Atilio A. Boron
Días atrás el presidente Donald Trump dio a conocer su proyecto de presupuesto para 2019 que contempla un enorme déficit fiscal (que tratará de trasladarlo a los demás países, sobre todo a los de la periferia) y un presupuesto militar, eufemísticamente llamado de “defensa”, de (716.000 millones de dólares) según informa la cadena CNBC. (Ver: https://www.cnbc.com/2018/02/12/trumps-2019-defense-budget-request-seeks-more-troops-firepower.html). Este monto incluye 24.000 millones de dólares destinados a la modernización del programa nuclear que, en algunos comunicados aparecía desligado del gasto militar, como si se tratara de inversiones para la producción de centrales atómicas.
Estos datos son algunas de las “pos verdades” a los cuales nos tiene acostumbrados el imperialismo norteamericano. “Pos verdad” o fake news –como gusta decir a Donald Trump- porque se oculta la verdadera dimensión del gasto militar de Estados Unidos haciéndoselo aparecer como menor de lo que realmente es en un intento por escamotear ante la vista de la opinión pública el desenfreno militarista de un imperio que debilitado en su hegemonía política, intelectual y moral, como diría Antonio Gramsci, se repliega en sobre sus capacidades destructivas para contener por la fuerza su inexorable declinación en un sistema internacional que ya ha asumido un formato definitivamente multipolar.
Hace muchos años que el gasto militar se convirtió en el principal motor de la economía norteamericana y fuente de fabulosas superganancias para el complejo militar-industrial-financiero que gira en torno a la producción de armamentos. En una suerte de perversa “puerta giratoria” las ganancias de este complejo se transfieren, en una pequeña porción, a la clase política. Sus empresas y lobbies son los indispensables financistas de las onerosas carreras políticas de representantes, senadores, gobernadores y presidentes, prostituyendo definitivamente el funcionamiento de la democracia en Estados Unidos y abriendo las puertas para la constitución de la corrupta plutocracia que hoy gobierna a ese país. Presidentes y legisladores, envueltos en un falso celo patriótico, retribuyen los favores recibidos concediendo jugosas contraprestaciones materiales a las empresas del sector, todo lo cual se traduce en una desorbitada, absurda e innecesaria escalada del gasto militar. Esta corruptela explica que más de la mitad de los miembros del Congreso de Estados Unidos sean millonarios, cuando la proporción de estos en la sociedad norteamericana es de apenas 1.4 %. (http://cnnespanol.cnn.com/2014/01/10/la-mayoria-de-los-miembros-del-congreso-de-ee-uu-son-millonarios/ )
No es de extrañar, en consecuencia, que desde la Guerra de Corea en adelante Estados Unidos no haya conocido un solo año sin tener tropas combatiendo en el exterior. Tampoco lo es que, pese a los optimistas anuncios oficiales, el gasto militar haya aumentado aún luego de la desaparición de quien durante los largos años de la Guerra Fría fuera su enemigo fundamental: la Unión Soviética. En este sentido, la operación propagandística del imperio pregonando los supuestos “dividendos de la paz” como fuente de una renovada ayuda al desarrollo quedó rápidamente al desnudo. Ni se mejoró la asignación de recursos para reducir la pobreza dentro de Estados Unidos ni se los canalizó para facilitar el progreso económico y social de los países de la periferia. Todo lo contrario, la escalada sin techo del gasto militar prosiguió su curso inalterada.
Sorprende entonces la aceptación sin beneficio de inventario de la cifra del presupuesto militar que la Administración Trump anunciara recientemente. Según los cálculos más rigurosos el gasto militar total de Estados Unidos ya traspasó el umbral considerado -hasta no hace mucho como absolutamente insuperable, como una frontera escalofriante- de un billón de dólares, es decir, un millón de millones de dólares, lo que equivale aproximadamente a la mitad del gasto militar mundial. Tradicionalmente la Casa Blanca ocultaba la verdadera dimensión de su exorbitante presupuesto militar y los medios de comunicación del imperio reproducían esa mentira. En el caso actual aquel va mucho más allá de los 716.000 millones de dólares recientemente declarado por la Casa Blanca. Esa cifra no incluye otros emolumentos derivados de la presencia bélica de EEUU en el mundo y que también deben ser considerados como parte del presupuesto militar del imperio. Por ejemplo, la Administración Nacional de Veteranos (VET) que tiene a su cargo ofrecer atención médica a los heridos en combate hasta el fin de sus vidas y de asistir a quienes regresan del frente desquiciados psicológicamente tiene un presupuesto para el próximo año de 198.000 millones de dólares. (https://www.militarytimes.com/veterans/2018/02/12/va-spending-up-again-in-trumps-fiscal-2019-budget-plan/) A esta descomunal cifra hay que agregarle otros dos ítems, con datos muy poco transparentes y disimulados en el presupuesto federal: los destinados a la contratación de “asesores” para misiones especiales (vulgo: mercenarios) y los “gastos de reconstrucción” para ocupar o transitar por áreas previamente destruidas por la aviación o los drones de EEUU. Si se suman todos estos componentes se llega a una cifra que supera el billón de dólares. Para comprobar la irracionalidad criminal de este presupuesto nótese que tan sólo el gasto de la VET equivale a poco menos que el gasto militar total de China, que asciende a 215.175 millones de dólares y que el segundo presupuesto militar del planeta. O con el presupuesto de la Federación Rusa, que es casi tres veces inferior al de la VET: 70.345 millones de dólares; o con el del ultra-enemigo de EEUU, Irán 12.383millones de dólares. ¿Cómo justificar tan fenomenal desproporción? Inventando enemigos, como el ISIS, o dando pie a delirantes conspiraciones acerca del peligro que Rusia, China, Irán o Corea del Norte representan para la seguridad nacional norteamericana. Pero la verdad es que el gasto militar ayuda a mover una economía de lento crecimiento y, sobre todo,alimenta al complejo armamentístico que financia a los políticos que convierte en millonarios. Pese a eso la dirigencia estadounidense insiste en la vulnerabilidad de la seguridad nacional norteamericana y no cesa de mantener a su población sumida en el miedo, un efectivo dispositivo de dominación. Por último, con tal brutal desequilibrio de fuerzas en el plano militar Washington reafirma su vocación de seguir siendo el gigantesco gendarme mundial presto a actuar en cualquier lugar del planeta para poner al capitalismo a salvo de toda amenaza. En cualquier lugar pero sobre todo en Nuestra América, reserva estratégica de un imperio amenazado. La contraofensiva lanzada en los últimos años y la creciente belicosidad en contra de Cuba y Venezuela son pruebas harto elocuentes de esa enfermiza vocación por impedir que la tierra siga girando y congelar la historia en el punto en que se encontraba al anochecer del 31 de Diciembre de 1958, en vísperas del triunfo de la Revolución Cubana. Todos estos esfuerzos serán en vano, pero mientras tanto están haciendo un daño enorme y hay que detenerlos antes de que sea demasiado tarde porque la humanidad está en peligro.
La Isla Desconocida navega en pos de sí misma, la utopía en pos de la utopía, buscándose y hallándose siempre a medias, en mares cercanos a los dominios reales.
miércoles, 14 de febrero de 2018
viernes, 9 de febrero de 2018
Leonardo Padura y James Ellroy: novela negra en Cuba y EEUU, crítica social y doble rasero
Leonardo Padura
James Ellroy
José
Manzaneda, coordinador de Cubainformación.
La 13ª edición del
festival de novela policiaca “Barcelona Negra” convocaba hace
unos días a 106 escritores y escritoras (1), siendo su
“estrella” invitada el estadounidense James Ellroy, Premio
“Pepe Carvalho” 2018 (2).
El
escritor más entrevistado estos días, sin embargo, no era
Ellroy, sino el cubano Leonaldo Padura, cuya proyección
mediática es verdaderamente llamativa (3) (4). Pero al margen
de lo cuantitativo, lo verdaderamente chocante es el
tratamiento periodístico tan opuesto, según se hable del
cubano Leonardo Padura o del estadounidense James Ellroy.
Veamos.
La
historia personal de este último es dura: toxicómano en su
juventud, su madre
fue violada y asesinada (5), y en sus libros encontramos
violencia sin límite, corrupción, brutalidad policial,
crimen organizado y narcotráfico (6). Sin embargo, no
leeremos en reseñas y entrevistas una sola referencia a la
situación social y política de EEUU. Una muestra del
sentido de obediencia del periodismo actual, ya que fue el
autor quien impuso la condición de “no hacer preguntas ni de
política ni de actualidad” para la concesión de entrevistas
(7).
En
contraste, poco
importó a los periodistas que el cubano Leonaldo Padura
lleve años quejándose de que le “pregunten todo el rato por
la situación política cubana" (8). Cada entrevista es
un bombardeo de preguntas sobre el relevo presidencial en Cuba
(9), la emigración (10), la pérdida de valores (11), la
homofobia (12), la desigualdad social en la Isla (13)... El
colmo era, hace unos días, un trabajo en “El Confidencial”, cuya
última pregunta empezaba así: y ahora “terminamos con
literatura”… (14)
Mientras
el estadounidense James Ellroy era presentado como “el perro
diabólico de las letras estadounidenses” (15), el diario
español “ABC” definía a Padura como un “contestatario”, un
“disidente” (16) que representa la “visión crítica y plomiza
de Cuba” (17). Un país –continuaba- que “huele a corrupción y
miseria” (18). La
novela de Padura es “un agudo análisis de la sociedad
cubana”, según “El Cultural”, suplemento del diario “El
Mundo” (19). En contraste, este mismo medio, al abordar la
obra de James Ellroy, nos acercaba a sus influencias
literarias, a su rechazo a escribir en ordenador o a su
gusto por las camisas hawaianas (20). Sobre las
injusticias y crueldades de la sociedad estadounidense,
retratadas en su obra, ni una letra.
Las
opiniones de Leonardo Padura generaba titulares –la mayoría-
acerca de su país (21) (22) (23). Los referentes a James
Ellroy, en contraste, eran sobre su vida o su obra (24) (25).
Identificar los
problemas de los personajes de Padura con los de la sociedad
cubana en su conjunto es ya la tónica general en los medios
(26): “muchos lectores conocen Cuba gracias a los libros de
Padura”, leíamos recientemente en “El País” (27). Su obra es
“el específico retrato de la realidad cubana”, una “crónica
social del desencanto de una generación en la isla”, nos decía
“Televisión Española” (28). Porque el detective Mario Conde,
su personaje, “descubre –leíamos en el diario “La Vanguardia”-
los sueños rotos de la revolución” (29).
Por
el contrario, las novelas de James Ellroy –y del resto de
autores invitados al Festival “Barcelona Negra” (30)- no
reflejan ninguna problemática social, ningún sueño roto. El personaje de las
novelas de Julián Ibáñez, autor español que compartió con
Padura una de las mesas redondas, es Bellón, un buscavidas,
chivato, matón y traficante de Getafe, ciudad al sur de Madrid
(31). Ningún diario español ha insinuado que sus historias,
ambientadas en la sórdida realidad de “puticlubs de
carretera” donde –como leemos- “pululan personajes sombríos
(y) desesperanzados” (32), sean una reflexión crítica sobre
la sociedad española. Sobre Padura –eso sí- nos contaban
cómo “combina las tramas negras con el retrato crítico de (su)
país” (33).
Pero
si hay un tema obsesivo
en casi todas las entrevistas al novelista cubano ese es el
de la “censura” en Cuba (34): “¿ha escrito Vd. siempre
lo que ha querido?” (35), “¿es independiente para decir lo que
quiere?” (36), son preguntas a las que Padura ha respondido
una y mil veces. “Todos
(mis libros) se han publicado (…) en Cuba sin que se les
cambie una palabra” (37), ha aclarado, subrayando que el
Ministerio de Cultura de Cuba le concedió en 2012 el Premio
Nacional de Literatura (38). Nada a lo que ciertos
medios no le puedan buscar una lectura oculta. “La Nación” de
Argentina afirmaba que el “caso” de Padura “es paradójico:
parece estar diseñado para desmentir a la disidencia, (…) como
ejemplo de (…) lo que puede (…) publicar un novelista que
sigue viviendo en la isla y (…) cuestiona hasta la raíz todo
su sistema político” (39).
Y una
última reflexión. Si el
autor de novela negra más conocido de Cuba centra sus
preocupaciones personales y literarias –sean cual sean sus
opiniones- en los valores humanos o en los problemas
sociales de su país (40); mientras uno de los novelistas “estrella” de
EEUU, rehúye cualquier reflexión social (41), hace un canto
cínico al individualismo (42) (43) (44) y defiende con
vehemencia la posesión de armas o la pena de muerte (45), ¿por
qué no leemos en la crítica literaria alguna reflexión sobre
la salud de sus respectivas sociedades?
(8) http://www.huffingtonpost.es/ 2015/04/23/entrevista-a- leonardo-padura-se-lleva-muy- mal_n_7102566.html
(20) http://www.elcultural.com/ noticias/letras/James-Ellroy- No-conecto-con-el-mundo-tal-y- como-es/11723
(21) https://www.vozpopuli.com/ altavoz/cultura/Leonardo- Padura-Cuba-infierno- purgatorio_0_1105390547.html
(44)
http://www.lavanguardia.com/ cultura/20180201/44447156277/ james-ellroy-premio-pepe- carvalho.html