Tomado de www.mundo-en-crisis.blogspot.com
Desde el 20 de enero de 2009, cuando asumió el poder Barack Obama, nos estamos preguntando dónde están los cambios en la política exterior de EE.UU y en más de un conflicto hemos comprobado que se trata de palabras y maquillajes, más que de hechos; de dobles raseros más que de un cambio real. Alguien la llamó la "política de la doble vía" para el caso Irán y ahora los acontecimientos recientes vuelven a mostrar la misma tendencia. Con el golpe militar en el pequeño país centroamericano, Estados Unidos asume una pose pública condenatoria, pero es la mano que hiere las honduras de América para dejar claro los verdaderos derroteros de su política exterior en el continente. Más que una lección a la irreverencia de Honduras en la reunión de la OEA -que dejó sin efecto la condena a Cuba- y más allá de los posibles ajustes de cuentas a un Mel Zelaya con políticas de acercamiento a las mayorías, se trata de un golpe al ALBA y una cruel advertencia de que la Doctrina Monroe tiene hoy más vigencia que nunca.
La trama ha sido muy bien preparada de manera tal que parezca un conflicto interno, pero poco a poco los detalles salen a la luz: la injerencia del embajador norteamericano, presente en las reuniones donde durante un mes se discutieron los pormenores de la acción, la base de Soto Cano como centro de los golpistas, la USAID detrás de la subversión, la retirada de la ayuda militar pero no del embajador. Y los antecedentes históricos están ahí, a la vista de todos: Honduras, que nunca sufrió una guerra civil, sí fue un tradicional frente de la CIA en los conflictos civiles de Nicaragua, El Salvador, Guatemala, y un teatro de entrenamiento para el terrorismo contra Cuba.
La soberbia de los golpistas es otro indicador que ya un colega denunciaba en días atrás. Han desoído a la comunidad internacional, a la ONU, al SICA, a instituciones de derechos humanos. ¿Cuál será su límite? El que haya determinado el imperio porque tanta rebeldía es inadmisible sin su consentimiento. Por eso no debe asombrar el rechazo al ultimátum de la OEA, anunciado la víspera. Si este golpe hubiera ocurrido en la década de los ochenta, la organización habría sido la primera en aprobar el gobierno de facto, pero los tiempos y el escenario, han cambiado: los pueblos de América Latina y en particular del AlBA han ejercido tal presión que la OEA ya no puede –no digo que no quiera- ser el abierto instrumento de legitimación.
Y no descarto otra intención en juego: usar a Honduras como punta de lanza para una nueva guerra fratricida; la máxima de divide y vencerás nunca les ha fallado.
Al mismo tiempo, el golpe me parece una inédita expresión de impotencia. Ante el empuje del ALBA con sus proyectos de integración y solidaridad no les ha quedado otra alternativa que violentar súbitamente "las leyes de la democracia". Es un retroceso y un costo político grande: por mucho que Obama con sus tibias palabras de condena y su cara compungida, haya intentado convencer de la inocencia de su gobierno, a los ojos de la comunidad internacional la imagen de EE.UU se ha resquebrajado otra vez, después de meses de intenso maquillaje. Pero creo que están dispuestos a pagar el precio. Una América rebelde y revuelta se les va de las manos, y esa amenaza es mucho mayor.
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