Manuel E. Yepe
Hay cierta similitud aleccionadora entre la reciente VI Cumbre de las Américas, en Cartagena de Indias, Colombia, y la sanción impuesta al venezolano Ozzie Guillén, director del equipo de béisbol Miami Marlins de las llamadas grandes ligas de ese deporte.
En Cartagena, a Canadá le tocó acompañar en la soledad de su aislamiento a Estados Unidos ante una virtual rebelión de los gobiernos de Latinoamérica y el Caribe allí representados contra la los intentos de la superpotencia por imponer dictatorialmente el desconocimiento de los derechos soberanos de los argentinos sobre las islas Malvinas, y la continuación de la exclusión de Cuba de un foro continental creado por Washington que se identifica como "de las Américas".
El Primer Ministro canadiense, Stephen Harper, desempeñó allí el papel que cada año asume en la Asamblea General de Naciones Unidas su homólogo de Israel, Benjamin Netanyahu, al presentarse como único acompañante de la superpotencia en su oposición a la exigencia universal de que sea levantado el bloqueo que hace más de cincuenta años impone Estados Unidos a Cuba por el delito de ser expresión de la posibilidad real de materializar los anhelos de independencia de todos los países atados a la hegemonía imperial.
La soberbia imperial de Washington chocó con la unánime voluntad de los 32 gobiernos latinoamericanos y caribeños participantes, y la VI Cumbre de las Américas terminó, al igual que la anterior, sin una declaración final expresiva de consenso.
De nada le valieron las manipulaciones metodológicas que promovió en el cónclave la delegación encabezada por Barack Obama, que incluyeron censuras y secretos no acostumbrados en encuentros del más alto nivel.
Y es precisamente la intolerancia y la altanería lo que identifica lo ocurrido en la Cumbre de Cartagena con los incidentes que han llevado al borde del desempleo al director de los Marlins de Miami, por diferentes sean las circunstancias y las motivaciones en uno y otro caso.
Según parece, todo comenzó cuando, como director técnico recién contratado de los Marlins de Miami, Ozzi Guillén, expresó a la revista Time a principios de abril: "Yo respeto a Fidel Castro. ¿Sabes por qué? Porque una gran cantidad de personas han querido matar a Fidel Castro durante los últimos 60 años, pero él sigue ahí ". Y eso bastó para dar lugar a una sanción inicial por cinco juegos del equipo y la amenaza de despido que aún pesa sobre él.
Se trata de un episodio más de la cacería de brujas que mantiene viva la industria del odio (hate industry) que protagoniza la llamada extrema derecha cubana del sur de la Florida para justificar su parasitaria existencia, que en última instancia solo es manifiesta gracias a los fondos de los contribuyentes norteamericanos que Washington le aporta "para continuar la lucha por hacer regresar a Cuba a la democracia" y ella se embolsa inescrupulosamente.
El periodista Jefferson Morley, en el sitio Salon.com recuerda en un artículo que titula "Tuvo suerte Ozzie Guillén: Terroristas de Miami no le pusieron una bomba", que hace cinco años, en una entrevista con el Men's Journal, cuando se le pidió a Ozzie Guillén el nombre del hombre más duro que él conocía, éste respondió: "Fidel Castro es un toro. El poder de todo el mundo está contra él y que él sobreviva aún confirma que tiene poder. Su país lo apoya. A dondequiera que va, se extenderá la alfombra roja. Yo no admiro su filosofía, lo admiro a él".
Por su parte, el periodista de origen cubano Norman Chad, radicado en Estados Unidos, publicó un artículo en The Washington Post el 15 de abril en el que afirma que "el verdadero problema de Guillén es el Miami cubano. La combinación de la franqueza de Guillén, la política de Miami, y la arrogancia de los Marlins es lo que ha llevado a que este director técnico, destinado al Salón de la Fama, esté ahora al borde de ser despedido".
Previa aclaración temerosa de que él personalmente siente "un sano desdén" por Fidel Castro, el periodista apunta qué Ozzie Guillén "ni siquiera elogió la política de Castro, simplemente ensalzó su perseverancia".
Y al respecto pregunta: "¿Qué posibilidades de supervivencia le daría usted a un hombre que lleva a cabo una revolución comunista en una pequeña isla a 90 millas al sur del imperio capitalista más grande, más cruel y militarmente poderoso en la historia?".
Habiendo dicho esto, Chad deja al final de su columna periodística y entre paréntesis una nota que dice: ("Espero que ahora no me suspendan a mi, mis próximos cinco columnas").
*Manuel E. Yepe periodista cubano especializado en temas de política internacional.
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