Manuel E. Yepe
El New York Times publicó el 3 de julio un artículo
con la firma de Maureen Dowd titulado “Guerrilla Gaélica” que demuestra por sí
solo el grado de obsesión y pánico que aún provocan en la reacción la imagen, las
ideas y la profundidad con que se inserta el ideario del Che Guevara en los
pueblos, no solo del Tercer Mundo sino también de los países ricos de la periferia imperial.
En el artículo se habla de Bill Cameron, un entusiasta político local del Partido
Laborista, miembro del Concejo de Galway City, población del oeste de la República
de Irlanda, quien nunca imaginó verse involucrado en un conflicto internacional.
La historia, según la cuenta Bill Cameron, comenzó en 1960 cuando el avión en
que viajaba Che Guevara de Moscú hacia Cuba hizo una escala técnica en el
aeropuerto irlandés de Shannon, para reabastecerse de combustible y la estancia
se prolongó algunas horas a causa de una intensa niebla.
Fue en tal circunstancia que el Che visitó brevemente un pub, característico
bar británico, en la población costera de West Clare, cerca del aeropuerto. Allí,
Che fue atendido por un joven cantinero dublinés de nombre Jim Fitz Patrick,
quien dice haberle servido al Che aquella noche una copa de whiskey irlandés y
haber sostenido con él un diálogo que lo impactó vivamente. El líder
guerrillero le dijo que era descendiente de irlandeses y le comentó que sus ascendientes eran Lynches de Galway y que
admiraba a los revolucionarios irlandeses que ayudaron a Irlanda a “sacudirse
las cadenas del imperio”.
Cameron ha estado divulgando y promoviendo la idea de que “el doctor Che Guevara
Lynch” -como le llaman sus seguidores en Irlanda- es “galwegiano”, descendiente
de los Lynches y los Blakes, dos de las 14 tribus originarias de Galway,
importantes familias de comerciantes que en el pasado rigieron la ciudad. Según
Cameron, Patrick Lynch emigró a Argentina a mediados de los años 1700 y se
estableció en Buenos Aires. “Che es parte de la diáspora irlandesa”, asegura
con orgullo.
El artículo del NYT hace notar que la abuela de Che Guevara, Ana Isabel Lynch,
y su padre, Ernesto Guevara Lynch, dijeron en una entrevista en 1969 que “lo
primero que se nota en las venas de mi hijo es que fluye sangre de rebeldes
irlandeses”.
Cameron concuerda: "estoy seguro que el Che estudió las tácticas guerrilleras
del I.R.A., de la misma manera que lo hicieron los rebeldes Mau Mau de Kenia".
Sin embargo, todo empezó a complicarse para Cameron a partir de que propuso la
construcción del monumento en honor de Che Guevara o “nuestro Che”, como lo llama
Cameron, quien, al fundamentar la propuesta, lo calificó de famoso hijo de Hibernia
(Irlanda, para los antiguos romanos).
El pasado año, el Concejo aprobó con su voto la construcción del monumento en
honor del Che y Cameron afirma haber recibido promesas de aportes para su ejecución
de las embajadas de Argentina y Cuba en Dublín. “Estoy seguro que el monumento
atraerá a visitantes de Latinoamérica”, auguró Cameron. El arquitecto Simon McGuiness
y el artista dublinés Jim FitzPatrick –que no es otro que aquel joven cantinero
que en 1960 conversó con el Che en el pub de West Clare- realizaron un proyecto
artístico
tridimensional interactivo del monumento, llamado a constituir un “homenaje
total al hombre, la imagen y el ideal, forjando tres planos en cristal de
diferentes colores con la icónica imagen del Che", según McGuiness.
Cuando la prensa hizo públicos los planes acerca de la construcción del
monumento, “se soltó el infierno”, dice Cameron. En Washington, la
ultrareaccionaria representante republicana por la Florida y presidenta del Comité
de Relaciones Exteriores de la Cámara, Ileana Ros-Lehtinen, enfureció. Le envió
un hosco mensaje al Primer Ministro de Irlanda, Enda Kenny, llamando al Che “asesino
masivo y violador de los derechos humanos”. Se sumó la prensa corporativa a la ofensiva
condenando el “monstruoso proyecto” hasta provocar que el Alcalde saliente de Galaway,
y varios más en el Concejo, se retractaran alegando desconocimiento de las
particularidades del proyecto, lo que determinó su paralización.
Cameron protestó, argumentando que no se debe permitir que Ileana Ros-Lehtinen
y sus locos compinches sureños republicanos vengan, con su agenda miamense-cubana,
a dictarnos como deben ser las cosas en la política de Galway.
Cameron ahora espera que el Concejo de Galaway reasuma prontamente el
proyecto del memorial al Che. “Lo esencial es que se conozca que el Che
llevaba sangre irlandesa en sus venas y acerca de su conexión con Galway”,
concluye.
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