No llevaba mi
cámara fotográfica. Las fotos que vi no fueron tomadas, y ahora tengo que
reconstruir unas pocas y esenciales imágenes en palabras arduamente elegidas, e
insuficientes. Participé en el desfile inaugural de las holguineras Romerías de
Mayo. Habían vaciado las escuelas de niños, los habían colocado, con sus
uniformes escolares, a lo largo del recorrido. Pero no había nada impostado,
ninguna actitud preconcebida. Nadie puede planificar la alegría, el asombro
–inocente, pícaro, casi puro, aunque la pureza no exista–, de los niños. Los
payasos, los teatreros ambulantes, dialogaban con ellos; ellos protagonizaban
el desfile. Cada año, esperan ansiosos ese día. Desfilábamos todos, artistas,
intelectuales llegados de todas partes y vecinos. En una esquina un friqui
estrafalario –una estrella con la hoz y el martillo tatuada en la nuez, uff–, vociferaba: ¡los friquis aquí!, ¡los
friquis aquí! Después vino el espectáculo inaugural: la rumba, el rock duro, australiano
y argentino, el baile folklórico colombiano, el siberiano, el coro infantil
canadiense, las tradiciones de origen haitiano. Y la banda holguinera
Sándalo con una canción que llaman “Joven Cuba” –declaración de fe en la
continuidad de la juventud revolucionaria–, como Guiteras nombró a su organización,
como unos jóvenes matanceros llaman a su blog.
“Soy
continuación /
de tu sonrisa
de joven valiente.
Soy la Joven
Cuba /
aunque en
tiempos diferentes… /
¡Seguiremos
amando las glorias ya vividas! /
¡Yo resistiré!
/
¡Yo no me
rendiré!”
Las Romerías
expresan nuestra diversidad, y también lo que nos une. Eso fue el recientemente
concluido Encuentro Nacional de Blogueros en Revolución, que los muchachos de
La Joven Cuba matancera armaron con esfuerzo y pasión. Creo en ellos, en los
revolucionarios, que son indefectiblemente jóvenes (los que eligen la
publicidad del retorno, son viejos, no importa la edad). Todavía no he dicho lo
mío sobre ese evento, lo haré en otro post.
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