Enrique Ubieta Gómez
Se inaugura hoy el Festival de Poesía, en la Feria del Libro de Buenos Aires. Junto al poeta cubano Jesús David Curbelo, tomo el pequeño bus que llevará hasta el recinto ferial a los autores que se hospedan en el hotel. No es cualquier hotel: una tarja y numerosas fotos recuerdan a su más ilustre huesped, Federico García Lorca, fusilado por republicano, poeta y homosexual en la España que caía bajo las botas de la variante abiertamente fascista del capitalismo. Buenos Aires vive días tensos. Los noticiarios hablan de una huelga indefinida de choferes de autobuses interprovinciales. Y el clima parece enfadado; todo el día llueve y un ligero frío otoñal envuelve los ánimos. Los poetas son poetas y llegan coquetos y desasidos. El mundo necesita de poesía, ellos lo saben. Se me ocurre decir que hay una sonrisa beatífica que ensayan los sacerdotes, y una inspirada que adoptan algunos poetas. Unos y otros suelen usarla más, paradójicamente, cuando se encuentran entre ellos, en el gremio. Es una muestra externa de competencia profesional. Muy cerca del hotel, en el Congreso Nacional, el tráfico se paraliza. Me desespero. Son cientos los carros detenidos. A empujones, el bus avanza. Hasta que damos con la causa: una manifestación de airados trabajadores. No sé qué reclaman. Pero llegamos, siempre se llega. Nos espera el embajador de Cuba y con él, pasamos a saludar a Graciela, la mujer que lleva sobre sus hombros la organización y el sostenido crecimiento de una de las Ferias del Libro más grandes de la lengua española. En el escenario, el ministro de cultura de la ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi, del derechista gobernador Mauricio Macri. Dos, tres palabras de autoelogio de Lombardi y aparecen unos jóvenes actores que visten batas blancas ensangrentadas. Interrumpen al ministro, lo insultan: hace apenas unas semanas la policía del gobierno de la ciudad disparó contra los médicos y enfermeros que protestaban en el hospital Borda, con un saldo de 32 heridos. ¿Eso es poesía?, dicen. Es el gobierno del ministro Lombardi, el mismo que firmó recientemente la liquidación de una Escuela de Formación de Actores en la sala Alberti del emblemático Centro Cultural San Martín. ¿Por qué? Se privatiza el teatro. Los jóvenes insurgentes quebraron la "paz poética". El ministro, paralizado, no sabía cómo comportarse. Dijo al final unas palabras más que nadie escuchó y se fue. Todavía se escucharon los chiflidos de los muchachos que lo esperaban afuera. Graciela, la maga de la Feria, se sobrepuso y recordó que el Festival también se dedica a José Martí en su 160 aniversario. Entregó además un diploma a la Embajada cubana por su apoyo sostenido a la Feria. Dos actores, Julieta Ortega y Esteban Beloni recitaron poemas del más grande creador de Cuba y uno de los mayores de América. Pero Esteban, joven también, no pudo resistirse y dijo: "no podemos desconocer lo que ha sucedido aquí. Yo apoyo el Festival de Poesía, pero también apoyo a los manifestantes". Entonces recitó un largo y poco conocido poema de Martí, que en su iracunda voz parecía escrito para la ocasión. Ah, la vida..., ah, la poesía. ¿Para qué entonces sirve esta última? Martí nos enseña para qué sirve la poesía.
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