Ángel Guerra Cabrera
Las operaciones desestabilizadoras contra Cuba filtradas por la agencia AP confirman que Estados Unidos ha mantenido invariable su política de cambio de régimen en la isla durante los dos términos presidenciales de Barak Obama. Así que también recae responsabilidad por ella en la ex secretaria de Estado y actual aspirante presidencial Hillary Clinton.
Esta política emana de leyes que apuntan expresamente a la destrucción de la Revolución Cubana. Entre ellas las referentes al bloqueo, que Obama ha endurecido exponencialmente por la astronómica cuantía de las multas a bancos extranjeros que realizan operaciones con Cuba. Pero también forma parte de la acentuación de la vieja práctica gringa tendente a eliminar a todo gobierno que rechace someterse a sus proyectos de saqueo de recursos, control político y empobrecimiento de su población, así sea mediante la subversión o la guerra.
Del 2002 a la fecha, solo en América Latina, hemos visto intentos de golpe de Estado en Venezuela, Bolivia y Ecuador, golpes de Estado consumados en Honduras y Paraguay y acciones de desestabilización financiera y mediática en grande contra Argentina y Brasil. Los planes estadunidenses para derrocar al gobierno de Venezuela, relanzados en febrero de este año, derrotados por la enérgica acción del chavismo pero solo pospuestos, reúnen los requisitos de la denominada guerra de cuarta generación, elemento predominante en la estrategia desestabilizadora yanqui a escala internacional.
La ofensiva de Estados Unidos contra Rusia y el cerco que está cerrando contra China son paradigmas de acciones subversivas multifacéticas de gran complejidad, insertas en el incremento de su agresividad y afanes de mantener una hegemonía que se le está deshaciendo.
Las más recientes de las filtraciones sobre Cuba nos hablan de la contratación de jóvenes costarricenses, peruanos y venezolanos para detectar posibles activistas disidentes en las universidades cubanas que en su momento actuaran como organizadores de una revolución “de terciopelo”. La AP ha dado a conocer hasta nombres y apellidos de sus operadores más importantes. Cuando se enlazan este proyecto con la misión del contratista de la Agencia para el Desarrollo Internacional Alan Gross, actualmente cumpliendo una pena de prisión en Cuba, y los denominados Zunzuneo y Piramideo –redes tipo Twitter que servirían para vincular a decenas de miles de jóvenes cubanos a acciones desestabilizadoras-, toma forma un plan articulado para en su momento provocar una rebelión en Cuba.
Ya la AP se encargó de informarnos que Alan Gross no es el judío noblote pintado por el departamento de Estado, que fue a llevarle internet a esa comunidad religiosa en Cuba. Aunque en el juicio se habían probado convincentemente sus delitos, lo relevante es que nos lo confirma la más conocida agencia de noticias de Estados Unidos: Gross fue a instalar en Cuba tecnologías de comunicación usadas por el Pentágono y la CIA, actividad que vulnera grave y groseramente la soberanía nacional y las leyes cubanas. Por cierto, es evidente que a Washington no le preocupa en lo más mínimo la suerte del contratista como hipócritamente declara puesto que después de su detención y condena continuó desarrollando a todo tren acciones subversivas contra Cuba
Ante el hecho rotundo de no haber podido crear en la isla una fuerza opositora contra la revolución, Estados Unidos parece haber apostado a una rebelión juvenil. Como mantiene vengativa e injustamente presos a tres antiterroristas cubanos evita arriesgar sus agentes en Cuba y manda a realizar la tarea a latinoamericanos subcontratistas que llegado el caso le permitan negar su involucramiento.
Víctima de su incurable incapacidad de analizar la compleja sociedad cubana Washington actúa como si la mayoría de la juventud isleña no fuera revolucionaria, patriota y decidida a enfrentar cualquier plan subversivo imperialista por crítica que pueda ser su visión sobre aspectos de la realidad política del país.
La impudicia de Estados Unidos llega al extremo de organizar un seminario para la prevención del VIH como fachada del intento de reclutar jóvenes en la Universidad de Santa Clara ¡en el país caribeño con menor incidencia del mal, inferior a la de Estados Unidos y Canadá!
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