Correo del Orinoco
Enturbiar el agua para que las personas se paralicen, duden sobre qué camino seguir y deban esperar a que se “aclaren” las ideas. Esa sería una de las estrategias de Estados Unidos y de la derecha en América Latina, y especialmente en Venezuela, según Raúl Zibechi, escritor y activista uruguayo.
Zibechi -quien visitó Venezuela esta semana para participar en el foro-debate China y Brasil en la nueva geopolítica latinoamericana y Alternativas al Capitalismo/Colonialismo del siglo XXI, organizado por la Fundación Rosa Luxemburg, el Foro Social Mundial Temático Venezuela y el Celarg- lo compara con una pecera en la que no se ve nada.
-¿La derecha está apostando por la confusión en el continente?
-Sin ninguna duda. La derecha está apostando por la confusión en el continente.
-¿Qué quiere confundir?
-Quiere confundir básicamente a los sectores populares. Si yo creo un movimiento reaccionario, y le pongo un nombre revolucionario; si yo creo un aparato desde arriba y le pongo el nombre de movimiento… Cuando un sector popular se confunde, todo un periodo histórico largo está perdido. Una generación nueva tiene que venir. La derecha en el continente apuesta por confundir, por encubrir la militarización de las sociedades con búsqueda de seguridad, aunque la militarización aumenta la inseguridad. Después de la derrota de Vietnam, Estados Unidos tomó decisiones estratégicas, que no comunicó y que vamos conociendo de a poco.
Zibechi recuerda que las tropas estadounidenses no combaten en tierra. “¿Quién combate en tierra? Los afganos, los sirios. Ellos bombardean. Ha hecho un hiperdesarrollo de la fuerza aérea para no ensuciarse las manos en el terreno. Además, en el terreno pierden”, describe. Los drones forman parte de esa política de “no arriesgar”, enfatiza.
Hay otras estrategias imperiales, además de la confusión: “La agresión militar; el ahogo económico, que lo hace mucho la burguesía local”, y “un juego con los tiempos muy perverso”. Ser Gobierno desgasta, y el manejo de los tiempos “en situaciones de ahogo económico, de acoso permanente, es como lo que sucede con el torturador y el torturado”; es “un cálculo de laboratorio muy sofisticado”. Según Zibechi “la guerra de baja intensidad es de baja intensidad para quien la ejecuta; para quien la sufre es de altísima intensidad”.
-¿Hay guerra de baja intensidad ahora contra nuestra región?
-Sin lugar a dudas, y contra Venezuela particularmente. Hay varios escenarios a la vez que se van dibujando. Contra Venezuela hay una guerra de baja intensidad múltiple, una permanente ofensiva que busca deslegitimar todo y culpar al Gobierno de todos los males. Venezuela es un eslabón clave para el imperialismo por el petróleo, por la influencia sobre otros países y porque el objetivo de los yanquis es mantener el patio trasero y rodear a Brasil, que es el país que les puede hacer sombra.
MÉXICO: TODOS CONTRA TODOS
Preocupado por la confusión, Zibechi refiere que el mayor laboratorio de esa política, en América Latina “es México”, porque “cuando asumió Felipe Calderón, con la excusa de terminar con el narcotráfico, hacen todo lo que él y el Pentágono saben que no hay que hacer: No hay política preventiva, no hay política social; hay militarización pura y dura”.
Cuando los sectores populares “estaban en un proceso de crecimiento y de movilización importante”, los factores de poder generaron “esa guerra de todos contra todos, porque no es una guerra del ejército contra el pueblo, sino una guerra del ejército, de las bandas de narcos. Eso ha inhibido el crecimiento del movimiento popular, lo ha puesto a la defensiva, y además hay un clima de terror”.
Del error se puede salir, insiste, pero no de la confusión, porque es como si en una pecera se enturbiara el agua.
-¿Esa agua turbia la ve en nuestra región?
-Sí la veo. Acá (Venezuela) se intenta, de mil maneras. Los medios de comunicación juegan un papel importante. Pero además hay otros elementos en la confusión; uno de ellos es el miedo al otro. Hay elementos como poner en duda todo.
DERROCAR AL PROCESO Y AL GOBIERNO
El escritor relata que la derecha uruguaya “puede tener acuerdo o desacuerdo con José Mujica”, pero “hay líneas que no se atreve a pasar: no insultan a Mujica”, no le dicen asesino.
-¿Por qué en otros países se pasa la línea?
-Es una política creada para eso. Venezuela es un campo donde Estados Unidos quiere perturbar; quiere derrocar al proceso bolivariano. Ellos quieren derrocar al proceso bolivariano, incluyendo al Gobierno, y usan todas las estrategias posibles. Por su historia, Venezuela no ha tenido un sistema político sólido, y se apoyan en esas debilidades. El no tener un sistema político sólido quizá ha permitido el proceso bolivariano, pero a su vez ha permitido que la derecha contraataque de esa manera. Por eso es importante saber que esa estrategia funciona, y empezar a buscar antídotos.
Venezuela, evalúa, “tiene unos niveles de polarización muy altos, niveles de desgaste importantes del Gobierno, niveles de crispación alucinantes de la oposición y de sectores sociales enteros (como las clases medias altas) que están dispuestos a todo para no perder sus privilegios”, caracteriza. En el otro lado están el movimiento popular organizado y el Gobierno con las urgencias que debe atender.
CAMBIAR LAS RELACIONES SOCIALES
Sí hay cambios, y muchos, en la región, sostiene. “Desde 1989, en el mes de febrero, vivimos un proceso nuevo”, con El Caracazo venezolano. “Hemos visto muchas revoluciones, sobre todo las dos grandes, la rusa y la china, y han cambiado muchas cosas. Yo siempre digo: ¿De quién es la propiedad de la tierra, de las fábricas, de los bancos? ¿Qué infraestructura de construye? Pero hay un tema central: las relaciones sociales, las relaciones humanas. Si las relaciones sociales no cambian, ¿de qué sirve que la propiedad cambie de manos?”.
-¿Han cambiado esas relaciones?
-Yo creo que están en proceso de cambio. La propiedad también está cambiando en algunos lugares, pero para decirlo en pocas palabras, hay pueblos o sectores de pueblos que están empezando a tomar el destino en sus manos.
Cita el ejemplo de Buenos Aires, donde sectores populares emprenden procesos de autogestión. “Ahí es donde está la diferencia: puede ser reprimido o apoyado por un gobierno. Para mí un gobierno popular no es el que hace un discurso popular, sino el que apoya los procesos populares, los procesos de organización popular, aunque en algún momento esos procesos no sigan la línea del Gobierno”, reflexiona. “Yo sí veo esos cambios en América Latina, los he visto en Caracas”.
Comenta la experiencia de las redes de trueque creadas por indígenas venezolanos, y las y los jóvenes de Tiuna El Fuerte “que ya no son consumidores de cultura, sino que hacen cultura”, que tomaron un espacio en el que establecieron “relaciones sociales no capitalistas”.
Zibechi asegura que ningún Estado, “ni el más revolucionario del mundo, puede crear relaciones sociales”, pero sí promover las condiciones para que las personas “tomen su destino en sus manos”. Eso “lo veo en Venezuela en Bolivia, en Argentina, en Brasil”, gracias a sus gobiernos progresistas.
En otras naciones, como Colombia, el analista observa que el Gobierno crea organizaciones idénticas, “hasta con nombres progresistas”, pero subordinadas a otros intereses. “Esas son las políticas sociales neoliberales” que “generan confusión, y el ser humano sale más fácil del error que de la confusión”.
TRASCENDER EL CAPITALISMO
Crítico con el modelo extractivista del continente, Zibechi dice entender que no se puede salir de él rápidamente, pero recalca que hay que sentar las bases para ello. A esto se le suma el consumismo de los pueblos, también fustigado por el analista. En ese contexto, afirma, la respuesta está en el movimiento popular, y remarca que Hugo Chávez llegó al Gobierno gracias a ese movimiento popular, porque entre 1989 y 1999 “hubo un proceso de 10 años muy potente que deslegitimó el Pacto de Punto Fijo” y creó las condiciones para que Chávez, hijo de un proceso, asumiera la conducción del país.
El movimiento popular “es la clave para trascender del capitalismo” y “crear una cultura de vida, de trabajo, que permita ir más allá del extractivismo”.
El horizonte a largo plazo “es la construcción de una sociedad nueva y distinta, basada en el Poder Popular”, y en ese entorno “los movimientos populares son la garantía a largo plazo de que podamos ir a una sociedad socialista”.
El Gobierno “se puede tener o se puede perder, pero no todo el poder descansa en el Gobierno”; por ello, acota, hay que desmitificar el Gobierno como el único lugar de poder, sin perder de vista que es muy importante y que es mejor que esté en manos de revolucionarios que de defensores de la derecha.
Texto/ Vanessa Davies
Fotos/ Girman Bracamonte
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