Enrique Torres
Santiago de Chile, 23 sep (PL) A 40 años de la muerte del poeta chileno Pablo Neruda, continúa en marcha una investigación para determinar si fue asesinado por agentes de la dictadura de Augusto Pinochet, o su deceso obedeció al cáncer de próstata que padecía.
El bardo murió el 23 de septiembre de 1973, a sus 69 años, en la clínica Santa María de Santiago de Chile, 12 días después del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende.
Hace dos años, el chofer de Neruda, Manuel Araya, reveló que al Premio Nobel de Literatura 1971 le fue inyectada en el abdomen una sustancia desconocida mientras permanecía hospitalizado, en víspera de un viaje que realizaría a México el 24 de septiembre.
La revelación de Araya generó una querella criminal, interpuesta en 2011 por el Partido Comunista de Chile (PC), organización en la que el autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada militó toda su vida, llegando a ser miembro de su Comité Central, senador y candidato a la presidencia de la República.
Un sobrino de Neruda, el abogado Rodolfo Reyes, también se hizo parte del proceso.
En respuesta a la querella, el 8 de abril último fueron exhumados los restos del poeta de la que fuera su casa de Isla Negra, en la costa de Valparaíso, para someterlos a examen forense a fin de determinar la verdadera causa de muerte.
Como parte del proceso investigativo, en laboratorios en el extranjero se llevan a cabo exámenes de ADN con el objetivo de precisar si los restos exhumados de Isla Negra corresponden a Neruda, una petición del abogado querellante Eduardo Contreras.
En entrevista con Prensa Latina a raíz de la exhumación, Contreras explicó que cuando el intelectual chileno recibió esa inyección en el abdomen, éste se alarmó y llamó a su esposa Matilde Urrutia, incluso trató de comunicarse con Araya, quien se encontraba ese día en Isla Negra.
Luego de la muerte del poeta, su chofer fue arrestado y recluido en el Estadio Nacional, a la sazón convertido por la dictadura en centro de tortura y muerte.
Fue así que los médicos certificaron su deceso por enfermedad, sin que nadie objetara el dictamen.
"Pero además, el terror masivo de aquellos terribles días inhibía cualquier tentativa de pedir una investigación sin más antecedentes, de manera que los tribunales no la habrían aceptado como tantas otras denuncias y recursos de amparo", comentó el abogado Contreras.
Muchos años después, el testimonio de Araya apareció en un reportaje en la revista mexicana Proceso, escrito por el periodista chileno Francisco Marín.
Las revelaciones del chofer desmintieron el dictamen de los médicos, quienes certificaron que el escritor murió de una "caquexia cancerosa", que según explicó Contreras, "jamás existió".
El abogado recordó que se reunió con Araya al conocer de ese testimonio, plática que le aportó otros antecedentes, y que además recurrió a la prensa de la época, hasta encontrar que el diario El Mercurio informó que el poeta falleció de un paro cardíaco, provocado por un shock causado por una inyección que se le aplicó para calmarle dolores.
"Quedó demostrado que el certificado de defunción de los médicos de la dictadura era falso", manifestó Contreras, quien asegura que, independientemente de los resultados de las pericias técnicas que se realicen luego de la exhumación, existe la certeza de que la muerte de Neruda no fue por causas naturales.
Para el abogado Contreras tampoco resulta normal que la clínica Santa María, a donde el poeta había sido llevado para sacarlo del aislamiento de Isla Negra, no haya entregado al tribunal la ficha clínica del paciente.
"No solo era su obligación legal conservarla, también era su deber ético, por respeto a una de las grandes figuras de la literatura continental y universal", consideró el letrado.
Pero además, expresó el abogado querellante, la clínica -donde también murió en extrañas circunstancias el expresidente Eduardo Frei Montalva, tampoco accedió a entregar la lista de todos los trabajadores que laboran allí en septiembre de 1973.
Según Contreras, el centro de salud solo dio acceso al registro de quienes trabajaban en esa época y todavía son empleados de la institución, por supuesto, sin libertad para contar la verdad, ya que no pueden declarar contra su empleador.
El abogado recordó que Neruda fue ingresado el 19 de septiembre de 1973, y que el médico que ordenó la inyección, Sergio Draper, entró a trabajar en la clínica un día después.
"Y no existe constancia de que un médico con ese nombre haya estudiado en las facultades de medicina de Chile", exclamó Contreras, quien dijo continuar con dudas sobre la identidad de esa persona, pues se desconoce si fue incluso un extranjero.
El letrado insistió en las dudas existentes sobre la sustancia que se le inyectó a Neruda, que entre trabajadores de la clínica se llegó a pensar que fue aire.
"¿Fue dipirona, bacterias, aire, sustancias tóxicas, gas sarín, ácidos, qué?", preguntó Contreras, para quien continúa siendo una incógnita el nombre del médico o la autoridad que ordenó la inyección.
En la actualidad, los los análisis toxicológicos a los restos de Neruda son realizados en el Servicio Médico Legal de Chile, la Universidad de Murcia, en España y la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos.
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