De conjunto con
las elecciones presidenciales y estaduales en los Estados Unidos, se produjo
hoy en Puerto Rico un referendo de opciones políticas sin carácter vinculante:
la anexión, el mantenimiento del Estado Libre Asociado (colonial) o la
independencia. Durante décadas la opción mayoritaria ha sido la intermedia, la
explícitamente colonial, pero esta vez el resultado de la consulta fue
diferente. Una minoría, que aparece ahora como mayoría, apoya la anexión, y una minoría que aparenta ser cada vez más exigua, exige la independencia. Con la anexión, los puertorriqueños pasarían a ser
estadounidenses, como lo son los californianos o los floridanos, sin que el
origen cultural sea más importante, desde cualquier perspectiva, que el de los
chinos o los italianos en sus respectivos barrios urbanos. La lengua inglesa
adquiriría carácter obligatorio. De este modo los boricuas tendrían
representantes en el Senado y el derecho a votar y a ser elegidos en elecciones
presidenciales, además de grandes ventajas económicas. La elección del estatus colonial
podía parecer paradójica, pero era un acto de negación, no de sumisión; los
puertorriqueños no querían ser estadounidenses. El medallista olímpico boricua Javier
Culson, lo acababa de decir de forma clara: “no quiero que mi bandera
monoestrellada, se pierda entre 50 más”.
Queda por hacer
la otra pregunta: ¿por qué el sentimiento nacionalista no se expresa a favor de la
independencia?, que debemos complementar de esta manera, ¿qué ganarían los
boricuas de conseguirla? Utilizo con toda intención un verbo ajeno a los
valores patrióticos: ganar. Creo que la independencia nacional no es un valor
en sí misma, es un medio, un camino. Los seres humanos aspiran a la mayor porción
posible de felicidad, y la independencia de sus naciones es un acto de
reivindicación de derechos y de apertura de posibilidades. En los albores del
capitalismo, el Estado Nación fue la opción más adecuada para la burguesía, la
clase entonces más revolucionaria: una lengua, una moneda, un territorio, tradiciones
comunes, en fin, un mercado relativamente homogéneo. El sentimiento
independentista surgió en América Latina cuando el colonialismo, en lugar de
ser fuente de progreso, se convirtió en obstáculo para el libre desarrollo de la
incipiente burguesía criolla. Los límites impuestos a la felicidad se
convirtieron en afrentas a la justicia: la independencia destruía los
privilegios del opresor-extranjero y reestablecía la justicia, en la misma
medida en que la deposición de la nobleza, había abierto el camino a la justicia
burguesa en las metrópolis. La independencia nacional o es un camino, una
puerta para alcanzar algo, o es nada. Claro que expresa una identidad. Los
puertorriqueños, después de 114 años de control estadounidense, se aferran a
una lengua, a una cultura, a una identidad que no ha podido ser vencida. La
identidad genera sentimientos de pertenencia. Para los burgueses puertorriqueños
cuya riqueza depende del capital estadounidense, no existen “sentimentalismos” nacionales.
En el mundo de hoy, la independencia de una nación pobre, sin burguesía
nacional, tiene sentido solo si es para construir una sociedad alternativa a
la capitalista. De lo contrario, ¿a qué podría aspirar?, ¿a un neocolonialismo
con igual o mayor pobreza? De hecho, las colonias que alcanzan la independencia
a partir de la segunda mitad del siglo XX, al contrario de lo que sucedía en el
XIX, subvierten de facto el orden capitalista; por eso el movimiento
anticolonial –y cualquier pretensión antineocolonial– del siglo XX, fue
duramente combatido por el imperialismo. Ello crea una contradicción difícil de
superar: los revolucionarios puertorriqueños no pueden enarbolar el socialismo
cuando la tarea primaria es la independencia, pero no pueden enarbolar la
independencia si el horizonte es el capitalismo dependiente y subdesarrollado
de las naciones vecinas. José Martí, que ya no representaba a la clase de ricos hacendados que inició la contienda en 1868, desechó cualquier idea de lucha de clases
en el proceso de conquista de la independencia nacional, pero siempre habló de la
Revolución que se haría después de alcanzado el poder, y creó el Partido
Revolucionario, como instrumento político para alcanzar esa independencia y
proseguir la lucha por las transformaciones internas.
La independencia
nacional es el marco imprescindible de un proyecto alternativo. No existe
unidad nacional sin proyecto alternativo de Nación. No existe proyecto alternativo sin
soberanía. Si el proyecto se desdibuja, los sentimientos patrióticos merman, o
se convierten en “paisaje”, en una frase folklorista. “El amor madre a la
Patria, no es el amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras
plantas”, escribía Martí en Abdala. Lo
que me ata a Cuba no son las palmas, es el socialismo, aunque ame las palmas.
Por eso se dice con razón que la Revolución de 1959 posibilitó la unidad
nacional, y elevó a los cubanos a la condición de sujetos de la historia. Aspiramos
sin embargo a la unidad latinoamericana, a la unidad futura de todos los
pueblos. Los límites nacionales son históricos, y los debe romper el
internacionalismo de los pueblos, no la trasnacionalización del Capital.
Quiero
finalizar esta reflexión con unas palabras de Visitante, de Calle 13, el dúo
boricua, expresadas a la revista La Calle del Medio: “de repente prendes el
televisor y está MTV bombardeándote de información, pero yo creo que todo el
mundo está expuesto a eso. Vas a España y ves un concierto de música
norteamericana. En Puerto Rico eso es lo que más abunda, como colonia que
somos, no tenemos otras posibilidades. Yo estaba hablando con Diana de lo
complicado que es para Puerto Rico la condición de colonia, porque ahora mismo,
en la CELAC nosotros no teníamos representación como país latinoamericano. Yo
me siento latinoamericano, yo hablo español, yo tengo la influencia del tambor
igual que la tienen ustedes, con otra vuelta, con otra onda, pero está ahí. Yo
me siento más cerca de abajo que de ningún otro lugar. Entonces tampoco tenemos
representación en el Congreso de los Estados Unidos porque somos un territorio
no afiliado, somos una finca, una finquita ahí… tierra de nadie.”
¿Cuál
debiera ser la solución?
”Yo pienso que deberíamos tener la independencia. Es algo para lo que la educación es súper importante. En Puerto Rico hay que invertir en la educación, hay que meterle a eso. La mayoría no ve la independencia como una opción. De alguna manera uno se siente abandonado. No somos parte de ningún gremio latinoamericano, pero tampoco en los Estados Unidos te quieren. (…) En mi país hay mucha desinformación. En la escuela no se enseña Historia Latinoamericana. Creo que la comunicación entre los latinoamericanos es muy importante, podemos aprovechar mejor los valiosos recursos que tenemos. Puerto Rico pudiese ser de los más beneficiados con eso, de que se unan y de alguna manera nos sirvan de apoyo, porque la verdad es que no tenemos ninguna ayuda.”
”Yo pienso que deberíamos tener la independencia. Es algo para lo que la educación es súper importante. En Puerto Rico hay que invertir en la educación, hay que meterle a eso. La mayoría no ve la independencia como una opción. De alguna manera uno se siente abandonado. No somos parte de ningún gremio latinoamericano, pero tampoco en los Estados Unidos te quieren. (…) En mi país hay mucha desinformación. En la escuela no se enseña Historia Latinoamericana. Creo que la comunicación entre los latinoamericanos es muy importante, podemos aprovechar mejor los valiosos recursos que tenemos. Puerto Rico pudiese ser de los más beneficiados con eso, de que se unan y de alguna manera nos sirvan de apoyo, porque la verdad es que no tenemos ninguna ayuda.”
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