Si usted quiere desentrañar las razones últimas de un enojo o de un regocijo imperial, no busque las declaraciones de los expertos encargados de justificarlos. Busque las de los autores secundarios, que son arrogantes convencidos de fe. A veces una época se entiende mejor si se estudia el legado de los autores menores; son más simples y más torpes. En América Latina existe un caso paradigmático; extraordinario novelista, al borde de la genialidad, y uno de los más ridículos admiradores del imperialismo. Me refiero obviamente a Mario Vargas Llosa. En temas políticos, Vargas Llosa es un autor menor.
En un artículo publicado ayer en El País de PRISA –uno de los medios beneficiados durante una etapa con la exclusiva de las revelaciones de WikiLeaks, lo que permitía que manipulara la información según sus intereses–, este autor ha volcado su indignación frente a Julian Assange, un hombre (esto seguramente es lo más indignante) que pudo haber sido un héroe del sistema, y se ha convertido en un ícono de quienes lo combaten. Dice nuestro gran escritor y pobre político:
"La popularidad de que goza [Assange] se debe a los cientos de miles de documentos privados y confidenciales de distintas reparticiones del gobierno de los Estados Unidos —empezando por la diplomacia y terminando por las Fuerzas Armadas—, obtenidos mediante el robo y la piratería, que WikiLeaks difundió, presentándolos como una proeza de la libertad de expresión que sacaba a la luz intrigas, conspiraciones y conductas reñidas con la legalidad. ¿Fue realmente así? ¿Contribuyeron las delaciones de WikiLeaks a airear unos fondos delictivos y criminales de la vida política estadounidense? Así lo afirman quienes odian a Estados Unidos, “el enemigo de la humanidad”, y no se consuelan todavía de que la democracia liberal, del que ese país es el principal valedor, ganara la Guerra Fría y no fueran más bien el comunismo soviético o el maoísta los triunfadores."
Según su parecer esas conductas delictivas, esas intrigas y conspiraciones, permitieron que "el principal valedor" de la democracia, en sus palabras, ganara la Guerra Fría. Por eso la oración que sigue a las citadas no intenta responder la pregunta que él mismo ha formulado, "¿fue realmente así?", sino que aboga por la confidencialidad (defiende la ley que los declara secreto, no importa si los hechos que se describen son ilegales) de los documentos. Dice Vargas Llosa:
"Creo que cualquier evaluación serena y objetiva de la oceánica información que WikiLeaks difundió, mostró, aparte de una chismografía menuda, burocrática e insustancial, abundante material que justificadamente debe mantenerse dentro de una reserva confidencial, como el que afecta a la vida diplomática y a la defensa, para que un Estado pueda funcionar y mantener las relaciones debidas con sus aliados, con los países neutros, y sobre todo con sus manifiestos o potenciales adversarios."
Su discurso defiende la legalidad del sistema y aprueba su quiebre si se hace a favor del sistema. Vargas Llosa no es un defensor de la legalidad, es un defensor del imperialismo. Se reclama o se desecha la ley en función de las necesidades del sistema; ser antisistema (anticapitalista, antimperialista) es claramente ilegal. Por eso se atreve a preguntar:
"¿No es curioso que WikiLeaks privilegiara de tal modo revelar los documentos confidenciales de los países libres, donde existe, además de la libertad de prensa, una legalidad digna de ese nombre, en vez de hacerlo con las dictaduras y gobiernos despóticos que proliferan todavía por el mundo?"
Digámoslo de otro modo, si Assange se hubiese dedicado a violar la seguridad informativa de los más de sesenta oscuros rincones del mundo –como calificaba Bush Jr. a los países pobres que no se subordinaban a sus intereses–, hubiese sido un héroe. Estoy seguro que hubiese recibido los mayores elogios del mismísimo Premio Nobel de Literatura y que PRISA, gustosa, le hubiese concedido un premio. Y hablando de premios, creo que Yoani repitió más o menos los mismos argumentos de la prensa trasnacional (que son los de Vargas Llosa ha expuesto con torpeza), contra Assange y contra Ecuador, ¿por qué los premiados siempre repiten los argumentos, línea por línea, de los encargados de premiar?
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