Elier Ramírez Cañedo
Aunque para muchos pueda parecer reiterativo, el paso del tiempo obliga a nuevas relecturas de Palabras a los intelectuales. No son pocos los representantes de las nuevas hornadas de jóvenes que desconocen la trascendencia de aquellos intercambios sostenidos los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en la Biblioteca Nacional, entre la dirección de la Revolución Cubana, en especial su líder histórico Fidel Castro y un grupo de escritores y artistas. “Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”, es la frase a la que se recurre en muchos casos como único referente de las memorables Palabras….
En aquellas reuniones que marcarían el destino de la política cultural de la Revolución Cubana, estuvieron entre otros destacados intelectuales: Roberto Fernández Retamar, Alfredo Guevara, Graziella Pogolotti, Lisandro Otero, Pablo Armando Fernández, Lezama Lima y Virgilio Piñera. El más joven era Miguel Barnet, con apenas 21 años. El detonante de la reunión fue la prohibición del documental PM —realmente intrascendente si lo analizamos hoy— por la dirección del ICAIC, pero en realidad la cuestión trascendía a PM. El fantasma del “realismo socialista” provocaba temores en algunos círculos intelectuales y, al mismo tiempo, a la dirección de la Revolución, enfrascada en un proceso de unidad entre las tres fuerzas principales que habían luchado contra Batista: el movimiento 26 de julio, el Partido Socialista Popular (PSP) y el Directorio Revolucionario 13 de marzo, se le hacía imperioso extender también ese proceso al terreno de los escritores y artistas cubanos, donde existían no pocos conflictos y divisiones. El intercambio dio su primer fruto con la creación de la UNEAC en agosto del propio año, al celebrarse el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas.
El alcance de las Palabras… de Fidel está también en el contexto en que fueron pronunciadas. La Isla acababa de derrotar una invasión mercenaria en abril del 61 y permanecía movilizada para la guerra. El presidente J.F. Kennedy había sufrido la principal derrota de su carrera política y era evidente que buscaría el desquite. En noviembre de ese año el presidente norteamericano aprobó la operación Mangosta, el plan subversivo más grande orquestado contra Cuba desde Washington, que debía culminar con la intervención directa en la Isla, de las Fuerzas Armadas de los EE.UU. en octubre de 1962. Existían bandas armadas en distintas zonas montañosas del país y los planes de atentados contra la vida de los dirigentes de la Revolución seguían su curso. La lucha interna de clases en Cuba estaba en pleno apogeo y la guerra psicológica hacía sus estragos, en especial a través de la llamada operación Peter Pan.[1] Es en medio de ese contexto de guerra abierta y encubierta contra Cuba, que el líder de la Revolución dedica una buena parte de su tiempo a los problemas de la cultura. Durante tres días, escucha pacientemente las preocupaciones y reclamos de los escritores y artistas, hasta que finalmente el día 30 pronuncia las históricas palabras.
Ello es una muestra fehaciente de cómo la cultura estuvo desde los propios inicios en el corazón mismo del proyecto revolucionario cubano. La Revolución, para poder sobrevivir y avanzar tenía que ser por sobre todas las cosas un hecho cultural. No se trataba solo de la toma del poder político, sino de la creación de una nueva cultura, de la creación de un hombre nuevo. De ahí que la institucionalidad de la cultura comenzara a crearse desde 1959. Por eso, al llegar el año 1961 ya existía, entre otras instituciones, Casa de las Américas y el ICAIC. Además, el país se encontraba inmerso en la Campaña de Alfabetización. Es esta acelerada revolución cultural la que explica que en un país como Cuba, donde el anticomunismo se había inoculado hasta el cansancio, se pudiera, en tan corto tiempo, declarar el carácter socialista de la Revolución, y que, cuando los milicianos fueran a las arenas de Playa Larga y Playa Girón, lo hicieran no solo con el objetivo de enfrentarse a una invasión mercenaria, sino dispuestos a morir en la defensa del socialismo.
Cuando uno analiza esto, le es muy fácil entender entonces, por qué en los más difíciles años del Período Especial Fidel plantea que lo primero que había que salvar era la cultura. Y es que en la cultura ha estado siempre la clave de la resistencia y sobrevivencia de la Revolución frente al poder global del capitalismo liderado por la potencia imperialista del Norte, incluso, en los momentos del derrumbe del campo socialista, cuando muchos de nuestros adversarios pensaban que el “efecto dominó” terminaría con el desafío cubano.
Fidel dedica una buena parte de sus Palabras… a despejar la duda sobre una posible variante tropical en Cuba del “realismo socialista”: “Permítanme decirles, en primer lugar, que la Revolución defiende la libertad; que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades; que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de algunos es que la Revolución va asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser”. [2] Más avanzada la intervención expresa: “La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un patrimonio real del pueblo”. [3]
Palabras a los intelectuales en 1961, han sido en diversas oportunidades manipuladas o leídas de forma fragmentada. Lo frase que más se descontextualiza es cuando Fidel exclama: “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”, [4] tratando de darle a esta un viso excluyente, cuando se trata de todo lo contrario. Está claro que, sin una lectura completa del discurso, puede surgir la incógnita de cómo definir y hasta dónde, el “dentro” y “el contra”. Mas Fidel responde de manera magistral esa interrogante —y me parece la frase más importante y a la vez menos citada de ese discurso—:“La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios”. [5] Con esta expresión estaba diciendo que podían existir, incluso, contrarrevolucionarios corregibles y que la Revolución debía aspirar a sumarlos al proceso. Además, que todos aquellos escritores y artistas honestos, que sin tener una actitud revolucionaria ante la vida tampoco eran contrarrevolucionarios, debían tener derecho y las oportunidades de hacer su obra dentro de la Revolución. “La Revolución debe tener la aspiración de que no sólo marchen junto a ella todos los revolucionarios, todos los artistas e intelectuales revolucionarios —dice Fidel— (…) la revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario (…) la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo”. [6]
Este es otro de los pasajes más relevantes de las Palabras… en medio de aquellas circunstancias tan complejas y tensas, de peligro para la patria. En ellas solo puede encontrarse un tono y sentido totalmente inclusivo, antidogmático, alejado de cualquier tipo de sectarismo. Como en juicio docto ha señalado Fernando Martínez Heredia: “Yo veo la trascendencia de Palabras a los intelectuales en el conjunto de la intervención de Fidel y en los objetivos que tuvo, más que en la frase famosa. A mi juicio, esa frase atendía a lo esencial de aquella coyuntura, y no al propósito imposible de enunciar en un principio general permanente de política cultural”. [7]
Asimismo, Fidel esboza toda una serie de ideas para beneficiar a los artistas y escritores cubanos y estimular que su espíritu creador encontrara las mejores condiciones para desarrollarse. También sobre la promoción del arte y la literatura entre las grandes masas de la población. “La Revolución significa, precisamente, más cultura y más arte”, [8] enfatiza en los momentos finales del discurso.
Sin duda, esta intervención de Fidel marcó de alguna manera lo que podemos considerar los principios fundamentales de la política cultural de la revolución. Que en los años 70 hubo distorsiones y errores, eso nadie lo puede negar, pero por suerte luego se rectificaron muchas de aquellas prácticas y se recuperó el camino trazado por Palabras a los intelectuales. Este discurso definió la originalidad y herejía de la Revolución también en el campo cultural, frente a las experiencias socialistas precedentes. Permitió que la cultura en Cuba alcanzara tales grados de democratización, que trascurridos 53 años, podemos enorgullecernos diciendo que constituye una de las principales conquistas de la Revolución Cubana.
Por otro lado, habría que decir que Palabras a los intelectuales fue solo el comienzo de lo que sería un diálogo permanente y abierto, entre el líder de la Revolución con los artistas y escritores cubanos, siendo él mismo uno de los más brillantes exponentes de la intelectualidad cubana. En aquel junio de 1961, se confirmó que, una vez más en la historia de Cuba, la vanguardia política y la vanguardia intelectual volvían a ser la misma cosa.
NOTAS
[1] La conocida como Operación Peter Pan fue una de las más secretas y siniestras operaciones de guerra psicológica organizada por el gobierno de los EE.UU. contra la Revolución Cubana, al manipular el tema de la patria potestad de los padres cubanos sobre sus hijos. Su principal ejecutor en coordinación con el gobierno de EE.UU. fue el cura de origen irlandés Bryan O. Walsh. Por esta vía salieron de Cuba un total de 14 048 niños, muchos de ellos nunca volvieron a encontrarse con su padres.
[2] Palabras a los intelectuales, Casa Editora Abril, La Habana, 2007 (cuarta edición), p.12
[3] Ibídem, p.17.
[4] Ibídem, p.16.
[5] Ibídem, pp.15-16
[6] Ibídem, p.15.
[7] Fernando Martínez Heredia, “Cincuenta Años de Palabras a los intelectuales”, Cubarte, 30 de junio de 2011.
[8] Palabras a los intelectuales, Ob.Cit, p.35
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