E. U. G.
Caídos los Industriales, sigo la pelota "desde las gradas", aunque de vez en vez las buenas jugadas o la pasión de los otros me arrastre al terreno. No puedo dejar de sentir pena por el público espirituano que se llevaba el triunfo de su equipo en el bolsillo, y un ladrón se lo sacó en la puerta de salida. No se reivindican los peloterazos de Sancti Spíritus, ni siquiera cuando Yuliesky conecta jonrón de dos carreras. Sobran los detractores de Víctor Mesa, pero Matanzas está jugando como en sus mejores momentos lo hace Industriales: con el corazón en las piernas y en los brazos. Todos son ya matanceros, incluido Víctor y el viejo Benavides, que se lanza en pos de la pelota como si tuviese veinte años. Pero ahora es cuando es. Ninguna final hubiese tenido el sabor que tendrá esta: Matanzas vs. Villa Clara. No se puede ignorar el hecho de que Víctor es villaclareño, y como mentor de aquel equipo nunca alcanzó el título. Ahora se lo va a disputar al equipo que dirigió durante años. Tampoco, el probable deseo de Pestano de vencer a Víctor en el terreno. No quiero personalizar, pero es inevitable. Villa Clara es mejor equipo, hombre a hombre, y tiene pedigree. Pero en términos militares, en un ejército. Matanzas es una guerrilla, tiene que dar y retirarse, bailar en el ring. En los dos últimos años ha venido de menos a más, a mucho más. Pasiones sobrarán en este duelo. Y eso no es malo. Creo que al final todos bajaremos al terreno. No estoy amarrado a ninguno de los dos equipos, y el comportamiento de cada jugador definirá mi posición. Pero ahora mismo, me siento más identificado con los matanceros, que recibieron a sus peloteros este fin de semana como héroes.
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