Enrique Ubieta Gómez
Vivir otras vidas es un anhelo humano. Pero en la que nos toca, aparentemente única, es muy corto el tiempo. Los actores se desdoblan, y disfrutan siendo otros. Pero en un mundo tan desigual, tan injusto y tan centrado en el poder del dinero, el sueño de los pobres es el de Cenicienta: un matrimonio salvador, un golpe de suerte en la ruleta, una herencia inesperada. Mientras, se conforman con pasear frente a escaparates inaccesibles en tiendas de lujo. Los ricos no sueñan con ser pobres, claro, y prefieren no mirar por la ventana de la pobreza. Algunos, sin embargo, ya lo han vivido todo, o casi todo, y juegan a traspasar límites. No tratan de ser pobres, sino de parecerlo. Los ricos dominan el arte de parecer. Juegan a parecer pobres, pero en condiciones en las que sea evidente que no lo son. Parecer pobre sin dejar de parecer rico, que es su modo de ser. No se trata de vivir la pesadilla del personaje de la novela de Marc Twain El príncipe y el mendigo.Es una experiencia morbosa que los ratifica en el poder: asomarse al barranco, experimentar por un instante la angustia de los explotados, de los que ellos explotan, para enseguida retornar a la condición de explotador. Ninguna experiencia es más reconfortante y reafirmadora, ninguna otra es tan inmoral. Una amiga entrañable me ha enviado esta noticia reciente:
Conozca el Hotel de lujo que simula ser un barrio pobre para ricos
Texto y Foto/Pijamasurf
Tomado de Correo del Orinoco
En un mundo hiperreal e insaciable en el que se trafica en experiencias y en el que se quiere conocer lo que los otros viven pero sólo hasta cierto punto, tenemos el hotel boutique Shanty Town en Sudáfrica, el cual es parte del Emoya Luxury Hotel and Spa. Ubicado cerca de Bloemfontein, Shanty Town ofrece una experiencia simulada de vivir en un barrio bajo (conocidos en inglés como slums) típicamente en las afueras de la ciudad, en casas de metal corrugado o cartón ondulado, en medio de desechos, en ocasiones ambientes tóxicos o poco salubres y altos índices de crimen. En este caso el “slum tourism” es sólo simulado, es decir, el lugar sólo parece ser un barrio bajo y por debajo es un resort de lujo.
Shanty Town consta de doce cabañas pseudo-pocilgas que mantienen una fachada de pobreza pero que tienen calefacción y Wi-Fi, para que los amantes del simulacro puedan seguir cómodos y conectados. Las habitaciones cuestan 82 dólares la noche, lo que significa algo como la mitad del salario al mes que gana un trabajador promedio en Sudáfrica. Algunos de los huéspedes han calificado la experiencia en Trip Advisor como “muy real” y otro anuncia haciendo gala de obviedad: “no se queden en Shanty Town, por ese mismo precio pueden quedarse en un hotel de lujo de bed and breakfast”.
Para algunos este tipo de “experiencias” resultarán ofensivas, para otros divertidas y otros más creerán ver en ellas un signo de nuestros tiempos, en los que las apariencias y la simulación son parte ya indisociable del tejido de lo real.
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