Emir Olivares Alonso
La Jornada
Antes de la huelga estudiantil de 1999-2000, el auditorio Che Guevara de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue espacio de convivencia académica, política y cultural no sólo de la casa de estudios, sino de la ciudad entera. Era un sitio en el que cabían todas las expresiones.
Fue escenario para la presencia de algunos de los personajes más destacados en la segunda mitad del siglo XX. En su seno se expresaron los movimientos estudiantiles de 1968, 1986-1987 y 1999-2000.
De acuerdo con distintos archivos e historiadores, desde que abrió sus puertas, en 1954, con el inicio de actividades de la Ciudad Universitaria, este recinto dio cabida a las voces de personalidades como Octavio Paz, Susan Sontag, José Revueltas, Luis Villoro, José Saramago, Pablo Neruda, Carlos Monsiváis, Mario Bunge, Pablo González Casanova, Luiz Inacio Lula da Silva, Charles de Gaulle, Adolfo Sánchez Vázquez y Joan Manuel Serrat, entre muchísimos otros.
El auditorio Justo Sierra –nombrado así en honor al fundador de la UNAM, quien fue uno de los más importantes pensadores de la educación a finales del siglo XIX y principios del XX–, es el más grande de Ciudad Universitaria. En 1968, integrantes del movimiento estudiantil decidieron renombrarlo Che Guevara, que es como actualmente lo identifica la mayoría de los universitarios.
Entre los años 50 y 70 fue el mayor espacio cultural de la ciudad de México, pues entonces no existían ni el Centro Cultural Universitario ni el Centro Nacional de las Artes. Fue casa de la entonces Orquesta Sinfónica de la UNAM, el primer recinto de la Filmoteca universitaria y también sede de los cineclubes. La primera presentación en México del cantautor catalán Joan Manuel Serrat fue en 1969, en este foro. Escenario también de un sinnúmero de simposios, debates, encuentros, seminarios de las más distintas tendencias.
Hay miles de anécdotas relacionadas con este auditorio –que fue tomado en septiembre de 2000, siete meses después del término de la huelga estudiantil más larga en la historia de la institución, por diferentes colectivos estudiantiles y sociales, situación en la que se mantiene hasta ahora–. Una de las más recordadas para generaciones que se formaron en la primera etapa de la Ciudad Universitaria, fue en 1963, cuando el entonces rector de la universidad, Ignacio Chávez, recibió ahí al presidente de Francia, Charles de Gaulle.
El 10 de junio de 1971 Octavio Paz, quien años atrás había renunciado a la embajada de México en India en protesta por la matanza estudiantil de 1968, participaba en una charla en el Che Guevara. Frente a un auditorio lleno, el poeta y ensayista interrumpió de repente su plática para informar que un grupo de paramilitares en ese momento estaban golpeando a estudiantes en Ribera de San Cosme, hecho conocido tiempo después como el halconazo.
Ricardo Gamboa, profesor del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL), señaló que en este espacio "tenían cabida todas las expresiones". El académico, quien ingresó como estudiante en 1970, pudo ver en este lugar dos de los más memorables largometrajes de la historia del cine: La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo, y El conformista, de Bernardo Bertolucci, así como la obra teatral de carácter político El canto del fantoche lusitano, de Peter Weiss.
Durante el movimiento de 1968, el auditorio fue nodal para asambleas del Consejo Nacional de Huelga. Uno de los momentos memorables de entonces fue la presencia de un grupo de intelectuales, encabezados por José Revueltas, quienes daban su apoyo total a los jóvenes.
En este escenario también se llevaron a cabo varias de las discusiones del Consejo Estudiantil Universitario, que se opuso a las reformas emprendidas por el rector Jorge Carpizo en 1986 y 1987. Investigadores como Manuel Peimbert, Luis de la Peña, Alfredo López Austin, Roger Bartra, Annie Pardo, por mencionar sólo algunos, se dieron cita en el lugar para manifestar su apoyo a los jóvenes, recuerda Imanol Ordorika, quien fue uno de los líderes de aquel movimiento y hoy es académico del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.
Señaló que las actividades en el auditorio se organizaban con una bitácora y podía ser usado por cualquier persona. "Cuando alguien necesitaba organizar algo rápido, todo se resolvía mediante el diálogo. Se trataba de un espacio libre, no había que pedirle permiso a nadie, y creo que es necesario recuperar esa dinámica".
Años después, en este mismo foro, el movimiento estudiantil votó la huelga de 1999, que se convirtió en la más larga de la historia de la institución. El Che Guevara fue uno de los principales espacios para muchas de las asambleas del Consejo General de Huelga.
Amanda y Omar, quienes estudiaron en la FFL en la década de los 90, recuerdan que ese sitio fue fundamental para su formación política y cultural. Amanda cuenta que fue ahí donde pudo ver por primera ocasión una muestra internacional de cine y también en este espacio asistió a muchas de las acciones de apoyo al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, donde incluso estuvo presente el subcomandante Marcos. Omar, "cinéfilo de siempre", narró que funcionó allí un magnífico videoclub donde se rentaban
películas en formatos Beta y VHS, a precio tres veces menor que en otros lugares.
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