Enrique Ubieta Gómez
Esas cosas tiene la vida. El encontronazo entre el ejército de Villa Clara y la guerrilla de Matanzas fue favorable al primero, que no se conformó con su armamento convencional y puso el corazón desnudo en el terreno. Un ejército con espíritu guerrillero. Había una diferencia en las motivaciones, y eso a veces es decisivo: Matanzas no tenía cuentas pendientes con Villa Clara, pero ésta sí las tenía, con su público y en parte, con su ex manager. Perder la serie y el torneo, frente al ex manager que llegaba con un equipo teóricamente más débil, podía interpretarse como la confirmación de que un virus de inmunodeficiencia hereditaria se había apoderado de las provincias centrales. Como Sancti Spíritus, tan lleno de estrellas y tan sin luz. ¿Qué decir de Pestano? Melodrama del bueno, Hollywood querrá comprar la historia. ¿Por qué el ICAIC no se adelanta y la filma?
Hay oportunidades que se toman, o se lloran. Pestano tiene nervios de atleta, no es de números al bate, es de gradas. Y la tomó. Antes, le quitaron una carrera a Matanzas, cuando el corredor burló al mejor receptor del país y sin embargo, el juez decretó el out. Una decisión arbitral pésima, una más. Pero la pifia no decidió el juego, lo hizo el propio receptor burlado, con su enorme jonrón de bases llenas. La venganza es dulce, dicen, y Pestano se la bebió a sorbos, enfebrecido.
No soy de los detractores implacables de Víctor. Respaldé su derecho a conformar como manager el equipo que mejor se ajustaba a su visión. Pestano y Víctor se parecen mucho. Son dos cabezones. Y en un equipo a veces solo cabe uno. También son grandes los dos. Si Víctor hubiese estado al bate, con las bases llenas, quizás la habría sacado del parque. Pero los "hubiese" y los "quizás" no valen. Víctor ya no sale al terreno como jugador, tiene que esperar por los otros. Matanzas reaccionó, pese a todo, frente a un Jonder Martínez inmenso que necesitaba el corrientazo de una puja de honor, para volver a ser él. Y el juego se cerró. Pero la maquinaria naranja ya era imparable, y la ventaja, con su puntillazo, fue definitiva.
Júbilo en el Sandino, en Villa Clara, después de 18 años de espera, justo un 18 de junio. Matanzas, que el año pasado saltó de posiciones sotaneras al tercer escaño, esta vez obtuvo el subcampeonato. El final no pudo ser más emotivo: René González, el héroe de todos los cubanos, en representación de los Cinco, con su pulóver villaclareño de campeón –con su cubana sonrisa de campeón–, entregó el trofeo a los ganadores. Villa Clara será Cuba en la próxima Serie del Caribe. Y si juegan así, como jugaron esta vez, pueden llevarse el triunfo que todos anhelamos.
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