jueves, 14 de agosto de 2014

Hillary Clinton: entre los anhelos presidenciales y la geopolítica imperial


Omar Rafael García Lazo
Se puede afirmar con seguridad que en EE.UU. ya ha arrancado la carrera electoral por la silla que dejará Obama en enero de 2017. Y una de las aspirantes, hasta el momento, parece ser la ex Senadora, la ex Primera Dama y la ex Secretaria de Estado Hillary Clinton.
La señora tiene aval, de eso no hay duda, y carácter. Y conoce, porque de eso ha vivido gran parte de su vida, los intríngulis del Imperio, incluidos aquellos donde se teje, sin desparpajo, los hilos del poder de la nueva Roma.
¿Por qué digo con énfasis que ya la señora está en campaña? Pues, porque más allá de que desde hace años se conocen sus deseos de ser la primera presidenta de EE.UU., sus recientes acciones así lo evidencian.
Primero sacó su ya afamado libro Hard Choices (Decisiones difíciles), jugada que se hace habitual últimamente en todo aquel que se proponga ser presidente en ese país. La Clinton en su libro, que le ha permitido recorrer gran parte del territorio estadounidense, hace algunas “revelaciones” y expone criterios vectorialmente distintos pero no contrarios a los que reflejaba la política exterior que desde la Secretaría de Estado se encargó de defender y ejecutar y de colaborar también en su diseño.
Que si el “embargo” a Cuba no es el camino para derrotar la Revolución Cubana, que si Chávez era un dictador, que si el acuerdo entre Irán, Turquía y Brasil en el 2010 no podía ser aceptado por Washington, que si las ayudas humanitarias deben ser intencionadas…y otras curiosidades más que, insertadas en los paquetes mediáticos producidos en serie por las fábricas informativas afines al poder, tratan de presentarnos a una mujer con criterio propio, presta y abierta a los cambios. Así nos vendieron a Obama. Pero lo cierto es que, matices más, matices menos, es obvio que la Clinton se debe al sistema.

Al César, lo que es del César.
Ahora, en su afán por no salir de la palestra, se aparece con un bombazo en una nueva entrevista publicada en la revista The Atlantic. Según la dama, el ejército terrorista autoproclamado Estado Islámico pateado en Siria y avanzando en Iraq, tomó fuerza debido al fracaso de Obama en su estrategia contra Siria.
No se puede negar que existen especímenes estadounidenses que nacieron para la política y el sistema los aúpa y promueve. Y esta señora es uno de ellos. La versátil oratoria y los vericuetos lingüísticos forman parte de la habilidad de la ex secretaria que con un dominio extremo de los eufemismos se llenó de valor para afirmar que si EE.UU. hubiera entrenado a tiempo al Ejército Libre de Siria, la cosa hubiera sido distinta.
Quien quiera chambelona que compre, y el que no, que se informe. ¿Cómo es posible semejante chiste de mal gusto de la próxima precandidata a la presidencia del Imperio? ¿Acaso pretende hacerle creer a alguien que EE.UU. con toda su tecnología y redes de espías no conocían la catadura moral ni las fuentes de suministros de los rebeldes sirios? ¿Acaso pretenden hacernos creer que no participaron en su organización con el apoyo de sus aliados árabes antisirios y la participación entusiasta de Israel?
Aunque la Clinton cacareó, pero con la necesaria prudencia, la necesidad de apoyar con más fuerza a los mercenarios y terroristas sirios que intentaban sacar del poder a Bashar Al Assad,  lo cierto es que ahora la señora intenta zafarse con suficiente tiempo del desastre en que han convertido al Medio Oriente, responsabilidad que debe asumir junto a Obama, pero que para ser justos, recae también en la dinastía Bush.
Afirmar, como lo hizo la Clinton, que la oposición siria no es creíble, es un desmarque cínico del pantano que han provocado en un país que tiene fronteras con Líbano, Israel, Jordania, Turquía e Iraq. Eso se sabía desde el primer instante, cuando se pudo conocer, a través de fuentes imparciales, los crímenes de lesa humanidad que cometieron en su avance los opositores armados.
Pero si algo positivo se puede sacar de las declaraciones de la Clinton, más allá de confirmar, por enésima vez, la naturaleza imperial de los políticos estadounidenses, es la constatación de que el fracaso de Obama que ella pregona, se convierte en un reconocimiento implícito del éxito de Rusia en Siria.
No olvidemos que Moscú, con maestría política y apoyo decidido a Al Assad, frenó en seco el intento de desplazar la línea roja que para Rusia significa Siria. Porque en el Kremlin y en medio mundo se sabe que el objetivo siguiente sería Irán y el mar Caspio, con sus recursos energéticos y líneas de distribución y rutas comerciales, algo verdaderamente inaceptable para el renacido Oso.
Así están las cosas por el Imperio. Se supo hace algunas horas que la señora llamó a Obama para explicarle que sus declaraciones sobre la política hacia Siria no son un ataque personal y que lo abrazaría en una reunión que tendrían. Si la cosa no fuera tan seria, movería a la risa. Por lo pronto, Obama tiene que comprender. Así es la política.


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