Enrique Ubieta Gómez
Hecho
en casa, pero no para la televisión. El dúo no se preocupa,
hay maneras diferentes de hacer circular un video clip y recuperar con creces
la inversión. Esta vez, la apuesta es más fuerte: en el prostíbulo donde se
recrea la historia musical, las imágenes eróticas coquetean con la pornografía.
Ellos llegan en un auto de lujo, el “dueño” del prostíbulo, bien vestido, los
recibe e indica a sus muchachas con un golpe de mano que son clientes importantes.
Empieza la fiesta. Mientras lanzan el dinero al aire, o muestran fajos de
billetes en las manos, El Chacal y Yacarta dicen al ritmo de reguetón: “ando
solo con 50 de a 100, no es mucho, pero para empezar yo creo que está bien, yo
creo que está bien”. Las muchachas bailan insinuantes y se desvisten. El video
se vende en la calle y circula de computadora en computadora.
La
vida puja por parecerse a la ficción. A la entrada de un centro nocturno, donde
los clientes aguardan en cola para entrar, ha pedido el último un importante
instrumentista cubano, cuyo arte no tiene la misma demanda, ni aporta los
mismos dividendos. El portero lo ha visto, y le ha dicho que espere, que lo
hará pasar en cuanto pueda. Pero llega un reguetonero de moda con sus cadenas
de oro, dos amigos y varias muchachas bonitas y vacías de mente. No hay
alfombra roja ni paparazzis con cámaras indiscretas (¡qué pena!, ¡este
subdesarrollo!), pero suben los peldaños de la breve escalera como triunfadores,
entre miradas de admiración y envidia, y las puertas del centro se abren de par
en par. Aparte del músico reconocido, pero de menor estatus económico, nadie en
la cola sabe quiénes son los demás que esperan, ni se lo preguntan.
Los
reguetoneros no son los únicos que se esfuerzan por demostrar que “tienen
dinero”, es decir, poder. Tener dinero sustituye o enmascara la demostración de
que se tiene talento. Si tienes dinero, se supone que tus canciones se escuchan,
que eres bueno. La fórmula, claro, es sospechosa –la mayoría de estos “triunfadores”
son estrellas fugaces, intrascendentes; que un tema se escuche no significa que
sea bueno–, pero funciona. Los salseros también quieren demostrar “que tienen”.
Algunos atletas campeones olímpicos y mundiales creen que nadie los tomará en
serio si no llevan puesta una gruesa cadena de oro. La consigna es tener, y el
verbo ser se relega a espacios inferiores, se contempla con lástima: el pobre,
es, pero no tiene.
Dos
concepciones de la vida en pugna: la que prioriza el tener (que es la capitalista)
y la que prioriza el ser (que es la socialista). En el sistema “de enfrente”, lo
relevante no es el personaje que ha interpretado un actor, si Hamlet o Rambo, sino
la cuantía del pago recibido. Si usted hereda varios millones de dólares, y se
dedica a gastarlos, tendrá la portada de las revistas del corazón. No se supone
que el socialismo se construya sobre el sacrificio –no se supone que el
socialismo se construya en una isla sin recursos naturales, pobre y bajo
hostigamiento económico y mediático–, pero la apuesta es diferente: el individuo
alcanza su realización según el tamaño de su servicio público. La fórmula, no cumplida
aún, es “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según su trabajo”.
Un
estudiante de magisterio me preguntaba en cierta ocasión, con un hilillo de voz
que evidenciaba confusión e inseguridad: “pero profe, ¿y no se puede ser… y
tener?” Desde luego, respondí, y reímos todos. Uno debiera tener según lo que
es, pero el sentido de la vida en el socialismo lo determina el ser. Cuando una
persona que es, y tiene, llega, nadie nota lo segundo. Por lo común, aquel que
necesita mostrar que tiene, no está seguro de lo que es o no le importa. Es un
problema de prioridades. No rechazo la ropa que está de moda, cara y de marca; si
es cómoda y bella para quien la usa, es perfecta. Para gustos, colores. El
dilema es otro: hacernos servir por los objetos que adquirimos, o servir a los
objetos; que ellos existan para hacernos la vida más cómoda y bella, o vivir
para ellos, lo que implica vivir para mostrar lo que tenemos. Que una sonrisa
inteligente diga más de nosotros que una cadena de oro. Esa es la verdadera
batalla, sutil, encubierta, definitoria, entre el socialismo y el capitalismo.
El
video musical que describía al inicio de mi texto reproduce burdamente los
valores del capitalismo. Y no es el único. Los que suele trasmitir la
televisión, no tienen escenas eróticas como las de aquel, pero recrean todos
los paradigmas del tener (carro de lujo, chicas “perfectas”, trato de magnate).
Alguien me dirá: son los estándares de la moda internacional. Si quieres hacer
un video que se venda “afuera”, tienes que ajustarte a ellos. Dije que se
venda, y la palabra repica como si hubiese martillado una campana. El
socialismo intenta producir y reproducir valores alternativos. La contracultura
que se genera en el capitalismo, por ejemplo, es esencialmente socialista. La
cultura popular, no populista, también. Pero cuando el mercado las penetra, las
desvirtúa. El Visitante, de Calle 13 (Puerto Rico), de origen reguetonero, un
muchacho sencillo y talentoso, me decía recientemente: “La música de verdad, la música que sale del corazón y que se está
haciendo sin ningún interés al final triunfa sola, aunque tome cinco años, diez
años, veinte años, treinta años, cuarenta años… eso solo va a salir para
arriba. Pero si tú estás pensando en la música como un medio para lograr algo y
te desgastas en pensar en cosas que no son importantes, si estas pensando desde
el principio en el dinero, no brother, puede que tengas un golpe de suerte y en
un momento te vaya bien, pero eso no va a durar para siempre.”
La
ideología –léase, en un sentido más amplio, la cultura– dominante, es la de la
clase dominante. Una ecuación sencilla: la clase dominante hoy, en el mundo, es
la burguesía. Hay personas en Cuba que aspiran a que regresemos a “la
normalidad”, es decir, al vivir solo para tener. Nuestra normalidad es otra, y
no se defiende con discursos. Hay estudiantes universitarios que llevan el
pelado de Yacarta; si les gusta el corte, está bien, lo peligroso es que, más
allá del seguimiento a sus composiciones, asuman su conducta como referente. El
Chacal y Yacarta hacen su trabajo, probablemente sin la menor conciencia de sus
implicaciones. ¿Hacemos nosotros el nuestro?
Enrique,
ResponderEliminarYo estoy seguro que tú no ERES tan buen cantante de reguetón como esos que mencionas arriba. Simplemente tienes tu escala de valores y el cantar reguetón te parece ser una porquería y al que lo canta un mediocre que no se merece lo que tiene... Acuerdate que hubo gente que pensó lo mismo sobre el danzón... Pensaba decir "salvando las distancias", pero no quiero darte ese gusto... Probablemente a Silvio Rodríguez también lo hubiesen dejado pasar... El problema está que entre tu postura y llegar a un gulag no va más que un paso de hormiga. Es el peligro que corremos cuando la ética se convierte en guía de mundo. Hay quienes deciden imponerle "su ética" a los otros, como si existiese UNA ética... Pero el UNO no existe.
Francisco: Has leído mi texto de forma torcida. No soy enemigo del reguetón, de hecho Calle 13 surgió del reguetón y disfruto de sus composiciones. Que me guste o no el reguetón como género es irrelevante. No hablo del género, y no sé cómo se te escapa eso, sino del comportamiento ostentoso de ciertos reguetoneros y de los valores capitalistas que reproducen muchos de sus videos. Como tampoco soy enemigo de la llamada salsa –bailo aceptablemente bien el casino–, y mucho menos de nuestros campeones olímpicos. Hablo de actitudes humanas, no desde una Moral intachable, que no existe, sino de un sistema de valores anticapitalistas, anticonsumistas, que reivindican al ser humano. Tu lo sabes, así que no enredes el análisis con presunciones descabelladas.
ResponderEliminarExcelente texto que desnuda una realidad que, lamentablemente, se viene construyendo hace algún tiempo ante nuestros ojos y que con más o menos frecuencia se cuela por los caminos
ResponderEliminarde la promoción de espacios televisivos cubanos.
Teniendo la posibilidad de decidir aquellos materiales que mejor reflejen nuestra realidad y sirvan para educar a las nuevas generaciones, sucede que vemos en pantalla videos musicales (y pudiéramos agregar series, telenovelas, dramatizados, y largos etc) que reflejan modos de vida que nada tienen que ver con la sociedad que construimos.
Ni hablar de lo que ocurre en las "transferencias mediáticas" que circulan libremente (al final cada cual es dueño de ver lo que le parezca) por campos y ciudades de Cuba.Una preocupante costumbre, a falta de propuestas más acabadas en circuitos oficiales, nos llena de cuanta basura se filma en las televisoras de Estados Unidos(fundamentalmente).
Coincido con Enrique en sus argumentos. El socialismo no pone a guerrear por el dinero
ganado honradamente con esfuerzo propio o colectivo.
Tampoco pretendo atacar a los reguetoneros pues salvo contadísimas excepciones su fama efímera se devanecerá cual espuma artificial dejando detrás una enorme influencia negativa
en las nuevas generaciones. Lo que es cuestionable es que ellos mismos permitan que asocien su forma de ¿comunicar? con los valores que promueve el TENER como base para la construcción del capitalismo.
Finalmente, respondiendo su pregunta de cierre, no estamos haciendo en todo lo necesario nuestro trabajo. Mañana pudiera ser demasiado tarde para darnos cuenta que esta clase de materiales nos aleja cada vez más de la fuerza que tiene para nosotros el SER, por encima del TENER.
Reflexionando sobre tu trabajo "Ser o Tener" me salió esto. Las personas debieran valorarse recíprocamente por la utilidad de la virtud. El ser siempre por encima del tener. Los objetos fetiches no pueden definir a las personas, pues ellas valen por sí mismas, por sus valores y actitudes ante la vida. Después de satisfechas las necesidades básicas del ser humano, la preocupación de éste por lo material debiera estar concentrada en como lo material puede contribuir en algún sentido a su crecimiento espiritual y el de los demás. Hay personas que tienen mucho y no valen nada como seres humanos, pero es triste ver como la pobreza espiritual de otros los hacen valer por lo que tienen y no por lo que son. Tanto unos como otros, se convierten en esclavos de las cosas. Ellas moldean el sentido de su vidas, cuando simplemente debieran ser medios para la existencia, no el fin de la existencia misma. El capitalismo ha tenido éxito al trabajar no en función de satisfacer las necesidades de la gente, sino en fabricar continuamente estas necesidades a partir de nuevos objetos. No crea mercancías, sino sueños esclavizantes.
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