Atilio A. Boron
Tal como se preveía, no habían transcurrido doce horas desde su victoria electoral cuando en su conferencia de prensa de ayer Mauricio Macri ratificó su vocación de convertirse en un proxy de Washington en la región. En línea con los deseos de la Casa Blanca arremetió contra la República Bolivariana de Venezuela y confirmó que solicitaría la suspensión de ese país como miembro del Mercosur porque, según él, habría infringido la cláusula democrática al “perseguir a los opositores y no respetar la libertad de expresión”.
Derrocar al gobierno bolivariano es una vieja obsesión del gobierno de Estados Unidos, para cuyo efecto no ha reparado en límite o escrúpulo alguno. Hasta ahora su ofensiva sólo había encontrado un socio dispuesto a avanzar por ese escabroso sendero: el narcopolítico colombiano Álvaro Uribe. Juan M. Santos, que lo sucedió en el Palacio Nariño, no se prestó a tan peligroso juego. Es más, el conservador presidente colombiano no se ha cansado de agradecerle a Venezuela su colaboración en el proceso de paz en curso en La Habana. Macri parece ignorar estas sutilezas de la política internacional y ser un hombre temerario y de frágil memoria, combinación peligrosa si las hay. Habría que recordarle que la sumisión incondicional al imperio ya se practicó en la Argentina durante el menemato, con el nombre de “relaciones carnales”, y que este país pagó con sangre tamaña insensatez. No se entiende por qué habría de repetir ese desatino, salvo para dar cumplimiento a un acuerdo secreto con la Casa Blanca cuya contrapartida seguramente no tardaremos en conocer.
Macri parece no haber sido tampoco informado que el pasado 28 de Octubre la República Bolivariana fue reelegida para integrar el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. La Asamblea General de la organización aprobó esa resolución con 131 votos, sobre un total de 192 miembros. Formular las acusaciones que hizo Macri pasando por alto un dato tan significativo como este, que ratifica la presencia de Venezuela en un organismo en el cual participan países como Francia, Estados Unidos, Alemania y Japón, es por lo menos un acto de llamativa irresponsabilidad o una muestra de peligroso amauterismo en el manejo de las relaciones internacionales. ¿Cree acaso que los países del Mercosur van a acompañar su arrebato antibolivariano? ¿Ignora que las decisiones del Mercosur requieren el consenso de todos sus miembros? Para empezar, el canciller uruguayo Rodolfo Nin Novoa se apresuró a declarar que su país “no ve razón para aplicar la cláusula democrática a Venezuela en el Mercosur.” Y lo más probable es que el gobierno brasileño siga el mismo curso de acción, en cuyo caso las amenazas de Macri caerían producto de su inviabilidad política.
Volviendo al caso de los opositores políticos en Venezuela, ¿qué diría Macri si en los próximos días, siguiendo el ejemplo de Leopoldo López, Daniel Scioli hiciese público su desconocimiento del resultado electoral y poco después del 10 de Diciembre intensificase esa campaña movilizando contactos internacionales e impulsando, cada vez con mayor fuerza acciones violentas exigiendo “la salida” extraconstitucional de un “gobierno ilegítimo” apelando a procedimientos vetados por la constitución y las leyes de la república? ¿Llamaría en tal hipotético caso a Scioli un “opositor político” o lo calificaría, en función de la normativa vigente, como un político incurso en el delito de sedición, que en este país tiene una pena que oscila entre los cinco y veinticinco años de prisión. La legislación venezolana es similar a la argentina y ambas a la de Estados Unidos, donde el delito tiene una penalidad que, en ciertos casos, llega hasta la prisión perpetua o la pena de muerte. En realidad López, cuya mujer estuvo la noche del domingo en los festejos del bunker de Cambiemos, no es un “disidente político” injustamente perseguido por el gobierno bolivariano. Es el cabecilla de un intento de alterar por la fuerza el orden constitucional vigente en su país y derrocar al gobierno surgido de elecciones en un sistema que el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter dijo que era “más confiable y transparente que el nuestro.” Para ello contó con la colaboración de Uribe, para reclutar un numeroso grupo de mercenarios que camuflados como heroicos “jóvenes universitarios” luchaban valientemente para restaurar las libertades conculcadas en su país. Lanzados a las calles para impulsar “la salida” de Maduro y el derrumbe del orden institucional vigente hicieron uso de cuanta forma imaginable de violencia pueda existir, desde incendios de escuelas y guarderías infantiles hasta la destrucción de medios de transporte públicos y privados, combinado con ataques violentos a universidades y centros de salud, erección de “guarimbas” (barricadas desde las cuales se controlaban los movimientos de la población y se apaleaba o asesinaba impunemente a quienes osaran desafiar su prepotencia) y asesinatos varios. Como producto de estos desmanes murieron 43 personas, la mayoría de ellas simpatizantes chavistas o personal de las fuerzas de seguridad del estado. Tiempo después se descubrió que buena parte de los “guarimberos” eran paramilitares colombianos y que casi no había universitarios venezolanos involucrados en esos luctuosos acontecimientos. La justicia de la “dictadura chavista” lo condenó a una pena de 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de reclusión. Disconforme con la transición posfranquista en España, el 23 de Febrero de 1981 el teniente coronel Antonio Tejero Molina quiso también él alterar el orden constitucional tomando por asalto el Congreso de Diputados. En su cruzada restauradora el “tejerazo” no produjo ni una sola muerte ni hubo que lamentar pérdidas materiales de ningún tipo. Sin embargo, la justicia española lo sancionó con 30 años de prisión, expulsión del Ejército, pérdida de su grado militar e inhabilitación durante el tiempo de su condena. Nadie lo consideró un opositor político sino un militar sedicioso. Peor es el caso de López, por la mucha sangre derramada por su culpa y por la destrucción de bienes provocada por su apología de la violencia, pese a lo cual la sentencia de la justicia venezolana fue insólitamente benigna. Pero Macri no lo ve así y sigue considerándolo un opositor maltratado por un poder despótico. Mal comienzo en materia de política exterior. Y un paso preocupante en el intento de avanzar en el “reformateo” neoliberal del Mercosur, otra vieja ambición de Estados Unidos, para hacerlo confluir con la Alianza del Pacífico y la Unión Europea dominada por la Troika.
* Una versión abreviada de este artículo aparecerá en la edición del Martes 24 de Noviembre del matutino argentino Página/12.
La Isla Desconocida navega en pos de sí misma, la utopía en pos de la utopía, buscándose y hallándose siempre a medias, en mares cercanos a los dominios reales.
martes, 24 de noviembre de 2015
viernes, 13 de noviembre de 2015
Pasajes de la Revolución en África. Conversación con Víctor Dreke
En la foto, Víctor Dreke y Amílcar Cabral
Enrique Ubieta GómezLa Calle del Medio
En Guinea Conakry comprendí que si quería escribir sobre la hazaña internacionalista de los médicos cubanos en el combate contra el ébola, tendría que hurgar, al menos como antecedente, en el medio siglo de acciones solidarias de Cuba en África. En cada una de nuestras conversaciones con médicos, funcionarios o ministros guineanos, aparecía de fondo la larga relación entre los países del continente y la pequeña isla caribeña; quizás porque los directivos guineanos del Centro de Tratamiento al ébola en Coyah se habían graduado en universidades cubanas, o porque los directivos de la Coordinación Nacional de Lucha contra el ébola, también lo habían hecho en la Isla, todos de generaciones diferentes.
En la Conakry de Sékou Touré se reunían los grandes dirigentes anticoloniales. Pero como me dijo Mohamed Touré, su hijo, «si vamos a hablar de los grandes líderes históricos de África, tenemos entonces que empezar por Fidel Castro Ruz, quien es para nosotros un africano, un cubano, un hombre del mundo, un héroe de la lucha de liberación del África». Cuba apoyó de manera activa la liberación del continente. Alhoussein Makanova Kaké, Ministro de la Comunicación de Guinea abrió el diálogo con el equipo cubano de prensa con una afirmación: «los guineanos conocen bien a los cubanos», pero añadió: «particularmente en mi caso que soy de Boké». Si no fuese porque a fines de los sesenta e inicios de los setenta del siglo pasado, en el poblado de Boké ―muy cerca de la frontera con la pequeña Guinea Bissau―, residían algunos de los militares y los médicos cubanos que fungían como instructores o como sanadores de heridas de combate en las filas del Partido Africano por la Independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde (PAIGC), que lideraba el gran Amílcar Cabral, la coletilla no tendría sentido. Por eso, de regreso, aproveché mis días de obligada cuarentena ―como todo viajero que llegaba de esa región, en tiempos de epidemia―, para leer a Piero Gleijeses y su amena y muy documentada historia de las relaciones de Cuba con África. Los vínculos entre los dos países adquirieron espesor precisamente cuando ―después de una definitoria entrevista entre Amílcar Cabral y el Che en Conakry―, este visitara Cuba y conversara con Fidel. La decisión de Cuba de apoyar al movimiento de liberación de Guinea Bissau y Cabo Verde, cuya base de operaciones se encontraba en Conakry, acercó a los dos gobiernos.
De la historia escrita, pasé con suerte a la historia vivida. Conocí a Víctor Dreke en un congreso de historiadores en La Habana. No participaba como historiador, sino como protagonista de la historia. Accedió a que lo entrevistara. Ya es un hombre de 78 años, vital y lúcido, pero su historia revolucionaria empezó a los 15.
Trato de imaginar la Conakry de aquellos años de auge revolucionario. Escucho fascinado las anécdotas y reflexiones de Víctor Dreke, compañero del Che durante la toma de Santa Clara, y después en el Congo, y de Amílcar Cabral en Guinea. En aquella Conakry vivieron o transitaron grandes paladines de la epopeya anticolonialista: Sekou Touré, Amílcar, Nkrumah, Nyerere, Kenneth Kaunda, Jibbo Bakary, entre otros. Y muchos jóvenes cubanos, héroes cuyos nombres apenas recoge la historia. «¿Qué los motivaba? ―pregunta Gleijeses en su libro, y Ulises Estrada, uno de los combatientes cubanos, responde―: «Soñábamos con la revolución. Deseábamos ser parte de ella»». Y agrega Gleijeses: «Los voluntarios no recibían elogios públicos en Cuba. (…) No ganaron medallas ni recompensas materiales».
La doctora Ana Morales Valera participa en el diálogo. Conoció a Dreke en 1985 en Guinea Bissau ―desde entonces es su fiel compañera en la vida―, después de la independencia, cuando se desempeñaba como jefa de la misión médica. En esos años recibió y cumplió la encomienda de crear la primera Facultad de Medicina del África Subsahariana, que lleva el nombre de Raúl Díaz Argüelles. Me dice que están recogiendo los datos biográficos de los 130 hombres de la guerrilla del Che. Jóvenes ―la edad promedio era de 24 años― humildes, revolucionarios, que siguieron después siendo humildes y revolucionarios. Durante veinte años guardaron el secreto, y no son conocidos. Algunos ni siquiera recuerdan ya el sobrenombre de guerra que llevaron.
1966
– Llegamos a Conakry en el año 1966 al frente de la misión militar cubana de Guinea Conakry y de Guinea Bissau, que como tú sabes son fronterizas. Nadie sabe dónde empieza una y dónde termina la otra, aunque dicen que los divide el río Boké. La situación económica de la población era pésima, los franceses se habían ido de Guinea Conakry después del NO de Sékou Touré ―que no debe ser olvidado por la historia― y se llevaron todo, hasta los clavos, como decimos nosotros. Rompieron los semáforos y se los llevaron. El Hospital Dunka, que era el único en aquel momento, estaba cerrado. Pero también existía una situación tensa entre Sékou Touré y sectores del ejército, el jefe del estado mayor general había estudiado en Francia, respondía a los franceses y quería derrocar a Sékou Touré, y eso trajo como resultado que se tuvieran que formar milicias para defenderlo, a petición del propio Presidente.
Por otra parte, en aquellos años se desarrollaba la lucha por la independencia de Guinea Bissau y el Estado Mayor completo del movimiento independentista de Guinea Bissau radicaba en Conakry. El único Hospital que tenía el Movimiento de Liberación de Guinea Bissau estaba en Boké, aunque pertenecía físicamente a Guinea Conakry. Todo eso lo puso Sékou Touré a disposición del PAIGC. Era importante saber que la primera ayuda internacionalista médica a Guinea Bissau la dieron los médicos militares cubanos, que eran parte de la guerrilla, que además de atender a los combatientes nuestros y a los de Guinea Bissau, atendían a toda la población, y que además, los primeros enfermeros que se formaron en Guinea Bissau, lo hicieron en el Hospital de Boké, por el doctor Noroña, ya fallecido, muy famoso por aquellos lares y por el doctor Castillo, y varios compañeros más, y Castell, laboratorista, que formaron al primer grupo de sanitarios, como les decían. Eran de Bissau y se formaban allí, pero también fueron algunos de Conakry a formarse allí.
Cuando Amílcar Cabral pide la ayuda, la pide en artilleros y en médicos, porque el nivel de los de Bissau era bajo, no sabían tirar con cañones, eran analfabetos, muy valientes, muy heroicos, pero tenían esa dificultad y la tropa nuestra va a prepararlos, y los médicos para atender a la población, que era una de las grandes preocupaciones de Amílcar Cabral, la de Guinea Bissau. Por eso, años después, cuando se crea la primera Escuela de Medicina de Guinea Bissau, se le pone el nombre de Raúl Díaz Argüelles, que era otro jefe militar nuestro, que participó en la toma y liberación de Guinea Bissau.
– ¿Cómo recuerda a Amílcar Cabral?
– Como uno de los hombres que más conocía la vida de los africanos en general, y que más conocía a la gente de Bissau, e incluso de Conakry. Un gran dirigente, un hombre formado por los portugueses ―el primer ingeniero agrónomo de África― con la intención de que fuese su capataz esclavista, el mayoral de su propia gente, por eso lo asesinan, porque piensan que los ha traicionado, que en lugar de pasarse a ellos se convierte en un revolucionario y organiza la lucha de liberación. Muy amigo de Fidel y de la Revolución cubana, muy inteligente, tenía un gran prestigio en África. Eran cinco las colonias portuguesas, pero en las actividades que se daban de conjunto ―y estaban los principales líderes vivos todavía―, el designado para hablar a nombre de todas ellas era Amílcar Cabral. Por eso se decía que cuando Guinea Bissau se liberara, se liberaban todas las restantes colonias portuguesas, por la firmeza de Amílcar. Allí existía una organización fuerte, porque nosotros veníamos con la experiencia del Congo, muy diferente, y cuando llegamos a Guinea encontramos otra realidad: los dirigentes de Amílcar estaban junto a sus soldados, junto a nosotros. Amílcar entraba y salía, porque en aquel momento, para que le dieran ayuda al movimiento de liberación de Guinea Bissau tenía que ir Amílcar. Ningún gobierno, ninguno, se metía en eso si no estaba la palabra de Amílcar, porque algunas veces las armas y la ayuda se podían ir a otro lugar. Había una confianza absoluta en Amílcar. La táctica nuestra de quitarle las armas al enemigo fue correcta, pero los portugueses no salían de los cuarteles, llevaban los suministros de forma sorpresiva, bombardeaban, iban los tanques, entraban con las mercancías y salían. No era como en Cuba, que las tropas salían y podían ser emboscadas. Aquellos soldados vivían allí, y se rodeaban de la población fula, metían a las familias fulas en las áreas de defensa de los cuarteles, a hombres, mujeres y niños. Era difícil atacar un cuartel de aquellos, cuando estaba la población por delante.
lunes, 9 de noviembre de 2015
Argentina: el voto en blanco es un voto por el imperialismo
Atilio A. Boron
Quisiera decir algunas pocas palabras en torno al debate suscitado acerca de la conducta que la izquierda debe seguir ante el balotaje del 22-N. Los sectores identificados con las distintas variantes del trotskismo y algunos independientes se han manifestado de forma rotunda a favor del voto en blanco. Otros, que militamos en el amplio y heterogéneo campo de la izquierda, pensamos que en esta coyuntura concreta -alejada del terreno más confortable e indoloro de los discursos y los papers académicos- el voto por Scioli es, desafortunadamente, el único instrumento con que contamos para impedir un resultado que sería catastrófico para nuestro país, para las perspectivas de la izquierda en la Argentina y para la continuidad de las luchas antiimperialistas en América Latina. Sería bueno que hubiese otro instrumento político para detener a Macri, pero no lo hay. El voto en blanco ciertamente no lo es.
Quienes postulan el “votoblanquismo” señalan que en el balotaje del 22-N se enfrentan dos candidatos de la burguesía que se mueven en la cancha de la derecha, como correctamente señala Eduardo Grüner en su respuesta a la intervención de Mabel Thwaites Rey que disparara este debate. Es cierto, pero eso no quita que aún así esa caracterización general sea de nula utilidad a la hora de hacer política. Porque, ¿no eran acaso políticos burgueses Raúl Alfonsín, Ítalo Luder y Herminio Iglesias? ¿Cómo ignorar las diferencias que existían entre ellos? Tomemos un ejemplo. En un caso, juicio y castigo a las Juntas Militares, con todas sus idas y venidas, y con las contradicciones propias de la política pequeño burguesa del partido Radical; en el otro, autoamnistía de los militares genocidas ratificada por ley del Congreso y desenfreno macarthista a cargo de Herminio y sus patotas, continuando con la siniestra obra de la Triple A.
Obvio, ni Alfonsín ni Luder aspiraban a construir una sociedad socialista, o siquiera a iniciar una transición hacia el socialismo, como recordaba Salvador Allende. Pero, ¿no eran significativas esas diferencias para la izquierda, pese a que todos eran políticos burgueses? Me parece que sí. Ejemplos de este tipo abundan a lo largo de la historia, y sería un ejercicio ocioso traerlos ahora para ilustrar esta discusión. Perón también era un político burgués, al igual que José P. Tamborini, su contendor en la crucial elección presidencial de 1946. Ambos también se movían en el campo de la derecha, pero a pesar de ello había algunas diferencias, nada menores por cierto, que la historia posterior se encargó de demostrar de modo irrefutable.
En la coyuntura actual el indiscriminado repudio al binomio Macri-Scioli adolece de la misma falta de perspectiva histórica y de rigor analítico. Son, sin duda, dos políticos que juegan en la cancha del capitalismo. Uno, Macri, es un conservador duro y radical; el otro, Scioli, se inscribe en una tradición de conservadorismo popular de viejo arraigo en la Argentina. Macri llega a los umbrales de la Casa Rosada apoyado por una impresionante colección de fuerzas sociales y políticas del establishment capitalista local, sin ninguna organización popular que se haya manifestado en su apoyo. En otras palabras, como indica Gramsci, al identificar la naturaleza de una coalición política es preciso conocer, con la mayor precisión posible, la naturaleza de clase y la organicidad de sus apoyos. A Macri lo respaldan todas las cúpulas empresariales de la Argentina, comenzando por la AEA (Asociación Empresaria Argentina) y siguiendo con casi todas las demás; lo apoyan las capas medias ganadas por un odio visceral hacia todo lo que huela a kirchnerismo, la oligarquía mediática, la Embajada de Estados Unidos y es él quien completa, desde esta parte del continente, el tridente reaccionario cuyas otras dos puntas son nada menos que Álvaro Uribe y José María Aznar. No es casual que su candidatura cuenta con el respaldo de las principales plumas de la derecha latinoamericana: Mario Vargas Llosa, Carlos A. Montaner, Andrés Oppenheimer, Enrique Krauze y todo el mandarinato imperial. ¿Y Scioli? Su candidatura ha sido respaldada por los sectores empresariales menos concentrados, las pymes, sectores medios vagamente identificados con el “progresismo”, una multiplicidad de organizaciones y movimientos sociales –inconexos y heterogénos pero aún así arraigadas en el suelo popular- y estos apoyos hacen que suscite una cierta desconfianza de los poderes mediáticos y el bloque capitalista dominante porque es obvio que no podrá gobernar sin atender a los reclamos de su base social. Un dato que puede parecer una pequeña nota de color pero que no lo es: poco después de las PASO Scioli viaja a Cuba y se reúne durante cuatro horas y media con Raúl Castro; Macri, en cambio, llama por teléfono al Embajador de Estados Unidos, en línea con lo que Wikileaks demostrara que tantas veces hiciera en el pasado. Dirán los “votoblanquistas” que estas son meras anécdotas, pero se equivocan. Remiten a algo más de fondo. Sólo que hay que saber mirar.
Quisiera decir algunas pocas palabras en torno al debate suscitado acerca de la conducta que la izquierda debe seguir ante el balotaje del 22-N. Los sectores identificados con las distintas variantes del trotskismo y algunos independientes se han manifestado de forma rotunda a favor del voto en blanco. Otros, que militamos en el amplio y heterogéneo campo de la izquierda, pensamos que en esta coyuntura concreta -alejada del terreno más confortable e indoloro de los discursos y los papers académicos- el voto por Scioli es, desafortunadamente, el único instrumento con que contamos para impedir un resultado que sería catastrófico para nuestro país, para las perspectivas de la izquierda en la Argentina y para la continuidad de las luchas antiimperialistas en América Latina. Sería bueno que hubiese otro instrumento político para detener a Macri, pero no lo hay. El voto en blanco ciertamente no lo es.
Quienes postulan el “votoblanquismo” señalan que en el balotaje del 22-N se enfrentan dos candidatos de la burguesía que se mueven en la cancha de la derecha, como correctamente señala Eduardo Grüner en su respuesta a la intervención de Mabel Thwaites Rey que disparara este debate. Es cierto, pero eso no quita que aún así esa caracterización general sea de nula utilidad a la hora de hacer política. Porque, ¿no eran acaso políticos burgueses Raúl Alfonsín, Ítalo Luder y Herminio Iglesias? ¿Cómo ignorar las diferencias que existían entre ellos? Tomemos un ejemplo. En un caso, juicio y castigo a las Juntas Militares, con todas sus idas y venidas, y con las contradicciones propias de la política pequeño burguesa del partido Radical; en el otro, autoamnistía de los militares genocidas ratificada por ley del Congreso y desenfreno macarthista a cargo de Herminio y sus patotas, continuando con la siniestra obra de la Triple A.
Obvio, ni Alfonsín ni Luder aspiraban a construir una sociedad socialista, o siquiera a iniciar una transición hacia el socialismo, como recordaba Salvador Allende. Pero, ¿no eran significativas esas diferencias para la izquierda, pese a que todos eran políticos burgueses? Me parece que sí. Ejemplos de este tipo abundan a lo largo de la historia, y sería un ejercicio ocioso traerlos ahora para ilustrar esta discusión. Perón también era un político burgués, al igual que José P. Tamborini, su contendor en la crucial elección presidencial de 1946. Ambos también se movían en el campo de la derecha, pero a pesar de ello había algunas diferencias, nada menores por cierto, que la historia posterior se encargó de demostrar de modo irrefutable.
En la coyuntura actual el indiscriminado repudio al binomio Macri-Scioli adolece de la misma falta de perspectiva histórica y de rigor analítico. Son, sin duda, dos políticos que juegan en la cancha del capitalismo. Uno, Macri, es un conservador duro y radical; el otro, Scioli, se inscribe en una tradición de conservadorismo popular de viejo arraigo en la Argentina. Macri llega a los umbrales de la Casa Rosada apoyado por una impresionante colección de fuerzas sociales y políticas del establishment capitalista local, sin ninguna organización popular que se haya manifestado en su apoyo. En otras palabras, como indica Gramsci, al identificar la naturaleza de una coalición política es preciso conocer, con la mayor precisión posible, la naturaleza de clase y la organicidad de sus apoyos. A Macri lo respaldan todas las cúpulas empresariales de la Argentina, comenzando por la AEA (Asociación Empresaria Argentina) y siguiendo con casi todas las demás; lo apoyan las capas medias ganadas por un odio visceral hacia todo lo que huela a kirchnerismo, la oligarquía mediática, la Embajada de Estados Unidos y es él quien completa, desde esta parte del continente, el tridente reaccionario cuyas otras dos puntas son nada menos que Álvaro Uribe y José María Aznar. No es casual que su candidatura cuenta con el respaldo de las principales plumas de la derecha latinoamericana: Mario Vargas Llosa, Carlos A. Montaner, Andrés Oppenheimer, Enrique Krauze y todo el mandarinato imperial. ¿Y Scioli? Su candidatura ha sido respaldada por los sectores empresariales menos concentrados, las pymes, sectores medios vagamente identificados con el “progresismo”, una multiplicidad de organizaciones y movimientos sociales –inconexos y heterogénos pero aún así arraigadas en el suelo popular- y estos apoyos hacen que suscite una cierta desconfianza de los poderes mediáticos y el bloque capitalista dominante porque es obvio que no podrá gobernar sin atender a los reclamos de su base social. Un dato que puede parecer una pequeña nota de color pero que no lo es: poco después de las PASO Scioli viaja a Cuba y se reúne durante cuatro horas y media con Raúl Castro; Macri, en cambio, llama por teléfono al Embajador de Estados Unidos, en línea con lo que Wikileaks demostrara que tantas veces hiciera en el pasado. Dirán los “votoblanquistas” que estas son meras anécdotas, pero se equivocan. Remiten a algo más de fondo. Sólo que hay que saber mirar.
jueves, 5 de noviembre de 2015
La visita de Raúl Castro a México
Ángel Guerra Cabrera
La visita oficial a México que inicia hoy el presidente de Cuba Raúl Castro, trae a la mente inevitables evocaciones de los estrechos y entrañables lazos que unen a los dos países y culturas a lo largo de siglos. Mérida, capital de Yucatán, a donde llega Raúl, rememora los históricos vínculos que se han tejido entre ese estado mexicano y la isla caribeña a lo largo del tiempo.
Aquí encontraron refugio y amistad grandes cubanos: el eminente poeta y patriota José María Heredia; el héroe nacional José Martí, cuyo “hermano queridísimo” y confidente lo fue el michoacano Manuel Mercado; el ejemplar líder comunista Julio Antonio Mella, y el dirigente histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro, junto a varios sobrevivientes del ataque al Cuartel Mocada y otros futuros integrantes del Ejército Rebelde, entre ellos Che Guevara.
Los mexicanos han bailado y siguen bailando al compás de los ritmos cubanos. El cine mexicano en su edad de oro sentó una impronta indeleble en la cultura de la isla. México es el único país de América Latina que mantuvo relaciones diplomáticas con Cuba cuando Washington intentó aislarla del mundo.
Esto no significa que no haya diferencias entre ambos gobiernos. México enarbola el credo neoliberal, que ha profundizado como pocos países. Cuba mantiene en alto la bandera del socialismo y descarta permitir la hegemonía del mercado.
Sin embargo, México siempre ha rechazado el genocida bloqueo a Cuba y ha sido un partícipe activo en los memorables esfuerzos por la unidad e integración de América Latina y el Caribe encarnados en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños(CELAC) y unió su voz a la de los gobiernos de nuestra región para exigir a Estados Unidos que pusiera fin a su política de exclusión de la isla de los foros regionales.
Al referirse a las potencialidades de la CELAC Raúl ha dicho: Juntos somos la tercera economía a nivel mundial, la zona con la segunda mayor reserva petrolera, la mayor biodiversidad del planeta y con una alta concentración de los recursos minerales globales.
La presencia del mandatario cubano en México en este momento, es no solo un un paso trascendental en el relanzamiento de las relaciones diplomáticas, culturales, económicas y comerciales entre los dos países, iniciado por el presidente Enrique Peña Nieto luego del deterioro que sufrieran posteriormente al infortunado “comes y te vas”(2003).
Es también un reconocimiento de México al papel de Cuba como referente de la unidad latino-caribeña, al eficaz desempeño de Raúl al frente de la isla y a su brillante papel en actividades internacionales, entre ellas la Cumbre de las Américas(Panamá), la Asamblea General de la ONU y su visita a Nueva York, solo este año. México ha expresado su satisfacción por la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, hecho que abona como pocos a la declaración de América Latina y el Caribe como zona de paz, donde toda diferencia ha de solucionarse mediante el diálogo, acordado en la Cumbre de la CELAC presidida por Raúl en La Habana. La negociación por la paz en Colombia que avanza en la capital cubana es un modelo de este paradigma.
Entre Cuba y México hay un futuro promisorio en las relaciones económicas, culturales, políticas y científicas. El comercio bilateral rondará este año 500 millones de dólares, empresas mexicanas tienen 30 proyectos de inversión en la isla, entre ellos 9 en torno al estratégico puerto de El Mariel, atraídas por la nueva ley de inversión extranjera. Con la firma de 24 convenios se reimpulsan los nexos entre las universidades de ambos países.
Fue gracias a la solidaridad de muchos mexicanos y, en especial, al empeño personal del inolvidable general Lázaro Cárdenas, que la promesa hecha por Fidel al pueblo de Cuba pudo cumplirse puntualmente. En el 56 seremos libres o seremos mártires, había sentenciado, ante la urgencia de liquidar a la sangrienta y rapaz dictadura proimperialista de Fulgencio Batista.
El visitante cubano está inscrito en la larga tradición que une las luchas independentistas y por la justicia social de ambos pueblos. De Tuxpan, también en el Caribe mexicano, partieron el 25 de noviembre de 1956 el yate Granma y sus intrépidos expedicionarios hacia la conquista, pospuesta por tanto tiempo, de la independencia y la libertad de Cuba. Raúl era, con 27 años, el jefe del pelotón de retaguardia, después de haber cumplido a cabalidad la misión que le fue encomendada en el ataque al Moncada tres años antes.
La visita oficial a México que inicia hoy el presidente de Cuba Raúl Castro, trae a la mente inevitables evocaciones de los estrechos y entrañables lazos que unen a los dos países y culturas a lo largo de siglos. Mérida, capital de Yucatán, a donde llega Raúl, rememora los históricos vínculos que se han tejido entre ese estado mexicano y la isla caribeña a lo largo del tiempo.
Aquí encontraron refugio y amistad grandes cubanos: el eminente poeta y patriota José María Heredia; el héroe nacional José Martí, cuyo “hermano queridísimo” y confidente lo fue el michoacano Manuel Mercado; el ejemplar líder comunista Julio Antonio Mella, y el dirigente histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro, junto a varios sobrevivientes del ataque al Cuartel Mocada y otros futuros integrantes del Ejército Rebelde, entre ellos Che Guevara.
Los mexicanos han bailado y siguen bailando al compás de los ritmos cubanos. El cine mexicano en su edad de oro sentó una impronta indeleble en la cultura de la isla. México es el único país de América Latina que mantuvo relaciones diplomáticas con Cuba cuando Washington intentó aislarla del mundo.
Esto no significa que no haya diferencias entre ambos gobiernos. México enarbola el credo neoliberal, que ha profundizado como pocos países. Cuba mantiene en alto la bandera del socialismo y descarta permitir la hegemonía del mercado.
Sin embargo, México siempre ha rechazado el genocida bloqueo a Cuba y ha sido un partícipe activo en los memorables esfuerzos por la unidad e integración de América Latina y el Caribe encarnados en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños(CELAC) y unió su voz a la de los gobiernos de nuestra región para exigir a Estados Unidos que pusiera fin a su política de exclusión de la isla de los foros regionales.
Al referirse a las potencialidades de la CELAC Raúl ha dicho: Juntos somos la tercera economía a nivel mundial, la zona con la segunda mayor reserva petrolera, la mayor biodiversidad del planeta y con una alta concentración de los recursos minerales globales.
La presencia del mandatario cubano en México en este momento, es no solo un un paso trascendental en el relanzamiento de las relaciones diplomáticas, culturales, económicas y comerciales entre los dos países, iniciado por el presidente Enrique Peña Nieto luego del deterioro que sufrieran posteriormente al infortunado “comes y te vas”(2003).
Es también un reconocimiento de México al papel de Cuba como referente de la unidad latino-caribeña, al eficaz desempeño de Raúl al frente de la isla y a su brillante papel en actividades internacionales, entre ellas la Cumbre de las Américas(Panamá), la Asamblea General de la ONU y su visita a Nueva York, solo este año. México ha expresado su satisfacción por la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, hecho que abona como pocos a la declaración de América Latina y el Caribe como zona de paz, donde toda diferencia ha de solucionarse mediante el diálogo, acordado en la Cumbre de la CELAC presidida por Raúl en La Habana. La negociación por la paz en Colombia que avanza en la capital cubana es un modelo de este paradigma.
Entre Cuba y México hay un futuro promisorio en las relaciones económicas, culturales, políticas y científicas. El comercio bilateral rondará este año 500 millones de dólares, empresas mexicanas tienen 30 proyectos de inversión en la isla, entre ellos 9 en torno al estratégico puerto de El Mariel, atraídas por la nueva ley de inversión extranjera. Con la firma de 24 convenios se reimpulsan los nexos entre las universidades de ambos países.
Fue gracias a la solidaridad de muchos mexicanos y, en especial, al empeño personal del inolvidable general Lázaro Cárdenas, que la promesa hecha por Fidel al pueblo de Cuba pudo cumplirse puntualmente. En el 56 seremos libres o seremos mártires, había sentenciado, ante la urgencia de liquidar a la sangrienta y rapaz dictadura proimperialista de Fulgencio Batista.
El visitante cubano está inscrito en la larga tradición que une las luchas independentistas y por la justicia social de ambos pueblos. De Tuxpan, también en el Caribe mexicano, partieron el 25 de noviembre de 1956 el yate Granma y sus intrépidos expedicionarios hacia la conquista, pospuesta por tanto tiempo, de la independencia y la libertad de Cuba. Raúl era, con 27 años, el jefe del pelotón de retaguardia, después de haber cumplido a cabalidad la misión que le fue encomendada en el ataque al Moncada tres años antes.