Tomado de http://haciendolascosasmal.blogspot.com
Con apenas una
bomba, el 9 de agosto de 1945 murieron en Nagasaki 70 000 personas. Esas fueron
solo la mitad de las 140 000 que habían muerto tres días antes en Hiroshima.
Cuando cada año
la televisión muestra el ceremonial en recuerdo de las víctimas, todo el mundo
se conmociona. Y respiramos aliviados: que se sepa, ninguna otra bomba atómica
ha sido detonada desde entonces sobre la población civil.
Sin embargo,
muy poco después de la masacre norteamericana en Japón, durante la guerra en
Vietnam, perdieron la vida 830 000 vietnamitas. Eso son casi cuatro veces el
número de muertes registradas entre las dos ciudades niponas.
Y para una
cifra reciente, y peor, se puede acudir a la última invasión norteamericana a
Irak, donde el conteo de civiles asesinados supera el millón de personas.
Con todo, eso
no es nada. Según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación, cada día (¡CADA DÍA!) mueren de hambre y pobreza 25 000 personas
en este mundo. Y esa era la cifra de 2004.
Así de
terrible: cada tres días se repite, silenciosamente, el genocidio de Nagasaki.
Cada diez días 250 mil personas (muchas más que las de Hiroshima y Nagasaki
juntas) son asesinadas por el resto que come y olvida, o come y no se interesa,
o come y lo ignora.
La cifra de
muertes por hambre, en un solo año, equivale al lanzamiento sobre la humanidad
de 65 bombas atómicas como la de Hiroshima, o de 130 bombas atómicas como la de
Nagasaki. Cada año, año por año.
Pero esos
muertos, que son tantos, no tienen jamás un ceremonial solemne, ni nunca los
recuerda la televisión.
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