Palabras en la presentación del libro Cuba: ¿revolución o reforma?
Osvaldo Martínez*
Tomado de La Jiribilla
Comenzaría diciendo que estamos en presencia de un libro importante, lo cual puede ser palabra gastada, pues en presentaciones de libros ha sido pronunciada millones de veces; sin embargo, creo que estas son las palabras exactas para presentar el libro de Ubieta, Cuba: ¿revolución o reforma? Es un libro que va a convertirse desde ya en referente para los revolucionarios que vamos a encontrar en él una magnífica herramienta de combate, y en referente para los que son criticados con altura y respeto por Ubieta, y que le van a dedicar, de seguro, los mas rabiosos ataques, entre los cuales acusarlo de “funcionario” va a ser, probablemente, el más leve de todos. Es un libro del cual quisiera comentar algunos aspectos antes de aproximarme, por razones profesionales, a aquellas partes en las cuales el libro toca temas que me son más cercanos, es decir, la economía. Creo que es, como ha dicho González Patricio y como ha dicho Omar Valiño, un libro de pelea, un libro para la pelea, pero una pelea con ideas, en el cual se atacan no a las personas sino a las ideas, y se lo hace en un lenguaje elegante, pulcro, bien escrito, porque es un libro que produce placer estético. Es un libro que no solo critica, sino que también propone, y es un libro, me atrevería a decir, profundamente marxista, no en el sentido del marxismo del teque, del marxismo del dogma, sino en el del marxismo creador, el marxismo del Che, de Fidel, el marxismo que sin invocar con frecuencia al marxismo, es marxista en su análisis, en su creatividad y en su flexibilidad.
Es evidente que en la lucha entre la Revolución y la contrarrevolución, entre el capitalismo y el socialismo, la victoria estratégica es de quien gana la batalla de la cultura. Yo diría que esta es la idea central desarrollada y recreada a lo largo del libro de Ubieta. Me voy a ver obligado necesariamente a hacer algunas largas citas utilizando este folletón en PDF porque no disponíamos del libro hasta ahora. Quiero comenzar por citar las palabras finales de Ubieta:
“¿Es el socialismo cubano un hecho histórico del siglo XX? ¿Existe un socialismo del siglo XXI que lo relega al pasado para estudio de academias? ¿Fracasó el socialismo cubano? Más de 20 años después de la caída de los otros, Cuba reajusta su economía y busca acomodar sus fuerzas, esencialmente humanas, en un mundo hostil y en circunstancias revolucionarias diferentes. ¿Es obsoleto el concepto de Revolución? No voy a recordar la definición fidelista, que lo ubica en un plano esencialmente ético, tal como lo entiende la tradición cubana. De alguna manera los cubanos parecemos más terrenales ahora, pero nuestros sueños escritos y nuestras realizaciones colosales permanecen intactos. Esta es una Revolución que hizo posible lo imposible, en un pequeño país del Tercer Mundo, permanentemente sometido a un bloqueo económico y a una guerra mediática, con índices de educación y salud del Primer Mundo, Cuba estableció pautas en la relación de sus líderes con las masas, del Partido revolucionario con su pueblo, la actualización —o si se prefiere la reforma de su modelo económico— no es reformista. En la historia de Cuba como hemos visto, el reformismo conduce a la ruptura de lo ético y lo útil. Las guerras militares no pueden emprenderse sin una preparación cultural, el objetivo tiene que demonizarse, tal como se hizo durante décadas a través de la literatura, el cine y la prensa con el socialismo soviético, o con el islamismo y la cultura árabe, para situar dos ejemplos, y son inútiles si no consiguen, previa a la derrota del ejército enemigo, la victoria cultural.”
Quisiera centrar mi comentario en torno a uno de los trabajos que Ubieta incluye en este libro, en torno al proyecto socialista de una nueva individualidad y decir que el fracaso del socialismo en Europa del Este tuvo un componente cultural que todos bien conocemos. El nivel y el estilo de consumo de sus vecinos capitalistas permanecieron como referentes de bienestar en la conciencia social. No pudieron ni supieron reorientar esas expectativas individuales de consumo, que no son criticables en sí mismas, ni las expectativas de ascenso personal, en un sentido no burgués.
“La Revolución en el poder tiende a sumergir el heroísmo individual en el anonimato porque las tareas que enfrenta son gigantescas y solo pueden ser resueltas mediante el apoyo colectivo”, dice el libro. Ahora tenemos una ardua y compleja tarea sobre la cual Ubieta razona y hace algunas propuestas muy interesantes, que abren nuevos caminos de reflexión. Esa ardua y compleja tarea que tenemos, y él lo explica en el libro mejor que lo que yo pudiera hacerlo aquí, es incorporar al pequeño productor de mercancías y servicios, incluirlo en el concepto de Revolución. A alguien cuya posición objetiva no tiende a generar valores socialistas y que además ha sido desestimulado como pequeño productor en el pasado. Aceptar nosotros la legitimidad de sus ganancias, y a la vez impedir su exagerado crecimiento hacia el capitalismo, por vías legales y morales. Incorporarlo en el sistema, es incluirlo en las reglas del juego del sistema, como expresa Ubieta, en lo que es legal o no, y lo que es moral o no. Lo legal, es, yo diría, relativamente fácil, o al menos no tan difícil. Lo moral es un complejísimo reto, en el cual no vale machacar sobre el recordatorio de su anterior ilegalidad, ni tampoco vale presentarlo como eslabón decisivo para salvar la economía, y depositario de un peso o de una importancia económica nacional que no tienen. Se trata, en lo que nos propone Ubieta, de reconocer la iniciativa individual sin que eso signifique estorbar o impedir el crecimiento de los otros en la sociedad, de manera que ayude a sentar las bases de una economía y, lo que es aun más decisivo, de una convivencia socialista. Ahora y en lo adelante, reproducir valores socialistas es y será más complejo y requerirá hacer política —e incluyo los medios de comunicación—, de un modo más creativo y diverso. Ese hacer política, operar sobre las mentes para reproducir valores socialistas, exigirá la ruptura de esquemas gastados, de frases acartonadas, y exigirá la salida de la economía estatal de su letargo, mostrando al fin que, bien administrada, ella puede también ser eficiente y altamente productiva en los sectores y actividades que deciden el rumbo del país.
La reproducción ampliada de la subjetividad socialista no puede ser olvidada, porque sin eso estaríamos hablando solo de eficiencia económica, y el mercado capitalista tiene siglos de experiencia en hundir a muchos y elevar a pocos, para sacar de allí una eficiencia teñida de injusticia social. Reproducir valores socialistas no se logra solo con estímulos salariales, y esto Ubieta bien lo afirma en su libro, ni tampoco borrando esos estímulos salariales o deformándolos, sino actuando con la sutil maestría política que logre que la defensa del interés individual dentro de límites legales y morales sea un interés social aceptado y apoyado por la mayoría de las cubanas y cubanos. La batalla, como dice Ubieta, es ahora individualismo burgués o individualidad socialista.
Y me voy a permitir otra cita del libro.
“Nuestros padres hicieron una Revolución para solucionar grandes problemas colectivos que impedían la realización individual de todos y cada uno de los cubanos. La Revolución debe proponerse ahora una tarea aun más difícil y revolucionaria, en condiciones adversas, de bloqueo y asfixia económica: que la defensa del interés personal sea un interés colectivo. Hay que intentarlo, aunque ninguna sociedad lo ha logrado del todo, porque el socialismo se ha pensado hasta ahora en función de metas colectivas. El reto que debe enfrentar es enorme: no puede ofrecerle al joven grandes salarios pero puede propiciarle una realización espiritual, si sabemos reorientar y fortalecer la espiritualidad social. Un cubano puede aspirar a ser neurocirujano, bailarín clásico, deportista de primer nivel, científico, escritor o músico, sea cual sea su origen social. Puede, sobre todo, ser protagonista de su vida y de la sociedad en la que vive. Puede hacer coincidir el sentido de su vida con el de su sociedad y de su época. Puede ser un ser humano útil. ¿Acaso es poco?”
El socialismo, también lo plantea Ubieta, o es una propuesta cultural alternativa al capitalismo, o no es. Y critica con razón, por ejemplo, al sociólogo alemán Heinz Dieterich —voy a ser tan respetuoso como el mismo Ubieta— cuando nos propone la adopción del patrón de consumo clasemediero que difunde el Primer Mundo como base de un supuesto consenso social en Cuba, y nos aclara el autor que el socialismo no se opone por supuesto al consumo, y que el capitalismo no se nutre del consumo sino del consumismo, que es algo diferente. Igualmente critica Ubieta la utopía reaccionaria contenida en la propuesta de alcanzar, poco a poco, tras cada crecimiento económico, aquel modelo de consumo que el autor alemán considera un patrón universal. Termino coincidiendo con el autor en que el desafío para los cubanos de ahora, es construir, apoyar, desarrollar la individualidad socialista, que incluye y no rechaza la iniciativa individual comprendida dentro de límites sociales y no se reduce a la iniciativa privada, o sucumbimos ante el individualismo burgués. Ubieta nos recuerda que durante 50 años hemos ganado la guerra cultural, a pesar de derrotas parciales, de cicatrices y de errores. No han podido derrotarnos en 50 años. Ahí están las bellas páginas a las que Ubieta llama “La solidaridad o los ángeles guardianes del socialismo”, donde me atrevería a decir que están dadas las bases de una especie de sociología de la “botella”, de ese simple y grandioso ejercicio cotidiano de solidaridad en las duras condiciones de período especial cubano.
Les voy a endilgar otra cita más, la última ya por cierto.
“No sé cómo decirlo sin que parezca una afirmación desmesurada o chovinista, pero casi todos los cubanos que viven en Cuba han sido, es decir, de alguna manera son, héroes. Y ese hecho valida el concepto cultural de Hombre Nuevo. Colocados en otro contexto nacional, sus biografías causarían asombro. Cualquiera de los transeúntes mayores de 40 años que ahora mismo avanza anónimo por la ciudad, pudo haber combatido o alfabetizado en Angola, haber enseñado en Nicaragua o ser un médico internacionalista en uno o varios países de América o de África. Quizá estuvo en cuatro o cinco zafras, en múltiples movilizaciones agrícolas, no por necesidad económica o por carencia de un empleo acorde a su profesión, sino acto de inserción revolucionaria, como aporte individual a la batalla común, o sencillamente enfrentó la austeridad y la adversidad cotidiana del período especial con dignidad y valor. Es alguien que no se rinde, como los personajes de Suite Habana, de Fernando”.
Muchas gracias.
* Economista. Director del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial de La Habana. Diputado.
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