas cubanos Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, que junto a Fernando González y René González son para nosotros motivo de orgullo y ejemplo de firmeza.
El Presidente de Estados Unidos reconoció el fracaso de la política contra Cuba aplicada por más de cincuenta años y el completo aislamiento que ha provocado a su país; el daño que el bloqueo ocasiona a nuestro pueblo y ordenó la revisión de la obviamente injustificable inclusión de la isla en la Lista de Países Patrocinadores del Terrorismo Internacional.
También ese día, anunció la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con nuestro Gobierno.
Estos cambios son el resultado de casi siglo y medio de heroica lucha y fidelidad a los principios del pueblo cubano. Fueron también posibles gracias a la nueva época que vive nuestra región, y al sólido y valiente reclamo de los gobiernos y pueblos de la CELAC.
Han sido una reivindicación para Nuestra América que actuó en estrecha unidad por este objetivo en la Organización de las Naciones Unidas y en todos los ámbitos.
Precedidos por la Cumbre del ALBA en Cumaná, Venezuela, los debates sostenidos en el 2009 en la Cumbre de las Américas en Puerto España, Trinidad y Tobago, llevaron al Presidente Obama, recién electo, a plantear un nuevo comienzo con Cuba.
En Cartagena, Colombia, en el 2012, se produjo una fuerte discusión con un planteamiento unánime y categórico contra el bloqueo, ocasión en que incitó a un importante dirigente norteamericano a referirse a la misma como el gran fracaso de Cartagena o desastre —fue el término exacto— y se debatió sobre la exclusión de Cuba de estos eventos. Ecuador, en protesta, había decidido ausentarse. Venezuela, Nicaragua y Bolivia plantearon que no asistirían a otra Cumbre sin Cuba y recibieron el apoyo de Brasil, Argentina y Uruguay. La Comunidad del Caribe asumió igual postura. México y las restantes naciones se pronunciaron asimismo.
El presidente panameño, Juan Carlos Varela, antes de su toma de posesión, hizo saber con determinación que invitaría a Cuba, con plenos derechos e igualdad de condiciones, a la VII Cumbre de las Américas y así lo hizo. Cuba inmediatamente declaró que asistiría.
Se demuestra la certeza de Martí cuando escribió que “un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército” (Aplausos).
A todos los presentes les expreso la más profunda gratitud de Cuba.
A los 188 Estados que votan contra el bloqueo en las Naciones Unidas, a los que hicieron similar reclamo en la Asamblea General, Cumbres y Conferencias internacionales y a todos los movimientos populares, fuerzas políticas, parlamentos y personalidades que se movilizaron incansablemente con ese objetivo, les agradezco sinceramente a nombre de la Nación.
Al pueblo de Estados Unidos que manifestó creciente oposición a la política de bloqueo y hostilidad, de más de cinco décadas, también le reitero nuestro agradecimiento y amistosos sentimientos.
Estos resultados demuestran que gobiernos que tienen profundas diferencias pueden encontrar solución a los problemas mediante un diálogo respetuoso e intercambios, basados en la igualdad soberana y la reciprocidad, en beneficio de sus respectivas naciones.
Como he afirmado reiteradamente, Cuba y Estados Unidos debemos aprender el arte de la convivencia civilizada, basada en el respeto a las diferencias entre ambos gobiernos y en la cooperación en temas de interés común, que contribuya a la solución de los desafíos que enfrentan el hemisferio y el mundo.
Pero no se debe pretender que, para ello, Cuba tenga que renunciar a sus ideales de independencia y justicia social, ni claudicar en uno solo de nuestros principios, ni ceder un milímetro en la defensa de la soberanía nacional.
No nos dejaremos provocar, pero tampoco aceptaremos ninguna pretensión de aconsejar ni presionar en materia de nuestros asuntos internos. Nos hemos ganado este derecho soberano con grandes sacrificios y al precio de los mayores riesgos.
¿Acaso podrían restablecerse las relaciones diplomáticas sin reanudar los servicios financieros a la Sección de Intereses de Cuba y su Oficina Consular en Washington, cortados como consecuencia del bloqueo financiero? ¿Cómo explicar el restablecimiento de relaciones diplomáticas sin que se retire a Cuba de la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo Internacional? ¿Cuál será, en lo adelante, la conducta de los diplomáticos estadounidenses en La Habana respecto a la observancia de las normas que establecen las Convenciones Internacionales para las Relaciones Diplomáticas y Consulares? Es lo que nuestra delegación ha dicho al Departamento de Estado en las conversaciones bilaterales de la semana pasada y se requerirán más reuniones para tratar estos temas.
Hemos compartido con el Presidente de Estados Unidos la disposición de avanzar hacia la normalización de las relaciones bilaterales, una vez que sean restablecidas las relaciones diplomáticas, lo que implica adoptar medidas mutuas para mejorar el clima entre ambos países, resolver otros problemas pendientes y avanzar en la cooperación.
La situación actual abre, modestamente, una oportunidad al hemisferio de encontrar nuevas y superiores formas de cooperación que convienen a las dos Américas. Ello permitiría resolver acuciantes problemas y abrir nuevos caminos.
El texto de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz constituye la plataforma indispensable para ello, incluido el reconocimiento de que todo Estado tiene el derecho inalienable a elegir su sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia en ninguna forma por parte de otro Estado, lo que constituye un principio irrenunciable de Derecho Internacional.
El problema principal no ha sido resuelto. El bloqueo económico, comercial y financiero, que provoca enormes daños humanos y económicos y es una violación del Derecho Internacional, debe cesar.
Recuerdo el memorándum del subsecretario Mallory, de abril de 1960, que, a falta de una oposición política efectiva, planteaba el objetivo de crear en Cuba hambre, desesperación y sufrimiento para provocar el derrocamiento del gobierno revolucionario. Ahora, todo parece indicar que el objetivo es fomentar una oposición política artificial por medios económicos, políticos y comunicacionales.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas es el inicio de un proceso hacia la normalización de las relaciones bilaterales, pero esta no será posible mientras exista el bloqueo, no se devuelva el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo (Aplausos), no cesen las trasmisiones radiales y televisivas violatorias de las normas internacionales, no haya compensación justa a nuestro pueblo por los daños humanos y económicos que ha sufrido.
No sería ético, justo ni aceptable que se pidiera a Cuba nada a cambio. Si estos problemas no se resuelven, este acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos no tendría sentido.
No puede esperarse tampoco que Cuba acepte negociar los aspectos mencionados por nuestros asuntos internos, absolutamente soberanos.
Se pudo avanzar en esta reciente negociación porque nos tratamos recíprocamente con respeto, como iguales. Para seguir avanzando, tendrá que ser así.
Hemos seguido con atención el anuncio del Presidente de Estados Unidos de algunas decisiones ejecutivas para modificar ciertos aspectos de la aplicación del bloqueo.
Las medidas publicadas son muy limitadas. Persisten la prohibición de créditos, del uso del dólar en nuestras transacciones financieras internacionales; se impiden los viajes individuales de norteamericanos bajo la licencia para los llamados intercambios “pueblo a pueblo”, se condicionan estos a fines subversivos y se impide también que viajen por vía marítima. Continúa prohibida la adquisición en otros mercados de equipos y tecnologías que tengan más de un 10% de componentes norteamericanos y las importaciones por Estados Unidos de mercancías que contengan materias primas cubanas, entre muchísimas otras.
El presidente Barack Obama podría utilizar con determinación sus amplias facultades ejecutivas para modificar sustancialmente la aplicación del bloqueo, lo que está en sus manos hacer, aun sin la decisión del Congreso.
Pudiera permitir en otros sectores de la economía todo lo que ha autorizado en el ámbito de las telecomunicaciones con evidentes objetivos de influencia política en Cuba.
Ha sido significativa su decisión de sostener un debate con el Congreso con el objetivo de la eliminación del bloqueo.
Los voceros del gobierno norteamericano han sido claros en precisar que cambian ahora los métodos, pero no los objetivos de la política, e insisten en actos de injerencia en nuestros asuntos internos que no vamos a aceptar. Las contrapartes estadounidenses no deberían proponerse relacionarse con la sociedad cubana como si en Cuba no hubiera un gobierno soberano (Aplausos).
Nadie podría soñar que la nueva política que se anuncia acepte la existencia de una Revolución socialista a 90 millas de la Florida.
Se quiere que en la Cumbre de las Américas de Panamá esté la llamada sociedad civil y eso es lo que Cuba ha compartido siempre. Protestamos por lo que ocurrió en la Conferencia de la Organización Mundial de Comercio en Seattle, en las Cumbres de las Américas de Miami y Quebec, en la Cumbre de Cambio Climático de Copenhague, o cuando se reúne el G-7 o el Fondo Monetario Internacional, donde se le situó detrás de cercas de acero, bajo una brutal represión policial, confinada a decenas de kilómetros de los eventos.
Claro que la sociedad civil cubana asistirá y yo espero que no haya restricciones para las organizaciones no gubernamentales de nuestro país que obviamente no tienen ni les interesa tener ningún estatus en la OEA pero sí cuentan con el reconocimiento de la ONU.
Espero poder ver en Panamá a los movimientos populares y las Organizaciones No Gubernamentales que abogan por el desarme nuclear, ambientalistas, contra el neoliberalismo, los Occupy Wall Street y los Indignados de esta región, los estudiantes universitarios y secundarios, los campesinos, los sindicatos, las comunidades originarias, las organizaciones que se oponen a la contaminación de los esquistos, las defensoras de los derechos de los inmigrantes, las que denuncian la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, la brutalidad policial, las prácticas racistas, las que reclaman para las mujeres salario igual por trabajo igual, las que exigen reparación por los daños a las compañías trasnacionales.
Sin embargo, los anuncios realizados el 17 de diciembre han concitado reconocimiento mundial y el presidente Obama ha recibido por ello muy amplio apoyo en su país.
Algunas fuerzas en Estados Unidos tratarán de abortar este proceso que comienza. Son los mismos enemigos de una relación justa de Estados Unidos con América Latina y el Caribe, son los que entorpecen las relaciones bilaterales de muchos países de nuestra región con esa nación. Son los que siempre chantajean y presionan.
Sabemos que el cese del bloqueo será un camino largo y difícil que requerirá del apoyo, la movilización y la acción resuelta de todas las personas de buena voluntad en Estados Unidos y en el mundo; de la aprobación por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su próxima sesión, de la resolución que reclama ponerle fin y, muy en particular, de la acción concertada de Nuestra América.
Estimadas Jefas y Jefes de Estado y Gobierno:
Estimados amigos:
Felicitamos a Costa Rica, al Presidente Solís y a su gobierno por la labor desarrollada al frente de la CELAC. Damos la bienvenida y prestaremos pleno apoyo al Ecuador y al Presidente Correa que presidirá la Comunidad en el 2015.
Muchas gracias (Aplausos).
Estimado Presidente Luis Guillermo Solís;
Estimadas Jefas y Jefes de Estado o de Gobierno de América Latina y el Caribe;
Estimados Jefes de Delegaciones e invitados que nos acompañan:
Nuestra América se ha adentrado en una época nueva y ha avanzado, desde la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en sus objetivos de independencia, soberanía sobre sus recursos naturales, integración, construcción de un nuevo orden mundial, justicia social y democracia del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Existe hoy un compromiso con la justicia y el derecho de los pueblos superior al de cualquier otro período histórico.
Juntos, somos la tercera economía a nivel mundial, la zona con la segunda mayor reserva petrolera, la mayor biodiversidad del planeta y con una alta concentración de los recursos mineros globales.
Desarrollar la unidad en la diversidad, la actuación cohesionada y el respeto a las diferencias seguirá siendo nuestro primer propósito y una necesidad ineludible, porque los problemas del mundo se agravan y persisten grandes peligros y recios desafíos que trascienden las posibilidades nacionales e incluso subregionales.
En el último decenio, las políticas económicas y sociales y el crecimiento sostenido, nos permitieron enfrentar la crisis económica global y posibilitaron una disminución de la pobreza, el desempleo y la desigual distribución de ingresos.
Las profundas transformaciones políticas y sociales llevadas a cabo en varios países de la región han traído la dignidad a millones de familias que han salido de la pobreza.
Pero la región de América Latina y el Caribe es aún la más desigual del planeta. En promedio, el 20% de los hogares con menores ingresos capta el 5% de los ingresos totales; 167 millones de personas sufren todavía de la pobreza, uno de cada cinco menores de 15 años vive en la indigencia y la cifra de analfabetos supera los 35 millones.
La mitad de nuestros jóvenes no tienen educación secundaria o noveno grado de enseñanza, pero en el sector de menos ingresos no la completa el 78%. Dos tercios de la nueva generación no llegan a la universidad.
Crecen las víctimas del crimen organizado y de la violencia que amenazan la estabilidad y el progreso de las naciones.
¿Qué pensarán las decenas de millones de marginados acerca de la democracia y los derechos humanos? ¿Cuál será su juicio sobre los modelos políticos? ¿Qué opinarán acerca de las leyes electorales? ¿Es esta la sociedad civil que toman en cuenta los gobiernos y las organizaciones internacionales? ¿Qué dirían si se les consultara sobre las políticas económicas y monetarias?
Poco tienen que mostrar a nuestra región, en estos aspectos, muchos de los Estados industrializados donde la mitad de sus jóvenes están en el desempleo, se descarga la crisis sobre los trabajadores y los estudiantes a los que se reprime, mientras se protege a los banqueros, se impide la sindicalización, se paga inferior salario a las mujeres por trabajo igual, se aplican políticas inhumanas contra los inmigrantes, crece el racismo, la xenofobia, el extremismo violento y tendencias neofascistas, y donde los ciudadanos no votan porque no ven alternativa a la corrupción de la política o saben que las promesas electorales se olvidan muy pronto.
Para alcanzar la llamada inclusión social y la sostenibilidad ambiental, tendremos que crear una visión propia sobre los sistemas económicos, los patrones de producción y consumo, la relación entre el crecimiento económico y el desarrollo y, también, sobre la eficacia de los modelos políticos.
Debemos superar las brechas estructurales, asegurar educación gratuita y de alta calidad, cobertura universal y gratuita de salud, seguridad social para todos, igualdad de oportunidades, lograr el ejercicio pleno de todos los derechos humanos por todas las personas.
Dentro de tales esfuerzos, será elemental deber la solidaridad y la defensa de los intereses del Caribe y, en particular, de Haití.
Se precisa un nuevo orden económico, financiero y monetario internacional, donde tengan cabida y prioridad los intereses y necesidades de los países del Sur y de las mayorías, donde no prevalezcan los que impone la concentración del capital y el neoliberalismo.
La Agenda de Desarrollo después del 2015 debe ofrecer soluciones a los problemas estructurales de las economías de la región y generar los cambios que conduzcan al desarrollo sostenible.
Es también imprescindible construir un mundo de paz, sin el cual es imposible el desarrollo, regido por los Principios de la Carta de las Naciones Unidas y del Derecho Internacional.
La firma por los Jefes de Estado y Gobierno de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, significó un paso histórico y ofrece una referencia para las relaciones entre nuestros Estados y con el resto del mundo.
La solidaridad en Nuestra América será decisiva para hacer avanzar los intereses comunes.
Expresamos enérgica condena a las inaceptables e injustificadas sanciones unilaterales impuestas a la República Bolivariana de Venezuela y a la continuada intervención externa dirigida a crear un clima de inestabilidad en esa hermana nación. Cuba, que conoce todas esas historias profundamente por haberlas padecido durante más de 50 años, reitera su más firme respaldo a la Revolución Bolivariana y al Gobierno legítimo conducido por el presidente Nicolás Maduro Moros.
Nos unimos a la República Argentina en su reclamo de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Apoyamos a la nación suramericana y a su Presidenta Cristina Fernández, que enfrenta los ataques de los fondos especulativos y las decisiones de cortes venales, violatorias de la soberanía de ese país.
Reafirmamos la solidaridad con el pueblo y gobierno de Ecuador, que preside Rafael Correa, en apoyo a sus demandas de reparación por los daños ambientales provocados por la trasnacional Chevron en la amazonia ecuatoriana.
Como hemos dicho en otras ocasiones, la Comunidad estará incompleta mientras falte Puerto Rico. Su situación colonial es inadmisible, y su carácter latinoamericano y caribeño no admite lugar a dudas.
En el proceso de paz de Colombia, son significativos los acuerdos alcanzados por el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo en la Mesa de Conversaciones que se desarrolla en La Habana. Nunca antes se había avanzado tanto en la dirección de alcanzar la paz. Cuba, en su condición de garante y sede de estas conversaciones, proseguirá brindando las facilidades necesarias y contribuyendo en todo lo posible al fin del conflicto y la construcción de una paz justa y duradera en la hermana Colombia.
Daremos resuelto apoyo, como hasta ahora, al justo reclamo de los países del Caribe de reparación por los daños de la esclavitud y el colonialismo, así como nos opondremos resueltamente a la decisión de privarlos de recursos financieros imprescindibles con pretextos tecnocráticos al pretender considerarlos de renta media.
Saludamos los excelentes progresos alcanzados en el Foro CELAC-China y en los vínculos de la región con el grupo BRICS.
Reiteramos la preocupación por los enormes y crecientes gastos militares impuestos al mundo por Estados Unidos y la OTAN, así como el intento de extender la agresiva presencia de esta hasta las fronteras de Rusia, con la cual tenemos históricas y fraternales relaciones, mutuamente provechosas. Declaramos enérgica oposición a la imposición de sanciones unilaterales e injustas contra esa nación.
La creciente agresividad de la doctrina militar de la OTAN y el desarrollo de guerras no convencionales, que ya han tenido devastadoras consecuencias y graves secuelas, amenazan la paz y la seguridad internacionales.
Para Cuba, el principio de igualdad soberana de los Estados y de autodeterminación de los pueblos es irrenunciable.
La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas debe usar sus facultades para preservar la paz y la seguridad internacionales ante los dobles raseros, excesos y omisiones del Consejo de Seguridad.
No debe esperar más para asegurar su plena membresía a Palestina, a la que expresamos la solidaridad del pueblo y gobierno cubanos. Debe cesar el veto en el Consejo de Seguridad para garantizar impunidad a los crímenes de Israel.
África, donde están también nuestras raíces, no necesita consejos ni intromisión, sino transferencia de recursos financieros, tecnología y trato justo. Siempre defenderemos los intereses legítimos de las naciones con las que luchamos hombro con hombro contra el colonialismo y el apartheid y con las que sostenemos fraternales relaciones y cooperación. Siempre recordaremos su invariable solidaridad y apoyo.
La voz de Cuba defenderá sin descanso las causas justas y los intereses de los países del Sur y será leal a sus objetivos y posiciones comunes sabiendo que Patria es Humanidad. La política exterior de la Revolución cubana seguirá siendo fiel a sus principios.
Estimadas y estimados colegas:
El pasado 17 de diciembre, regresaron a su Patria los luchadores antiterroristas cubanos Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, que junto a Fernando González y René González son para nosotros motivo de orgullo y ejemplo de firmeza.
El Presidente de Estados Unidos reconoció el fracaso de la política contra Cuba aplicada por más de cincuenta años y el completo aislamiento que ha provocado a su país; el daño que el bloqueo ocasiona a nuestro pueblo y ordenó la revisión de la obviamente injustificable inclusión de la isla en la Lista de Países Patrocinadores del Terrorismo Internacional.
También ese día, anunció la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con nuestro Gobierno.
Estos cambios son el resultado de casi siglo y medio de heroica lucha y fidelidad a los principios del pueblo cubano. Fueron también posibles gracias a la nueva época que vive nuestra región, y al sólido y valiente reclamo de los gobiernos y pueblos de la CELAC.
Han sido una reivindicación para Nuestra América que actuó en estrecha unidad por este objetivo en la Organización de las Naciones Unidas y en todos los ámbitos.
Precedidos por la Cumbre del ALBA en Cumaná, Venezuela, los debates sostenidos en el 2009 en la Cumbre de las Américas en Puerto España, Trinidad y Tobago, llevaron al Presidente Obama, recién electo, a plantear un nuevo comienzo con Cuba.
En Cartagena, Colombia, en el 2012, se produjo una fuerte discusión con un planteamiento unánime y categórico contra el bloqueo, ocasión en que incitó a un importante dirigente norteamericano a referirse a la misma como el gran fracaso de Cartagena o desastre —fue el término exacto— y se debatió sobre la exclusión de Cuba de estos eventos. Ecuador, en protesta, había decidido ausentarse. Venezuela, Nicaragua y Bolivia plantearon que no asistirían a otra Cumbre sin Cuba y recibieron el apoyo de Brasil, Argentina y Uruguay. La Comunidad del Caribe asumió igual postura. México y las restantes naciones se pronunciaron asimismo.
El presidente panameño, Juan Carlos Varela, antes de su toma de posesión, hizo saber con determinación que invitaría a Cuba, con plenos derechos e igualdad de condiciones, a la VII Cumbre de las Américas y así lo hizo. Cuba inmediatamente declaró que asistiría.
Se demuestra la certeza de Martí cuando escribió que “un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército” (Aplausos).
A todos los presentes les expreso la más profunda gratitud de Cuba.
A los 188 Estados que votan contra el bloqueo en las Naciones Unidas, a los que hicieron similar reclamo en la Asamblea General, Cumbres y Conferencias internacionales y a todos los movimientos populares, fuerzas políticas, parlamentos y personalidades que se movilizaron incansablemente con ese objetivo, les agradezco sinceramente a nombre de la Nación.
Al pueblo de Estados Unidos que manifestó creciente oposición a la política de bloqueo y hostilidad, de más de cinco décadas, también le reitero nuestro agradecimiento y amistosos sentimientos.
Estos resultados demuestran que gobiernos que tienen profundas diferencias pueden encontrar solución a los problemas mediante un diálogo respetuoso e intercambios, basados en la igualdad soberana y la reciprocidad, en beneficio de sus respectivas naciones.
Como he afirmado reiteradamente, Cuba y Estados Unidos debemos aprender el arte de la convivencia civilizada, basada en el respeto a las diferencias entre ambos gobiernos y en la cooperación en temas de interés común, que contribuya a la solución de los desafíos que enfrentan el hemisferio y el mundo.
Pero no se debe pretender que, para ello, Cuba tenga que renunciar a sus ideales de independencia y justicia social, ni claudicar en uno solo de nuestros principios, ni ceder un milímetro en la defensa de la soberanía nacional.
No nos dejaremos provocar, pero tampoco aceptaremos ninguna pretensión de aconsejar ni presionar en materia de nuestros asuntos internos. Nos hemos ganado este derecho soberano con grandes sacrificios y al precio de los mayores riesgos.
¿Acaso podrían restablecerse las relaciones diplomáticas sin reanudar los servicios financieros a la Sección de Intereses de Cuba y su Oficina Consular en Washington, cortados como consecuencia del bloqueo financiero? ¿Cómo explicar el restablecimiento de relaciones diplomáticas sin que se retire a Cuba de la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo Internacional? ¿Cuál será, en lo adelante, la conducta de los diplomáticos estadounidenses en La Habana respecto a la observancia de las normas que establecen las Convenciones Internacionales para las Relaciones Diplomáticas y Consulares? Es lo que nuestra delegación ha dicho al Departamento de Estado en las conversaciones bilaterales de la semana pasada y se requerirán más reuniones para tratar estos temas.
Hemos compartido con el Presidente de Estados Unidos la disposición de avanzar hacia la normalización de las relaciones bilaterales, una vez que sean restablecidas las relaciones diplomáticas, lo que implica adoptar medidas mutuas para mejorar el clima entre ambos países, resolver otros problemas pendientes y avanzar en la cooperación.
La situación actual abre, modestamente, una oportunidad al hemisferio de encontrar nuevas y superiores formas de cooperación que convienen a las dos Américas. Ello permitiría resolver acuciantes problemas y abrir nuevos caminos.
El texto de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz constituye la plataforma indispensable para ello, incluido el reconocimiento de que todo Estado tiene el derecho inalienable a elegir su sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia en ninguna forma por parte de otro Estado, lo que constituye un principio irrenunciable de Derecho Internacional.
El problema principal no ha sido resuelto. El bloqueo económico, comercial y financiero, que provoca enormes daños humanos y económicos y es una violación del Derecho Internacional, debe cesar.
Recuerdo el memorándum del subsecretario Mallory, de abril de 1960, que, a falta de una oposición política efectiva, planteaba el objetivo de crear en Cuba hambre, desesperación y sufrimiento para provocar el derrocamiento del gobierno revolucionario. Ahora, todo parece indicar que el objetivo es fomentar una oposición política artificial por medios económicos, políticos y comunicacionales.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas es el inicio de un proceso hacia la normalización de las relaciones bilaterales, pero esta no será posible mientras exista el bloqueo, no se devuelva el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo (Aplausos), no cesen las trasmisiones radiales y televisivas violatorias de las normas internacionales, no haya compensación justa a nuestro pueblo por los daños humanos y económicos que ha sufrido.
No sería ético, justo ni aceptable que se pidiera a Cuba nada a cambio. Si estos problemas no se resuelven, este acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos no tendría sentido.
No puede esperarse tampoco que Cuba acepte negociar los aspectos mencionados por nuestros asuntos internos, absolutamente soberanos.
Se pudo avanzar en esta reciente negociación porque nos tratamos recíprocamente con respeto, como iguales. Para seguir avanzando, tendrá que ser así.
Hemos seguido con atención el anuncio del Presidente de Estados Unidos de algunas decisiones ejecutivas para modificar ciertos aspectos de la aplicación del bloqueo.
Las medidas publicadas son muy limitadas. Persisten la prohibición de créditos, del uso del dólar en nuestras transacciones financieras internacionales; se impiden los viajes individuales de norteamericanos bajo la licencia para los llamados intercambios “pueblo a pueblo”, se condicionan estos a fines subversivos y se impide también que viajen por vía marítima. Continúa prohibida la adquisición en otros mercados de equipos y tecnologías que tengan más de un 10% de componentes norteamericanos y las importaciones por Estados Unidos de mercancías que contengan materias primas cubanas, entre muchísimas otras.
El presidente Barack Obama podría utilizar con determinación sus amplias facultades ejecutivas para modificar sustancialmente la aplicación del bloqueo, lo que está en sus manos hacer, aun sin la decisión del Congreso.
Pudiera permitir en otros sectores de la economía todo lo que ha autorizado en el ámbito de las telecomunicaciones con evidentes objetivos de influencia política en Cuba.
Ha sido significativa su decisión de sostener un debate con el Congreso con el objetivo de la eliminación del bloqueo.
Los voceros del gobierno norteamericano han sido claros en precisar que cambian ahora los métodos, pero no los objetivos de la política, e insisten en actos de injerencia en nuestros asuntos internos que no vamos a aceptar. Las contrapartes estadounidenses no deberían proponerse relacionarse con la sociedad cubana como si en Cuba no hubiera un gobierno soberano (Aplausos).
Nadie podría soñar que la nueva política que se anuncia acepte la existencia de una Revolución socialista a 90 millas de la Florida.
Se quiere que en la Cumbre de las Américas de Panamá esté la llamada sociedad civil y eso es lo que Cuba ha compartido siempre. Protestamos por lo que ocurrió en la Conferencia de la Organización Mundial de Comercio en Seattle, en las Cumbres de las Américas de Miami y Quebec, en la Cumbre de Cambio Climático de Copenhague, o cuando se reúne el G-7 o el Fondo Monetario Internacional, donde se le situó detrás de cercas de acero, bajo una brutal represión policial, confinada a decenas de kilómetros de los eventos.
Claro que la sociedad civil cubana asistirá y yo espero que no haya restricciones para las organizaciones no gubernamentales de nuestro país que obviamente no tienen ni les interesa tener ningún estatus en la OEA pero sí cuentan con el reconocimiento de la ONU.
Espero poder ver en Panamá a los movimientos populares y las Organizaciones No Gubernamentales que abogan por el desarme nuclear, ambientalistas, contra el neoliberalismo, los Occupy Wall Street y los Indignados de esta región, los estudiantes universitarios y secundarios, los campesinos, los sindicatos, las comunidades originarias, las organizaciones que se oponen a la contaminación de los esquistos, las defensoras de los derechos de los inmigrantes, las que denuncian la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, la brutalidad policial, las prácticas racistas, las que reclaman para las mujeres salario igual por trabajo igual, las que exigen reparación por los daños a las compañías trasnacionales.
Sin embargo, los anuncios realizados el 17 de diciembre han concitado reconocimiento mundial y el presidente Obama ha recibido por ello muy amplio apoyo en su país.
Algunas fuerzas en Estados Unidos tratarán de abortar este proceso que comienza. Son los mismos enemigos de una relación justa de Estados Unidos con América Latina y el Caribe, son los que entorpecen las relaciones bilaterales de muchos países de nuestra región con esa nación. Son los que siempre chantajean y presionan.
Sabemos que el cese del bloqueo será un camino largo y difícil que requerirá del apoyo, la movilización y la acción resuelta de todas las personas de buena voluntad en Estados Unidos y en el mundo; de la aprobación por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su próxima sesión, de la resolución que reclama ponerle fin y, muy en particular, de la acción concertada de Nuestra América.
Estimadas Jefas y Jefes de Estado y Gobierno:
Estimados amigos:
Felicitamos a Costa Rica, al Presidente Solís y a su gobierno por la labor desarrollada al frente de la CELAC. Damos la bienvenida y prestaremos pleno apoyo al Ecuador y al Presidente Correa que presidirá la Comunidad en el 2015.
Muchas gracias (Aplausos).
martes, 27 de enero de 2015
En el European Cartoon Center: Primera muestra personal de ARES en Bélgica
Ares (izquierda) y el premiado caricaturista belga Lux Descheemaker, conocido como O Sekoer
Paquita Armas Fonseca
Arístides Hernández, Ares, inauguró su primera exposición personal en Bélgica en el European Cartoon Center, ECC, en la ciudad de Kruishoutem.
El reconocido dibujante y amigo, me aconsejó: “Escríbele a Francisco Puñal, él te dará toda la información”. Así lo hice y en menos de 24 horas el colega me comentó: “esta muestra en ese lugar es muy importante, pues allí exhiben los más grandes de la caricatura mundial. Sólo otro cubano, Ángel Boligán, lo ha hecho con anterioridad”.
Puñal me dice que “el ECC es una valiosa y apreciada institución cultural con apoyo de las autoridades belgas, que tiene entre sus objetivos promover el humor gráfico, propiciar la investigación y apreciación del dibujo humorístico, así como realizar exposiciones y concursos, como el Euro-kartoenale. Este año la convocatoria tiene como tema la polución”.
En sus salas se han expuesto piezas de destacados artistas: el albanés-italiano Agim Sulaj y el belga Norbert Van Yperzeele, entre otros dibujantes.
Dirigida por Rudy Gheysens, la institución muestra 130 dibujos de Ares de diferentes temas desde este 24 de enero y hasta el 22 de marzo. Se presenta también el libro Ares, trazo consentido y el caricaturista cubano formará parte del jurado del concurso internacional que convoca el ECC.
Durante ese tiempo habrá una muestra de la caricaturista egipcia Doaa Eladl, una de las dibujantes más famosas de su país. También ilustra libros infantiles y utiliza los medios sociales para compartir sus dibujos. En Facebook tiene más de 12 500 amigos, en Twitter 5 500.
Ares, psiquiatra de profesión, publicó su primera obra en 1984, ha participado en numerosos certámenes y ganó 102 premios nacionales y 133 internacionales. Ha sido miembro de jurados en salones de México, Italia, Brasil, Turquía, Cuba e Irán.
Witty World Magazine (US) lo tiene en la en la lista de los mejores caricaturistas del mundo, es uno de los 20 seleccionados en Cuba como los más destacados en el siglo XX y recibió el Premio Iberoamericano de la historieta Quevedo.
Dedicado a la pintura también, el hombre de la sonrisa amplia y sincera, es vicepresidente de la UNEAC, cargo que le quita tiempo para dedicar horas a una pieza.
Pero a pesar de sus dibujos, reuniones y ser un padrazo de tres muchachas (¿se arriesgara a seguir buscando el varón?), Ares sigue teniendo tiempo para sus amigos y sonreír a la vida.
Paquita Armas Fonseca
Arístides Hernández, Ares, inauguró su primera exposición personal en Bélgica en el European Cartoon Center, ECC, en la ciudad de Kruishoutem.
El reconocido dibujante y amigo, me aconsejó: “Escríbele a Francisco Puñal, él te dará toda la información”. Así lo hice y en menos de 24 horas el colega me comentó: “esta muestra en ese lugar es muy importante, pues allí exhiben los más grandes de la caricatura mundial. Sólo otro cubano, Ángel Boligán, lo ha hecho con anterioridad”.
Puñal me dice que “el ECC es una valiosa y apreciada institución cultural con apoyo de las autoridades belgas, que tiene entre sus objetivos promover el humor gráfico, propiciar la investigación y apreciación del dibujo humorístico, así como realizar exposiciones y concursos, como el Euro-kartoenale. Este año la convocatoria tiene como tema la polución”.
En sus salas se han expuesto piezas de destacados artistas: el albanés-italiano Agim Sulaj y el belga Norbert Van Yperzeele, entre otros dibujantes.
Dirigida por Rudy Gheysens, la institución muestra 130 dibujos de Ares de diferentes temas desde este 24 de enero y hasta el 22 de marzo. Se presenta también el libro Ares, trazo consentido y el caricaturista cubano formará parte del jurado del concurso internacional que convoca el ECC.
Durante ese tiempo habrá una muestra de la caricaturista egipcia Doaa Eladl, una de las dibujantes más famosas de su país. También ilustra libros infantiles y utiliza los medios sociales para compartir sus dibujos. En Facebook tiene más de 12 500 amigos, en Twitter 5 500.
Ares, psiquiatra de profesión, publicó su primera obra en 1984, ha participado en numerosos certámenes y ganó 102 premios nacionales y 133 internacionales. Ha sido miembro de jurados en salones de México, Italia, Brasil, Turquía, Cuba e Irán.
Witty World Magazine (US) lo tiene en la en la lista de los mejores caricaturistas del mundo, es uno de los 20 seleccionados en Cuba como los más destacados en el siglo XX y recibió el Premio Iberoamericano de la historieta Quevedo.
Dedicado a la pintura también, el hombre de la sonrisa amplia y sincera, es vicepresidente de la UNEAC, cargo que le quita tiempo para dedicar horas a una pieza.
Pero a pesar de sus dibujos, reuniones y ser un padrazo de tres muchachas (¿se arriesgara a seguir buscando el varón?), Ares sigue teniendo tiempo para sus amigos y sonreír a la vida.
Mensaje de Fidel Castro a la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de Cuba
Para mis compañeros de la Federación Estudiantil Universitaria
Queridos compañeros:
Desde el año 2006, por cuestiones de salud incompatibles con el tiempo y el esfuerzo necesario para cumplir un deber —que me impuse a mí mismo cuando ingresé en esta Universidad el 4 de septiembre de 1945, hace 70 años—, renuncié a mis cargos.
No era hijo de obrero, ni carente de recursos materiales y sociales para una existencia relativamente cómoda; puedo decir que escapé milagrosamente de la riqueza. Muchos años después, el norteamericano más rico y sin duda muy capaz, con casi 100 mil millones de dólares, declaró ―según publicó una agencia de noticias el pasado jueves 22 de enero—, que el sistema de producción y distribución privilegiada de las riquezas convertiría de generación en generación a los pobres en ricos.
Desde los tiempos de la antigua Grecia, durante casi 3 mil años, los griegos, sin ir más lejos, fueron brillantes en casi todas las actividades: física, matemática, filosofía, arquitectura, arte, ciencia, política, astronomía y otras ramas del conocimiento humano. Grecia, sin embargo, era un territorio de esclavos que realizaban los más duros trabajos en campos y ciudades, mientras una oligarquía se dedicaba a escribir y filosofar. La primera utopía fue escrita precisamente por ellos.
Observen bien las realidades de este conocido, globalizado y muy mal repartido planeta Tierra, donde se conoce cada recurso vital depositado en virtud de factores históricos: algunos con mucho menos de los que necesitan; otros, con tantos que no hallan qué hacer con ellos. En medio ahora de grandes amenazas y peligros de guerras reina el caos en la distribución de los recursos financieros y en el reparto de la producción social. La población del mundo ha crecido, entre los años 1800 y 2015, de mil millones a siete mil millones de habitantes. ¿Podrán resolverse de esta forma el incremento de la población en los próximos 100 años y las necesidades de alimento, salud, agua y vivienda que tendrá la población mundial cualquiera que fuesen los avances de la ciencia?
Bien, pero dejando a un lado estos enigmáticos problemas, admira pensar que la Universidad de La Habana, en los días en que yo ingresé a esta querida y prestigiosa institución, hace casi tres cuartos de siglo, era la única que había en Cuba.
Por cierto, compañeros estudiantes y profesores, debemos recordar que no se trata de una, sino que contamos hoy con más de cincuenta centros de Educación Superior repartidos en todo el país.
Cuando me invitaron ustedes a participar en el lanzamiento de la jornada por el 70 aniversario de mi ingreso a la Universidad, lo que supe sorpresivamente, y en días muy atareados por diversos temas en los que tal vez pueda ser todavía relativamente útil, decidí descansar dedicándole algunas horas al recuerdo de aquellos años.
Me abruma descubrir que han pasado 70 años. En realidad, compañeros y compañeras, si matriculara de nuevo a esa edad como algunos me preguntan, le respondería sin vacilar que sería en una carrera científica. Al graduarme, diría como Guayasamín: déjenme una lucecita encendida.
En aquellos años, influido ya por Marx, logré comprender más y mejor el extraño y complejo mundo en que a todos nos ha correspondido vivir. Pude prescindir de las ilusiones burguesas, cuyos tentáculos lograron enredar a muchos estudiantes cuando menos experiencia y más ardor poseían. El tema sería largo e interminable.
Otro genio de la acción revolucionaria, fundador del Partido Comunista, fue Lenin. Por eso no vacilé un segundo cuando en el juicio del Moncada, donde me permitieron asistir, aunque una sola vez, declaré ante jueces y decenas de altos oficiales batistianos que éramos lectores de Lenin.
De Mao Zedong no hablamos porque todavía no había concluido la Revolución Socialista en China, inspirada en idénticos propósitos.
Advierto, sin embargo, que las ideas revolucionarias han de estar siempre en guardia a medida que la humanidad multiplique sus conocimientos.
La naturaleza nos enseña que pueden haber transcurrido decenas de miles de millones de años luz y la vida en cualquiera de sus manifestaciones está siempre sujeta a las más increíbles combinaciones de materia y radiaciones.
El saludo personal de los Presidentes de Cuba y Estados Unidos se produjo en el funeral de Nelson Mandela, insigne y ejemplar combatiente contra el Apartheid, quien tenía amistad con Obama.
Baste señalar que ya en esa fecha, habían trascurrido varios años desde que las tropas cubanas derrotaran de forma aplastante al ejército racista de Sudáfrica, dirigido por una burguesía rica y con enormes recursos económicos. Es la historia de una contienda que está por escribirse. Sudáfrica, el gobierno con más recursos financieros de ese continente, poseía armas nucleares suministradas por el Estado racista de Israel, en virtud de un acuerdo entre este y el presidente Ronald Reagan, quien lo autorizó a entregar los dispositivos para el uso de tales armas con las cuales golpear a las fuerzas cubanas y angolanas que defendían a la República Popular de Angola contra la ocupación de ese país por los racistas. De ese modo se excluía toda negociación de paz mientras Angola era atacada por las fuerzas del Apartheid con el ejército más entrenado y equipado del continente africano.
En tal situación no había posibilidad alguna de una solución pacífica. Los incesantes esfuerzos por liquidar a la República Popular de Angola para desangrarla sistemáticamente con el poder de aquel bien entrenado y equipado ejército, fue lo que determinó la decisión cubana de asestar un golpe contundente contra los racistas en Cuito Cuanavale, antigua base de la OTAN, que Sudáfrica trataba de ocupar a toda costa.
Aquel prepotente país fue obligado a negociar un acuerdo de paz que puso fin a la ocupación militar de Angola y el fin del Apartheid en África.
El continente africano quedó libre de armas nucleares. Cuba tuvo que enfrentar, por segunda vez, el riesgo de un ataque nuclear.
Las tropas internacionalistas cubanas se retiraron con honor de África. Sobrevino entonces el Periodo Especial en tiempo de paz, que ha durado ya más de 20 años sin levantar bandera blanca, algo que no hicimos ni haremos jamás.
Muchos amigos de Cuba conocen la ejemplar conducta de nuestro pueblo, y a ellos les explico mi posición esencial en breves palabras.
No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra. Defender la paz es un deber de todos.
Cualquier solución pacífica y negociada a los problemas entre Estados Unidos y los pueblos o cualquier pueblo de América Latina, que no implique la fuerza o el empleo de la fuerza, deberá ser tratada de acuerdo a los principios y normas internacionales. Defenderemos siempre la cooperación y la amistad con todos los pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos. Es lo que estamos reclamando para todos.
El Presidente de Cuba ha dado los pasos pertinentes de acuerdo a sus prerrogativas y las facultades que le conceden la Asamblea Nacional y el Partido Comunista de Cuba.
Los graves peligros que amenazan hoy a la humanidad tendrían que ceder paso a normas que fuesen compatibles con la dignidad humana. De tales derechos no está excluido ningún país.
Con este espíritu he luchado y continuaré luchando hasta el último aliento.
Fidel Castro Ruz
Enero 26 de 2015
12 y 35 p.m.
Queridos compañeros:
Desde el año 2006, por cuestiones de salud incompatibles con el tiempo y el esfuerzo necesario para cumplir un deber —que me impuse a mí mismo cuando ingresé en esta Universidad el 4 de septiembre de 1945, hace 70 años—, renuncié a mis cargos.
No era hijo de obrero, ni carente de recursos materiales y sociales para una existencia relativamente cómoda; puedo decir que escapé milagrosamente de la riqueza. Muchos años después, el norteamericano más rico y sin duda muy capaz, con casi 100 mil millones de dólares, declaró ―según publicó una agencia de noticias el pasado jueves 22 de enero—, que el sistema de producción y distribución privilegiada de las riquezas convertiría de generación en generación a los pobres en ricos.
Desde los tiempos de la antigua Grecia, durante casi 3 mil años, los griegos, sin ir más lejos, fueron brillantes en casi todas las actividades: física, matemática, filosofía, arquitectura, arte, ciencia, política, astronomía y otras ramas del conocimiento humano. Grecia, sin embargo, era un territorio de esclavos que realizaban los más duros trabajos en campos y ciudades, mientras una oligarquía se dedicaba a escribir y filosofar. La primera utopía fue escrita precisamente por ellos.
Observen bien las realidades de este conocido, globalizado y muy mal repartido planeta Tierra, donde se conoce cada recurso vital depositado en virtud de factores históricos: algunos con mucho menos de los que necesitan; otros, con tantos que no hallan qué hacer con ellos. En medio ahora de grandes amenazas y peligros de guerras reina el caos en la distribución de los recursos financieros y en el reparto de la producción social. La población del mundo ha crecido, entre los años 1800 y 2015, de mil millones a siete mil millones de habitantes. ¿Podrán resolverse de esta forma el incremento de la población en los próximos 100 años y las necesidades de alimento, salud, agua y vivienda que tendrá la población mundial cualquiera que fuesen los avances de la ciencia?
Bien, pero dejando a un lado estos enigmáticos problemas, admira pensar que la Universidad de La Habana, en los días en que yo ingresé a esta querida y prestigiosa institución, hace casi tres cuartos de siglo, era la única que había en Cuba.
Por cierto, compañeros estudiantes y profesores, debemos recordar que no se trata de una, sino que contamos hoy con más de cincuenta centros de Educación Superior repartidos en todo el país.
Cuando me invitaron ustedes a participar en el lanzamiento de la jornada por el 70 aniversario de mi ingreso a la Universidad, lo que supe sorpresivamente, y en días muy atareados por diversos temas en los que tal vez pueda ser todavía relativamente útil, decidí descansar dedicándole algunas horas al recuerdo de aquellos años.
Me abruma descubrir que han pasado 70 años. En realidad, compañeros y compañeras, si matriculara de nuevo a esa edad como algunos me preguntan, le respondería sin vacilar que sería en una carrera científica. Al graduarme, diría como Guayasamín: déjenme una lucecita encendida.
En aquellos años, influido ya por Marx, logré comprender más y mejor el extraño y complejo mundo en que a todos nos ha correspondido vivir. Pude prescindir de las ilusiones burguesas, cuyos tentáculos lograron enredar a muchos estudiantes cuando menos experiencia y más ardor poseían. El tema sería largo e interminable.
Otro genio de la acción revolucionaria, fundador del Partido Comunista, fue Lenin. Por eso no vacilé un segundo cuando en el juicio del Moncada, donde me permitieron asistir, aunque una sola vez, declaré ante jueces y decenas de altos oficiales batistianos que éramos lectores de Lenin.
De Mao Zedong no hablamos porque todavía no había concluido la Revolución Socialista en China, inspirada en idénticos propósitos.
Advierto, sin embargo, que las ideas revolucionarias han de estar siempre en guardia a medida que la humanidad multiplique sus conocimientos.
La naturaleza nos enseña que pueden haber transcurrido decenas de miles de millones de años luz y la vida en cualquiera de sus manifestaciones está siempre sujeta a las más increíbles combinaciones de materia y radiaciones.
El saludo personal de los Presidentes de Cuba y Estados Unidos se produjo en el funeral de Nelson Mandela, insigne y ejemplar combatiente contra el Apartheid, quien tenía amistad con Obama.
Baste señalar que ya en esa fecha, habían trascurrido varios años desde que las tropas cubanas derrotaran de forma aplastante al ejército racista de Sudáfrica, dirigido por una burguesía rica y con enormes recursos económicos. Es la historia de una contienda que está por escribirse. Sudáfrica, el gobierno con más recursos financieros de ese continente, poseía armas nucleares suministradas por el Estado racista de Israel, en virtud de un acuerdo entre este y el presidente Ronald Reagan, quien lo autorizó a entregar los dispositivos para el uso de tales armas con las cuales golpear a las fuerzas cubanas y angolanas que defendían a la República Popular de Angola contra la ocupación de ese país por los racistas. De ese modo se excluía toda negociación de paz mientras Angola era atacada por las fuerzas del Apartheid con el ejército más entrenado y equipado del continente africano.
En tal situación no había posibilidad alguna de una solución pacífica. Los incesantes esfuerzos por liquidar a la República Popular de Angola para desangrarla sistemáticamente con el poder de aquel bien entrenado y equipado ejército, fue lo que determinó la decisión cubana de asestar un golpe contundente contra los racistas en Cuito Cuanavale, antigua base de la OTAN, que Sudáfrica trataba de ocupar a toda costa.
Aquel prepotente país fue obligado a negociar un acuerdo de paz que puso fin a la ocupación militar de Angola y el fin del Apartheid en África.
El continente africano quedó libre de armas nucleares. Cuba tuvo que enfrentar, por segunda vez, el riesgo de un ataque nuclear.
Las tropas internacionalistas cubanas se retiraron con honor de África. Sobrevino entonces el Periodo Especial en tiempo de paz, que ha durado ya más de 20 años sin levantar bandera blanca, algo que no hicimos ni haremos jamás.
Muchos amigos de Cuba conocen la ejemplar conducta de nuestro pueblo, y a ellos les explico mi posición esencial en breves palabras.
No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra. Defender la paz es un deber de todos.
Cualquier solución pacífica y negociada a los problemas entre Estados Unidos y los pueblos o cualquier pueblo de América Latina, que no implique la fuerza o el empleo de la fuerza, deberá ser tratada de acuerdo a los principios y normas internacionales. Defenderemos siempre la cooperación y la amistad con todos los pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos. Es lo que estamos reclamando para todos.
El Presidente de Cuba ha dado los pasos pertinentes de acuerdo a sus prerrogativas y las facultades que le conceden la Asamblea Nacional y el Partido Comunista de Cuba.
Los graves peligros que amenazan hoy a la humanidad tendrían que ceder paso a normas que fuesen compatibles con la dignidad humana. De tales derechos no está excluido ningún país.
Con este espíritu he luchado y continuaré luchando hasta el último aliento.
Fidel Castro Ruz
Enero 26 de 2015
12 y 35 p.m.
jueves, 22 de enero de 2015
Cuba-EE.UU.: falta mucho, pero dialogar es positivo
Ángel Guerra Cabrera
Hoy concluye la primera ronda de conversaciones entre Cuba y Estados Unidos para proceder al restablecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales anunciado el 17 de diciembre por los presidentes Raúl Castro y Barak Obama.
Conviene aclarar: las relaciones no han sido restablecidas aún. Estas pláticas debieran llevar a ese desenlace en un momento probablemente no lejano una vez sean resueltos algunos obstáculos que lo impiden. Cuba ha insistido en que el restablecimiento debe estar basado en las normas del Derecho Internacional y de la Convención de Viena, que promulgan, entre otros principios, los del respeto recíproco a los sistemas económicos y políticos y la no injerencia en los asuntos internos de los Estados.
El primer día de las conversaciones lo ocupó el tema migratorio, sobre el cual se han realizado 38 reuniones bilaterales y ofició mucho tiempo como casi el único canal de diálogo entre ambas naciones. Allí se evidenciaron avances en cuanto al cumplimiento por Estados Unidos de sus compromisos de otorgamiento de visas permanentes y el aumento de las concedidas para visitas temporales así como los intercambios entre los guardacostas de una parte y los guardafronteras de la otra pero subsisten importantes discrepancias.
Cuba es el único país del mundo cuyos nacionales son estimulados a emigrar ilegalmente hacia la potencia del norte, donde no más pisar su territorio tienen derecho a recibir permiso de trabajo y la residencia, en virtud de la Ley de Ajuste Cubano aprobada por el Congreso en 1966 y la política de pies secos-pies mojados aplicada por el Ejecutivo en violación de los acuerdos migratorios bilaterales. La delegación cubana rechazó la sistemática promoción por Estados Unidos de deserciones de médicos y personal de salud cubanos en misiones de cooperación internacional.
La Habana puso en práctica hace casi dos años una apreciable flexibilización de su política migratoria que ha facilitado enormemente los viajes y contactos de sus nacionales con el mundo y en particular con Estados Unidos.
Hoy las conversaciones estarán dedicadas a los pasos necesarios para el restablecimiento de relaciones a nivel de embajadas y a asuntos de interés bilateral. En este tramo las delegaciones estarán presididas por Roberta Jacobson, secretaria asistente para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado –la funcionaria estadunidense de mayor rango en visitar Cuba desde los años 70- y Josefina Vidal, directora general de Estados Unidos de la cancillería cubana, ambas curtidas diplomáticas.
Un problema en este tema es que la sede de Cuba en Washington hace casi un año que no dispone de cuenta bancaria como consecuencia del recrudecimiento del bloqueo, situación que debe solucionarse para que pueda abrir una embajada. Igualmente inverosímil para restablecer relaciones es el hecho de que La Habana continúe integrando la arbitraria lista estadunidense de países patrocinadores del terrorismo. Es de esperar la pronto solución de ambas situaciones, totalmente en manos del Ejecutivo.
Debe quedar claro, como apuntó un alto funcionario de la cancillería cubana, que una normalización de relaciones entre los dos países está todavía lejos y exigiría el levantamiento del bloqueo.
Las medidas anunciadas por Washington el 16 de enero son positivas tanto para Cuba como para Estados Unidos. Implican un incremento importante de las remesas, facilitan los viajes de estadunidenses y aumenta el gasto que pueden hacer aunque no autorizan el turismo a la isla. No obstante que el levantamiento del bloqueo es facultad del Congreso cabe suponer que el presidente Obama, en uso de sus prerrogativas, proceda a desmantelar numerosas restricciones que aún dañan severamente la economía cubana.
En la agenda cubana está también la exigencia de indemnización de los multimillonarios daños causados por el bloqueo, una medida condenada por el mundo entero contra la que Cuba mantiene una demanda en sus tribunales. Cuba también propone a Estados Unidos conversaciones sobre derechos humanos en pie de igualdad.
No obstante los obstáculos que quedan y las insuperables discrepancias que caracterizan la relación bilateral, si el diálogo entre Washington y La Habana se tradujera en un cambio realmente sustantivo de política hacia Cuba sería un gran paso de avance, no solo para mejorar la vida en la isla sino para distender el crispado clima de relaciones de Washington con América Latina y el Caribe.
Hoy concluye la primera ronda de conversaciones entre Cuba y Estados Unidos para proceder al restablecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales anunciado el 17 de diciembre por los presidentes Raúl Castro y Barak Obama.
Conviene aclarar: las relaciones no han sido restablecidas aún. Estas pláticas debieran llevar a ese desenlace en un momento probablemente no lejano una vez sean resueltos algunos obstáculos que lo impiden. Cuba ha insistido en que el restablecimiento debe estar basado en las normas del Derecho Internacional y de la Convención de Viena, que promulgan, entre otros principios, los del respeto recíproco a los sistemas económicos y políticos y la no injerencia en los asuntos internos de los Estados.
El primer día de las conversaciones lo ocupó el tema migratorio, sobre el cual se han realizado 38 reuniones bilaterales y ofició mucho tiempo como casi el único canal de diálogo entre ambas naciones. Allí se evidenciaron avances en cuanto al cumplimiento por Estados Unidos de sus compromisos de otorgamiento de visas permanentes y el aumento de las concedidas para visitas temporales así como los intercambios entre los guardacostas de una parte y los guardafronteras de la otra pero subsisten importantes discrepancias.
Cuba es el único país del mundo cuyos nacionales son estimulados a emigrar ilegalmente hacia la potencia del norte, donde no más pisar su territorio tienen derecho a recibir permiso de trabajo y la residencia, en virtud de la Ley de Ajuste Cubano aprobada por el Congreso en 1966 y la política de pies secos-pies mojados aplicada por el Ejecutivo en violación de los acuerdos migratorios bilaterales. La delegación cubana rechazó la sistemática promoción por Estados Unidos de deserciones de médicos y personal de salud cubanos en misiones de cooperación internacional.
La Habana puso en práctica hace casi dos años una apreciable flexibilización de su política migratoria que ha facilitado enormemente los viajes y contactos de sus nacionales con el mundo y en particular con Estados Unidos.
Hoy las conversaciones estarán dedicadas a los pasos necesarios para el restablecimiento de relaciones a nivel de embajadas y a asuntos de interés bilateral. En este tramo las delegaciones estarán presididas por Roberta Jacobson, secretaria asistente para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado –la funcionaria estadunidense de mayor rango en visitar Cuba desde los años 70- y Josefina Vidal, directora general de Estados Unidos de la cancillería cubana, ambas curtidas diplomáticas.
Un problema en este tema es que la sede de Cuba en Washington hace casi un año que no dispone de cuenta bancaria como consecuencia del recrudecimiento del bloqueo, situación que debe solucionarse para que pueda abrir una embajada. Igualmente inverosímil para restablecer relaciones es el hecho de que La Habana continúe integrando la arbitraria lista estadunidense de países patrocinadores del terrorismo. Es de esperar la pronto solución de ambas situaciones, totalmente en manos del Ejecutivo.
Debe quedar claro, como apuntó un alto funcionario de la cancillería cubana, que una normalización de relaciones entre los dos países está todavía lejos y exigiría el levantamiento del bloqueo.
Las medidas anunciadas por Washington el 16 de enero son positivas tanto para Cuba como para Estados Unidos. Implican un incremento importante de las remesas, facilitan los viajes de estadunidenses y aumenta el gasto que pueden hacer aunque no autorizan el turismo a la isla. No obstante que el levantamiento del bloqueo es facultad del Congreso cabe suponer que el presidente Obama, en uso de sus prerrogativas, proceda a desmantelar numerosas restricciones que aún dañan severamente la economía cubana.
En la agenda cubana está también la exigencia de indemnización de los multimillonarios daños causados por el bloqueo, una medida condenada por el mundo entero contra la que Cuba mantiene una demanda en sus tribunales. Cuba también propone a Estados Unidos conversaciones sobre derechos humanos en pie de igualdad.
No obstante los obstáculos que quedan y las insuperables discrepancias que caracterizan la relación bilateral, si el diálogo entre Washington y La Habana se tradujera en un cambio realmente sustantivo de política hacia Cuba sería un gran paso de avance, no solo para mejorar la vida en la isla sino para distender el crispado clima de relaciones de Washington con América Latina y el Caribe.
El hombre de La calle del medio imparte conferencia a futuros médicos pinareños
Ayer impartí una conferencia en la Universidad de Ciencias Médicas de Pinar del Río. En el periódico El guerrillero de la provincia, apareció hoy la siguiente reseña:
Mejor ser que tener en la sociedad cubana de hoy
Y puede leerse también en el Portal de Tele Pinar con el título de:
El hombre de la calle del medio imparte conferencia a futuros médicos pinareños
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El hombre de la calle del medio imparte conferencia a futuros médicos pinareños
EEUU y Cuba: un denso diálogo
Atilio A. Boron
Comenzaron este miércoles en el Palacio de Convenciones de La Habana las conversaciones para normalizar las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, dando así cumplimiento a lo anunciado conjuntamente por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro el 17 de Diciembre pasado. El jueves se incorporó a la reunión Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental. Con su llegada la agenda temática se ampliará considerablemente haciendo lugar a un nutrido listado de asuntos pendientes, producto de largas décadas de confrontaciones.
El inicio de estos intercambios será apenas el primer paso de un largo y dificultoso trayecto, erizado de acechanzas. Hay quienes en Cuba y fuera de ella sostienen que la reanudación de las relaciones diplomáticas pondrá en peligro la continuidad de la Revolución al abrir la Isla a los aplastantes influjos económicos, políticos e ideológicos del imperio. Pero se equivocan: primero porque aquellos ya se hacen sentir, y bajo sus formas más perversas. ¿O es que el bloqueo no ejerce una influencia crucial, y enormemente perniciosa, sobre la economía cubana? La condición insular de Cuba, por otra parte, no la pone a salvo de las nefastas influencias de las corrientes políticas e ideológicas prevalecientes en el país del Norte o en Europa, o de las modas de diverso tipo, desde la música hasta la literatura, pasando por los gustos estéticos, los estilos de vida, la indumentaria y el arreglo personal. Y se equivocan también porque si hay algo que con certeza puede dañar irreparablemente a la Revolución Cubana es la prolongación indefinida del bloqueo, sobre todo teniendo en cuenta la lenta pero inexorable desaparición de los cubanos que nacieron poco antes o en los primeros años de la Revolución y el inevitable recambio generacional que más pronto que tarde tendrá que llevarse a cabo en su núcleo dirigente. Es menester recordar que la fortaleza de la Revolución Cubana no radica en su economía, sino en su cultura y su política; y que si resistió sin desmoronarse luego de la desintegración de la Unión Soviética y más de medio siglo de bloqueo no fue por la salud de su economía sino por la formidable solidez de una tradición político-ideológica que hunde sus raíces en la guerra de la independencia contra España, en el luminoso magisterio de Martí y en la extraordinaria obra político-pedagógica de Fidel. Para resumir: no se trata de minimizar el daño realizado por el bloqueo más prolongado de que se tenga noticia en la historia universal, y sin el cual los logros de la Revolución habrían sido aún mayores de lo que fueron. Si ahora Washington está dispuesto a ponerle fin es porque resultó ser un arma de doble filo: al intentar asfixiar a Cuba atizó las contradicciones al interior de Estados Unidos entre crecientes segmentos de la población y grupos empresariales que rechazaban esa política, y enfrentaban a los “halcones-gallina” -como los denominara el inolvidable Juan Gelman- y a la mafia de Miami, especie que afortunadamente ya se bate en humillante retirada. Enfrentaban también, hasta épocas recientes, al retrógrado establishment militar y a la “comunidad de inteligencia”, por razones que, como veremos más abajo, han perdido vigencia en la coyuntura geopolítica actual. Además, para colmo de males, el bloqueo no sirvió, como lo reconocieran Obama y el Secretario de Estado John Kerry, y enrareció la relación de Washington con sus cada vez más díscolos vecinos del sur e, inclusive, con países europeos afectados, como recientemente ocurriera con Francia y Alemania, por las absurdas sanciones económicas de una legislación extraterritorial como la Ley Helms-Burton diseñada para perjudicar a Cuba pero que produce significativos “daños colaterales” en la economía de terceros países. Habrá tal vez sido obra de la “astucia de la razón” invocada por Hegel, pero lo cierto es que si el bloqueo fue concebido como una forma de aislar a Cuba quien terminó aislado fue Estados Unidos, y quien tuvo que aceptar sentarse a la mesa de negociaciones fue Washington, a pesar de haber rechazado esa invitación que le formulara el gobierno cubano durante medio siglo. No es un dato menor que las encuestas de opinión pública en Estados Unidos confirmen que dos de cada tres norteamericanos están a favor del levantamiento del bloqueo y la normalización de la relaciones con la isla rebelde.
La inminente apertura de embajadas en ambos países será el primer paso para poner fin al bloqueo. Sería un ridículo mundial que Estados Unidos estableciera relaciones diplomáticas con un país, lo que supone sujetarse a lo estipulado en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas en un marco de igualdad jurídica y respeto por la soberanía de las partes y, al mismo tiempo, mantuviera una agresiva política destinada a derrocar al gobierno con el que se está negociando la normalización de sus relaciones.
La agenda incluye numerosos ítems muy litigiosos, algunos de los cuales apenas si podemos mencionar aquí: el tema migratorio es uno de ellos, lo cual requeriría derogar la absurda legislación estadounidense en la materia. Creemos no equivocarnos si decimos que Estados Unidos es el único país del mundo que tiene no una sino dos políticas migratorias: una, exclusiva para Cuba –regida por Ley de Ajuste Cubano y la política ‘pies secos, pies mojados’- y otra para el resto de los países. Mediante la primera se reprime la migración legal a Estados Unidos, creando tensiones para el gobierno cubano, al paso que perversamente se estimula la migración ilegal, concediéndosele a quienes llegan a sus playas la residencia, permiso de trabajo y todas las franquicias imaginables. La otra política se aplica a todos los países, que en el caso de los migrantes centroamericanos, mexicanos y caribeños, es de una extrema crueldad: no sólo que no se los recibe como a los cubanos sino que se los persigue como a bestias feroces -aún en el caso de los niños, como nos hemos enterado recientemente- y si llegan a entrar a Estados Unidos en cuanto se los descubre se los deporta sin más contemplaciones. Si a lo largo de toda su historia 223 personas cayeron en su intento por cruzar el Muro de Berlín (1961-1989), en la frontera que separa México de Estados Unidos se registraron en los últimos quince años 5.600 muertes por la misma causa. Para empeorar las cosas, el gobierno de George W. Bush puso en vigor, en el año 2006, una serie de regulaciones destinadas a fomentar la deserción de los médicos y trabajadores de la salud cubanos trabajando en el exterior, en su gran mayoría en países muy pobres y en los cuales la atención médica es un privilegio disponible para unos pocos. Pese a su calculada malevosía el plan fue un fracaso pues fue ínfimo el número de quienes cayeron en esa trampa. Casi todos los trabajadores de la salud siguieron firmes en sus puestos, fieles al noble internacionalismo de la Revolución Cubana. Todos estos asuntos que hacen a la política migratoria de Estados Unidos deberán ser sometidos a una drástica revisión en las conversaciones en curso.
Otro tema apremiante es la eliminación de Cuba de la lista de países que patrocinan al terrorismo, y que año tras año publica el Departamento de Estado. La inclusión de Cuba en esa lista es una maniobra incalificable porque ha sido un país que ha combatido como muy pocos al terrorismo y, por otra parte, uno de los que más ha sufrido a causa de ese flagelo desde los primeros días de la Revolución. Por haber ido a luchar contra esta peste en su madriguera de la Florida cinco de sus hijos purgaron largos años de injusta prisión en Estados Unidos. No deja de ser una cruel ironía que quien elabora puntualmente esa “lista negra” sea, a juicio de algunos insignes norteamericanos como Noam Chomsky, el gobierno de un país que con el paso del tiempo se convirtió en el principal terrorista del planeta y santuario y refugio de criminales como Orlando Bosch, Luis Posada Carriles y tantos otros, apañados y protegidos por importantes figuras del establishment político norteamericano. Mantener a Cuba en esa lista no es sólo una infamia sino además un factor que dificulta enormemente las relaciones económicas internacionales de La Habana ya que la somete a innumerables restricciones que se agregan a las originadas por el bloqueo.
Otro de los asuntos que deberá estar en la mesa de discusiones es el de los pasos a dar para comenzar a desarticular las políticas y regulaciones que configuran el bloqueo, y que la Casa Blanca tiene atribuciones que le permiten hacerlo, teniendo a la vista la derogación de la Ley Helms-Burton, votada en el Congreso en 1996.Tal como lo ha demostrado Salim Lamrani en un artículo reciente, el presidente Obama puede tomar algunas iniciativas que, en la práctica, relajen considerablemente los efectos asfixiantes del bloqueo. Habrá que trabajar para derogar aquella ley, pero mientras tanto es mucho lo que se puede hacer. Bastaría, como lo anota Lamrani, que se levante la prohibición existente para que los estadounidenses viajen a Cuba como turistas ordinarios para derramar importantes beneficios y estímulos económicos sobre grandes sectores de la población vinculada, directa o indirectamente, con el turismo. Tan absurda es la postura actual de Washington que mientras pesa esa prohibición de viajar a Cuba cualquier ciudadano de Estados Unidos puede visitar Corea del Norte y, ni digamos, China o Vietnam sin obstáculo alguno. Si el levantamiento de esta restricción se acompaña con una política de permitir mayores adquisiciones de productos cubanos, como tabaco y ron, por ejemplo, los efectos benignos serían mayores aún. Habrá que ver si Obama tiene las agallas necesarias para afrontar esta tarea, pero presiones internas para poner fin al bloqueo procedentes del mundo empresario y, sobre todo, de la “comunidad de inteligencia” y el Pentágono, no le faltarán. Además, sería inconcebible mantener el bloqueo con un país vecino con el que se pretende normalizar las relaciones y que tiene una comunidad de inmigrantes de casi tres millones de personas concentrados en la Florida. Un mínimo de coherencia obliga a acabar con el bloqueo sin más dilaciones.
Según el muy reaccionario senador republicano Marco Rubio Washington debería incluir en la discusión con los cubanos la compensación por las propiedades o empresas de nacionales de Estados Unidos nacionalizadas en los primeros años de la Revolución. Si tal cosa llegar a ocurrir Cuba podría replicar exigiendo una compensación infinitamente mayor como reparación por medio siglo de ataques, agresiones, destrucción de propiedades, pérdida de vidas humanas; otro tanto por la invasión de Playa Girón y sus consecuencias; y, antes, por la ocupación y usurpación del territorio de Guantánamo, que debería ser reintegrado a la soberanía cubana una vez desahuciado el fraudulento tratado de 1903 mediante el cual una Cuba desangrada por la guerra contra España y cuya victoria le fuera arrebatada por Estados Unidos le arrendaba en perpetuidad la zona de la Bahía de Guantánamo. En todo caso, como se desprende de esta muy sucinta enumeración, la agenda del diálogo cubano-estadounidense promete ser muy controversial.
Al anunciar su viaje, Roberta Jacobson dijo que el día viernes desayunaría con representantes de los disidentes y los supuestos “presos políticos” cubanos luego de lo cual ofrecería una conferencia de prensa. Arduo trabajo le espera a los representantes de Cuba en la segunda ronda de conversaciones, que presumiblemente se realizaría en Estados Unidos, cuando en reciprocidad con el gesto insolente e ingerencista de Jacobson pidan desayunar también ellos con los representantes de los 474 presos políticos de los que se tiene registro en el país del Norte (con exclusión de los 5 héroes cubanos recientemente liberados), amén de muchos otros que no alcanzan todavía a ser identificados como tales. Este listado incluye a los 122 presos políticos que al día de hoy continúan aherrojados en Guantánamo violando todas las normas del debido proceso; los más de doscientos prisioneros de los pueblos originarios de Norteamérica y de los cuales jamás se habla; el caso escandaloso del patriota puertorriqueño y nuestroamericano Oscar López Rivera, recluído desde hace más de treinta años en cárceles de máxima seguridad por el crimen de luchar por la independencia de su bello país; el del soldado Bradley Manning, que hizo posible junto a otros dos que Washington arde en deseos de apresarlos a como de lugar: Julian Assange y Edward Snowden, la revelación de las siniestras maquinaciones y los crímenes que perpetra el imperialismo para sojuzgar a pueblos y naciones de todo el mundo.
Para concluir: las negociaciones no serán fáciles, pero nada lo es en el mundo de la política. Conviene recordar, empero, que Washington tiene más premura que La Habana para avanzar por el camino de la normalización de las relaciones, y no por razones humanitarias, altruistas o por respeto a la legalidad internacional. En su audiencia de confirmación ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos en 2011 la señora Jacobson dijo algo cuyo profundo significado muy pocos supieron interpretar pero que ahora se torna evidente: “Las embajadas estadounidenses no son un regalo para los países. Además de las funciones consulares y otras, una embajada también puede mantener una observación cercana sobre los regímenes acusados de medidas severas contra los derechos humanos”. Jacobson expresó subliminalmente la grave preocupación de la “comunidad de inteligencia” yankee y del Pentágono por no contar con un adecuado puesto de observación en la mayor de las Antillas, con proyección sobre todo el Mar Caribe. Esto, además, en momentos en que los países que en los documentos oficiales de la CIA, la NSA y el Pentágono aparecen como los enemigos a contener y de ser posible derrotar, China y Rusia, acrecentaron significativamente su presencia en Cuba y en la cuenca del Gran Caribe. Nada mejor que una embajada para desempeñar esas “otras” funciones a la que aludía sibilinamente Jacobson y que no son otras que la recolección de inteligencia y espionaje sobre las actividades de países enemigos y el estímulo para el surgimiento de actores y fuerzas sociales que podrían convertirse en los protagonistas del tan ansiado “cambio de régimen” en Cuba, objetivo al que Washington jamás renunciará y que se estrellará, como tantas veces en el pasado, con la conciencia y la voluntad revolucionaria del pueblo cubano. Una oportuna coincidencia subraya la importancia de esta dimensión geopolítica oculta bajo el discurso de la normalización diplomática y migratoria: un día antes de que comenzaran estas conversaciones entre Cuba y Estados Unidos atracaba en el puerto de La Habana el “Viktor Leonov”, un buque de inteligencia de la Marina de Guerra de Rusia dotado de las más perfeccionadas tecnologías de vigilancia y monitoreos electrónicos. Como decía Martí, en política lo más importante es lo que no se ve, o no se habla.
* Una versión resumida de este artículo fue publicada por el diario Página/12 en su edición del jueves 21 de Enero.
Comenzaron este miércoles en el Palacio de Convenciones de La Habana las conversaciones para normalizar las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, dando así cumplimiento a lo anunciado conjuntamente por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro el 17 de Diciembre pasado. El jueves se incorporó a la reunión Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental. Con su llegada la agenda temática se ampliará considerablemente haciendo lugar a un nutrido listado de asuntos pendientes, producto de largas décadas de confrontaciones.
El inicio de estos intercambios será apenas el primer paso de un largo y dificultoso trayecto, erizado de acechanzas. Hay quienes en Cuba y fuera de ella sostienen que la reanudación de las relaciones diplomáticas pondrá en peligro la continuidad de la Revolución al abrir la Isla a los aplastantes influjos económicos, políticos e ideológicos del imperio. Pero se equivocan: primero porque aquellos ya se hacen sentir, y bajo sus formas más perversas. ¿O es que el bloqueo no ejerce una influencia crucial, y enormemente perniciosa, sobre la economía cubana? La condición insular de Cuba, por otra parte, no la pone a salvo de las nefastas influencias de las corrientes políticas e ideológicas prevalecientes en el país del Norte o en Europa, o de las modas de diverso tipo, desde la música hasta la literatura, pasando por los gustos estéticos, los estilos de vida, la indumentaria y el arreglo personal. Y se equivocan también porque si hay algo que con certeza puede dañar irreparablemente a la Revolución Cubana es la prolongación indefinida del bloqueo, sobre todo teniendo en cuenta la lenta pero inexorable desaparición de los cubanos que nacieron poco antes o en los primeros años de la Revolución y el inevitable recambio generacional que más pronto que tarde tendrá que llevarse a cabo en su núcleo dirigente. Es menester recordar que la fortaleza de la Revolución Cubana no radica en su economía, sino en su cultura y su política; y que si resistió sin desmoronarse luego de la desintegración de la Unión Soviética y más de medio siglo de bloqueo no fue por la salud de su economía sino por la formidable solidez de una tradición político-ideológica que hunde sus raíces en la guerra de la independencia contra España, en el luminoso magisterio de Martí y en la extraordinaria obra político-pedagógica de Fidel. Para resumir: no se trata de minimizar el daño realizado por el bloqueo más prolongado de que se tenga noticia en la historia universal, y sin el cual los logros de la Revolución habrían sido aún mayores de lo que fueron. Si ahora Washington está dispuesto a ponerle fin es porque resultó ser un arma de doble filo: al intentar asfixiar a Cuba atizó las contradicciones al interior de Estados Unidos entre crecientes segmentos de la población y grupos empresariales que rechazaban esa política, y enfrentaban a los “halcones-gallina” -como los denominara el inolvidable Juan Gelman- y a la mafia de Miami, especie que afortunadamente ya se bate en humillante retirada. Enfrentaban también, hasta épocas recientes, al retrógrado establishment militar y a la “comunidad de inteligencia”, por razones que, como veremos más abajo, han perdido vigencia en la coyuntura geopolítica actual. Además, para colmo de males, el bloqueo no sirvió, como lo reconocieran Obama y el Secretario de Estado John Kerry, y enrareció la relación de Washington con sus cada vez más díscolos vecinos del sur e, inclusive, con países europeos afectados, como recientemente ocurriera con Francia y Alemania, por las absurdas sanciones económicas de una legislación extraterritorial como la Ley Helms-Burton diseñada para perjudicar a Cuba pero que produce significativos “daños colaterales” en la economía de terceros países. Habrá tal vez sido obra de la “astucia de la razón” invocada por Hegel, pero lo cierto es que si el bloqueo fue concebido como una forma de aislar a Cuba quien terminó aislado fue Estados Unidos, y quien tuvo que aceptar sentarse a la mesa de negociaciones fue Washington, a pesar de haber rechazado esa invitación que le formulara el gobierno cubano durante medio siglo. No es un dato menor que las encuestas de opinión pública en Estados Unidos confirmen que dos de cada tres norteamericanos están a favor del levantamiento del bloqueo y la normalización de la relaciones con la isla rebelde.
La inminente apertura de embajadas en ambos países será el primer paso para poner fin al bloqueo. Sería un ridículo mundial que Estados Unidos estableciera relaciones diplomáticas con un país, lo que supone sujetarse a lo estipulado en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas en un marco de igualdad jurídica y respeto por la soberanía de las partes y, al mismo tiempo, mantuviera una agresiva política destinada a derrocar al gobierno con el que se está negociando la normalización de sus relaciones.
La agenda incluye numerosos ítems muy litigiosos, algunos de los cuales apenas si podemos mencionar aquí: el tema migratorio es uno de ellos, lo cual requeriría derogar la absurda legislación estadounidense en la materia. Creemos no equivocarnos si decimos que Estados Unidos es el único país del mundo que tiene no una sino dos políticas migratorias: una, exclusiva para Cuba –regida por Ley de Ajuste Cubano y la política ‘pies secos, pies mojados’- y otra para el resto de los países. Mediante la primera se reprime la migración legal a Estados Unidos, creando tensiones para el gobierno cubano, al paso que perversamente se estimula la migración ilegal, concediéndosele a quienes llegan a sus playas la residencia, permiso de trabajo y todas las franquicias imaginables. La otra política se aplica a todos los países, que en el caso de los migrantes centroamericanos, mexicanos y caribeños, es de una extrema crueldad: no sólo que no se los recibe como a los cubanos sino que se los persigue como a bestias feroces -aún en el caso de los niños, como nos hemos enterado recientemente- y si llegan a entrar a Estados Unidos en cuanto se los descubre se los deporta sin más contemplaciones. Si a lo largo de toda su historia 223 personas cayeron en su intento por cruzar el Muro de Berlín (1961-1989), en la frontera que separa México de Estados Unidos se registraron en los últimos quince años 5.600 muertes por la misma causa. Para empeorar las cosas, el gobierno de George W. Bush puso en vigor, en el año 2006, una serie de regulaciones destinadas a fomentar la deserción de los médicos y trabajadores de la salud cubanos trabajando en el exterior, en su gran mayoría en países muy pobres y en los cuales la atención médica es un privilegio disponible para unos pocos. Pese a su calculada malevosía el plan fue un fracaso pues fue ínfimo el número de quienes cayeron en esa trampa. Casi todos los trabajadores de la salud siguieron firmes en sus puestos, fieles al noble internacionalismo de la Revolución Cubana. Todos estos asuntos que hacen a la política migratoria de Estados Unidos deberán ser sometidos a una drástica revisión en las conversaciones en curso.
Otro tema apremiante es la eliminación de Cuba de la lista de países que patrocinan al terrorismo, y que año tras año publica el Departamento de Estado. La inclusión de Cuba en esa lista es una maniobra incalificable porque ha sido un país que ha combatido como muy pocos al terrorismo y, por otra parte, uno de los que más ha sufrido a causa de ese flagelo desde los primeros días de la Revolución. Por haber ido a luchar contra esta peste en su madriguera de la Florida cinco de sus hijos purgaron largos años de injusta prisión en Estados Unidos. No deja de ser una cruel ironía que quien elabora puntualmente esa “lista negra” sea, a juicio de algunos insignes norteamericanos como Noam Chomsky, el gobierno de un país que con el paso del tiempo se convirtió en el principal terrorista del planeta y santuario y refugio de criminales como Orlando Bosch, Luis Posada Carriles y tantos otros, apañados y protegidos por importantes figuras del establishment político norteamericano. Mantener a Cuba en esa lista no es sólo una infamia sino además un factor que dificulta enormemente las relaciones económicas internacionales de La Habana ya que la somete a innumerables restricciones que se agregan a las originadas por el bloqueo.
Otro de los asuntos que deberá estar en la mesa de discusiones es el de los pasos a dar para comenzar a desarticular las políticas y regulaciones que configuran el bloqueo, y que la Casa Blanca tiene atribuciones que le permiten hacerlo, teniendo a la vista la derogación de la Ley Helms-Burton, votada en el Congreso en 1996.Tal como lo ha demostrado Salim Lamrani en un artículo reciente, el presidente Obama puede tomar algunas iniciativas que, en la práctica, relajen considerablemente los efectos asfixiantes del bloqueo. Habrá que trabajar para derogar aquella ley, pero mientras tanto es mucho lo que se puede hacer. Bastaría, como lo anota Lamrani, que se levante la prohibición existente para que los estadounidenses viajen a Cuba como turistas ordinarios para derramar importantes beneficios y estímulos económicos sobre grandes sectores de la población vinculada, directa o indirectamente, con el turismo. Tan absurda es la postura actual de Washington que mientras pesa esa prohibición de viajar a Cuba cualquier ciudadano de Estados Unidos puede visitar Corea del Norte y, ni digamos, China o Vietnam sin obstáculo alguno. Si el levantamiento de esta restricción se acompaña con una política de permitir mayores adquisiciones de productos cubanos, como tabaco y ron, por ejemplo, los efectos benignos serían mayores aún. Habrá que ver si Obama tiene las agallas necesarias para afrontar esta tarea, pero presiones internas para poner fin al bloqueo procedentes del mundo empresario y, sobre todo, de la “comunidad de inteligencia” y el Pentágono, no le faltarán. Además, sería inconcebible mantener el bloqueo con un país vecino con el que se pretende normalizar las relaciones y que tiene una comunidad de inmigrantes de casi tres millones de personas concentrados en la Florida. Un mínimo de coherencia obliga a acabar con el bloqueo sin más dilaciones.
Según el muy reaccionario senador republicano Marco Rubio Washington debería incluir en la discusión con los cubanos la compensación por las propiedades o empresas de nacionales de Estados Unidos nacionalizadas en los primeros años de la Revolución. Si tal cosa llegar a ocurrir Cuba podría replicar exigiendo una compensación infinitamente mayor como reparación por medio siglo de ataques, agresiones, destrucción de propiedades, pérdida de vidas humanas; otro tanto por la invasión de Playa Girón y sus consecuencias; y, antes, por la ocupación y usurpación del territorio de Guantánamo, que debería ser reintegrado a la soberanía cubana una vez desahuciado el fraudulento tratado de 1903 mediante el cual una Cuba desangrada por la guerra contra España y cuya victoria le fuera arrebatada por Estados Unidos le arrendaba en perpetuidad la zona de la Bahía de Guantánamo. En todo caso, como se desprende de esta muy sucinta enumeración, la agenda del diálogo cubano-estadounidense promete ser muy controversial.
Al anunciar su viaje, Roberta Jacobson dijo que el día viernes desayunaría con representantes de los disidentes y los supuestos “presos políticos” cubanos luego de lo cual ofrecería una conferencia de prensa. Arduo trabajo le espera a los representantes de Cuba en la segunda ronda de conversaciones, que presumiblemente se realizaría en Estados Unidos, cuando en reciprocidad con el gesto insolente e ingerencista de Jacobson pidan desayunar también ellos con los representantes de los 474 presos políticos de los que se tiene registro en el país del Norte (con exclusión de los 5 héroes cubanos recientemente liberados), amén de muchos otros que no alcanzan todavía a ser identificados como tales. Este listado incluye a los 122 presos políticos que al día de hoy continúan aherrojados en Guantánamo violando todas las normas del debido proceso; los más de doscientos prisioneros de los pueblos originarios de Norteamérica y de los cuales jamás se habla; el caso escandaloso del patriota puertorriqueño y nuestroamericano Oscar López Rivera, recluído desde hace más de treinta años en cárceles de máxima seguridad por el crimen de luchar por la independencia de su bello país; el del soldado Bradley Manning, que hizo posible junto a otros dos que Washington arde en deseos de apresarlos a como de lugar: Julian Assange y Edward Snowden, la revelación de las siniestras maquinaciones y los crímenes que perpetra el imperialismo para sojuzgar a pueblos y naciones de todo el mundo.
Para concluir: las negociaciones no serán fáciles, pero nada lo es en el mundo de la política. Conviene recordar, empero, que Washington tiene más premura que La Habana para avanzar por el camino de la normalización de las relaciones, y no por razones humanitarias, altruistas o por respeto a la legalidad internacional. En su audiencia de confirmación ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos en 2011 la señora Jacobson dijo algo cuyo profundo significado muy pocos supieron interpretar pero que ahora se torna evidente: “Las embajadas estadounidenses no son un regalo para los países. Además de las funciones consulares y otras, una embajada también puede mantener una observación cercana sobre los regímenes acusados de medidas severas contra los derechos humanos”. Jacobson expresó subliminalmente la grave preocupación de la “comunidad de inteligencia” yankee y del Pentágono por no contar con un adecuado puesto de observación en la mayor de las Antillas, con proyección sobre todo el Mar Caribe. Esto, además, en momentos en que los países que en los documentos oficiales de la CIA, la NSA y el Pentágono aparecen como los enemigos a contener y de ser posible derrotar, China y Rusia, acrecentaron significativamente su presencia en Cuba y en la cuenca del Gran Caribe. Nada mejor que una embajada para desempeñar esas “otras” funciones a la que aludía sibilinamente Jacobson y que no son otras que la recolección de inteligencia y espionaje sobre las actividades de países enemigos y el estímulo para el surgimiento de actores y fuerzas sociales que podrían convertirse en los protagonistas del tan ansiado “cambio de régimen” en Cuba, objetivo al que Washington jamás renunciará y que se estrellará, como tantas veces en el pasado, con la conciencia y la voluntad revolucionaria del pueblo cubano. Una oportuna coincidencia subraya la importancia de esta dimensión geopolítica oculta bajo el discurso de la normalización diplomática y migratoria: un día antes de que comenzaran estas conversaciones entre Cuba y Estados Unidos atracaba en el puerto de La Habana el “Viktor Leonov”, un buque de inteligencia de la Marina de Guerra de Rusia dotado de las más perfeccionadas tecnologías de vigilancia y monitoreos electrónicos. Como decía Martí, en política lo más importante es lo que no se ve, o no se habla.
* Una versión resumida de este artículo fue publicada por el diario Página/12 en su edición del jueves 21 de Enero.
miércoles, 14 de enero de 2015
La cultura del ser, para ganar la guerra cultural
Enrique Ubieta Gómez
Transcripción de una intervención oral en un "Diálogos de generaciones", mesa de debates que organiza el Movimiento Juvenil Martiano.
Juventud Rebelde
La percepción del problema de la subversión es compleja y es necesario apreciarla desde la dimensión de una guerra cultural. Lo primero, es identificar al enemigo, que erróneamente reducimos a un país. Arribamos a la independencia, precisamente, cuando el capitalismo transitaba de la etapa inicial a la imperialista. El capitalismo es un sistema en continua expansión de territorios y mercados. La primera y la segunda guerras mundiales fueron provocadas por disputas interimperialistas en torno al reparto del mundo. El capitalismo estadounidense, en la medida en que fue expandiéndose, conquistó territorios en el oeste y arrasando con las culturas originarias, para después usurpar más de la mitad del territorio mexicano. El conflicto histórico de Cuba con el imperialismo no se debe a una obsesión patológica de aquel país con el nuestro, o a que tengamos las tierras más hermosas o petróleo, que no tenemos, ni a sentimientos de envidia o de ambición mundanos, responde al carácter intrínseco del capitalismo.
El enemigo de la Cuba que estamos construyendo es el capitalismo, y en un sentido histórico concreto, el imperialismo. La guerra que libramos incluye la percepción, la construcción de modos de vida diferentes, de modelos de vida, de conceptos de felicidad que se opongan, que nieguen los del capitalismo. Y los del capitalismo, los de la cultura del tener, son los hegemónicos en el mundo. Por eso hablamos del capitalismo internacional e insistimos en ese concepto, porque lo que pudiéramos entender como subversión debe analizarse desde dos perspectivas: una primera que pasa inadvertida, y que es el propio proceso de reproducción de valores del sistema por las llamadas industrias culturales, las que crean y reproducen un imaginario en torno a la cultura del tener. Las páginas sociales o del corazón de la prensa plana y televisiva, por ejemplo, cumplen una función ideológica: situar como héroes sociales a los millonarios (empresarios, príncipes, artistas ricos, etc.). Ese imaginario se renueva una y otra vez. Estamos hablando de una construcción de imágenes que se difumina por todas partes, que llega a muchos lugares; que ejerce una gran influencia en la gente. Esto es lo que llamo reproducción de valores del capitalismo, del imaginario capitalista: Hollywood, premios Grammy, Grandes Ligas, NBA: todo ese andamiaje reproduce el criterio de la cultura del tener, a través de su sistema de estrellas, de las que se destaca sobre todo el dinero que devengan y no sus cualidades esenciales. Es un sistema que se supedita al mercado y a través de él, hace ideología. Todo eso llega a Cuba, está en la Televisión cubana, en los paquetes que se distribuyen, está en Internet, pero no se hace solo para Cuba, sino más bien para que no existan otras Cuba.
Una segunda perspectiva, que es la que usualmente consideramos en el concepto de subversión, es moralmente más grave: es la que pudiéramos llamar «intervención programada». Ya no es la simple reproducción global de los valores del capitalismo, sino que es una intervención a la que se destinan millones de dólares, especialmente para derrocar un sistema opuesto ya establecido, como el nuestro, en un país concreto: lo que pasa por el otorgamiento de becas, la introducción de suspicacias, desencantos, divisiones, de programas que idiotizan, porque el capitalismo vende imágenes, ilusiones, pero jamás explicaciones, las elude, trabaja cómodamente con el analfabetismo funcional; en cambio el socialismo necesita que la gente estudie, se prepare, sepa discernir, tener una mirada crítica frente a todo lo que vea.
Esa intervención programada tiene como objetivo final el derrocamiento del sistema socialista —y no el simple cambio de Gobierno— porque el capitalismo no reconoce la posibilidad de que exista otra manera de organización social que no sea la suya: la que se fundamenta en la cultura del tener. En este sentido, tenemos una fortaleza, y es el legado de la obra de José Martí. ¿Cómo se empalma esa obra en nuestra realidad actual, en nuestras pretensiones de construir un camino alternativo al capitalista? En primer lugar está la definición de la praxis política de Martí: «con los pobres de la Tierra quiero yo mi suerte echar»; Martí opta por los más humildes y esta es una Revolución con los humildes, por los humildes y para los humildes. El marxismo no puede entenderse sino como instrumento al servicio de los humildes. Para ser revolucionario, tenemos que estar absolutamente comprometidos con los pobres de la tierra, no en el discurso, sino en la propia actividad política. Una persona que no haya militando nunca a favor de la justicia social —y no me refiero a que sea o no militante del Partido—, sino a que no participe de manera activa en la vida política y social del país, no será consecuente ni con el marxismo, ni con Martí, no podrá considerarse revolucionaria.
En segundo lugar, Martí apuesta por la cultura del ser y en contra de la cultura del tener; es el hombre que escribe la famosa carta a María Mantilla en la que dice que la belleza de un ser humano no radica en lo que lleva por fuera, sino por dentro. Martí engarza también por esta vía con el proyecto socialista; no hay que convertir a Martí en marxista, lo que no era, en un defensor del socialismo tal cual lo entendemos hoy; pero su percepción sobre la cultura del ser es la base del ideario anticapitalista. Y el ser en el socialismo debe recibir según lo que aporte, según su utilidad pública, porque no se trata de que rechacemos el tener, sino de que invirtamos la ecuación. Se vale por lo que se es, no por lo que se tiene. Martí hablaba de la utilidad de la virtud, llevaba el término utilidad, tan caro al pensamiento burgués, al plano ético, de la virtud. Podría añadir otras facetas del pensamiento martiano que hoy nos acompañan, como su antimperialismo y su percepción de la necesaria unidad latinoamericana; su idea de la unidad en la diversidad de fuentes y raíces, la aborigen, la africana, la europea; su exigencia en que seamos creativos. Esta es una guerra compleja, pero contamos con una fortaleza enorme, que es nuestra tradición cultural, aquella que se sustenta en Martí, la que nos condujo a la Revolución.
Transcripción de una intervención oral en un "Diálogos de generaciones", mesa de debates que organiza el Movimiento Juvenil Martiano.
Juventud Rebelde
La percepción del problema de la subversión es compleja y es necesario apreciarla desde la dimensión de una guerra cultural. Lo primero, es identificar al enemigo, que erróneamente reducimos a un país. Arribamos a la independencia, precisamente, cuando el capitalismo transitaba de la etapa inicial a la imperialista. El capitalismo es un sistema en continua expansión de territorios y mercados. La primera y la segunda guerras mundiales fueron provocadas por disputas interimperialistas en torno al reparto del mundo. El capitalismo estadounidense, en la medida en que fue expandiéndose, conquistó territorios en el oeste y arrasando con las culturas originarias, para después usurpar más de la mitad del territorio mexicano. El conflicto histórico de Cuba con el imperialismo no se debe a una obsesión patológica de aquel país con el nuestro, o a que tengamos las tierras más hermosas o petróleo, que no tenemos, ni a sentimientos de envidia o de ambición mundanos, responde al carácter intrínseco del capitalismo.
El enemigo de la Cuba que estamos construyendo es el capitalismo, y en un sentido histórico concreto, el imperialismo. La guerra que libramos incluye la percepción, la construcción de modos de vida diferentes, de modelos de vida, de conceptos de felicidad que se opongan, que nieguen los del capitalismo. Y los del capitalismo, los de la cultura del tener, son los hegemónicos en el mundo. Por eso hablamos del capitalismo internacional e insistimos en ese concepto, porque lo que pudiéramos entender como subversión debe analizarse desde dos perspectivas: una primera que pasa inadvertida, y que es el propio proceso de reproducción de valores del sistema por las llamadas industrias culturales, las que crean y reproducen un imaginario en torno a la cultura del tener. Las páginas sociales o del corazón de la prensa plana y televisiva, por ejemplo, cumplen una función ideológica: situar como héroes sociales a los millonarios (empresarios, príncipes, artistas ricos, etc.). Ese imaginario se renueva una y otra vez. Estamos hablando de una construcción de imágenes que se difumina por todas partes, que llega a muchos lugares; que ejerce una gran influencia en la gente. Esto es lo que llamo reproducción de valores del capitalismo, del imaginario capitalista: Hollywood, premios Grammy, Grandes Ligas, NBA: todo ese andamiaje reproduce el criterio de la cultura del tener, a través de su sistema de estrellas, de las que se destaca sobre todo el dinero que devengan y no sus cualidades esenciales. Es un sistema que se supedita al mercado y a través de él, hace ideología. Todo eso llega a Cuba, está en la Televisión cubana, en los paquetes que se distribuyen, está en Internet, pero no se hace solo para Cuba, sino más bien para que no existan otras Cuba.
Una segunda perspectiva, que es la que usualmente consideramos en el concepto de subversión, es moralmente más grave: es la que pudiéramos llamar «intervención programada». Ya no es la simple reproducción global de los valores del capitalismo, sino que es una intervención a la que se destinan millones de dólares, especialmente para derrocar un sistema opuesto ya establecido, como el nuestro, en un país concreto: lo que pasa por el otorgamiento de becas, la introducción de suspicacias, desencantos, divisiones, de programas que idiotizan, porque el capitalismo vende imágenes, ilusiones, pero jamás explicaciones, las elude, trabaja cómodamente con el analfabetismo funcional; en cambio el socialismo necesita que la gente estudie, se prepare, sepa discernir, tener una mirada crítica frente a todo lo que vea.
Esa intervención programada tiene como objetivo final el derrocamiento del sistema socialista —y no el simple cambio de Gobierno— porque el capitalismo no reconoce la posibilidad de que exista otra manera de organización social que no sea la suya: la que se fundamenta en la cultura del tener. En este sentido, tenemos una fortaleza, y es el legado de la obra de José Martí. ¿Cómo se empalma esa obra en nuestra realidad actual, en nuestras pretensiones de construir un camino alternativo al capitalista? En primer lugar está la definición de la praxis política de Martí: «con los pobres de la Tierra quiero yo mi suerte echar»; Martí opta por los más humildes y esta es una Revolución con los humildes, por los humildes y para los humildes. El marxismo no puede entenderse sino como instrumento al servicio de los humildes. Para ser revolucionario, tenemos que estar absolutamente comprometidos con los pobres de la tierra, no en el discurso, sino en la propia actividad política. Una persona que no haya militando nunca a favor de la justicia social —y no me refiero a que sea o no militante del Partido—, sino a que no participe de manera activa en la vida política y social del país, no será consecuente ni con el marxismo, ni con Martí, no podrá considerarse revolucionaria.
En segundo lugar, Martí apuesta por la cultura del ser y en contra de la cultura del tener; es el hombre que escribe la famosa carta a María Mantilla en la que dice que la belleza de un ser humano no radica en lo que lleva por fuera, sino por dentro. Martí engarza también por esta vía con el proyecto socialista; no hay que convertir a Martí en marxista, lo que no era, en un defensor del socialismo tal cual lo entendemos hoy; pero su percepción sobre la cultura del ser es la base del ideario anticapitalista. Y el ser en el socialismo debe recibir según lo que aporte, según su utilidad pública, porque no se trata de que rechacemos el tener, sino de que invirtamos la ecuación. Se vale por lo que se es, no por lo que se tiene. Martí hablaba de la utilidad de la virtud, llevaba el término utilidad, tan caro al pensamiento burgués, al plano ético, de la virtud. Podría añadir otras facetas del pensamiento martiano que hoy nos acompañan, como su antimperialismo y su percepción de la necesaria unidad latinoamericana; su idea de la unidad en la diversidad de fuentes y raíces, la aborigen, la africana, la europea; su exigencia en que seamos creativos. Esta es una guerra compleja, pero contamos con una fortaleza enorme, que es nuestra tradición cultural, aquella que se sustenta en Martí, la que nos condujo a la Revolución.
lunes, 12 de enero de 2015
Una Habana entrañable, una sociedad a contracorriente
Anabel Mederos Carragel
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Tribuna de La Habana
Confieso que mi entrevistado llegó a mí por una de esas decisiones en la vida, medio impuestas medio que al azar, las cuales uno asume y solo se da cuenta del embrollo en que está inmerso cuando ya no existe escapatoria posible.
Así entré yo, un tanto despistada, a la oficina de Enrique Ubieta, o mejor, a la redacción de La Calle del Medio, quizás la publicación más desenfadada y juvenil de la prensa cubana de estos tiempos. Tomé prestado una de sus últimas ediciones y quedé hipnotizada con un artículo que se refería al imperio más vasto que ha tenido la historia de la humanidad: Facebook.
En fin, no sé los verdaderos motivos pero de alguna manera rememoré mis días por los pasillos de la Facultad de Periodismo de La Habana, cuando pensaba que escribir era tan solo un hobbie y no un arma de defensa.
Platicar con Ubieta, director de La Calle, investigador, ensayista, filósofo y uno de los intelectuales contemporáneos más prolíferos en su obra de profundo contenido social, confirmó mis ideas —acertadas o no ¿quién sabe?—, sobre la importancia de creer en nuestra sociedad.
¿Existe una definición particular para el habanero?
“La Habana es un símbolo y, al igual que ser cubano, conlleva una carga extraordinaria. Suelo pensar que existen estereotipos de habaneros, pero no un modelo repetible. Existen diversas procedencias detrás de cada familia, la inmigración, ya sea en la primera, segunda o tercera generación, es un factor común a todas.
La misma ciudad contiene muchas Habanas dentro y no son solo, como suele pensarse, barrios, sino más bien diversas maneras de entender la vida, el trabajo, la recreación, lo que conforma colectivos que se hermanan o no dentro de esa amalgama.
A veces uno se percata de los encantos de la urbe cuando no se encuentra en ella, inmortaliza el olor a salitre, anhela el salir a la calle a casi cualquier hora, incluso la bulla se torna un atractivo”.
Con respecto a La Habana, ¿qué lo motiva y qué lo entristece?
“Me siento muy feliz cuando encuentro un edificio restaurado, son siglos de cubanía que recuperamos. Me disgusta ver a la ciudad más sucia de lo que quisiera”.
Estos últimos días han sido un tanto estremecedores para el país, -¿Qué piensa de los últimos hechos acaecidos y la proyección del pensamiento martiano?
“Los Cinco son los héroes de mi generación, poseen la misma carga simbólica de aquellos hombres que bajaron de la Sierra Maestra. Fueron sobrevivientes porque no pactaron, los que lo hicieron no sufrieron el encierro pero murieron en vida, y de alguna manera, esto se encuentra en la prédica de Martí.
“Pudiera decirse que se abre un nuevo capítulo en cuanto a las relaciones Cuba-Estados Unidos, un país bien conocido por el Apóstol, pues vivió 15 años en el mismo. Para nuestra nación, ideó una sociedad diferente, que no repitiese el modelo norteamericano ni los patrones seguidos por el resto de las repúblicas del continente.
“No obstante, admiró la cultura estadounidense, lo más genuino de la misma, fiel amante de la poesía de Walt Whitman. Últimamente cuando me preguntan por los Estados Unidos suelo decir que nuestro enemigo no es un país, sino el imperialismo, algo que también vislumbró Martí.
“Si nuestro esfuerzo ha sido por construir una sociedad alternativa, ahora la guerra ideológica pudiera ser más intensa que años atrás en la preservación de los valores del socialismo.
El Héroe Nacional nos acompaña en esta batalla, el mismo abogó por una cultura del ser, de parte de los humildes, respaldó la unión de los pueblos latinoamericanos y sentenció, enérgicamente, la extensión de los Estados Unidos por la región de América. Dichos pensamientos nos encauzan a una dirección que difiere íntegramente del discurso capitalista”.
En el título de su último libro Ser, parecer, tener, –a partir de la compilación de sus propios ensayos- se proyecta un análisis de los estereotipos en la sociedad cubana y la llamada cultura del valor. ¿Cuáles retos nos deparan?
“No olvidar nuestra esencia, que la cultura del tener no nos absorba y que no llegue el día en que nos preocupemos más por lo que tenemos que por lo que somos. Se debe encontrar el equilibrio, aprovechar el confort o las infinitas posibilidades tecnológicas para crecer y no para valorar a otros. Por ello necesitamos de una sociedad espiritualmente rica, que no se deje abrumar por la tendencia al consumismo ni las banalidades del mercado, una sociedad a contracorriente”.
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Tribuna de La Habana
Confieso que mi entrevistado llegó a mí por una de esas decisiones en la vida, medio impuestas medio que al azar, las cuales uno asume y solo se da cuenta del embrollo en que está inmerso cuando ya no existe escapatoria posible.
Así entré yo, un tanto despistada, a la oficina de Enrique Ubieta, o mejor, a la redacción de La Calle del Medio, quizás la publicación más desenfadada y juvenil de la prensa cubana de estos tiempos. Tomé prestado una de sus últimas ediciones y quedé hipnotizada con un artículo que se refería al imperio más vasto que ha tenido la historia de la humanidad: Facebook.
En fin, no sé los verdaderos motivos pero de alguna manera rememoré mis días por los pasillos de la Facultad de Periodismo de La Habana, cuando pensaba que escribir era tan solo un hobbie y no un arma de defensa.
Platicar con Ubieta, director de La Calle, investigador, ensayista, filósofo y uno de los intelectuales contemporáneos más prolíferos en su obra de profundo contenido social, confirmó mis ideas —acertadas o no ¿quién sabe?—, sobre la importancia de creer en nuestra sociedad.
¿Existe una definición particular para el habanero?
“La Habana es un símbolo y, al igual que ser cubano, conlleva una carga extraordinaria. Suelo pensar que existen estereotipos de habaneros, pero no un modelo repetible. Existen diversas procedencias detrás de cada familia, la inmigración, ya sea en la primera, segunda o tercera generación, es un factor común a todas.
La misma ciudad contiene muchas Habanas dentro y no son solo, como suele pensarse, barrios, sino más bien diversas maneras de entender la vida, el trabajo, la recreación, lo que conforma colectivos que se hermanan o no dentro de esa amalgama.
A veces uno se percata de los encantos de la urbe cuando no se encuentra en ella, inmortaliza el olor a salitre, anhela el salir a la calle a casi cualquier hora, incluso la bulla se torna un atractivo”.
Con respecto a La Habana, ¿qué lo motiva y qué lo entristece?
“Me siento muy feliz cuando encuentro un edificio restaurado, son siglos de cubanía que recuperamos. Me disgusta ver a la ciudad más sucia de lo que quisiera”.
Estos últimos días han sido un tanto estremecedores para el país, -¿Qué piensa de los últimos hechos acaecidos y la proyección del pensamiento martiano?
“Los Cinco son los héroes de mi generación, poseen la misma carga simbólica de aquellos hombres que bajaron de la Sierra Maestra. Fueron sobrevivientes porque no pactaron, los que lo hicieron no sufrieron el encierro pero murieron en vida, y de alguna manera, esto se encuentra en la prédica de Martí.
“Pudiera decirse que se abre un nuevo capítulo en cuanto a las relaciones Cuba-Estados Unidos, un país bien conocido por el Apóstol, pues vivió 15 años en el mismo. Para nuestra nación, ideó una sociedad diferente, que no repitiese el modelo norteamericano ni los patrones seguidos por el resto de las repúblicas del continente.
“No obstante, admiró la cultura estadounidense, lo más genuino de la misma, fiel amante de la poesía de Walt Whitman. Últimamente cuando me preguntan por los Estados Unidos suelo decir que nuestro enemigo no es un país, sino el imperialismo, algo que también vislumbró Martí.
“Si nuestro esfuerzo ha sido por construir una sociedad alternativa, ahora la guerra ideológica pudiera ser más intensa que años atrás en la preservación de los valores del socialismo.
El Héroe Nacional nos acompaña en esta batalla, el mismo abogó por una cultura del ser, de parte de los humildes, respaldó la unión de los pueblos latinoamericanos y sentenció, enérgicamente, la extensión de los Estados Unidos por la región de América. Dichos pensamientos nos encauzan a una dirección que difiere íntegramente del discurso capitalista”.
En el título de su último libro Ser, parecer, tener, –a partir de la compilación de sus propios ensayos- se proyecta un análisis de los estereotipos en la sociedad cubana y la llamada cultura del valor. ¿Cuáles retos nos deparan?
“No olvidar nuestra esencia, que la cultura del tener no nos absorba y que no llegue el día en que nos preocupemos más por lo que tenemos que por lo que somos. Se debe encontrar el equilibrio, aprovechar el confort o las infinitas posibilidades tecnológicas para crecer y no para valorar a otros. Por ello necesitamos de una sociedad espiritualmente rica, que no se deje abrumar por la tendencia al consumismo ni las banalidades del mercado, una sociedad a contracorriente”.
jueves, 8 de enero de 2015
El terror en París: raíces profundas y lejanas*
Atilio A. Boron
El atentado terrorista perpetrado en las oficinas de Charlie Hebdo debe ser condenado sin atenuantes. Es un acto brutal, criminal, que no tiene justificación alguna. Es la expresión contemporánea de un fanatismo religioso que -desde tiempos inmemoriales y en casi todas las religiones conocidas- ha plagado a la humanidad con muertes y sufrimientos indecibles. La barbarie perpetrada en París concitó el repudio universal. Pero parafraseando a un enorme intelectual judío del siglo XVII, Baruch Spinoza, ante tragedias como esta no basta con llorar, es preciso comprender. ¿Cómo dar cuenta de lo sucedido?
La respuesta no puede ser simple porque son múltiples los factores que se amalgamaron para producir tan infame masacre. Descartemos de antemano la hipótesis de que fue la obra de un comando de fanáticos que, en un inexplicable rapto de locura religiosa, decidió aplicar un escarmiento ejemplar a un semanario que se permitía criticar ciertas manifestaciones del Islam y también de otras confesiones religiosas. Que son fanáticos no cabe ninguna duda. Creyentes ultraortodoxos abundan en muchas partes, sobre todo en Estados Unidos e Israel. Pero, ¿cómo llegaron los de París al extremo de cometer un acto tan execrable y cobarde como el que estamos comentando? Se impone distinguir los elementos que actuaron como precipitantes o desencadenantes –por ejemplo, las caricaturas publicadas por el Charlie Hebdo, blasfemas para la fe del Islam- de las causas estructurales o de larga duración que se encuentran en la base de una conducta tan aberrante. En otras palabras, es preciso ir más allá del acontecimiento, por doloroso que sea, y bucear en sus determinantes más profundos.
A partir de esta premisa metodológica hay un factor merece especial consideración. Nuestra hipótesis es que lo sucedido es un lúgubre síntoma de lo que ha sido la política de Estados Unidos y sus aliados en Medio Oriente desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Es el resultado paradojal –pero previsible, para quienes están atentos al movimiento dialéctico de la historia- del apoyo que la Casa Blanca le brindó al radicalismo islámico desde el momento en que, producida la invasión soviética a Afganistán en Diciembre de 1979, la CIA determinó que la mejor manera de repelerla era combinar la guerra de guerrillas librada por los mujaidines con la estigmatización de la Unión Soviética por su ateísmo, convirtiéndola así en una sacrílega excrecencia que debía ser eliminada de la faz de la tierra. En términos concretos esto se tradujo en un apoyo militar, político y económico a los supuestos “combatientes por la libertad” y en la exaltación del fundamentalismo islamista del talibán que, entre otras cosas, veía la incorporación de las niñas las escuelas afganas dispuesta por el gobierno prosoviético de Kabul como una intolerable apostasía. Al Qaeda y Osama bin Laden son hijos de esta política. En esos aciagos años de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II, la CIA era dirigida por William Casey, un católico ultramontano, caballero de la Orden de Malta cuyo celo religioso y su visceral anticomunismo le hicieron creer que, aparte de las armas, el fomento de la religiosidad popular en Afganistán sería lo que acabaría con el sacrílego “imperio del mal” que desde Moscú extendía sus tentáculos sobre el Asia Central. Y la política seguida por Washington fue esa: potenciar el fervor islamista, sin medir sus predecibles consecuencias a mediano plazo.
Horrorizado por la monstruosidad del genio que se le escapó de la botella y produjo los confusos atentados del 11 de Septiembre (confusos porque las dudas acerca de la autoría del hecho son muchas más que las certidumbres) Washington proclamó una nueva doctrina de seguridad nacional: la “guerra infinita” o la “guerra contra el terrorismo”, que convirtió a las tres cuartas partes de la humanidad en una tenebrosa conspiración de terroristas (o cómplices de ellos) enloquecidos por su afán de destruir a Estados Unidos y el “modo americano de vida” y estimuló el surgimiento de una corriente mundial de la “islamofobia”. Tan vaga y laxa ha sido la definición oficial del terrorismo que en la práctica este y el Islam pasaron a ser sinónimos, y el sayo le cabe a quienquiera que sea un crítico del imperialismo norteamericano. Para calmar a la opinión pública, aterrorizada ante los atentados, los asesores de la Casa Blanca recurrieron al viejo método de buscar un chivo expiatorio, alguien a quien culpar, como a Lee Oswald, el inverosímil asesino de John F. Kennedy. George W. Bush lo encontró en la figura de un antiguo aliado, Saddam Hussein, que había sido encumbrado a la jefatura del estado en Irak para guerrear contra Irán luego del triunfo de la Revolución Islámica en 1979, privando a la Casa Blanca de uno de sus más valiosos peones regionales. Hussein, como Gadaffi años después, pensó que habiendo prestado sus servicios al imperio tendría las manos libres para actuar a voluntad en su entorno geográfico inmediato. Se equivocó al creer que Washington lo recompensaría tolerando la anexión de Kuwait a Irak, ignorando que tal cosa era inaceptable en función de los proyectos estadounidenses en la región. El castigo fue brutal: la primera Guerra del Golfo (Agosto 1990-Febrero 1991), un bloqueo de más de diez años que aniquiló a más de un millón de personas (la mayoría niños) y un país destrozado. Contando con la complicidad de la dirigencia política y la prensa “libre, objetiva e independiente” dentro y fuera de Estados Unidos la Casa Blanca montó una patraña ridícula e increíble por la cual se acusaba a Hussein de poseer armas de destrucción masiva y de haber forjado una alianza con su archienemigo, Osama bin Laden, para atacar a los Estados Unidos. Ni tenía esas armas, cosa que era archisabida; ni podía aliarse con un fanático sunita como el jefe de Al Qaeda, siendo él un ecléctico en cuestiones religiosas y jefe de un estado laico.
Impertérrito ante estas realidades, en Marzo del 2003 George W. Bush dio inicio a la campaña militar para escarmentar a Hussein: invade el país, destruye sus fabulosos tesoros culturales y lo poco que quedaba en pie luego de años de bloqueo, depone a sus autoridades, monta un simulacro de juicio donde a Hussein lo sentencian a la pena capital y muere en la horca. Pero la ocupación norteamericana, que dura ocho años, no logra estabilizar económica y políticamente al país, acosada por la tenaz resistencia de los patriotas iraquíes. Cuando las tropas de Estados Unidos se retiran se comprueba su humillante derrota: el gobierno queda en manos de los chiítas, aliados del enemigo público número uno de Washington en la región, Irán, e irreconciliablemente enfrentados con la otra principal rama del Islam, los sunitas. A los efectos de disimular el fracaso de la guerra y debilitar a una Bagdad si no enemiga por lo menos inamistosa -y, de paso, controlar el avispero iraquí- la Casa Blanca no tuvo mejor idea que replicar la política seguida en Afganistán en los años ochentas: fomentar el fundamentalismo sunita y atizar la hoguera de los clivajes religiosos y las guerras sectarias dentro del turbulento mundo del Islam. Para ello contó con la activa colaboración de las reaccionarias monarquías del Golfo, y muy especialmente de la troglodita teocracia de Arabia Saudita, enemiga mortal de los chiítas y, por lo tanto, de Irán, Siria y de los gobernantes chiítas de Irak.
Claro está que el objetivo global de la política estadounidense y, por extensión, de sus clientes europeos, no se limita tan sólo a Irak o Siria. Es de más largo aliento pues procura concretar el rediseño del mapa de Medio Oriente mediante la desmembración de los países artificialmente creados por las potencias triunfantes luego de las dos guerras mundiales. La balcanización de la región dejaría un archipiélago de sectas, milicias, tribus y clanes que, por su desunión y rivalidades mutuas no podrían ofrecer resistencia alguna al principal designio de “humanitario” Occidente: apoderarse de las riquezas petroleras de la región. El caso de Libia luego de la destrucción del régimen de Gadaffi lo prueba con elocuencia y anticipó la fragmentación territorial en curso en Siria e Irak, para nombrar los casos más importantes. Ese es el verdadero, casi único, objetivo: desmembrar a los países y quedarse con el petróleo de Medio Oriente. ¿Promoción de la democracia, los derechos humanos, la libertad, la tolerancia? Esos son cuentos de niños, o para consumo de los espíritus neocolonizados y de la prensa títere del imperio para disimular lo inconfesable: el saqueo petrolero.
El resto es historia conocida: reclutados, armados y apoyados diplomática y financieramente por Estados Unidos y sus aliados, a poco andar los fundamentalistas sunitas exaltados como “combatientes por la libertad” y utilizados como fuerzas mercenarias para desestabilizar a Siria hicieron lo que en su tiempo Maquiavelo profetizó que harían todos los mercenarios: independizarse de sus mandantes, como antes lo hicieran Al Qaeda y bin Laden, y dar vida a un proyecto propio: el Estado Islámico. Llevados a Siria para montar desde afuera una infame “guerra civil” urdida desde Washington para producir el anhelado “cambio de régimen” en ese país, los fanáticos terminaron ocupando parte del territorio sirio, se apropiaron de un sector de Irak, pusieron en funcionamiento los campos petroleros de esa zona y en connivencia con las multinacionales del sector y los bancos occidentales se dedican a vender el petróleo robado a precio vil y convertirse en la guerrilla más adinerada del planeta, con ingresos estimados de 2.000 millones de dólares anuales para financiar sus crímenes en cualquier país del mundo. Para dar muestras de su fervor religioso las milicias jihadistas degüellan, decapitan y asesinan infieles a diestra y siniestra, no importa si musulmanes de otra secta, cristianos, judíos o agnósticos, árabes o no, todo en abierta profanación de los valores del Islam. Al haber avivado las llamas del sectarismo religioso era cuestión de tiempo que la violencia desatada por esa estúpida y criminal política de Occidente tocara las puertas de Europa o Estados Unidos. Ahora fue en París, pero ya antes Madrid y Londres habían cosechado de manos de los ardientes islamistas lo que sus propios gobernantes habían sembrado inescrupulosamente.
De lo anterior se desprende con claridad cuál es la génesis oculta de la tragedia del Charlie Hebdo. Quienes fogonearon el radicalismo sectario mal podrían ahora sorprenderse y mucho menos proclamar su falta de responsabilidad por lo ocurrido, como si el asesinato de los periodistas parisinos no tuviera relación alguna con sus políticas. Sus pupilos de antaño responden con las armas y los argumentos que les fueron inescrupulosamente cedidos desde los años de Reagan hasta hoy. Más tarde, los horrores perpetrados durante la ocupación norteamericana en Irak los endurecieron e inflamaron su celo religioso. Otro tanto ocurrió con las diversas formas de “terrorismo de estado” que las democracias capitalistas practicaron, o condonaron, en el mundo árabe: las torturas, vejaciones y humillaciones cometidas en Abu Ghraib, Guantánamo y las cárceles secretas de la CIA; las matanzas consumadas en Libia y en Egipto; el indiscriminado asesinato que a diario cometen los drones estadounidenses en Pakistán y Afganistán, en donde sólo dos de cada cien víctimas alcanzadas por sus misiles son terroristas; el “ejemplarizador” linchamiento de Gadaffi (cuya noticia provocó la repugnante carcajada de Hillary Clinton); el interminable genocidio al que son periódicamente sometidos los palestinos por Israel, con la anuencia y la protección de Estados Unidos y los gobiernos europeos, crímenes, todos estos, de lesa humanidad que sin embargo no conmueven la supuesta conciencia democrática y humanista de Occidente. Repetimos: nada, absolutamente nada, justifica el crimen cometido contra el semanario parisino. Pero como recomendaba Spinoza hay que comprender las causas que hicieron que los jihadistas decidieran pagarle a Occidente con su misma sangrienta moneda. Nos provoca náuseas tener que narrar tanta inmoralidad e hipocresía de parte de los portavoces de gobiernos supuestamente democráticos que no son otra cosa que sórdidas plutocracias. Hubo quienes, en Estados Unidos y Europa, condenaron lo ocurrido con los colegas de Charlie Hebdo por ser, además, un atentado a la libertad de expresión. Efectivamente, una masacre como esa lo es, y en grado sumo. Pero carecen de autoridad moral quienes condenan lo ocurrido en París y nada dicen acerca de la absoluta falta de libertad de expresión en Arabia Saudita, en donde la prensa, la radio, la televisión, la Internet y cualquier medio de comunicación está sometido a una durísima censura. Hipocresía descarada también de quienes ahora se rasgan las vestiduras pero no hicieron absolutamente nada para detener el genocidio perpetrado por Israel hace pocos meses en Gaza. Claro, Israel es uno de los nuestros dirán entre sí y, además, dos mil palestinos, varios centenares de ellos niños, no valen lo mismo que la vida de doce franceses. La cara oculta de la hipocresía es el más desenfrenado racismo.
* Una versión muy resumida de esta nota, escrita “en caliente” ni bien enterado de los hechos, fue publicada en el día de hoy, 8 de Enero de 2015, por Página/12.
El atentado terrorista perpetrado en las oficinas de Charlie Hebdo debe ser condenado sin atenuantes. Es un acto brutal, criminal, que no tiene justificación alguna. Es la expresión contemporánea de un fanatismo religioso que -desde tiempos inmemoriales y en casi todas las religiones conocidas- ha plagado a la humanidad con muertes y sufrimientos indecibles. La barbarie perpetrada en París concitó el repudio universal. Pero parafraseando a un enorme intelectual judío del siglo XVII, Baruch Spinoza, ante tragedias como esta no basta con llorar, es preciso comprender. ¿Cómo dar cuenta de lo sucedido?
La respuesta no puede ser simple porque son múltiples los factores que se amalgamaron para producir tan infame masacre. Descartemos de antemano la hipótesis de que fue la obra de un comando de fanáticos que, en un inexplicable rapto de locura religiosa, decidió aplicar un escarmiento ejemplar a un semanario que se permitía criticar ciertas manifestaciones del Islam y también de otras confesiones religiosas. Que son fanáticos no cabe ninguna duda. Creyentes ultraortodoxos abundan en muchas partes, sobre todo en Estados Unidos e Israel. Pero, ¿cómo llegaron los de París al extremo de cometer un acto tan execrable y cobarde como el que estamos comentando? Se impone distinguir los elementos que actuaron como precipitantes o desencadenantes –por ejemplo, las caricaturas publicadas por el Charlie Hebdo, blasfemas para la fe del Islam- de las causas estructurales o de larga duración que se encuentran en la base de una conducta tan aberrante. En otras palabras, es preciso ir más allá del acontecimiento, por doloroso que sea, y bucear en sus determinantes más profundos.
A partir de esta premisa metodológica hay un factor merece especial consideración. Nuestra hipótesis es que lo sucedido es un lúgubre síntoma de lo que ha sido la política de Estados Unidos y sus aliados en Medio Oriente desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Es el resultado paradojal –pero previsible, para quienes están atentos al movimiento dialéctico de la historia- del apoyo que la Casa Blanca le brindó al radicalismo islámico desde el momento en que, producida la invasión soviética a Afganistán en Diciembre de 1979, la CIA determinó que la mejor manera de repelerla era combinar la guerra de guerrillas librada por los mujaidines con la estigmatización de la Unión Soviética por su ateísmo, convirtiéndola así en una sacrílega excrecencia que debía ser eliminada de la faz de la tierra. En términos concretos esto se tradujo en un apoyo militar, político y económico a los supuestos “combatientes por la libertad” y en la exaltación del fundamentalismo islamista del talibán que, entre otras cosas, veía la incorporación de las niñas las escuelas afganas dispuesta por el gobierno prosoviético de Kabul como una intolerable apostasía. Al Qaeda y Osama bin Laden son hijos de esta política. En esos aciagos años de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II, la CIA era dirigida por William Casey, un católico ultramontano, caballero de la Orden de Malta cuyo celo religioso y su visceral anticomunismo le hicieron creer que, aparte de las armas, el fomento de la religiosidad popular en Afganistán sería lo que acabaría con el sacrílego “imperio del mal” que desde Moscú extendía sus tentáculos sobre el Asia Central. Y la política seguida por Washington fue esa: potenciar el fervor islamista, sin medir sus predecibles consecuencias a mediano plazo.
Horrorizado por la monstruosidad del genio que se le escapó de la botella y produjo los confusos atentados del 11 de Septiembre (confusos porque las dudas acerca de la autoría del hecho son muchas más que las certidumbres) Washington proclamó una nueva doctrina de seguridad nacional: la “guerra infinita” o la “guerra contra el terrorismo”, que convirtió a las tres cuartas partes de la humanidad en una tenebrosa conspiración de terroristas (o cómplices de ellos) enloquecidos por su afán de destruir a Estados Unidos y el “modo americano de vida” y estimuló el surgimiento de una corriente mundial de la “islamofobia”. Tan vaga y laxa ha sido la definición oficial del terrorismo que en la práctica este y el Islam pasaron a ser sinónimos, y el sayo le cabe a quienquiera que sea un crítico del imperialismo norteamericano. Para calmar a la opinión pública, aterrorizada ante los atentados, los asesores de la Casa Blanca recurrieron al viejo método de buscar un chivo expiatorio, alguien a quien culpar, como a Lee Oswald, el inverosímil asesino de John F. Kennedy. George W. Bush lo encontró en la figura de un antiguo aliado, Saddam Hussein, que había sido encumbrado a la jefatura del estado en Irak para guerrear contra Irán luego del triunfo de la Revolución Islámica en 1979, privando a la Casa Blanca de uno de sus más valiosos peones regionales. Hussein, como Gadaffi años después, pensó que habiendo prestado sus servicios al imperio tendría las manos libres para actuar a voluntad en su entorno geográfico inmediato. Se equivocó al creer que Washington lo recompensaría tolerando la anexión de Kuwait a Irak, ignorando que tal cosa era inaceptable en función de los proyectos estadounidenses en la región. El castigo fue brutal: la primera Guerra del Golfo (Agosto 1990-Febrero 1991), un bloqueo de más de diez años que aniquiló a más de un millón de personas (la mayoría niños) y un país destrozado. Contando con la complicidad de la dirigencia política y la prensa “libre, objetiva e independiente” dentro y fuera de Estados Unidos la Casa Blanca montó una patraña ridícula e increíble por la cual se acusaba a Hussein de poseer armas de destrucción masiva y de haber forjado una alianza con su archienemigo, Osama bin Laden, para atacar a los Estados Unidos. Ni tenía esas armas, cosa que era archisabida; ni podía aliarse con un fanático sunita como el jefe de Al Qaeda, siendo él un ecléctico en cuestiones religiosas y jefe de un estado laico.
Impertérrito ante estas realidades, en Marzo del 2003 George W. Bush dio inicio a la campaña militar para escarmentar a Hussein: invade el país, destruye sus fabulosos tesoros culturales y lo poco que quedaba en pie luego de años de bloqueo, depone a sus autoridades, monta un simulacro de juicio donde a Hussein lo sentencian a la pena capital y muere en la horca. Pero la ocupación norteamericana, que dura ocho años, no logra estabilizar económica y políticamente al país, acosada por la tenaz resistencia de los patriotas iraquíes. Cuando las tropas de Estados Unidos se retiran se comprueba su humillante derrota: el gobierno queda en manos de los chiítas, aliados del enemigo público número uno de Washington en la región, Irán, e irreconciliablemente enfrentados con la otra principal rama del Islam, los sunitas. A los efectos de disimular el fracaso de la guerra y debilitar a una Bagdad si no enemiga por lo menos inamistosa -y, de paso, controlar el avispero iraquí- la Casa Blanca no tuvo mejor idea que replicar la política seguida en Afganistán en los años ochentas: fomentar el fundamentalismo sunita y atizar la hoguera de los clivajes religiosos y las guerras sectarias dentro del turbulento mundo del Islam. Para ello contó con la activa colaboración de las reaccionarias monarquías del Golfo, y muy especialmente de la troglodita teocracia de Arabia Saudita, enemiga mortal de los chiítas y, por lo tanto, de Irán, Siria y de los gobernantes chiítas de Irak.
Claro está que el objetivo global de la política estadounidense y, por extensión, de sus clientes europeos, no se limita tan sólo a Irak o Siria. Es de más largo aliento pues procura concretar el rediseño del mapa de Medio Oriente mediante la desmembración de los países artificialmente creados por las potencias triunfantes luego de las dos guerras mundiales. La balcanización de la región dejaría un archipiélago de sectas, milicias, tribus y clanes que, por su desunión y rivalidades mutuas no podrían ofrecer resistencia alguna al principal designio de “humanitario” Occidente: apoderarse de las riquezas petroleras de la región. El caso de Libia luego de la destrucción del régimen de Gadaffi lo prueba con elocuencia y anticipó la fragmentación territorial en curso en Siria e Irak, para nombrar los casos más importantes. Ese es el verdadero, casi único, objetivo: desmembrar a los países y quedarse con el petróleo de Medio Oriente. ¿Promoción de la democracia, los derechos humanos, la libertad, la tolerancia? Esos son cuentos de niños, o para consumo de los espíritus neocolonizados y de la prensa títere del imperio para disimular lo inconfesable: el saqueo petrolero.
El resto es historia conocida: reclutados, armados y apoyados diplomática y financieramente por Estados Unidos y sus aliados, a poco andar los fundamentalistas sunitas exaltados como “combatientes por la libertad” y utilizados como fuerzas mercenarias para desestabilizar a Siria hicieron lo que en su tiempo Maquiavelo profetizó que harían todos los mercenarios: independizarse de sus mandantes, como antes lo hicieran Al Qaeda y bin Laden, y dar vida a un proyecto propio: el Estado Islámico. Llevados a Siria para montar desde afuera una infame “guerra civil” urdida desde Washington para producir el anhelado “cambio de régimen” en ese país, los fanáticos terminaron ocupando parte del territorio sirio, se apropiaron de un sector de Irak, pusieron en funcionamiento los campos petroleros de esa zona y en connivencia con las multinacionales del sector y los bancos occidentales se dedican a vender el petróleo robado a precio vil y convertirse en la guerrilla más adinerada del planeta, con ingresos estimados de 2.000 millones de dólares anuales para financiar sus crímenes en cualquier país del mundo. Para dar muestras de su fervor religioso las milicias jihadistas degüellan, decapitan y asesinan infieles a diestra y siniestra, no importa si musulmanes de otra secta, cristianos, judíos o agnósticos, árabes o no, todo en abierta profanación de los valores del Islam. Al haber avivado las llamas del sectarismo religioso era cuestión de tiempo que la violencia desatada por esa estúpida y criminal política de Occidente tocara las puertas de Europa o Estados Unidos. Ahora fue en París, pero ya antes Madrid y Londres habían cosechado de manos de los ardientes islamistas lo que sus propios gobernantes habían sembrado inescrupulosamente.
De lo anterior se desprende con claridad cuál es la génesis oculta de la tragedia del Charlie Hebdo. Quienes fogonearon el radicalismo sectario mal podrían ahora sorprenderse y mucho menos proclamar su falta de responsabilidad por lo ocurrido, como si el asesinato de los periodistas parisinos no tuviera relación alguna con sus políticas. Sus pupilos de antaño responden con las armas y los argumentos que les fueron inescrupulosamente cedidos desde los años de Reagan hasta hoy. Más tarde, los horrores perpetrados durante la ocupación norteamericana en Irak los endurecieron e inflamaron su celo religioso. Otro tanto ocurrió con las diversas formas de “terrorismo de estado” que las democracias capitalistas practicaron, o condonaron, en el mundo árabe: las torturas, vejaciones y humillaciones cometidas en Abu Ghraib, Guantánamo y las cárceles secretas de la CIA; las matanzas consumadas en Libia y en Egipto; el indiscriminado asesinato que a diario cometen los drones estadounidenses en Pakistán y Afganistán, en donde sólo dos de cada cien víctimas alcanzadas por sus misiles son terroristas; el “ejemplarizador” linchamiento de Gadaffi (cuya noticia provocó la repugnante carcajada de Hillary Clinton); el interminable genocidio al que son periódicamente sometidos los palestinos por Israel, con la anuencia y la protección de Estados Unidos y los gobiernos europeos, crímenes, todos estos, de lesa humanidad que sin embargo no conmueven la supuesta conciencia democrática y humanista de Occidente. Repetimos: nada, absolutamente nada, justifica el crimen cometido contra el semanario parisino. Pero como recomendaba Spinoza hay que comprender las causas que hicieron que los jihadistas decidieran pagarle a Occidente con su misma sangrienta moneda. Nos provoca náuseas tener que narrar tanta inmoralidad e hipocresía de parte de los portavoces de gobiernos supuestamente democráticos que no son otra cosa que sórdidas plutocracias. Hubo quienes, en Estados Unidos y Europa, condenaron lo ocurrido con los colegas de Charlie Hebdo por ser, además, un atentado a la libertad de expresión. Efectivamente, una masacre como esa lo es, y en grado sumo. Pero carecen de autoridad moral quienes condenan lo ocurrido en París y nada dicen acerca de la absoluta falta de libertad de expresión en Arabia Saudita, en donde la prensa, la radio, la televisión, la Internet y cualquier medio de comunicación está sometido a una durísima censura. Hipocresía descarada también de quienes ahora se rasgan las vestiduras pero no hicieron absolutamente nada para detener el genocidio perpetrado por Israel hace pocos meses en Gaza. Claro, Israel es uno de los nuestros dirán entre sí y, además, dos mil palestinos, varios centenares de ellos niños, no valen lo mismo que la vida de doce franceses. La cara oculta de la hipocresía es el más desenfrenado racismo.
* Una versión muy resumida de esta nota, escrita “en caliente” ni bien enterado de los hechos, fue publicada en el día de hoy, 8 de Enero de 2015, por Página/12.
miércoles, 7 de enero de 2015
Ocupa Walt Street, Tania Bruguera y Carlos Alberto Montaner
Enrique Ubieta Gómez
Especulo: seguro que Tania Bruguera cuenta con el apoyo de Carlos Alberto Montaner. Este señor sabe de arte político –no me refiero a la “nueva canción” latinoamericana, en sus inicios llamada “canción protesta”, ni a otros antecedentes ilustres, como ciertos poemas de Guillén, Neruda o Dalton, o a los murales de Rivera y Siqueiros–; me lo imagino absorto, frente al televisor, en la contemplación de alguna entretenida saga justiciera de James Bond, el Agente 007. Aquellas películas, paradójicamente, aparentaban ser arte y no política, pero eran todo lo contrario, como cualquiera sabe. Pero Tania es una verdadera artista. Hay un punto, sin embargo, en el que Montaner debe haberse sentido contrariado. Tania, que es y tiene derecho a ser una mujer sistémica –aunque incurra en provocaciones inocuas, perdonadas en Colombia y en otros lares no por vocación democrática de esos países, sino por irrelevantes, desde una visión política–, ha querido enlazar su programado perfomance en La Habana a un hecho, este sí, irritante para el sistema, revelador de la crisis profunda –económica, social, política, simbólica– del capitalismo. Ha dicho que su provocación artístico-política en la habanera Plaza de la Revolución sería a la manera del movimiento de los “Ocupa”, que dicho sea de paso, no es un movimiento artístico, aunque porte una estética; expresa la irritación de millones de personas ante el inútil multipartidismo burgués que no los representa. Escoger la Plaza que simboliza la resistencia de todos los latinoamericanos (de todos los hombres y mujeres progresistas del planeta) frente al imperialismo, habrá hecho sonreír a Montaner. Esa sería su venganza frente a los reales “ocupas”. Pero no, creo que no apoyó a Tania. La sola mención de ese movimiento debe haberlo incomodado. Es cierto que especulo, pero me apoyo en un reciente artículo suyo aparecido en El Nuevo Herald. En los primeros días de enero, Montaner tenía otras preocupaciones: 2015, decía, será un año en que “viviremos peligrosamente”. La frase es inintelegible, al menos en español. Sin embargo, no es difícil adivinar lo que intenta decir: la posible llegada al poder, en Grecia y en España, de partidos desconocidos e impredecibles –remember Fidel, remember Chávez–, podría acarrear la inestabilidad… del capitalismo. Ambas organizaciones surgieron del amplio movimiento de los "Ocupa", y Montaner, como los niños irritados, junta todas las groserías escuchadas a los “mayores” (las más ofensivas, según su parecer), aunque algunas sean difícilmente juntables:
"Se trata de una amalgama antisistema. (…) En Syriza se juntan estalinistas nostálgicos, trotskistas, anarquistas, anticapitalistas, antiglobalizadores, verdes que odian los transgénicos, antiamericanos, eurófobos, antieuros, y, por supuesto, propalestinos-antiisrael. (…)
Esta montonera comenzó a gestarse hace unos años en las protestas contra las reuniones internacionales del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial. Era una muchedumbre juvenil reclutada entre las tribus urbanas, frecuentemente desaseada y porrera (…)
Los participantes acamparon en diversas plazas emblemáticas, desde Wall Street en NY hasta la madrileña Puerta del Sol, o se pelearon a pedradas contra las fuerzas del orden en media docena de ciudades (…)
Lo que España y Grecia necesitan es más capitalismo, pero del bueno (…)"
Que la derecha intente apropiarse del vocabulario, las imágenes y los símbolos de la izquierda no es una novedad. Pero la mención a ese movimiento resulta confusa: ¿a quiénes convocaba Tania en La Habana?, ¿exigiría la implementación de un capitalismo “del bueno” en Cuba? En el llamado Primer Mundo, cientos de miles de ciudadanos ex-apolíticos y ex-apáticos manifiestan su ira contra el capitalismo; ¿pretende ella restaurarlo en Cuba? Con mercenarios procapitalistas, partidarios de la globalización de las trasnacionales, defensores de Monsanto, proimperialistas y sionistas –según el listado opuesto al de Montaner, claro–, no se ocupan plazas en países libres. La idea, se me dirá, era hacer arte, pero después de 56 años de Revolución, de 16 años de injusta prisión para tres de nuestros hijos, de la rotunda victoria de fin de año, ¿con qué otro público contaba, además del puñado de corresponsales de agencias trasnacionales acreditadas en el país? Tania, sin dudas, tiene derecho a no compartir los presupuestos de, pese a todo, su Revolución. Pero su referente –puede estar tranquilo Montaner– no es el de los “ocupas” que llenan las plazas de Europa y los Estados Unidos, aunque Tania se empeñe en decir lo contrario.
Especulo: seguro que Tania Bruguera cuenta con el apoyo de Carlos Alberto Montaner. Este señor sabe de arte político –no me refiero a la “nueva canción” latinoamericana, en sus inicios llamada “canción protesta”, ni a otros antecedentes ilustres, como ciertos poemas de Guillén, Neruda o Dalton, o a los murales de Rivera y Siqueiros–; me lo imagino absorto, frente al televisor, en la contemplación de alguna entretenida saga justiciera de James Bond, el Agente 007. Aquellas películas, paradójicamente, aparentaban ser arte y no política, pero eran todo lo contrario, como cualquiera sabe. Pero Tania es una verdadera artista. Hay un punto, sin embargo, en el que Montaner debe haberse sentido contrariado. Tania, que es y tiene derecho a ser una mujer sistémica –aunque incurra en provocaciones inocuas, perdonadas en Colombia y en otros lares no por vocación democrática de esos países, sino por irrelevantes, desde una visión política–, ha querido enlazar su programado perfomance en La Habana a un hecho, este sí, irritante para el sistema, revelador de la crisis profunda –económica, social, política, simbólica– del capitalismo. Ha dicho que su provocación artístico-política en la habanera Plaza de la Revolución sería a la manera del movimiento de los “Ocupa”, que dicho sea de paso, no es un movimiento artístico, aunque porte una estética; expresa la irritación de millones de personas ante el inútil multipartidismo burgués que no los representa. Escoger la Plaza que simboliza la resistencia de todos los latinoamericanos (de todos los hombres y mujeres progresistas del planeta) frente al imperialismo, habrá hecho sonreír a Montaner. Esa sería su venganza frente a los reales “ocupas”. Pero no, creo que no apoyó a Tania. La sola mención de ese movimiento debe haberlo incomodado. Es cierto que especulo, pero me apoyo en un reciente artículo suyo aparecido en El Nuevo Herald. En los primeros días de enero, Montaner tenía otras preocupaciones: 2015, decía, será un año en que “viviremos peligrosamente”. La frase es inintelegible, al menos en español. Sin embargo, no es difícil adivinar lo que intenta decir: la posible llegada al poder, en Grecia y en España, de partidos desconocidos e impredecibles –remember Fidel, remember Chávez–, podría acarrear la inestabilidad… del capitalismo. Ambas organizaciones surgieron del amplio movimiento de los "Ocupa", y Montaner, como los niños irritados, junta todas las groserías escuchadas a los “mayores” (las más ofensivas, según su parecer), aunque algunas sean difícilmente juntables:
"Se trata de una amalgama antisistema. (…) En Syriza se juntan estalinistas nostálgicos, trotskistas, anarquistas, anticapitalistas, antiglobalizadores, verdes que odian los transgénicos, antiamericanos, eurófobos, antieuros, y, por supuesto, propalestinos-antiisrael. (…)
Esta montonera comenzó a gestarse hace unos años en las protestas contra las reuniones internacionales del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial. Era una muchedumbre juvenil reclutada entre las tribus urbanas, frecuentemente desaseada y porrera (…)
Los participantes acamparon en diversas plazas emblemáticas, desde Wall Street en NY hasta la madrileña Puerta del Sol, o se pelearon a pedradas contra las fuerzas del orden en media docena de ciudades (…)
Lo que España y Grecia necesitan es más capitalismo, pero del bueno (…)"
Que la derecha intente apropiarse del vocabulario, las imágenes y los símbolos de la izquierda no es una novedad. Pero la mención a ese movimiento resulta confusa: ¿a quiénes convocaba Tania en La Habana?, ¿exigiría la implementación de un capitalismo “del bueno” en Cuba? En el llamado Primer Mundo, cientos de miles de ciudadanos ex-apolíticos y ex-apáticos manifiestan su ira contra el capitalismo; ¿pretende ella restaurarlo en Cuba? Con mercenarios procapitalistas, partidarios de la globalización de las trasnacionales, defensores de Monsanto, proimperialistas y sionistas –según el listado opuesto al de Montaner, claro–, no se ocupan plazas en países libres. La idea, se me dirá, era hacer arte, pero después de 56 años de Revolución, de 16 años de injusta prisión para tres de nuestros hijos, de la rotunda victoria de fin de año, ¿con qué otro público contaba, además del puñado de corresponsales de agencias trasnacionales acreditadas en el país? Tania, sin dudas, tiene derecho a no compartir los presupuestos de, pese a todo, su Revolución. Pero su referente –puede estar tranquilo Montaner– no es el de los “ocupas” que llenan las plazas de Europa y los Estados Unidos, aunque Tania se empeñe en decir lo contrario.
jueves, 1 de enero de 2015
Cuba: una epopeya de 56 años
Atilio A. Boron
En un día como hoy, hace 56 años, se abría una nueva etapa histórica en Nuestra América. Batista y sus esbirros, junto a sus mentores y compinches norteamericanos y la oligarquía pro-yankee huían de La Habana y se consumaba el triunfo de la Revolución Cubana. A partir de ese momento nada sería igual en Latinoamérica. El certero instinto del imperio no se equivocó, y desde su inicio la Revolución fue combatida a muerte, hostigada, saboteada, aislada, y sus líderes fueron objeto de innumerables atentados, igual que su pueblo. Fue víctima del criminal bloqueo comercial, financiero, migratorio, informático más prolongado de la historia universal, que todavía sigue aunque ya ha sido herido de muerte y sus promotores y ejecutores confesaron su fracaso.
Todas las armas se utilizaron con tal de destruirla. Pero no pudieron, y a pesar de ese furioso ataque garantizó para su población índices de salud, educación, acceso a la cultura y al deporte, y a la seguridad social iguales o mejores que los de los países capitalistas desarrollados Y además, hizo del internacionalismo socialista, de la solidaridad internacional, una bandera indeleble de lucha y llevó a sus médicos, enfermeros, educadores por todo el mundo, cuando sus detractores enviaban tropas y descargaban metralla. Y cuando su auxilio fue requerido para librar la batalla decisiva contra el racismo, el apartheid y los restos del colonialismo en África allá fueron los cubanos y en Angola derrotaron definitivamente a los baluartes de la reacción, como lo atestiguara repetidamente un emocionado Nelson Mandela. Si esa Revolución (así, siempre con mayúsculas) hubiese sido aplastada la historia de América Latina y el Caribe y nuestras pequeñas biografías, habrían sido completamente diferentes. Por eso, nuestra eterna gratitud y nuestra deuda con la Revolución Cubana -con Fidel, Raúl, el Che, Camilo," Barbarroja" Piñeiro, Almeida y los hombres y mujeres que lucharon bajo su conducción- es enorme e impagable. De ahí que nuestra solidaridad y defensa de la Revolución Cubana deba ser incondicional, permanente y activa, como lo fue en la campaña que hizo posible la liberación de "Los 5". Hoy seguimos en la lucha, más que nunca, porque el Imperio se apresta a cambiar de táctica para lograr, apelando al "poder blando" (¡un peligroso eufemismo!) lo que por más de medio siglo no pudieron obtener por la fuerza. Pero Cuba, con el apoyo de todos los pueblos de Nuestra América, resistirá y derrotará también la sinuosa embestida pergeñada por Washington.
¡Feliz 2015 Cuba, con tus hijos recuperados, rescatados de las cárceles del imperio!
¡Salud Fidel, salud Raúl! ¡Hasta la victoria siempre!
En un día como hoy, hace 56 años, se abría una nueva etapa histórica en Nuestra América. Batista y sus esbirros, junto a sus mentores y compinches norteamericanos y la oligarquía pro-yankee huían de La Habana y se consumaba el triunfo de la Revolución Cubana. A partir de ese momento nada sería igual en Latinoamérica. El certero instinto del imperio no se equivocó, y desde su inicio la Revolución fue combatida a muerte, hostigada, saboteada, aislada, y sus líderes fueron objeto de innumerables atentados, igual que su pueblo. Fue víctima del criminal bloqueo comercial, financiero, migratorio, informático más prolongado de la historia universal, que todavía sigue aunque ya ha sido herido de muerte y sus promotores y ejecutores confesaron su fracaso.
Todas las armas se utilizaron con tal de destruirla. Pero no pudieron, y a pesar de ese furioso ataque garantizó para su población índices de salud, educación, acceso a la cultura y al deporte, y a la seguridad social iguales o mejores que los de los países capitalistas desarrollados Y además, hizo del internacionalismo socialista, de la solidaridad internacional, una bandera indeleble de lucha y llevó a sus médicos, enfermeros, educadores por todo el mundo, cuando sus detractores enviaban tropas y descargaban metralla. Y cuando su auxilio fue requerido para librar la batalla decisiva contra el racismo, el apartheid y los restos del colonialismo en África allá fueron los cubanos y en Angola derrotaron definitivamente a los baluartes de la reacción, como lo atestiguara repetidamente un emocionado Nelson Mandela. Si esa Revolución (así, siempre con mayúsculas) hubiese sido aplastada la historia de América Latina y el Caribe y nuestras pequeñas biografías, habrían sido completamente diferentes. Por eso, nuestra eterna gratitud y nuestra deuda con la Revolución Cubana -con Fidel, Raúl, el Che, Camilo," Barbarroja" Piñeiro, Almeida y los hombres y mujeres que lucharon bajo su conducción- es enorme e impagable. De ahí que nuestra solidaridad y defensa de la Revolución Cubana deba ser incondicional, permanente y activa, como lo fue en la campaña que hizo posible la liberación de "Los 5". Hoy seguimos en la lucha, más que nunca, porque el Imperio se apresta a cambiar de táctica para lograr, apelando al "poder blando" (¡un peligroso eufemismo!) lo que por más de medio siglo no pudieron obtener por la fuerza. Pero Cuba, con el apoyo de todos los pueblos de Nuestra América, resistirá y derrotará también la sinuosa embestida pergeñada por Washington.
¡Feliz 2015 Cuba, con tus hijos recuperados, rescatados de las cárceles del imperio!
¡Salud Fidel, salud Raúl! ¡Hasta la victoria siempre!