Luis García Montero*
Público.es
No se trata de una hora, sino de un tiempo republicano. Hay posibilidad de hacer las cosas bien. Podemos darnos tiempo y, además, tenemos derecho a reírnos de lo que está pasando.
Yo no soy muy optimista. La realidad me ha enseñado a mantener mis ideas en las convicciones más que en las esperanzas. No necesito el optimismo para responder a mi conciencia. Pero si puedo divertirme, lo agradezco. La risa no viene mal nunca, sobre todo cuando se han soportado años de tristeza. Venimos no sólo de un tiempo pesimista, sino de unos años tristes.
Ahora podemos reírnos. Los viejos padres de la patria salen defendiendo al rey con unos argumentos que provocan la carcajada. ¡Que viejos están y qué espesos! Es todo un lujo oír ahora a Felipe González. No es ya un cínico, sino un cínico ridículo. He tenido la satisfacción de oírlo defender la importancia y la talla del rey Juan Carlos con argumentos patéticos. No sólo le debemos la democracia española, sino que en una cena privada con él, Gorbachov y Bush consiguió solucionar la Guerra Fría y encauzó el fin del imperio soviético. La abdicación del rey Juan Carlos ha tenido la virtud de desnudar el servilismo ridículo y bufonero de sus validos.
Está bien reírse. Las voces del sistema se han prestado a representar un ridículo colectivo en su vejez. Se han destapado de declaración en declaración, de entrevista en entrevista. Eso ya no nos lo quita nadie. Hemos asistidos al circo payaso de los republicanos que se declaran devotos del rey, de los socialistas que se presentan como monárquicos y de los demócratas que tiene miedo de la voz de los ciudadanos. ¡Vaya tropa! Dicen ahora que la disputa no se da entre Monarquía y República, sino entre tiranía y democracia, e inmediatamente después se niegan a oír la voz del pueblo en las urnas. Después de repetir una y otra vez que habían apoyado a la Monarquía por miedo al golpismo, ahora la defienden por temor a los votos de la ciudadanía.
La devoción monárquica de los medios servilones del Régimen merece una carcajada. Pero es conveniente que la carcajada no nos cierre los ojos. Hay algunas cosas que un demócrata no debe olvidar en esta situación:
1º. No es verdad que la discusión coyuntural sobre la Monarquía quede al margen de los problemas importantes de España: el paro, la sanidad pública, la educación, los desahucios. La Monarquía no es sólo una forma de Estado, es la forma de Estado que en la historia particular de la España posterior al franquismo ha permitido la pervivencia de sus élites económicas. La Monarquía devora aquí el espacio público y los derechos sociales, y utiliza la crisis económica para cancelar las conquistas públicas. La Monarquía señala hoy la frontera entre el neoliberalismo descarnado y la dignidad social.
2º. La abdicación del rey tiene que ver con el miedo del IBEX-35 al desplazamiento del voto democrático español. Los dos partidos mayoritarios pueden perder la mayoría parlamentaria que ha trabajado a favor de los bancos y de sus leyes oscuras. Mucha gente sabe ahora que ha sido condenada a la pobreza por medidas de una política injusta. Los resultados de las elecciones europeas han puesto nerviosos a los poderes que han intentado privatizar la política en favor de las mafias económicas.
3º. A la monarquía y al IBEX-35 le ha incomodado la idea de que Rubalcaba y la cúpula del PSOE pierdan el control de su partido. El servilismo del aparato ya no es un seguro de control. Hay una militancia muy digna y unos votantes muy enfadados que están hasta las narices de tanta indecencia. Y la verdad es que es insoportable ver cómo los dirigentes manchan la palabra socialismo para llenarla de miseria a los pies de un trono o de un banco. La democracia española necesita apoyar a los candidatos de las primarias del PSOE que no confunden su republicanismo con la obediencia a un rey. ¿Qué se puede esperar de alguien que traiciona sus principios con ese descaro?
4º. Un poco de paciencia y de estrategia política. La mejor manera de defender una ilusión republicana en España, es decir, un alternativa antineoliberal, es ponerse a trabajar con paciencia en un frente amplio, una convergencia política que sea capaz de llevar la rebeldía, la indignación y la protesta de la gente al Parlamento. La unidad de la izquierda es ahora mucho más importante que la exigencia de un referéndum. Frente a los que se empeñan en utilizar la Constitución como un argumento para cerrar los debates democráticos, la unidad de la izquierda es la respuesta más eficaz.
Los fascistas que hablan en nombre de la Constitución son tan ridículos como los republicanos que adoran al rey. Yo no sé qué pasará, pero la carcajada ya no me la quita nadie. Todos los viejos idiotas, todos los servilones, todos los óxidos y los musgos se han lanzado esta semana a los micrófonos para dejar claro en los medios de comunicación su vasallaje voluntario. ¡Cuánto ridículo!
5º. No debemos cegarnos por la hora, porque es mejor el porvenir. La unidad republicana para el porvenir es más interesante que los gritos de hoy. 05 jun 2014
*Una de las principales figuras de la actual poesía española. Autor de más de 25 poemarios, recibió el Premio Adonais en 1982, el Premio Loewe en 1993 y el Premio Nacional de Literatura en 1994. En 2003 obtuvo el Premio Nacional de la Crítica. Es autor de ediciones críticas de poetas como Federico García Lorca o Rafael Alberti, además de haber colaborado en prensa de forma asidua. Actual columnista de Público.es
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