Enrique Ubieta Gómez
Jorge Ángel Hernández es un extraño poeta que en tiempos de postmodernidad pretende narrar el mundo y a la vez, explicárselo; un poeta acostumbrado a exponer sus entrañas, que no “desciende” desde lo puramente teórico para contemplar y etiquetar el devenir caótico de los “mortales”. Su lugar de partida es doble: de una parte, la cultura popular, a la que ha dedicado ya un estudio sobre las parrandas de Vueltas –su pueblo natal–, premiado y auspiciado por la Fundación Fernando Ortiz; de la otra, su visceral introspección de creador, que lo hace transitar por dudas, conflictos, esperanzas, aciertos y derrotas, personales y generacionales.
El libro que presentamos asume los códigos lingüísticos de la Academia, sus conceptos, su seriedad intimidante, pero está transido de pasión: no fue escrito desde la erudición libresca, sino desde la vivencia interior. Jorge Ángel no quiso cerrar los ojos, y aunque nadaba bien, se resistió a ser cómodamente arrastrado por las corrientes mercantiles e ideológicas de moda: su vocación pensante lo tortura, lo coloca de vuelta en los inicios, porque quiere, necesita, encontrar el manantial secreto del que nace el río. Para ello ha tenido que nadar a contracorriente, ante el asombro, la incomprensión o la furia de sus coetáneos. El sentido intelectual que Jorge Ángel anuncia en el título de la obra, es en primer lugar el suyo, el de todos nosotros.
Este no es un libro fácil de leer, porque no fue fácil de escribir. Tendremos que acostumbrarnos a su prosa indagadora –distante de lo narrativo o de lo convencionalmente poético, por voluntad expresa–, como se acostumbran los ojos a un cuarto sin luz eléctrica, es decir, sin luz artificial, porque Jorge Ángel quiere descifrar su relación con el mundo desde “el primer día” y recuperar las formas, los colores originales, que la noche y la luz de neón deforman. Digámoslo sin pudor generacional: la época que nos ha tocado vivir ha sido, es, una de las más complejas y difíciles de la historia moderna, y está llena de trampas. Sortear esas trampas –dogmas de todo tipo, y soluciones dogmáticas–, es la obsesión que define su texto.
Como se verá en el índice, el libro recorre los diferentes círculos referenciales que acosan al creador, al intelectual contemporáneo. Cultura e ideas dominantes, mapas interactivos, contraculturas y subculturas en la aldea global, mercado, resistencia, conformidades y dejaciones, cinismo a la carta, juegos de guerra y paz. Una extensa y bien cuidada bibliografía final nos advierte que la reflexión se sustenta en una erudición implacablemente crítica, ya insinuada en el propio título de la obra, parodia de otro del filósofo alemán Walter Benjamin.
Como no puedo en una breve presentación abarcar todos los tópicos de su indagación, ni sus múltiples provocaciones, prefiero llegar al final de su libro –sin que ello implique contar “el desenlace”, como hacen los malos comentaristas de cine, porque no hay desenlaces unívocos en su libro–, que es el punto donde aparecen con transparencia sus dilemas generacionales. Es en el individuo creador donde se reúnen y estallan los polos de conflicto: la responsabilidad y la libertad, la ética y la estética de la creación, el compromiso y la abulia cínica. Jorge Ángel, sin maniqueísmos ni visiones parciales, retrata opciones y denuncia actitudes. Citaré frases entresacadas –advierto que muchas están marcadas por la ironía–, de ese capítulo final:
– “en los preceptos éticos subyace el peligro de que en dogmas se instauren, por tanto es necesario someterlos a interrogatorio constante”;
– “¡Destruyamos la ética!, yo acotaría de inmediato, inspirado en tentadoras y alucinantes vanguardias. ¡Impongamos la ética del susto creativo, del giro hacia la trasgresión perenne! (…) Pero ella, la ética, prevalece, siquiera como referente transgredido. De manera que a la creación se arriba con una doble predestinación contradictoria: el creador rompe las normas estereotipadas a la vez que la sociedad le exige la responsabilidad ética de llevar a plenitud su herencia identitaria”;
– “No es perdonable la abulia en semejantes tiempos de ejercicio global dominador y el creador que la practica es simplemente un cómplice que mal se refugia en otros avatares. Ignorar que estamos llamados a contribuir con el conjunto de valores que debe mineralizar el terreno de aquellos que inevitablemente se van fosilizando, es en verdad una actitud más grave que la evasión infantilista de un arte por el arte”;
– “El creador crea para decir y dice para comunicar. (…) ¿Es posible, para él, diseñar una ética aprehensiva y comprensiva de la norma hegemónica o, por el contrario, una ininterrumpida trasgresión de esas normas que lo predestinan?”;
– “(…) si no pintas en serie, difícilmente las galerías te coloquen en serio (…) La industria cultural, como necesidad al fin, se ha dejado ganar por el mercantilismo, por el fetiche de su reproducción para el comercio exitoso, y ha puesto en crisis –necesaria también, aunque no en la misma dirección–, los antiguos pilares de la ética”;
– “Los dioses que regresaron del destierro han vuelto sin poder, tal vez agotados por sus luchas internas, saqueados por el ser humano que supo suplantarles su significado. Acarrean, eso sí, la poética de su posibilidad, su virtual realización en la conciencia humana”;
Después de sortear los empedrados caminos de la teoría, Jorge Ángel dibuja las coordenadas de las guerras culturales (siento la tentación de referirme a ellas en singular) emprendidas por la CIA durante la Guerra Fría. Se apoya en revelaciones públicas recientes y en investigaciones serias, como la de Frances Stonor Saunders. Las legítimas dudas existenciales o creativas de Jorge Ángel, se sitúan entonces en un contexto inesperado: el de una guerra desestabilizadora contra cualquier proyecto cultural alternativo al capitalista. El desconocimiento o la ingenuidad, dice, no nos absuelven.
Jorge Ángel no está solo, aunque probablemente su libro sea único en su forma y enfoque. Pertenece a una por ahora pequeña familia intelectual que empieza a reaccionar ante los consensos equívocos de la guerra cultural. Su actividad creativa se expande hasta la blogosfera en una bitácora personal de nombre definitorio: ogunguerrero. El libro Sentido intelectual en era de globalización mecánica, Premio Beca de Creación Bolívar – Martí, es un importante aporte a la construcción colectiva de las nuevas estrategias de resistencia.
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