La Isla Desconocida navega en pos de sí misma, la utopía en pos de la utopía, buscándose y hallándose siempre a medias, en mares cercanos a los dominios reales.
domingo, 28 de febrero de 2010
Una postal desde Sancti Spíritus.
Acabo de recibir "una postal" desde Sancti Spíritus, donde la Feria del Libro finaliza. Se anuncian nuevos proyectos de colaboración con La Calle del Medio. En la foto, los escritores Alpidio Alonso, Rubén Fernando Alonso y Antonio Rodríguez Salvador (Chichito), junto a Yulieski Gourriel. A pesar de que la serie actual enfrenta a los equipos de Sancti Spíritus e Industriales --que es el mío, por supuesto--, comparto la admiración por este muchacho que todos los scouts del mundo desean comprar sin éxito.
NUESTRA AMÉRICA CAPAZ E INFATIGABLE.
Hace unos días recibí este texto inspirado en la reciente conformación de una nueva organización continental que prescindía --por primera vez en la historia--, de la tutela norteamericana o hispano-lusitana. La campaña mediática contra Cuba y Venezuela --avanzada de esa creciente integración regional de pueblos y gobiernos--, se hace más intensa precisamente allí donde antes estuvieron los centros de poder metropolitano: España y Estados Unidos. En esa campaña neocolonizadora participan activamente los cubano-americanos y los cubano-españoles, pero el griterío es de impotencia.
Carlos Rodríguez Almaguer.
“¿Adónde va la América, y quién la junta y guía?
Sola, y como un solo pueblo se levanta.
Sola pelea. Vencerá, sola.”
José Martí.
Discurso ante los delegados de nuestra América.
Nueva York, 19 de diciembre de 1889
“Apenas acierta el pensamiento, a la vez trémulo y desbordado, a poner, en la brevedad que le manda la discreción, el júbilo que nos rebosa de las almas en esta noche memorable.” Tales eran las palabras con que en la noche del 19 de diciembre de 1889 iniciaba José Martí su discurso ante los representantes de las naciones hispanoamericanas que asistían a la Conferencia Internacional Americana, al llamado de los Estados Unidos. Y tales son las palabras que nos salen del alma este 23 de febrero de 2010, cuando en los medios de información de todos los continentes repican, como campanas al aire, las noticias que anuncian que luego de dos siglos de dura brega entre el desinterés y la codicia, y entre la solidaridad y el egoísmo, han logrado, al fin, los pueblos de América Latina y el Caribe, sin que ningún extraño los hubiere convocado sino su propia historia, iniciar el parto por el que verá la luz esa criatura largamente anunciada y deseada: la unidad de nuestra Madre América.
En México fue la Cumbre memorable, y no podía ser otra la tierra donde habrían de fraguarse las uniones del destino final de nuestros pueblos sino en la patria del Benemérito de las Américas, el indio Benito Juárez; como no podría ser otra la nación donde nacerá, en julio de 2011, esta unión de repúblicas sino la patria de aquellos que con el filo de su espada, el calor de su corazón y la amplitud de su mente crearon los cimientos de ideas y de libertades en los que se ha apoyado durante estos dos siglos esa idea salvadora: la cuna del Precursor, Francisco de Miranda, y del Libertador, Simón Bolívar: la heroica Venezuela, madre de nuestras repúblicas.
Por fin va amaneciendo en la noche de los padres fundadores. No araron en el mar como creyó Bolívar en su lecho de muerte. Tierra fértil acogió aquellas semillas de integración libertaria; tan fértil, que no han bastado doscientos años de amenazas, invasiones, engaños y traiciones, flojedades de espíritus aparte, para impedir la mañana feliz de la vendimia, tanto tiempo esperada, en que se acendrará una “libertad que no tendrá, acaso, asiento más amplio en pueblo alguno (…) que el que se le prepara en nuestras tierras sin límites para el esfuerzo honrado, la solicitud leal y la amistad sincera de los hombres.”
Como texto obligado en las escuelas americanas debiera estudiarse a partir de hoy aquel ensayo luminoso del Apóstol de Cuba: Nuestra América. Allí está, en esencia, lo que no puede faltar en lo adelante, que es la prudencia que mantiene el equilibrio entre la vanidad aldeana y la falsa erudición; y el amor infinito por todo lo que sea de nuestras sufridas repúblicas americanas, para ensalzarlo o para corregirlo. Y la Carta de Jamaica, de Bolívar, y tanta historia augusta que nos ha sido falseada o secuestrada, porque, como quería Martí, “la historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria”.
“Somos el mundo nuevo”, dijo este día en conferencia de prensa el hijo de Bolívar, el presidente Hugo Chávez, y es todo un símbolo la frase porque ubica, a dos siglos de distancia, las palabras en su sitio justo: ya dejamos de ser “el Nuevo Mundo” del que hablaban nuestros dueños, para empezar a ser “el mundo nuevo” a cuyo influjo vigoroso y noble ha de salvarse acaso del desastre la humanidad entera. Nada nuevo tiene ya que ofrecer la decadente Europa a la necesidad imperante de ideas frescas. Nada o poco tienen ya que ofrecer los Estados Unidos viciados y corrompidos por el uso dilatado de una prosperidad sangrienta y un poderío descomunal carente de la fuerza moral que lo encausa y embrida. Solo allá en el Oriente, en la filosofía más antigua preservada con respeto y cariño por sus pueblos, puede haber similar para esta filosofía legendaria que ha sobrevivido cinco siglos mezclada en la cultura o protegida en su pureza por los herederos de aquella “raza original, fiera y artística” de la que provenimos.
Aunque los desafíos son cada vez mayores, también mayor es la disposición de nuestros pueblos a no ceder un ápice en el camino emprendido en pos de su integración, y en ese ascenso, serán también una verdad rotunda estas palabras pronunciadas por Martí, aquella noche memorable, a los delegados de las repúblicas americanas: “Todo lo vence, y clava cada día su pabellón más alto, nuestra América capaz e infatigable”.
Sola, y como un solo pueblo se levanta.
Sola pelea. Vencerá, sola.”
José Martí.
Discurso ante los delegados de nuestra América.
Nueva York, 19 de diciembre de 1889
“Apenas acierta el pensamiento, a la vez trémulo y desbordado, a poner, en la brevedad que le manda la discreción, el júbilo que nos rebosa de las almas en esta noche memorable.” Tales eran las palabras con que en la noche del 19 de diciembre de 1889 iniciaba José Martí su discurso ante los representantes de las naciones hispanoamericanas que asistían a la Conferencia Internacional Americana, al llamado de los Estados Unidos. Y tales son las palabras que nos salen del alma este 23 de febrero de 2010, cuando en los medios de información de todos los continentes repican, como campanas al aire, las noticias que anuncian que luego de dos siglos de dura brega entre el desinterés y la codicia, y entre la solidaridad y el egoísmo, han logrado, al fin, los pueblos de América Latina y el Caribe, sin que ningún extraño los hubiere convocado sino su propia historia, iniciar el parto por el que verá la luz esa criatura largamente anunciada y deseada: la unidad de nuestra Madre América.
En México fue la Cumbre memorable, y no podía ser otra la tierra donde habrían de fraguarse las uniones del destino final de nuestros pueblos sino en la patria del Benemérito de las Américas, el indio Benito Juárez; como no podría ser otra la nación donde nacerá, en julio de 2011, esta unión de repúblicas sino la patria de aquellos que con el filo de su espada, el calor de su corazón y la amplitud de su mente crearon los cimientos de ideas y de libertades en los que se ha apoyado durante estos dos siglos esa idea salvadora: la cuna del Precursor, Francisco de Miranda, y del Libertador, Simón Bolívar: la heroica Venezuela, madre de nuestras repúblicas.
Por fin va amaneciendo en la noche de los padres fundadores. No araron en el mar como creyó Bolívar en su lecho de muerte. Tierra fértil acogió aquellas semillas de integración libertaria; tan fértil, que no han bastado doscientos años de amenazas, invasiones, engaños y traiciones, flojedades de espíritus aparte, para impedir la mañana feliz de la vendimia, tanto tiempo esperada, en que se acendrará una “libertad que no tendrá, acaso, asiento más amplio en pueblo alguno (…) que el que se le prepara en nuestras tierras sin límites para el esfuerzo honrado, la solicitud leal y la amistad sincera de los hombres.”
Como texto obligado en las escuelas americanas debiera estudiarse a partir de hoy aquel ensayo luminoso del Apóstol de Cuba: Nuestra América. Allí está, en esencia, lo que no puede faltar en lo adelante, que es la prudencia que mantiene el equilibrio entre la vanidad aldeana y la falsa erudición; y el amor infinito por todo lo que sea de nuestras sufridas repúblicas americanas, para ensalzarlo o para corregirlo. Y la Carta de Jamaica, de Bolívar, y tanta historia augusta que nos ha sido falseada o secuestrada, porque, como quería Martí, “la historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria”.
“Somos el mundo nuevo”, dijo este día en conferencia de prensa el hijo de Bolívar, el presidente Hugo Chávez, y es todo un símbolo la frase porque ubica, a dos siglos de distancia, las palabras en su sitio justo: ya dejamos de ser “el Nuevo Mundo” del que hablaban nuestros dueños, para empezar a ser “el mundo nuevo” a cuyo influjo vigoroso y noble ha de salvarse acaso del desastre la humanidad entera. Nada nuevo tiene ya que ofrecer la decadente Europa a la necesidad imperante de ideas frescas. Nada o poco tienen ya que ofrecer los Estados Unidos viciados y corrompidos por el uso dilatado de una prosperidad sangrienta y un poderío descomunal carente de la fuerza moral que lo encausa y embrida. Solo allá en el Oriente, en la filosofía más antigua preservada con respeto y cariño por sus pueblos, puede haber similar para esta filosofía legendaria que ha sobrevivido cinco siglos mezclada en la cultura o protegida en su pureza por los herederos de aquella “raza original, fiera y artística” de la que provenimos.
Aunque los desafíos son cada vez mayores, también mayor es la disposición de nuestros pueblos a no ceder un ápice en el camino emprendido en pos de su integración, y en ese ascenso, serán también una verdad rotunda estas palabras pronunciadas por Martí, aquella noche memorable, a los delegados de las repúblicas americanas: “Todo lo vence, y clava cada día su pabellón más alto, nuestra América capaz e infatigable”.
sábado, 27 de febrero de 2010
Entregan el Premio de la Academia a la Historia de la literatura cubana.
Encuentro de viejos amigos y colegas. Cira Romero recibe el Premio a nombre del colectivo de autores en La Cabaña y lo dedica a la memoria del maestro José A. Portuondo. Las fotos, de no buena calidad y sí buena intención, fueron tomadas por Marta Lesmes. En la primera foto, Ricardo Hernández Otero, Enrique Saínz y yo. En la segunda, Ileana Mendoza y yo. Estuvieron además Zaida Capote y Sergio Chaple. Han pasado casi dos décadas...
viernes, 26 de febrero de 2010
¿Quiénes son los enemigos del pueblo cubano?
Un amigo paciente se tomó el trabajo de revisar la gran prensa digital, para definir el origen de la campaña mediática contra Cuba, a propósito de la muerte de Zapata Tamayo. El resultado es revelador; de 100 titulares de prensa en el mundo referidos a este suceso, 93 proceden de dos países: España (52) y Estados Unidos (41). En el caso de España, de esos 52 titulares, 14 pertenecen a El País, 12 a El Mundo y 12 a ABC. Los restantes se distribuyen en otros nueve medios. En Estados Unidos, de los 41 titulares, se publicaron 24 en la prensa hispana (11 de ellos en El Nuevo Herald y 7 en el Diario de las Américas) y 17 en la anglosajona, repartidos en 5 medios, aunque solo en The Miami Herald aparecieron 11. No incluimos en esta lista, por supuesto, a los blogs.
¿Para quién la muerte es útil?
Enrique Ubieta Gómez
Tomado de Cubadebate
La absoluta carencia de mártires que padece la contrarrevolución cubana, es proporcional a su falta de escrúpulos. Es difícil morirse en Cuba, no ya porque las expectativas de vida sean las del Primer Mundo -nadie muere de hambre, pese a la carencia de recursos, ni de enfermedades curables-, sino porque impera la ley y el honor. Los mercenarios cubanos pueden ser detenidos y juzgados según leyes vigentes -en ningún país pueden violarse las leyes: recibir dinero y colaborar con la embajada de un país considerado como enemigo en Estados Unidos, por ejemplo, puede acarrear severas sanciones de privación de libertad-, pero ellos saben que en Cuba nadie desaparece, ni es asesinado por la policía. No existen “oscuros rincones” para interrogatorios “no convencionales” a presos-desaparecidos, como los de Guantánamo o Abu Ghraib. Por demás, uno entrega su vida por un ideal que prioriza la felicidad de los demás, no por uno que prioriza la propia.
En las últimas horas, sin embargo, algunas agencias de prensa y gobiernos se han apresurado en condenar a Cuba por la muerte en prisión, el pasado 23 de febrero, del cubano Orlando Zapata Tamayo. Toda muerte es dolorosa y lamentable. Pero el eco mediático se tiñe esta vez de entusiasmo: al fin -parecen decir-, aparece un “héroe”. Por ello se impone explicar brevemente, sin calificativos innecesarios, quien fue Zapata Tamayo. Pese a todos los maquillajes, se trata de un preso común que inició su actividad delictiva en 1988. Procesado por los delitos de “violación de domicilio” (1993), “lesiones menos graves” (2000), “estafa” (2000), “lesiones y tenencia de arma blanca” (2000: heridas y fractura lineal de cráneo al ciudadano Leonardo Simón, con el empleo de un machete), “alteración del orden” y “desórdenes públicos” (2002), entre otras causas en nada vinculadas a la política, fue liberado bajo fianza el 9 de marzo de 2003 y volvió a delinquir el 20 del propio mes. Dados sus antecedentes y condición penal, fue condenado esta vez a 3 años de cárcel, pero la sentencia inicial se amplió de forma considerable en los años siguientes por su conducta agresiva en prisión.
En la lista de los llamados presos políticos elaborada para condenar a Cuba en 2003 por la manipulada y extinta Comisión de Derechos Humanos de la ONU, no aparece su nombre -como afirma, sin verificar las fuentes y los hechos, la agencia española EFE-, a pesar de que su última detención coincide en el tiempo con la de aquellos. De haber existido una intencionalidad política previa, no hubiese sido liberado once días antes. Ávidos de enrolar a la mayor cantidad posible de supuestos o reales correligionarios en las filas de la contrarrevolución, por una parte, y convencido por la otra de las ventajas materiales que entrañaba una “militancia” amamantada por embajadas extranjeras, Zapata Tamayo adoptó el perfil “político” cuando ya su biografía penal era extensa.
En el nuevo papel fue estimulado una y otra vez por sus mentores políticos a iniciar huelgas de hambre que minaron definitivamente su organismo. La medicina cubana lo acompañó. En las diferentes instituciones hospitalarias donde fue tratado existen especialistas muy calificados -a los que se agregaron consultantes de diferentes centros-, que no escatimaron recursos en su tratamiento. Recibió alimentación por vía parenteral. La familia fue informada de cada paso. Su vida se prolongó durante días por respiración artificial. De todo lo dicho existen pruebas documentales.
Pero hay preguntas sin responder, que no son médicas. ¿Quiénes y por qué estimularon a Zapata a mantener una actitud que ya era evidentemente suicida? ¿A quién le convenía su muerte? El desenlace fatal regocija íntimamente a los hipócritas “dolientes”. Zapata era el candidato perfecto: un hombre “prescindible” para los enemigos de la Revolución, y fácil de convencer para que persistiera en un empeño absurdo, de imposibles demandas (televisión, cocina y teléfono personales en la celda) que ninguno de los cabecillas reales tuvo la valentía de mantener. Cada huelga anterior de los instigadores había sido anunciada como una probable muerte, pero aquellos huelguistas siempre desistían antes de que se produjesen incidentes irreversibles de salud. Instigado y alentado a proseguir hasta la muerte -esos mercenarios se frotaban las manos con esa expectativa, pese a los esfuerzos no escatimados de los médicos-, su nombre es ahora exhibido con cinismo como trofeo colectivo.
Como buitres estaban algunos medios -los mercenarios del patio y la derecha internacional-, merodeando en torno al moribundo. Su deceso es un festín. Asquea el espectáculo. Porque los que escriben no se conduelen de la muerte de un ser humano -en un país sin muertes extrajudiciales-, sino que la enarbolan casi con alegría, y la utilizan con premeditados fines políticos. Zapata Tamayo fue manipulado y de cierta forma conducido a la autodestrucción premeditadamente, para satisfacer necesidades políticas ajenas. ¿Acaso esto no es una acusación contra quienes ahora se apropian de su “causa”? Este caso, es consecuencia directa de la asesina política contra Cuba, que estimula a la inmigración ilegal, al desacato y a la violación de las leyes y el orden establecidos. Allí está la única causa de esa muerte indeseable.
Pero, ¿por qué hay gobiernos que se unen a la campaña difamatoria, si saben -porque lo saben-, que en Cuba no se ejecuta, ni se tortura, ni se emplean métodos extrajudiciales? En cualquier país europeo pueden hallarse casos -a veces, francas violaciones de principios éticos-, no tan bien atendidos como el nuestro. Algunos, como aquellos irlandeses que luchaban por su independencia en los años ochenta, murieron en medio de la indiferencia total de los políticos. ¿Por qué hay gobernantes que eluden la denuncia explícita del injusto confinamiento que sufren cinco cubanos en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, y se apresuran en condenar a Cuba si la presión mediática pone en peligro su imagen política? Ya Cuba lo dijo una vez: podemos enviarles a todos los mercenarios y sus familias, pero que nos devuelvan a nuestros héroes. Nunca podrá usarse el chantaje político contra la Revolución cubana.
Esperamos que los adversarios imperiales sepan que nuestra Patria no podrá ser jamás intimidada, doblegada, ni apartada de su heroico y digno camino por las agresiones, la mentira y la infamia.
En las últimas horas, sin embargo, algunas agencias de prensa y gobiernos se han apresurado en condenar a Cuba por la muerte en prisión, el pasado 23 de febrero, del cubano Orlando Zapata Tamayo. Toda muerte es dolorosa y lamentable. Pero el eco mediático se tiñe esta vez de entusiasmo: al fin -parecen decir-, aparece un “héroe”. Por ello se impone explicar brevemente, sin calificativos innecesarios, quien fue Zapata Tamayo. Pese a todos los maquillajes, se trata de un preso común que inició su actividad delictiva en 1988. Procesado por los delitos de “violación de domicilio” (1993), “lesiones menos graves” (2000), “estafa” (2000), “lesiones y tenencia de arma blanca” (2000: heridas y fractura lineal de cráneo al ciudadano Leonardo Simón, con el empleo de un machete), “alteración del orden” y “desórdenes públicos” (2002), entre otras causas en nada vinculadas a la política, fue liberado bajo fianza el 9 de marzo de 2003 y volvió a delinquir el 20 del propio mes. Dados sus antecedentes y condición penal, fue condenado esta vez a 3 años de cárcel, pero la sentencia inicial se amplió de forma considerable en los años siguientes por su conducta agresiva en prisión.
En la lista de los llamados presos políticos elaborada para condenar a Cuba en 2003 por la manipulada y extinta Comisión de Derechos Humanos de la ONU, no aparece su nombre -como afirma, sin verificar las fuentes y los hechos, la agencia española EFE-, a pesar de que su última detención coincide en el tiempo con la de aquellos. De haber existido una intencionalidad política previa, no hubiese sido liberado once días antes. Ávidos de enrolar a la mayor cantidad posible de supuestos o reales correligionarios en las filas de la contrarrevolución, por una parte, y convencido por la otra de las ventajas materiales que entrañaba una “militancia” amamantada por embajadas extranjeras, Zapata Tamayo adoptó el perfil “político” cuando ya su biografía penal era extensa.
En el nuevo papel fue estimulado una y otra vez por sus mentores políticos a iniciar huelgas de hambre que minaron definitivamente su organismo. La medicina cubana lo acompañó. En las diferentes instituciones hospitalarias donde fue tratado existen especialistas muy calificados -a los que se agregaron consultantes de diferentes centros-, que no escatimaron recursos en su tratamiento. Recibió alimentación por vía parenteral. La familia fue informada de cada paso. Su vida se prolongó durante días por respiración artificial. De todo lo dicho existen pruebas documentales.
Pero hay preguntas sin responder, que no son médicas. ¿Quiénes y por qué estimularon a Zapata a mantener una actitud que ya era evidentemente suicida? ¿A quién le convenía su muerte? El desenlace fatal regocija íntimamente a los hipócritas “dolientes”. Zapata era el candidato perfecto: un hombre “prescindible” para los enemigos de la Revolución, y fácil de convencer para que persistiera en un empeño absurdo, de imposibles demandas (televisión, cocina y teléfono personales en la celda) que ninguno de los cabecillas reales tuvo la valentía de mantener. Cada huelga anterior de los instigadores había sido anunciada como una probable muerte, pero aquellos huelguistas siempre desistían antes de que se produjesen incidentes irreversibles de salud. Instigado y alentado a proseguir hasta la muerte -esos mercenarios se frotaban las manos con esa expectativa, pese a los esfuerzos no escatimados de los médicos-, su nombre es ahora exhibido con cinismo como trofeo colectivo.
Como buitres estaban algunos medios -los mercenarios del patio y la derecha internacional-, merodeando en torno al moribundo. Su deceso es un festín. Asquea el espectáculo. Porque los que escriben no se conduelen de la muerte de un ser humano -en un país sin muertes extrajudiciales-, sino que la enarbolan casi con alegría, y la utilizan con premeditados fines políticos. Zapata Tamayo fue manipulado y de cierta forma conducido a la autodestrucción premeditadamente, para satisfacer necesidades políticas ajenas. ¿Acaso esto no es una acusación contra quienes ahora se apropian de su “causa”? Este caso, es consecuencia directa de la asesina política contra Cuba, que estimula a la inmigración ilegal, al desacato y a la violación de las leyes y el orden establecidos. Allí está la única causa de esa muerte indeseable.
Pero, ¿por qué hay gobiernos que se unen a la campaña difamatoria, si saben -porque lo saben-, que en Cuba no se ejecuta, ni se tortura, ni se emplean métodos extrajudiciales? En cualquier país europeo pueden hallarse casos -a veces, francas violaciones de principios éticos-, no tan bien atendidos como el nuestro. Algunos, como aquellos irlandeses que luchaban por su independencia en los años ochenta, murieron en medio de la indiferencia total de los políticos. ¿Por qué hay gobernantes que eluden la denuncia explícita del injusto confinamiento que sufren cinco cubanos en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, y se apresuran en condenar a Cuba si la presión mediática pone en peligro su imagen política? Ya Cuba lo dijo una vez: podemos enviarles a todos los mercenarios y sus familias, pero que nos devuelvan a nuestros héroes. Nunca podrá usarse el chantaje político contra la Revolución cubana.
Esperamos que los adversarios imperiales sepan que nuestra Patria no podrá ser jamás intimidada, doblegada, ni apartada de su heroico y digno camino por las agresiones, la mentira y la infamia.
Yoani miente en El País.
¿Dónde está la fina línea que marca la diferencia entre una interpretación y una mentira? En el caso de Zapata Tamayo, los medios no investigan, no preguntan, simplemente reproducen las indicaciones que reciben: de delincuente a político, de víctima de sí mismo y de sus instigadores, a mártir. Yoani Sánchez se sabe el libreto. Ni siquiera tiene que leer dos veces las instrucciones. Y no siente vergüenza de mentir, porque ni siquiera quiere saber si es verdad o mentira lo que repite. El País --que ya es un periódico más de la derecha española--, reproduce solícito el guión.
Ayer estuve conversando con los médicos que atendieron a Zapata Tamayo en el Hospital Nacional de Reclusos. Son tan contundentes las pruebas médicas, que Yoani hará el ridículo.
Ayer estuve conversando con los médicos que atendieron a Zapata Tamayo en el Hospital Nacional de Reclusos. Son tan contundentes las pruebas médicas, que Yoani hará el ridículo.
miércoles, 24 de febrero de 2010
Preguntas en torno a la muerte de Zapata.
Hatuey
¿A quien beneficia la lamentable muerte de Orlando Zapata Tamayo?
¿Por qué se desconoce el prontuario de delitos comunes de Orlando Zapata Tamayo y se le asigna la categoría de Preso Político”.?
¿Por qué razón ninguna organización contrarrevolucionaria del exterior y de los grupúsculos internos, conminó a Orlando Zapata para que abandonara la huelga?
¿Es verdad que cuando el contrarrevolucionario Guillermo Fariñas protagonizó una huelga, se le trató de convencer de que abandonara su postura con el argumento de era más útil vivo que muerto? ¿Por qué ahora no se hizo lo mismo?
¿Es cierto que las transmisiones de las emisoras subversivas contra Cuba incentivaron la huelga?
¿Es cierto que los analistas de la mal llamada Radio Martí sostuvieron en sus análisis que la muerte de Orlando Zapata tendría un alto costo político para las autoridades cubanas?
¿Es verdad que la muerte de Orlando Zapata se inserta en los planes para propiciar la unidad en la atomizada contrarrevolución?
¿Qué explica que las autoridades de salud cubana en marzo del 2009, le salvaran la vida a Orlando Zapata al extraerle una tumoración en el cerebro?
¿Puede un ser humano con un organismo afectado de anteriores eventos de huelga, sobrevivir 85 días, sin una esmerada atención médica?
¿Cuántos niños a esta hora y este hipócrita mundo habrán fallecido de hambre, sin haber tenido ni tan siquiera el derecho a optar por la huelga?
¿A quien beneficia la lamentable muerte de Orlando Zapata Tamayo?
¿Por qué se desconoce el prontuario de delitos comunes de Orlando Zapata Tamayo y se le asigna la categoría de Preso Político”.?
¿Por qué razón ninguna organización contrarrevolucionaria del exterior y de los grupúsculos internos, conminó a Orlando Zapata para que abandonara la huelga?
¿Es verdad que cuando el contrarrevolucionario Guillermo Fariñas protagonizó una huelga, se le trató de convencer de que abandonara su postura con el argumento de era más útil vivo que muerto? ¿Por qué ahora no se hizo lo mismo?
¿Es cierto que las transmisiones de las emisoras subversivas contra Cuba incentivaron la huelga?
¿Es cierto que los analistas de la mal llamada Radio Martí sostuvieron en sus análisis que la muerte de Orlando Zapata tendría un alto costo político para las autoridades cubanas?
¿Es verdad que la muerte de Orlando Zapata se inserta en los planes para propiciar la unidad en la atomizada contrarrevolución?
¿Qué explica que las autoridades de salud cubana en marzo del 2009, le salvaran la vida a Orlando Zapata al extraerle una tumoración en el cerebro?
¿Puede un ser humano con un organismo afectado de anteriores eventos de huelga, sobrevivir 85 días, sin una esmerada atención médica?
¿Cuántos niños a esta hora y este hipócrita mundo habrán fallecido de hambre, sin haber tenido ni tan siquiera el derecho a optar por la huelga?
Zapata: ¿un muerto útil?
Enrique Ubieta Gómez
La absoluta carencia de mártires que padece la contrarrevolución cubana, es proporcional a su falta de escrúpulos. Es difícil morirse en Cuba, no ya porque las expectativas de vida sean las del Primer Mundo –nadie muere de hambre, pese a la carencia de recursos, ni de enfermedades curables--, sino porque impera la ley y el honor. Las Damas de Blanco y Yoani pueden ser detenidas y juzgadas según leyes vigentes –en ningún país pueden violarse las leyes: recibir dinero y colaborar con la embajada de Irán (un país considerado como enemigo) en Estados Unidos, por ejemplo, puede acarrear la pérdida de todos los derechos ciudadanos en aquella nación--, pero ellas saben que en Cuba nadie desaparece, ni es asesinado. Por demás, uno entrega su vida por un ideal que prioriza la felicidad de los demás, no por uno que prioriza la propia. Así que la lamentable muerte de Orlando Zapata, un preso común –de largo historial delictivo, en nada vinculado a la política--, regocija íntimamente a sus hipócritas “dolientes”. Transformado después de muchas idas y venidas a prisión en “activista político”, Zapata fue el candidato perfecto para la autoejecución. Era un hombre “prescindible” para los grupúsculos, y fácil de convencer para que persistiera en una huelga de hambre absurda, de imposibles demandas (cocina y teléfono personales en la celda) que ninguno de los cabecillas reales tuvo la valentía de mantener. Cada huelga anterior de los instigadores había sido anunciada como una probable muerte, pero los huelguistas siempre desistían en buen estado de salud. Instigado y alentado a proseguir hasta la muerte –esos mercenarios se frotaban las manos con la expectativa de que muriese, pese a los esfuerzos no escatimados de los médicos--, el cadáver de Zapata es ahora exhibido con cinismo como trofeo colectivo.
Como buitres estaban los medios –los mercenarios del patio y la derecha internacional--, merodeando en torno al moribundo. Su deceso es un festín. Asquea el espectáculo. Porque los que escriben no se conduelen de la muerte de un ser humano –en un país sin muertes extrajudiciales--, sino que la enarbolan casi con alegría, y la utilizan con premeditados fines políticos. El caso de Zapata me recuerda el de Pánfilo: los dos fueron manipulados y de cierta forma conducidos a la autodestrucción de forma premeditada, para satisfacer necesidades políticas ajenas: uno, llevado a una persistente huelga de hambre de 85 días (había realizado ya otras anteriores que afectaron su salud); el otro, en pleno proceso de desintoxicación alcohólica, invitado a beber para que dijera frente a las cámaras lo que querían oir. Me pregunto si eso no es una acusación contra quienes ahora se apropian de su “causa”. Tienen razón al decir que fue un asesinato, pero los medios esconden al verdadero asesino: los grupúsculos cubanos y sus mentores trasnacionales. Zapata fue asesinado por la contrarrevolución.
La absoluta carencia de mártires que padece la contrarrevolución cubana, es proporcional a su falta de escrúpulos. Es difícil morirse en Cuba, no ya porque las expectativas de vida sean las del Primer Mundo –nadie muere de hambre, pese a la carencia de recursos, ni de enfermedades curables--, sino porque impera la ley y el honor. Las Damas de Blanco y Yoani pueden ser detenidas y juzgadas según leyes vigentes –en ningún país pueden violarse las leyes: recibir dinero y colaborar con la embajada de Irán (un país considerado como enemigo) en Estados Unidos, por ejemplo, puede acarrear la pérdida de todos los derechos ciudadanos en aquella nación--, pero ellas saben que en Cuba nadie desaparece, ni es asesinado. Por demás, uno entrega su vida por un ideal que prioriza la felicidad de los demás, no por uno que prioriza la propia. Así que la lamentable muerte de Orlando Zapata, un preso común –de largo historial delictivo, en nada vinculado a la política--, regocija íntimamente a sus hipócritas “dolientes”. Transformado después de muchas idas y venidas a prisión en “activista político”, Zapata fue el candidato perfecto para la autoejecución. Era un hombre “prescindible” para los grupúsculos, y fácil de convencer para que persistiera en una huelga de hambre absurda, de imposibles demandas (cocina y teléfono personales en la celda) que ninguno de los cabecillas reales tuvo la valentía de mantener. Cada huelga anterior de los instigadores había sido anunciada como una probable muerte, pero los huelguistas siempre desistían en buen estado de salud. Instigado y alentado a proseguir hasta la muerte –esos mercenarios se frotaban las manos con la expectativa de que muriese, pese a los esfuerzos no escatimados de los médicos--, el cadáver de Zapata es ahora exhibido con cinismo como trofeo colectivo.
Como buitres estaban los medios –los mercenarios del patio y la derecha internacional--, merodeando en torno al moribundo. Su deceso es un festín. Asquea el espectáculo. Porque los que escriben no se conduelen de la muerte de un ser humano –en un país sin muertes extrajudiciales--, sino que la enarbolan casi con alegría, y la utilizan con premeditados fines políticos. El caso de Zapata me recuerda el de Pánfilo: los dos fueron manipulados y de cierta forma conducidos a la autodestrucción de forma premeditada, para satisfacer necesidades políticas ajenas: uno, llevado a una persistente huelga de hambre de 85 días (había realizado ya otras anteriores que afectaron su salud); el otro, en pleno proceso de desintoxicación alcohólica, invitado a beber para que dijera frente a las cámaras lo que querían oir. Me pregunto si eso no es una acusación contra quienes ahora se apropian de su “causa”. Tienen razón al decir que fue un asesinato, pero los medios esconden al verdadero asesino: los grupúsculos cubanos y sus mentores trasnacionales. Zapata fue asesinado por la contrarrevolución.
martes, 23 de febrero de 2010
Premio de la Academia a Historia de la literatura cubana.
El pasado 13 de febrero la Academia de Ciencias de Cuba otorgó su Premio Anual para investigación literaria a la Historia de la literatura cubana en tres tomos que realizara un colectivo de autores en el Instituto de Literatura y Lingüística, a fines de la década del ochenta e inicios de los noventa. Los tomos, de alrededor de mil páginas cada uno, fueron publicados sucesivamente en los años 2002, 2005 y 2008. Entre sus autores se encuentran prestigiosos críticos y ensayistas de varias generaciones. Para algunos --como para mí--, fue una segunda universidad.
lunes, 22 de febrero de 2010
¿A juicio la solidaridad?
E. U. G.
Finalizada la Cumbre de Trinidad y Tobago en 2009, un Obama que todavía interpretaba con cierta credibilidad su papel de “político del cambio” –quizás impresionado por la avalancha de exhortaciones que recibiera para desarticular el bloqueo a Cuba--, afirmó frente a las cámaras que la decisión cubana de enviar médicos, en lugar de soldados, debía ser imitada por Estados Unidos, porque evidentemente generaba muchas simpatías. Unos meses después, uno de los periodistas oficialistas de Estados Unidos –sea cual sea su gobierno, oficialista de la política imperial--, para América Latina, el chileno-americano Andrés Oppenheimer, exhortaba al gobierno ¿de su país? que aumentara la oferta de becas a estudiantes latinoamericanos, pues Cuba (un estado pobre y bloqueado, esto no lo decía claro) empezaba a sobrepasar los índices de preferencia de la juventud regional como centro de estudios.
Durante años los medios han tratado de denigrar la solidaridad cubana. Es un hecho muy molesto, que no encaja en el discurso editorial anti-cubano. Hay varios factores que irritan especialmente a los ideólogos de la contrarrevolución: 1. que un Estado pobre actúe según criterios humanistas y no netamente mercantiles (los beneficios mutuos que propicia el ALBA –muy recientes--, nada tienen que ver con una práctica iniciada en 1963 y que se extiende en el tiempo a más de 60 países del mundo); 2. que individuos altamente capacitados de un Estado pobre –no cien o doscientos, sino decenas de miles--, se ofrezcan voluntariamente para ejercer su profesión según criterios humanistas y no mercantiles; 3. que ese Estado sea Cuba y esos miles de voluntarios sean cubanos, hijos de su Revolución. Por eso organizaron una red para ofrecer a los voluntarios la posibilidad de “escapar” y la garantía de vivir y ejercer en el Primer Mundo –según criterios mercantiles, naturalmente--, el sueño dorado de cualquier profesional del Tercer Mundo. La operación intenta un doble beneficio: el tradicional robo de cerebros, y la guerra ideológica contra un concepto de vida esencialmente opuesto al capitalista. Con ella captan desde luego a algunos cientos, ampliamente divulgados por la gran prensa, y fracasan ante decenas de miles de colaboradores, que nadie promociona.
Que algunos médicos renuncien a la solidaridad internacionalista en aras de obtener beneficios personales mediante el ejercicio de profesiones bien cotizadas en el mundo del mercado, se promociona como una victoria de la libertad individual. ¿Qué defienden los que enarbolan el egoísmo? El capitalismo; el concepto de que la solidaridad es inviable, porque el ser humano es naturalmente egoísta; que un mundo mejor no es posible. Por eso es repulsivo el anuncio de que siete médicos desertores intentan enjuiciar a quienes defienden la solidaridad, y que pretendan condenarlos judicialmente. Y que “la denuncia” –en primera plana de El Nuevo Herald--, se proponga recabar millones de dólares de “compensación”, que les permita a esos mercenarios una vida de lujos, opuesta a la de sus condiscípulos y ex colegas, pero sobre todo, indiferente al dolor de aquellos seres humanos que reciben o recibieron la ayuda humanitaria de sus condiscípulos y ex colegas. Es repulsiva la idea de que un tribunal enjuicie a quienes practican la solidaridad y no a quienes la niegan. De cualquier manera, allí están, allí estarán los médicos y paramédicos cubanos; y mientras en Haití proyecten y construyan un sistema nacional de salud, conjuntamente con los países del ALBA, y el ejército sea la única respuesta posible de Estados Unidos, ellos quizás encuentren el oro que buscan y el capitalismo los aplauda como ejemplos a seguir.
Finalizada la Cumbre de Trinidad y Tobago en 2009, un Obama que todavía interpretaba con cierta credibilidad su papel de “político del cambio” –quizás impresionado por la avalancha de exhortaciones que recibiera para desarticular el bloqueo a Cuba--, afirmó frente a las cámaras que la decisión cubana de enviar médicos, en lugar de soldados, debía ser imitada por Estados Unidos, porque evidentemente generaba muchas simpatías. Unos meses después, uno de los periodistas oficialistas de Estados Unidos –sea cual sea su gobierno, oficialista de la política imperial--, para América Latina, el chileno-americano Andrés Oppenheimer, exhortaba al gobierno ¿de su país? que aumentara la oferta de becas a estudiantes latinoamericanos, pues Cuba (un estado pobre y bloqueado, esto no lo decía claro) empezaba a sobrepasar los índices de preferencia de la juventud regional como centro de estudios.
Durante años los medios han tratado de denigrar la solidaridad cubana. Es un hecho muy molesto, que no encaja en el discurso editorial anti-cubano. Hay varios factores que irritan especialmente a los ideólogos de la contrarrevolución: 1. que un Estado pobre actúe según criterios humanistas y no netamente mercantiles (los beneficios mutuos que propicia el ALBA –muy recientes--, nada tienen que ver con una práctica iniciada en 1963 y que se extiende en el tiempo a más de 60 países del mundo); 2. que individuos altamente capacitados de un Estado pobre –no cien o doscientos, sino decenas de miles--, se ofrezcan voluntariamente para ejercer su profesión según criterios humanistas y no mercantiles; 3. que ese Estado sea Cuba y esos miles de voluntarios sean cubanos, hijos de su Revolución. Por eso organizaron una red para ofrecer a los voluntarios la posibilidad de “escapar” y la garantía de vivir y ejercer en el Primer Mundo –según criterios mercantiles, naturalmente--, el sueño dorado de cualquier profesional del Tercer Mundo. La operación intenta un doble beneficio: el tradicional robo de cerebros, y la guerra ideológica contra un concepto de vida esencialmente opuesto al capitalista. Con ella captan desde luego a algunos cientos, ampliamente divulgados por la gran prensa, y fracasan ante decenas de miles de colaboradores, que nadie promociona.
Que algunos médicos renuncien a la solidaridad internacionalista en aras de obtener beneficios personales mediante el ejercicio de profesiones bien cotizadas en el mundo del mercado, se promociona como una victoria de la libertad individual. ¿Qué defienden los que enarbolan el egoísmo? El capitalismo; el concepto de que la solidaridad es inviable, porque el ser humano es naturalmente egoísta; que un mundo mejor no es posible. Por eso es repulsivo el anuncio de que siete médicos desertores intentan enjuiciar a quienes defienden la solidaridad, y que pretendan condenarlos judicialmente. Y que “la denuncia” –en primera plana de El Nuevo Herald--, se proponga recabar millones de dólares de “compensación”, que les permita a esos mercenarios una vida de lujos, opuesta a la de sus condiscípulos y ex colegas, pero sobre todo, indiferente al dolor de aquellos seres humanos que reciben o recibieron la ayuda humanitaria de sus condiscípulos y ex colegas. Es repulsiva la idea de que un tribunal enjuicie a quienes practican la solidaridad y no a quienes la niegan. De cualquier manera, allí están, allí estarán los médicos y paramédicos cubanos; y mientras en Haití proyecten y construyan un sistema nacional de salud, conjuntamente con los países del ALBA, y el ejército sea la única respuesta posible de Estados Unidos, ellos quizás encuentren el oro que buscan y el capitalismo los aplauda como ejemplos a seguir.
domingo, 21 de febrero de 2010
Prólogo al libro Y seguimos filosofando (Editorial de Ciencias Sociales, 2010)
Enrique Ubieta Gómez
Este es, en primer término, un prólogo para lectores cubanos, pero confío en que ese énfasis inevitable, no me distancie demasiado de otros posibles lectores. Como prologuista cubano de Horacio Cerutti Guldberg, un filósofo argentino – mexicano que se apropia críticamente de la filosofía de la liberación y de la historia de las ideas y las rebasa, debo empezar por exponer el breve itinerario personal que me acercó a su ya copiosa obra: cuando en 1983 culminé los estudios de filosofía marxista en la Universidad de Kiev, capital de la actual República de Ucrania, entonces parte del territorio de lo que fue la Unión Soviética, había leído muy poco –y por cuenta propia--, de la tradición latinoamericana de pensamiento.
Mi vocación me condujo sin embargo en 1985 al habanero Instituto de Literatura y Lingüística, que entonces presidía el doctor José Antonio Portuondo, y mi participación en la investigación colectiva de la historia de la literatura cubana, a la lectura de sus principales ensayistas –escritores, artistas, filósofos, políticos, revolucionarios--, de los siglos XIX y XX. Casi diez años duró ese período de aprendizajes. La ironía de ese itinerario es que no fue hasta 1987, en Moscú, durante una beca de investigación concedida por el Instituto de Literatura Mundial Máximo Gorki, que descubrí y leí a Leopoldo Zea, no sin cierto deslumbramiento, un autor más cercano al poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar –autor del archiconocido ensayo Calibán (1971)--, que a los filósofos cubanos del período revolucionario. Precisamente Zea (como también Retamar) era estudiado por los “latinoamericanistas” soviéticos –críticos de arte y de literatura, especialistas en política exterior--, y no por los filósofos.
Así que cuando en 1988 recibí otra beca de investigación, esta vez en El Colegio de México, llevé conmigo una carta de recomendación dirigida al maestro Zea escrita por el bondadoso amigo y maestro Portuondo. Fue entonces que conocí a Horacio, quien desde 1987 se desempeñaba como Coordinador del Colegio de Estudios Latinoamericanos que fundara Zea en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y era por entonces un cercano colaborador suyo. Por supuesto que aproveché todo lo que pude la excelente biblioteca que tenía El Colegio de México, pero no me sentí nunca a gusto con su aséptico concepto de “excelencia académica”, ya para entonces muy alejado del espíritu de sus fundadores; me atraía en cambio el ambiente rebelde que imperaba en los pasillos de la UNAM y su vocación latinoamericanista.
Horacio, un argentino exiliado durante los años de la dictadura, me acogió en su grupo de trabajo. A pesar de su apariencia de hombre circunspecto, de “cuello y corbata” según decimos en Cuba, Horacio es un ser humano muy asequible, cuya amabilidad nunca es impostada, un espécimen raro en el mundo académico, capaz de propiciar el triunfo ajeno y disfrutarlo como propio. Su liderazgo surge naturalmente de su tesón por aunar voluntades y propiciar el diálogo mediante proyectos colectivos, de su vocación de promotor y su naturaleza de maestro. Organizador de innumerables congresos latinoamericanistas –fue presidente de la Asociación Filosófica de México, país en el que se nacionalizó y fundador de la Sociedad Iberoamericana de Filosofía y Política--, de revistas, antologías de homenaje y libros colectivos, es un consecuente hombre de “izquierda”, abierto por igual a la obra de los autores más diversos, reconocidos o no, y del texto mayor que es la propia vida. Solidario con la Revolución cubana –fue también protagonista del encuentro de intelectuales que lanzó en México la Red de Redes En Defensa de la Humanidad--, y con la Revolución venezolana, sin dejar de analizar a su modo, con sumo respeto, las naturales contradicciones de esos procesos. Nunca –en ambos casos--, su acercamiento ha sido “profesoral”: las preguntas que le formula a las revoluciones reales no son para enseñar, sino para aprender.
Este libro, integrado por ensayos, conferencias e intervenciones de tono confesional es casi una propuesta autobiográfica. Introducción y mapa de su obra. No solo porque incluye un texto en el que aborda críticamente su propia trayectoria –humana y profesional, porque en Horacio el hombre y el filósofo se funden--, sino porque desnuda sus más íntimas preocupaciones y obsesiones teóricas, calzadas a pie de página por los numerosos estudios anteriores de su bibliografía personal. La primera, quizás no desde el punto de vista cronológico, pero sí lógico, es sobre el sentido de su profesión –en el que se imbrican forma y contenido--, que Horacio desarrolla aquí en una minuciosa crítica de la propuesta canónica de Francisco Romero sobre la llamada “normalidad filosófica”, excluyente de cualquier “impureza” no teórica (política). Horacio reclama para la filosofía además de rigor, trabajo y asimilación de un pasado teórico, pasión, sensibilidad, y compromiso político. Porque lo conozco personalmente, sé cómo sufre –y cómo busca y se busca--, esta conclusión que comparto: “En momentos como los actuales, en que hay movimientos sociales, emergencia social, apertura de ciertas posibilidades en nuestra región –incluso me gustaría usar la metáfora de lucecitas al final del túnel--, ¿qué están haciendo quienes se dedican académicamente a la filosofía? En la mayoría de los casos producen trabajos interesantes y hasta bien escritos, que no les interesa a nadie, que no lee nadie…”. Y advierte: “la filosofía es demasiado importante para dejarla en manos de los profesionales de la filosofía… Es lo mismo que ocurre con la política”. Con rigor, pero también con pasión y compromiso político, escribe Horacio Cerutti Guldberg. Por eso (se) pregunta: “¿Qué es filosofar en serio? ¿Lo que prescribe la academia? ¿Lo que las rutinas académicas han sancionado? ¿Lo que pretenciosamente se presenta como tal? ¿Lo que está de moda cada vez? (…)”. Esta angustia se enlaza a otros temas, no menos importantes: el de la identidad del ser y del filosofar latinoamericanos, el del Otro (el oprimido) y su liberación, entendidos de forma histórica, nunca ontológica, no como algo dado, sino como un proyecto que incluye la dimensión utópica, que “concibe al ser como siendo”; y consecuentemente, el tema de los estudios filosóficos en América Latina, y de forma especial, sobre América Latina: “Lo que dificulta la labor formativa y el reconocimiento académico es que intentamos formar un profesional que no sea especialista en una disciplina, aunque deba dominar muchos de los elementos básicos de cada una de ellas, sino un/a experto/a en una región socio-histórico-cultural que incluye, para complicar más el asunto, muchas variantes sociales, históricas y culturales y que es ‘una’, más por decisión, voluntad política, antecedentes más o menos comunes –imaginario a compartir--, que por la homogenidad, presunta sustancialidad o esencialidad del objeto estudiado”.
Pero Horacio tiene que enfrentar numerosos escollos. Es un hombre de la Academia, y a la vez un impugnador de la Academia. Al lector cubano podrá parecerle, por eso, que pelea contra fantasmas; sus aproximaciones a ciertos temas de la teoría política se (de)baten contra una madeja de conceptos y definiciones (de obstáculos académicos) que enrarecen la comprensión. Su misión no es llegar (meta por demás siempre renovable), sino allanar el camino de la comprensión. A veces también, y por la misma causa, el lector echará de menos en el análisis una mirada más explícita a situaciones y procesos que son colosales ejemplos abiertos al estudio, desde la relación “aérea” de Hugo Chávez y las capas más humildes de la población venezolana –uso esa palabra para significar la ausencia de intermediarios--, y la rearticulación de la participación popular en las misiones sociales, al margen de una institucionalidad y de un funcionarato que actúa como rémora, hasta el precario liderazgo de Zelaya en Honduras. Un análisis que debe llevarnos no a situaciones ideales, sino a la comprensión de realidades prácticas: sin el liderazgo de Chávez --o de Fidel, o de Martí en su momento--, ¿hubiese sido posible el avance del proceso revolucionario?, ¿hoy por hoy, es posible una revolución bolivariana sin Chávez? La teoría política contemporánea –al servicio de cierta política, porque no hay teoría política sin sujeto político--, ha puesto de moda términos generales (abstractos) que eluden la descripción de las motivaciones, de los intereses de clase que subyacen y determinan las apariencias, como los de totalitarismo o populismo. Con la manga al codo, Horacio acepta el difícil reto de aceptarlos para rebatirlos.
Porque, ¿qué es el populismo? El autor señala dos características fundamentales: 1. “el populismo es un tipo de manipulación política donde, en nombre del pueblo, lo que se hace es intentar neutralizar el conflicto social”, de ahí su sentido explícitamente contrarrevolucionario; 2. “jamás un populista buscará –ni menos permitirá-- que se concrete la organización popular: la participación efectiva en la toma de decisiones por parte de los mismos afectados”. En consecuencia, tal como señala Manuel Corral y cita Cerutti, el problema a discernir “es si hay o no hay un cuestionamiento radical del capitalismo”. Podemos añadir algunas perogrulladas: populismo es una expresión peyorativa que alude a las tendencias políticas que enfatizan a nivel retórico –nunca práctico--, las demandas populares, para obtener el control político y luego diluirlas, lo que no excluye que se adopten medidas efectistas, de carácter superficial.
Como bien apunta Horacio, populistas fueron Collor de Melo, Menem, Fujimori y Carlos Andrés Pérez, quienes luego implementaron políticas neoliberales. Pero sucede que la oligarquía utiliza el término para desacreditar cualquier intento verdadero por satisfacer esas demandas populares. Si nos detenemos en el caso venezolano, veremos que las misiones sociales chavistas –que garantizan la participación social de los involucrados--, fueron sustituidas en Zulia por “misiones” efectistas, pero efímeras, del gobierno opositor de Manuel Rosales. La gran prensa hablaba del “populismo” de Chávez, no del de Rosales. “Barrio a Barrio” –contraparte populista de Barrio Adentro--, seguía esa lógica: grandes operativos en los que se regalaban medicinas y alimentos. Pero en la noche, al día siguiente, la población tenía que acudir, si se enfermaba, a los médicos cubanos de Barrio Adentro. Los operativos populistas de Rosales se incrementaban en época de elecciones, y desaparecían en los períodos intermedios.
Otros temas abordados por Cerutti son especialmente actuales, por ejemplo el de la violencia revolucionaria. Todo aquel que haya seguido el proceso posterior al golpe de estado en Honduras, podrá distinguir esa contradicción especialmente indigna: el golpe de estado apoyado ya de forma bastante explícita por importantes fuerzas de poder en Estados Unidos, es de por sí un acto de violencia. Desde la violencia consumada –muertos y heridos incluidos, en una represión anunciada--, Hillary Clinton le pide a Zelaya que se abstenga de convertirse en bandera. Ella sabe lo que dice, pero el pueblo hondureño sabe lo que hace. La violencia es intrínsicamente contrarrevolucionaria, pero la pasividad ante ella lo es aún más. Al cumplirse el cuarenta aniversario del asesinato del Che Guevara en Bolivia, El País –diario español que todavía algunos lectores ubican en la izquierda, aunque fue adquirido por el grupo PRISA de capital mayoritariamente estadounidense--, lo acusaba doblemente en su Editorial: de matar y de dejarse matar. En América Latina transcurren sin embargo procesos esperanzadores, que ponen a prueba caminos alternativos para la liberación. ¿Podrán consumarse plenamente sin violencia?
Este es un libro provocador, inteligente, honesto, escrito por un hombre de iguales características. El lector cubano debe dejar sus juicios-previos (o pre-juicios) en la puerta, y adentrarse en las reflexiones de Horacio Cerutti Guldberg con la seguridad de que encontrará un campo fértil para la discusión, sembrado de ideas especialmente sugerentes, hijas de una tradición de pensamiento que también nos pertenece.
Mi vocación me condujo sin embargo en 1985 al habanero Instituto de Literatura y Lingüística, que entonces presidía el doctor José Antonio Portuondo, y mi participación en la investigación colectiva de la historia de la literatura cubana, a la lectura de sus principales ensayistas –escritores, artistas, filósofos, políticos, revolucionarios--, de los siglos XIX y XX. Casi diez años duró ese período de aprendizajes. La ironía de ese itinerario es que no fue hasta 1987, en Moscú, durante una beca de investigación concedida por el Instituto de Literatura Mundial Máximo Gorki, que descubrí y leí a Leopoldo Zea, no sin cierto deslumbramiento, un autor más cercano al poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar –autor del archiconocido ensayo Calibán (1971)--, que a los filósofos cubanos del período revolucionario. Precisamente Zea (como también Retamar) era estudiado por los “latinoamericanistas” soviéticos –críticos de arte y de literatura, especialistas en política exterior--, y no por los filósofos.
Así que cuando en 1988 recibí otra beca de investigación, esta vez en El Colegio de México, llevé conmigo una carta de recomendación dirigida al maestro Zea escrita por el bondadoso amigo y maestro Portuondo. Fue entonces que conocí a Horacio, quien desde 1987 se desempeñaba como Coordinador del Colegio de Estudios Latinoamericanos que fundara Zea en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y era por entonces un cercano colaborador suyo. Por supuesto que aproveché todo lo que pude la excelente biblioteca que tenía El Colegio de México, pero no me sentí nunca a gusto con su aséptico concepto de “excelencia académica”, ya para entonces muy alejado del espíritu de sus fundadores; me atraía en cambio el ambiente rebelde que imperaba en los pasillos de la UNAM y su vocación latinoamericanista.
Horacio, un argentino exiliado durante los años de la dictadura, me acogió en su grupo de trabajo. A pesar de su apariencia de hombre circunspecto, de “cuello y corbata” según decimos en Cuba, Horacio es un ser humano muy asequible, cuya amabilidad nunca es impostada, un espécimen raro en el mundo académico, capaz de propiciar el triunfo ajeno y disfrutarlo como propio. Su liderazgo surge naturalmente de su tesón por aunar voluntades y propiciar el diálogo mediante proyectos colectivos, de su vocación de promotor y su naturaleza de maestro. Organizador de innumerables congresos latinoamericanistas –fue presidente de la Asociación Filosófica de México, país en el que se nacionalizó y fundador de la Sociedad Iberoamericana de Filosofía y Política--, de revistas, antologías de homenaje y libros colectivos, es un consecuente hombre de “izquierda”, abierto por igual a la obra de los autores más diversos, reconocidos o no, y del texto mayor que es la propia vida. Solidario con la Revolución cubana –fue también protagonista del encuentro de intelectuales que lanzó en México la Red de Redes En Defensa de la Humanidad--, y con la Revolución venezolana, sin dejar de analizar a su modo, con sumo respeto, las naturales contradicciones de esos procesos. Nunca –en ambos casos--, su acercamiento ha sido “profesoral”: las preguntas que le formula a las revoluciones reales no son para enseñar, sino para aprender.
Este libro, integrado por ensayos, conferencias e intervenciones de tono confesional es casi una propuesta autobiográfica. Introducción y mapa de su obra. No solo porque incluye un texto en el que aborda críticamente su propia trayectoria –humana y profesional, porque en Horacio el hombre y el filósofo se funden--, sino porque desnuda sus más íntimas preocupaciones y obsesiones teóricas, calzadas a pie de página por los numerosos estudios anteriores de su bibliografía personal. La primera, quizás no desde el punto de vista cronológico, pero sí lógico, es sobre el sentido de su profesión –en el que se imbrican forma y contenido--, que Horacio desarrolla aquí en una minuciosa crítica de la propuesta canónica de Francisco Romero sobre la llamada “normalidad filosófica”, excluyente de cualquier “impureza” no teórica (política). Horacio reclama para la filosofía además de rigor, trabajo y asimilación de un pasado teórico, pasión, sensibilidad, y compromiso político. Porque lo conozco personalmente, sé cómo sufre –y cómo busca y se busca--, esta conclusión que comparto: “En momentos como los actuales, en que hay movimientos sociales, emergencia social, apertura de ciertas posibilidades en nuestra región –incluso me gustaría usar la metáfora de lucecitas al final del túnel--, ¿qué están haciendo quienes se dedican académicamente a la filosofía? En la mayoría de los casos producen trabajos interesantes y hasta bien escritos, que no les interesa a nadie, que no lee nadie…”. Y advierte: “la filosofía es demasiado importante para dejarla en manos de los profesionales de la filosofía… Es lo mismo que ocurre con la política”. Con rigor, pero también con pasión y compromiso político, escribe Horacio Cerutti Guldberg. Por eso (se) pregunta: “¿Qué es filosofar en serio? ¿Lo que prescribe la academia? ¿Lo que las rutinas académicas han sancionado? ¿Lo que pretenciosamente se presenta como tal? ¿Lo que está de moda cada vez? (…)”. Esta angustia se enlaza a otros temas, no menos importantes: el de la identidad del ser y del filosofar latinoamericanos, el del Otro (el oprimido) y su liberación, entendidos de forma histórica, nunca ontológica, no como algo dado, sino como un proyecto que incluye la dimensión utópica, que “concibe al ser como siendo”; y consecuentemente, el tema de los estudios filosóficos en América Latina, y de forma especial, sobre América Latina: “Lo que dificulta la labor formativa y el reconocimiento académico es que intentamos formar un profesional que no sea especialista en una disciplina, aunque deba dominar muchos de los elementos básicos de cada una de ellas, sino un/a experto/a en una región socio-histórico-cultural que incluye, para complicar más el asunto, muchas variantes sociales, históricas y culturales y que es ‘una’, más por decisión, voluntad política, antecedentes más o menos comunes –imaginario a compartir--, que por la homogenidad, presunta sustancialidad o esencialidad del objeto estudiado”.
Pero Horacio tiene que enfrentar numerosos escollos. Es un hombre de la Academia, y a la vez un impugnador de la Academia. Al lector cubano podrá parecerle, por eso, que pelea contra fantasmas; sus aproximaciones a ciertos temas de la teoría política se (de)baten contra una madeja de conceptos y definiciones (de obstáculos académicos) que enrarecen la comprensión. Su misión no es llegar (meta por demás siempre renovable), sino allanar el camino de la comprensión. A veces también, y por la misma causa, el lector echará de menos en el análisis una mirada más explícita a situaciones y procesos que son colosales ejemplos abiertos al estudio, desde la relación “aérea” de Hugo Chávez y las capas más humildes de la población venezolana –uso esa palabra para significar la ausencia de intermediarios--, y la rearticulación de la participación popular en las misiones sociales, al margen de una institucionalidad y de un funcionarato que actúa como rémora, hasta el precario liderazgo de Zelaya en Honduras. Un análisis que debe llevarnos no a situaciones ideales, sino a la comprensión de realidades prácticas: sin el liderazgo de Chávez --o de Fidel, o de Martí en su momento--, ¿hubiese sido posible el avance del proceso revolucionario?, ¿hoy por hoy, es posible una revolución bolivariana sin Chávez? La teoría política contemporánea –al servicio de cierta política, porque no hay teoría política sin sujeto político--, ha puesto de moda términos generales (abstractos) que eluden la descripción de las motivaciones, de los intereses de clase que subyacen y determinan las apariencias, como los de totalitarismo o populismo. Con la manga al codo, Horacio acepta el difícil reto de aceptarlos para rebatirlos.
Porque, ¿qué es el populismo? El autor señala dos características fundamentales: 1. “el populismo es un tipo de manipulación política donde, en nombre del pueblo, lo que se hace es intentar neutralizar el conflicto social”, de ahí su sentido explícitamente contrarrevolucionario; 2. “jamás un populista buscará –ni menos permitirá-- que se concrete la organización popular: la participación efectiva en la toma de decisiones por parte de los mismos afectados”. En consecuencia, tal como señala Manuel Corral y cita Cerutti, el problema a discernir “es si hay o no hay un cuestionamiento radical del capitalismo”. Podemos añadir algunas perogrulladas: populismo es una expresión peyorativa que alude a las tendencias políticas que enfatizan a nivel retórico –nunca práctico--, las demandas populares, para obtener el control político y luego diluirlas, lo que no excluye que se adopten medidas efectistas, de carácter superficial.
Como bien apunta Horacio, populistas fueron Collor de Melo, Menem, Fujimori y Carlos Andrés Pérez, quienes luego implementaron políticas neoliberales. Pero sucede que la oligarquía utiliza el término para desacreditar cualquier intento verdadero por satisfacer esas demandas populares. Si nos detenemos en el caso venezolano, veremos que las misiones sociales chavistas –que garantizan la participación social de los involucrados--, fueron sustituidas en Zulia por “misiones” efectistas, pero efímeras, del gobierno opositor de Manuel Rosales. La gran prensa hablaba del “populismo” de Chávez, no del de Rosales. “Barrio a Barrio” –contraparte populista de Barrio Adentro--, seguía esa lógica: grandes operativos en los que se regalaban medicinas y alimentos. Pero en la noche, al día siguiente, la población tenía que acudir, si se enfermaba, a los médicos cubanos de Barrio Adentro. Los operativos populistas de Rosales se incrementaban en época de elecciones, y desaparecían en los períodos intermedios.
Otros temas abordados por Cerutti son especialmente actuales, por ejemplo el de la violencia revolucionaria. Todo aquel que haya seguido el proceso posterior al golpe de estado en Honduras, podrá distinguir esa contradicción especialmente indigna: el golpe de estado apoyado ya de forma bastante explícita por importantes fuerzas de poder en Estados Unidos, es de por sí un acto de violencia. Desde la violencia consumada –muertos y heridos incluidos, en una represión anunciada--, Hillary Clinton le pide a Zelaya que se abstenga de convertirse en bandera. Ella sabe lo que dice, pero el pueblo hondureño sabe lo que hace. La violencia es intrínsicamente contrarrevolucionaria, pero la pasividad ante ella lo es aún más. Al cumplirse el cuarenta aniversario del asesinato del Che Guevara en Bolivia, El País –diario español que todavía algunos lectores ubican en la izquierda, aunque fue adquirido por el grupo PRISA de capital mayoritariamente estadounidense--, lo acusaba doblemente en su Editorial: de matar y de dejarse matar. En América Latina transcurren sin embargo procesos esperanzadores, que ponen a prueba caminos alternativos para la liberación. ¿Podrán consumarse plenamente sin violencia?
Este es un libro provocador, inteligente, honesto, escrito por un hombre de iguales características. El lector cubano debe dejar sus juicios-previos (o pre-juicios) en la puerta, y adentrarse en las reflexiones de Horacio Cerutti Guldberg con la seguridad de que encontrará un campo fértil para la discusión, sembrado de ideas especialmente sugerentes, hijas de una tradición de pensamiento que también nos pertenece.
sábado, 20 de febrero de 2010
“UN PAÍS SIN JÓVENES ESTÁ DESTINADO A SER UNA SOMBRA, UN FANTASMA”.
Entrevista a Silvio Rodríguez
Por Vivian Núñez
Tomado del sitio A guitarra Limpia.
Quizás porque en su juventud padeció grandes y persistentes incomprensiones -él y su música- Silvio Rodríguez valora de esencial el diálogo con los jóvenes. “Un país sin jóvenes está destinado a ser una sombra, un fantasma”, precisó. “Creo que debemos reflexionar y que debemos escuchar a los jóvenes”, aseguró, al ser interrogado acerca del debate abierto, en círculos intelectuales cubanos, sobre la tendencia existente en sectores de la juventud de la Isla a emigrar, a la indiferencia, al dejar hacer. Sobre ese y otros temas conversamos en sus estudios Ojalá. “Lo primero que podría decir es qué bueno que hay un debate, que sea un tema que trascienda, y que se está ventilando públicamente y que no nos estamos escondiendo para decirlo”, apuntó, tras señalar que “no es un tema nuevo, es un tema viejo, lamentable y dolorosamente viejo, que ahora estamos ventilando”. El pasado 14 de febrero, la doctora Graziella Pogolotti escribió en el diario Juventud Rebelde “que el enrarecimiento del diálogo necesario (con los jóvenes) puede tener consecuencias muy negativas”. “Los jóvenes de hoy –recordó- son los hijos del Período Especial. Conocieron de cerca la penuria material, el aumento de las desigualdades, el deterioro de la educación, la crisis de los modelos de conducta en el entorno familiar y en el medio social a su alcance”.
En ese sentido Silvio Rodríguez consideró que hay que analizar “por qué los jóvenes no están a la altura de lo que nosotros queremos”. “¿Estamos queriendo demasiado, estamos pidiendo demasiado de ellos?”, se preguntó, y agregó: “Lo más fácil es decir que los jóvenes ya no son como nosotros soñamos que debían ser”. “Hay que reflexionar, analizar” por qué muchos jóvenes cubanos “tienen como única aspiración emigrar”, dijo, y opinó que de ese análisis “tiene que salir un crecimiento y un beneficio, no para los viejos, sino para los jóvenes, que son, en definitiva, los que lo merecen”. A una pregunta sobre la escasa promoción que sigue teniendo la trova en Cuba, Silvio Rodríguez recordó que esa expresión de la canción cubana siempre ha sobrevivido “a partir de gestos mesiánicos como los que realiza el Centro Pablo, o de gestos de identificación y deseos de supervivencia de las personas que han admirado la trova”. Rememoró los años en que su generación contó con el apoyo de la Casa de las Américas “en medio de mucha incomprensión”. “Por un lado –afirmó- éramos desconocidos, y por otro éramos conocidos pero no muy gustados, porque hacíamos canciones un poco raras, o quizás contestatarias, o que cuestionaban algunos aspectos de nuestra sociedad, y eso se veía con un poquito de suspicacia, con un poquito de resquemor”.
El fundador de la Nueva Trova Cubana elogió la labor que realiza en la actualidad el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau en la promoción de la trova y, en especial, en documentar con discos todos estos años de canciones. “La institución cubana que ha tomado el estandarte honroso de abrir un lugar, de darle un espacio a la trova que va naciendo, ha sido sin dudas el Centro Pablo”, puntualizó. Afirmó que en el Centro se ha venido manifestando ya no solo una generación, sino varias generaciones de trovadores, a través de los espacios A guitarra limpia y Puntal alto y consideró que “afortunadamente, parece que con el devenir también han sucedido cosas que completan ese trabajo divulgativo”. “En el Centro Pablo ha habido una secuencia de conciertos que se han venido recogiendo y que se pudiera decir que, para conocer la expresión trovadoresca de los últimos diez o quince años, se pudiera perfectamente acudir a lo que ellos han grabado. Es un testimonio registrado que ninguna otra generación de la trova que los antecedió había tenido”, enfatizó.
Al recordarle que quienes excluyen a la trova de los espectáculos esgrimen el argumento de que no es una música comercial y, por tanto, no atrae público, Silvio Rodríguez aseguró que “de esa expresión de pocos, o catalogada de pocos, siempre han salido canciones de muchos”. “Quizás los trovadores tienen que insistir muchísimo durante años en círculos pequeños para que algunas de sus expresiones logren romper esa barrera, esa barrera que ha creado la difusión , porque en definitiva cuando las canciones trascienden con guitarra, o como son hechas, ya sea con guitarra, con piano, con tres, con laúd, con tambores, de la forma más primigenia, mas primitiva que puedan surgir, siempre hay gente que las aprecia y siempre hay personas que las escuchan y que las valoran”, destacó.
jueves, 18 de febrero de 2010
Viejos títulos a la venta en Feria del Libro (o los trenes no vuelven).
Noticias de la Feria del Libro de La Habana: en la Cabaña hay carpas de libros "viejos", en los que pueden encontrarse los más variados títulos. Por ejemplo, de la colección Pinos Nuevos, el visitante puede adquirir al módico precio de un peso cubano, libros de autores espirituanos como Reynaldo García Blanco (Abaixar las velas) y Manuel González Bueno (Caramba, Manuel), excelentes poetas, y --valga la coincidencia--, de Manuel Sosa (Saga del tiempo inasible). O de autores avileños como el poeta y amigo Roberto Manzano (Tablillas de barro) y el "exiliado" Jorge Luis Arzola (Prisionero en el círculo del horizonte); textos de la escritora Carmen Duarte --a quien recuerdo con agradecimiento por la entrevista objetiva que me hiciera en vivo desde el programa de Max Lesnik en Miami, hace ya más de diez años--, y de Alberto Marrero (El pozo y el péndulo), quien acaba de recibir el premio UNEAC de poesía. Allí están los libros del santaclareño Santiago Méndez Alpízar (Plaza de Armas), del cienfueguero Camilo Venegas (Los trenes no vuelven, vaya trauma) y de muchos otros autores beneficiados en los difíciles años noventa por aquella iniciativa salvadora de la Revolución y de sus amigos argentinos.
La normalidad, según Amarilis.
E. U. G.
Hay un señor o una señora que se dedica a enviar textos de pésima redacción y “mala leche” como decimos en Cuba, a listas de correos que secuestran de las redes cubanas. Se presenta como Kenneth Larsen. Probablemente no es anglosajón, como sugiere el nombre elegido de seudónimo, pero la elección es elocuente: él o ella prefieren llamarse Kenneth. Hoy quiero comentar la conclusión de un relato que esta vez firma Amarilis C. Rey, que es una joya de ignorancia: “Creo que nunca lo voy a ver, pero ¿llegará el día en que los cubanos podamos comprar un carro, y no andar subiendo a camiones y guaguas repletas? ¿O tener una casa cómoda? ¿Podremos algún día salir del país sin tener que gastar miles de pesos, libremente, sin permiso de salida y entrada? ¿Algún día las personas saludarán, te dejarán el paso libre y no te empujarán cuando subas a una guagua? ¿Que el médico no esté disgustado, y la consulta este limpia? ¿Viviremos algún día en un país donde el extranjero no valga más que uno porque tiene dólares? Me pregunto si algún día volveremos a ser personas normales”. Pero Dios mío, cuando leo cosas así, me cuestiono la calidad de la educación cubana: ¿sabe Amarilis que tener una casa cómoda es un sueño imposible para la inmensa mayoría de los latinoamericanos?, ¿qué viajar –no al extranjero, sino a la capital de cada país--, es privilegio de unos pocos latinoamericanos?, ¿que la violencia en las calles de las ciudades latinoamericanas es una pandemia incontrolable?, ¿que un médico solícito y un hospital limpio en América Latina cuesta miles de dólares y es privilegio de los pocos que pueden pagarlo?, ¿que el turista extranjero es el dueño de los espacios públicos de las ciudades latinoamericanas y que desprecia –como aquel simbólico marine borracho que orinaba sobre la estatua de José Martí en los cubanos años cincuenta--, al nativo que solo existe para servirlo? ¿A qué normalidad se refiere? ¿A la de los años cincuenta en Cuba? Convendría recordarlos.
Hay un señor o una señora que se dedica a enviar textos de pésima redacción y “mala leche” como decimos en Cuba, a listas de correos que secuestran de las redes cubanas. Se presenta como Kenneth Larsen. Probablemente no es anglosajón, como sugiere el nombre elegido de seudónimo, pero la elección es elocuente: él o ella prefieren llamarse Kenneth. Hoy quiero comentar la conclusión de un relato que esta vez firma Amarilis C. Rey, que es una joya de ignorancia: “Creo que nunca lo voy a ver, pero ¿llegará el día en que los cubanos podamos comprar un carro, y no andar subiendo a camiones y guaguas repletas? ¿O tener una casa cómoda? ¿Podremos algún día salir del país sin tener que gastar miles de pesos, libremente, sin permiso de salida y entrada? ¿Algún día las personas saludarán, te dejarán el paso libre y no te empujarán cuando subas a una guagua? ¿Que el médico no esté disgustado, y la consulta este limpia? ¿Viviremos algún día en un país donde el extranjero no valga más que uno porque tiene dólares? Me pregunto si algún día volveremos a ser personas normales”. Pero Dios mío, cuando leo cosas así, me cuestiono la calidad de la educación cubana: ¿sabe Amarilis que tener una casa cómoda es un sueño imposible para la inmensa mayoría de los latinoamericanos?, ¿qué viajar –no al extranjero, sino a la capital de cada país--, es privilegio de unos pocos latinoamericanos?, ¿que la violencia en las calles de las ciudades latinoamericanas es una pandemia incontrolable?, ¿que un médico solícito y un hospital limpio en América Latina cuesta miles de dólares y es privilegio de los pocos que pueden pagarlo?, ¿que el turista extranjero es el dueño de los espacios públicos de las ciudades latinoamericanas y que desprecia –como aquel simbólico marine borracho que orinaba sobre la estatua de José Martí en los cubanos años cincuenta--, al nativo que solo existe para servirlo? ¿A qué normalidad se refiere? ¿A la de los años cincuenta en Cuba? Convendría recordarlos.
Fallece héroe soviético.
Abdulhakim Ismaílov, el soldado soviético cuya imagen izando la bandera roja con la hoz y el martillo en una de las torres del Reichstag dio la vuelta al mundo en 1945, falleció el martes en Jasaviurt (Daguestán) a los 93 años. Aquella fotografía, captada por la cámara del reportero de la agencia Tass Evgueni Haldei, se convirtió desde entonces en el símbolo de la victoria del Ejército Rojo sobre la Alemania nazi.
Ismaílov nació el 1 de julio de 1916 en el poblado de Chagorotar (Daguestán). Durante la II Guerra Mundial combatió en el frente ucraniano en la 82 División de Infantería y pasó después a la unidad de reconocimiento número 83. Participó en la liberación de Varsovia y en la toma de Berlín, en donde entró el 30 de abril de 1945.
Ismaílov nació el 1 de julio de 1916 en el poblado de Chagorotar (Daguestán). Durante la II Guerra Mundial combatió en el frente ucraniano en la 82 División de Infantería y pasó después a la unidad de reconocimiento número 83. Participó en la liberación de Varsovia y en la toma de Berlín, en donde entró el 30 de abril de 1945.
JOSÉ MARTÍ: ESA LUZ DE PERMANENTE AVISO.
Carlos Rodríguez Almaguer
Cuando el 15 de mayo de 1894, Martí escribe a su madre que “La muerte o el aislamiento serán mi premio único;--y si vivo, la autoridad de mi conciencia, en los rincones de la gente buena y el trabajo”, no imaginaba que apenas un año después esta convicción sería una triste, cruda y lamentable realidad. Sin embargo, a más de un siglo, también continúa siendo una verdad irrefutable otra de aquellas íntimas y desgarradoras confesiones: “Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema él, para iluminar alrededor. Siento que jamás acabarán mis luchas.”
En vísperas del 115 aniversario del inicio de aquella a la que llamó en justicia la “guerra necesaria”, “necesaria y útil”, “necesaria y breve”, “una guerra sin odio”, porque “el odio no construye”, el pueblo que él se sacó de las entrañas, que amasó con su sangre y animó con su espíritu, continúa la batalla ininterrumpida desde entonces en defensa de su dignidad.
En esta época oscura para una humanidad que se debate entre el avance desenfrenado e irresponsable hacia su propio fin, y la necesidad de regalarse ese instante supremo de cordura por el que acaso se salvará de la catástrofe, Cuba, la “santa patria” de aquel hombre solar, trae a escena de nuevo, con un realismo en que se juega su propia existencia como nación independiente en el concierto de los pueblos libres, el eterno episodio bíblico sobre David y Goliat. La lucha interminable entre la virtud, siempre valiente, humilde e inexpugnable, y el vicio oportunista, descomunal, endeble siempre. Cuba contra el imperio: así ha de verse, pues, sin medias tintas.
El próximo 24 de febrero, cuando al despuntar el día abran sus puertas los colegios electorales dispuestos donde quiera que habite un cubano, porque para eso se ha peleado sin tregua durante más de cien años, para que todos los cubanos tengan derecho a elegir a quien mayor virtud muestre en sus acciones, se estará rindiendo el más grande, el más sincero, el único homenaje digno de aquellos que desde la historia de sus vidas truncas nos miran con orgullo, si hacemos lo correcto, o con lástima y desprecio, si caemos en vileza. Por la patria sagrada, que es como amor de madre, votaremos los cubanos de hoy, o por el violador vicioso que nos la ultrajó en el pasado y la ha acosado siempre. Nadie duda, entonces, que ganará la patria.
“El caudal de los pueblos son sus héroes”, decía Martí, y habrá que recordar a Fidel cuando al comunicarle al pueblo la triste confirmación de la desaparición del Señor de la Vanguardia, le pedía que cada vez que la patria se encontrara en peligro se acordara de Camilo, porque en el pueblo hay muchos Camilo, como hay sin duda muchos Che, muchos Maceo, muchos Gómez y muchos Agramonte, conscientes de que existe un arma más poderosa que las armas de fuego: la vergüenza.
Y habrá que recordar también a aquel ángel mortal que, con sus alas tan limpias como las que Martí le describió a Cecilio Acosta, acaba de alzar vuelo de entre nosotros hacia mundos mejores a que tiene derecho por su prístina vida: el maestro Cintio Vitier, cuando en hora como siempre difícil para Cuba, nos recordaba que ser un pueblo martiano no es tarea fácil; que la Revolución que estamos construyendo no es fácil ni quiere serlo; que a los enormes retos que nuestros enemigos nos plantean, nosotros oponemos uno todavía mayor, “un alto y luminoso desafío: ser dignos de la vida y de la muerte de José Martí”.
En vísperas del 115 aniversario del inicio de aquella a la que llamó en justicia la “guerra necesaria”, “necesaria y útil”, “necesaria y breve”, “una guerra sin odio”, porque “el odio no construye”, el pueblo que él se sacó de las entrañas, que amasó con su sangre y animó con su espíritu, continúa la batalla ininterrumpida desde entonces en defensa de su dignidad.
En esta época oscura para una humanidad que se debate entre el avance desenfrenado e irresponsable hacia su propio fin, y la necesidad de regalarse ese instante supremo de cordura por el que acaso se salvará de la catástrofe, Cuba, la “santa patria” de aquel hombre solar, trae a escena de nuevo, con un realismo en que se juega su propia existencia como nación independiente en el concierto de los pueblos libres, el eterno episodio bíblico sobre David y Goliat. La lucha interminable entre la virtud, siempre valiente, humilde e inexpugnable, y el vicio oportunista, descomunal, endeble siempre. Cuba contra el imperio: así ha de verse, pues, sin medias tintas.
El próximo 24 de febrero, cuando al despuntar el día abran sus puertas los colegios electorales dispuestos donde quiera que habite un cubano, porque para eso se ha peleado sin tregua durante más de cien años, para que todos los cubanos tengan derecho a elegir a quien mayor virtud muestre en sus acciones, se estará rindiendo el más grande, el más sincero, el único homenaje digno de aquellos que desde la historia de sus vidas truncas nos miran con orgullo, si hacemos lo correcto, o con lástima y desprecio, si caemos en vileza. Por la patria sagrada, que es como amor de madre, votaremos los cubanos de hoy, o por el violador vicioso que nos la ultrajó en el pasado y la ha acosado siempre. Nadie duda, entonces, que ganará la patria.
“El caudal de los pueblos son sus héroes”, decía Martí, y habrá que recordar a Fidel cuando al comunicarle al pueblo la triste confirmación de la desaparición del Señor de la Vanguardia, le pedía que cada vez que la patria se encontrara en peligro se acordara de Camilo, porque en el pueblo hay muchos Camilo, como hay sin duda muchos Che, muchos Maceo, muchos Gómez y muchos Agramonte, conscientes de que existe un arma más poderosa que las armas de fuego: la vergüenza.
Y habrá que recordar también a aquel ángel mortal que, con sus alas tan limpias como las que Martí le describió a Cecilio Acosta, acaba de alzar vuelo de entre nosotros hacia mundos mejores a que tiene derecho por su prístina vida: el maestro Cintio Vitier, cuando en hora como siempre difícil para Cuba, nos recordaba que ser un pueblo martiano no es tarea fácil; que la Revolución que estamos construyendo no es fácil ni quiere serlo; que a los enormes retos que nuestros enemigos nos plantean, nosotros oponemos uno todavía mayor, “un alto y luminoso desafío: ser dignos de la vida y de la muerte de José Martí”.
miércoles, 17 de febrero de 2010
Fallece creador de Los Modernistas.
El Instituto Cubano de la Música informa que este miércoles 17 de febrero, falleció víctima de una repentina enfermedad el destacado músico Miguel de la Uz Soler.
Miguel nació el 29 de diciembre de 1938 en Artemisa, Provincia La Habana, estudió Música en el Conservatorio Municipal, actual Conservatorio Amadeo Roldán, fue alumno de Zoila Gálvez y Adolfo Guzmán. Inició su vida profesional con el Cuarteto Los Faxes en 1959. El 1960 funda y da nombre al Cuarteto Los Modernistas, donde trabajó durante 33 años, 18 de ellos como su Director.
Miembro de la UNEAC y militante del PCC.
Su cadáver será expuesto en Calzada y K a partir del viernes 19 alas 8 de la noche y hasta la mañana del sábado en que será cremado.
El trasfondo de la reelección de Insulza en la OEA.
Álvaro Ramis *
Cuando José Miguel Insulza fue electo como secretario general de la OEA en mayo de 2005 se destacó que era la primera vez que alguien accedía a ese cargo sin la venia de los Estados Unidos. Esta percepción debería relativizarse, puesto que Washington deseaba aparecer más alejado de ese organismo. La elección de un hombre como Insulza representaba una buena oportunidad para reformar a la OEA en sus aspectos políticos y administrativos y a la vez demostrar que Estados Unidos no gobernaba a América Latina.
Luego de un tormentoso proceso de elección, que incluyó múltiples tensiones y vueltas cruzadas en la votación, Insulza asumió en 25 de mayo de 2005 como secretario general de la OEA con el compromiso de "fortalecer la relevancia de la Organización e incrementar su capacidad de acción". Tras estas palabras se reflejaba la verdadera promesa que asumió Insulza ante los norteamericanos y que facilitó que el canciller mexicano Luís Ernesto Derbez finalmente retirara su candidatura. Recordemos que ese hecho aconteció en abril de 2005 en Santiago de Chile, en el marco de la III Conferencia Ministerial de la "Comunidad de Democracias" (1), y tras una intervención directa de Condoleezza Rice. Derbez e Insulza habían empatado a 17 votos, lo que condenaba a la OEA a una parálisis política sin visos de solución. La movida chilena consistió en ofrecer a Rice un compromiso fundamental para sus intereses: impulsar una modificación a la Carta Democrática firmada en Lima el 11 de septiembre del 2001. Esta reforma contemplaría tres aspectos:
1. Dotar al secretario general de la OEA de facultades para elaborar un "Informe anual sobre el estado de la democracia" en la región. Se trataría de un reporte que se redactaría desde "diversas fuentes", no sólo de la opinión de los gobiernosy buscaría "prevenir alteraciones al orden democrático".
2. Se dotaría a la OEA de mecanismos para intervenir en un país frente a "amenazas a la democracia originadas en los propios gobiernos". De acuerdo al análisis de los Estados Unidos la actual Carta Democrática establece sanciones cuando los ataques a la institucionalidad democrática provienen desde fuera de los gobiernos, como ocurre, con los golpes militares contra los poderes civiles. Sin embrago no lo hace en casos en que los gobiernos mismos supriman la libertad de prensa, ataquen a los partidos opositores, no respeten la independencia de los demás poderes públicos o violen la Constitución que juraron respetar al asumir el poder. Hoy la OEA no puede intervenir en un país si el gobierno legítimo no le autoriza. Con esta reforma esta intervención sería posible.
3. En tercer lugar, una vez que la OEA haya documentado una vulneración interna al orden democrático por acción directa del propio gobierno se podría declarar que un gobernante legítimo en su origen ha devenido en ilegítimo en su ejercicio del poder. De acuerdo con esta sentencia la Asamblea general de la OEA estaría facultada para expulsarle o suspenderle de la organización, con el voto afirmativo de los dos tercios de los estados miembros.
Esta reforma no aparece desde la nada. Es un instrumento de ataque directo a los gobiernos progresistas y de izquierda a los que se ha acusado justamente de estos cargos:
--Limitar la libertad de prensa por establecer normas de responsabilidad social a los medios de comunicación corporativos, y en determinadas ocasiones aplicar sanciones a concesionarios de frecuencias televisivas que han vulnerado sus compromisos.
--Atacar a los partidos opositores cuando han debido aplicar la ley ante intentos golpistas o sediciosos.
--Violar la independencia de los demás poderes públicos cuando han logrado superar deliberados intentos de obstruccionismo judicial y parlamentario a decisiones legítimas de sus administraciones.
--Y finalmente violar las constituciones por haber iniciado procesos constituyentes que han culminado en nuevas cartas fundamentales, mucho más democráticas y en la perspectiva de garantizar un Estado Social de Derecho en sus países.
La amenaza contenida en esta reforma no sólo recaería en los gobiernos del ALBA. En realidad es una intimidación a todos los países que traten de iniciar procesos de reforma constitucional o elaboración de nuevas constituciones, que se consideren amenazantes para la derecha del continente. Por ejemplo, el intento de reforma constitucional que encabezó Zelaya antes de ser derrocado podría haber sido objeto de sanciones bajo esta nueva formulación de la carta democrática de la OEA.
Se trata de un mecanismo que operaría desde el derecho internacional que buscaría fijar un modelo minimalista de democracia, bajo criterios exclusivamente representativos y que resguarde la hegemonía del derecho a propiedad por sobre los derechos sociales-económicos y culturales de la ciudadanía.
Durante su gestión Insulza no ha contado con el apoyo político de los países de la región para cumplir esta promesa. Y la verdad es que tampoco ha hecho de este punto un elemento central en sus discursos. De allí la furia con que le ha atacado esta semana el Washington Post, medio que expresa la postura del partido republicano.
El Post no ha ahorrado calificativos contra la gestión de Insulza, calificándola de disfuncional: "Insulza ha servido descaradamente a los líderes de izquierda de la región, lo que con frecuencia significó ignorar la Carta Democrática" de la OEA por lo cual llamó a los congresistas norteamericanos a congelar los pagos y subsidios a la OEA si la institución mantenía el rumbo que le había asignado Insulza.
La derecha tampoco le puede perdonar fácilmente que en San Pedro Sula, el 3 de juniode 2009 la entonces canciller de Honduras Patricia Rodas pudiera declarar a nombre de la asamblea de la OEA: "Se resuelve que la resolución VI adoptada el 31 de enerode 1962 en la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, mediante la cual se excluyó al Gobierno de Cuba de su participación en el Sistema Interamericano, queda sin efecto en la Organización de los Estados Americanos".
Para el Secretario General de la OEA tras estos ataques se ubican "los mismos que estaban detrás de la campaña fuerte que se realizó a favor de Roberto Micheletti en Honduras". A su juicio, su gestión se habría ubicado a una justa distancia de los extremos políticos y que por ello ninguno de los polos logra aceptarle. La verdad es que la OEA no logró restaurar la democracia en Honduras luego del golpe de estado y ha corrido rauda a recibir al nuevo gobierno de Porfirio Lobo, por lo que tampoco será fácil para Insulza defender su gestión ante los gobiernos democráticos y progresistas del continente.
Por su parte, el presidente electo Sebastián Piñera le ha expresado personalmente su apoyo luego de ciertas declaraciones ambiguas deslizadas en las últimas semanas:"Quiero informar que he tomado la decisión de que el futuro gobierno que asume nuestro país el 11 de marzo va apoyar con mucha decisión la reelección de José Miguel Insulza como secretario general de la OEA''. No se podía esperar otra cosa ya que una derrota de Insulza también sería una derrota de la diplomacia chilena. Sin apoyo de su propio país la candidatura de Insulza caería, lo que sería criticado a Piñera como un gesto de pequeñez política contra su oposición. Por este motivo el nuevo gobierno estaba obligado a apoyarle públicamente. Lo que no está claro es hasta qué punto Piñera estará dispuesto a llegar en respaldo, ya que en 2005 Insulza necesitó que Ricardo Lagos saliera personalmente a buscar los votos que le faltaban. Eso no ocurrirá en esta ocasión. Lo que resultará clave en el nivel de apoyo que brinde Piñera es el grado de compromiso que manifieste Insulza con la reforma a la carta democrática, ya que ese es uno de los pocos puntos referentes a Relaciones Exteriores que aparecen explícitos en el programa de Piñera.
Mientras tanto, la administración Obama observa sin pronunciarse. Es probable que esperen al surgimiento de otras candidaturas para expresar su opinión. Las voces de la derecha más radical del continente ya han lanzado sus propias campañas para impulsar candidatos alternativos desde Centroamérica o el Caribe. El cubano-americano Carlos Alberto Montaner, una de las voces más tradicionales de la ultraderecha de Miami se pregunta en una columna reciente: "¿Quién pudiera reemplazar a José Miguel Insulza al frente de la OEA? Tal vez es el momento de pensar en un excanciller o expresidente centroamericano, o en una figura prominente del Caribe, pero quien sea debe tener la entereza de responder a los principios consignados en los documentos fundacionales del organismo y en la Carta Democrática, aunque ello signifique el enfrentamiento con Chávez y con sus satélites".
Está claro, el punto central que se disputará este año en la OEA radica en esta reforma. Si se llega a aprobar, los Estados Unidos contarán con un nuevo tipo de arma, esta vez de carácter jurídico-político, para intervenir en la región. Esta es la pieza que les falta, ya que sabemos que las bases militares y navales están colocadas en perfecta ubicación.
* Álvaro Ramis es Presidente de la Asociación Chilena de Organismos No GubernamentalesACCIÓN A.G.
lunes, 15 de febrero de 2010
Sobre la colaboración internacional en Haití y otros temas.
Para los que leen alemán, aquí dejo el link con la entrevista que me hicieron durante mi visita a Alemania para el sitio digital de la fracción del partido La Izquierda en el Bundestag, sobre la situación en Haití y las acciones cubanas:
Kuba hilft Haiti schon seit 1998
El periódico Junge Welt me hizo otra entrevista sobre la prensa cubana. La entrevista se titula “La Prensa cubana se recupera”, y en ella comento el desarrollo de los medios en Cuba y el aumento de las publicaciones impresas a pesar de los negativos efectos del bloqueo y de la crisis económica; explico además las características de LaCalle del Medio y su política editorial. También retomo el tema de la labor que desarrollan los cooperantes cubanos en Haití desde 1998 y en los días posteriores al terremoto:
Kubas Presse erholt sich
El propio periódico JW publicó el 27 de enero un resumen de una página de mi intervención en la Conferencia Internacional Rosa Luxemburgo.
Kuba hilft Haiti schon seit 1998
El periódico Junge Welt me hizo otra entrevista sobre la prensa cubana. La entrevista se titula “La Prensa cubana se recupera”, y en ella comento el desarrollo de los medios en Cuba y el aumento de las publicaciones impresas a pesar de los negativos efectos del bloqueo y de la crisis económica; explico además las características de LaCalle del Medio y su política editorial. También retomo el tema de la labor que desarrollan los cooperantes cubanos en Haití desde 1998 y en los días posteriores al terremoto:
Kubas Presse erholt sich
El propio periódico JW publicó el 27 de enero un resumen de una página de mi intervención en la Conferencia Internacional Rosa Luxemburgo.
Para dialogar con los jóvenes.
Graziella Pogolotti.
Tomado de Juventud Rebelde.
Tomado de Juventud Rebelde.
Cuentan que Raúl Roa, interrogado a inicios de la década de los 50 por un grupo de estudiantes acerca de la diferencia entre los de ese tiempo y los participantes en la Revolución del 30, respondió: «Los jóvenes siempre son los mismos, lo que cambia son las circunstancias». Raúl Roa fue, además del inolvidable Canciller de la Dignidad, un extraordinario maestro. Más allá del aula, a la salida de sus clases, en la entonces Plaza Cadenas, seguía conversando con los numerosos jóvenes que lo rodeaban. Su evocación viva de acontecimientos, anécdotas y personajes sembró ideas que contribuyeron a conformar el ideario de quienes asumirían la lucha contra la tiranía de Batista.
La referencia parece necesaria en los días que corren, cuando actitudes y comportamientos de muchos jóvenes defraudan las expectativas de sus mayores. El enrarecimiento del diálogo necesario puede tener consecuencias muy negativas. Me propongo despejar el tema del anecdotario coyuntural para tratar de abordar, a reserva de investigaciones de mayor aliento, las causas del fenómeno.
Un primer acercamiento exige despojar el término «juventud» de su contenido generalizador y, por lo tanto, abstracto. Demasiado extenso, el rango de edades incluye adolescentes, alumnos de la educación superior, trabajadores de las más variadas ocupaciones y, también, hay que reconocerlo, sectores marginalizados, renuentes a incorporarse al estudio y al trabajo. Esta generación ha crecido, sin embargo, en circunstancias similares. Son los hijos del período especial. Conocieron de cerca la penuria material, el aumento de las desigualdades, el deterioro de la educación, la crisis de los modelos de conducta en el entorno familiar y en el medio social a su alcance, el quebrantamiento de las expectativas de porvenir forjadas por la Revolución. Asistieron al renacer de la picaresca en la psicología del luchador, mientras la disponibilidad de recursos económicos en moneda dura ofrecía el bienestar material y, aún más, el acceso a una recreación privilegiada en el ámbito turístico. Ante la incertidumbre respecto al futuro, prevalece el interés por disfrutar a plenitud el presente. Para muchos, la difícil situación de la vivienda constituye un obstáculo objetivo para consolidar un hogar propio estable.
Es obvio que la estrategia del imperialismo apunta a la subversión mediante el deterioro de las condiciones de la vida material y la clausura de un futuro posible. Pero el trabajo de los servicios de inteligencia es más sutil que la retórica de los voceros del sistema. Tiene en cuenta los sectores vulnerables y ha prestado siempre interés particular a los jóvenes universitarios y, dentro de ese sector, a aquellos que manifiestan condiciones para un liderazgo potencial. Lo sé por experiencia propia desde que, mucho antes del triunfo de la Revolución, bajo los gobiernos auténticos, estudiaba en la Universidad. Mi ficha personal, confeccionada por la CIA, destacaba mi despliegue de actividad, mi capacidad para influir sobre los demás. Mi experiencia personal como estudiante y como profesora que nunca ha perdido el vínculo con la Universidad sirven de base para mis consideraciones acerca de las vías para establecer un diálogo productivo con los jóvenes universitarios. Mi premisa fundamental es que nuestro proyecto de vida (todos lo tenemos, aun en las circunstancias más difíciles) debe articularse al proyecto social de la Revolución.
Una tradición arraigada en nuestra práctica política en la base contrapone el activismo al llamado «docentismo», soslayando que la autoridad inmanente y, por ende, la capacidad de influir sobre los demás, dimana de la credibilidad sustentada en la conducta personal y en la solvencia intelectual de la argumentación. Julio Antonio Mella fue un intelectual de cuerpo entero y José Antonio Echeverría, antes de entregarse por entero al combate frente a la dictadura, impulsó las concepciones más avanzadas en el campo de la Arquitectura. Por lo demás, el espíritu crítico no debe identificarse mecánicamente con posiciones contrarrevolucionarias. En muchos casos, está orientado a mejorar lo existente. Aun cuando provenga del error o de falta de información, debe atenderse de manera desprejuiciada, procurando respuestas pertinentes, según la especificidad del problema planteado.
En la formación de los jóvenes universitarios es importante la influencia de las organizaciones políticas y de los claustros. La UJC y la FEU requieren fortalecer sus respectivas identidades. Muchos militantes ingresan a la UJC en edades muy tempranas, sin tener clara conciencia de lo que significa en términos de compromiso individual. Las reuniones internas se reducen con frecuencia a actos formales para el cumplimiento de las normas establecidas. La FEU es el ámbito para proyectar el «yo sí puedo» de la masa estudiantil. Es una vía para canalizar inquietudes e intereses, para concretar la posibilidad de participación indispensable para afianzar el sentido de pertenencia, para asumir deberes y responsabilidades, para comprender orgánicamente que la Revolución es de todos porque la hacemos entre todos.
Sin embargo, en el aula se desarrolla lo fundamental de la vida universitaria. Por eso, la consolidación de los claustros es decisiva. El período especial dejó huella en el profesorado. Una política de congelamiento de plantillas impidió sustituir a quienes causaron baja por fallecimiento o jubilación. De modo que, ahora, entre quienes bordean el retiro y los egresados recientes, existe el vacío de una generación intermedia. La superación de los jóvenes, mediante el acceso a la investigación y a los grados científicos, requiere constituirse en prioridad, por cuanto el desarrollo de un profesor universitario exige la maduración de los conocimientos y un afianzamiento de su autoridad inmanente. Su influencia en el plano ideológico se ejerce no solo a partir de principios generales de política nacional e internacional, sino también en el campo específico de las materias de estudio. Actualmente, en el caso de la cultura, la batalla es relevante y compleja.
Del mismo modo, la enseñanza de la historia y del marxismo requiere atención particular. Para que resulte verdadera «maestra de la vida», con repercusiones en el análisis de la realidad actual, la historia no puede reducirse al relato de una serie de acontecimientos gloriosos. Implica su comprensión en términos de procesos, incluidas las contradicciones que le son inherentes. La acción que condujo al triunfo de la Revolución no fue un acto de voluntarismo. La estrategia diseñada por Fidel Castro respondió a la asimilación lúcida de los problemas y demandas acumuladas a lo largo de la república neocolonial. Después de haber tomado el poder, los ajustes de orden táctico nacieron del enfrentamiento a problemas internos e internacionales. En la actualidad, esas dificultades no han cesado y el abordaje de su solución exige conciliar el realismo con la fidelidad al proyecto socialista.
La enseñanza del marxismo ha pasado por distintas etapas en nuestro país. En una primera fase, se apeló a la lectura directa de textos esenciales de los fundadores. Se estableció luego un programa único con el apoyo de muy conocidos manuales soviéticos. Más apegada a la letra que al espíritu, esta fórmula dio lugar a un estudio memorístico, dogmatizante, ajeno a una real aplicación al análisis de la realidad. Se perdió de vista la esencial dialéctica histórica, abierta a las necesidades impuestas por circunstancias imprevistas y a los cambios producidos en el desarrollo del capitalismo, tal y como lo comprendieron en su momento Lenin y el propio Fidel. El marxismo no nos entrega un recetario, sino un método para la comprensión de las contradicciones vigentes en la sociedad en contextos tan alejados de la Europa del siglo XIX como los de la América Latina contemporánea y el papel que hoy corresponde a los movimientos indígenas y a los aún más heterogéneos movimientos sociales. Reducido a un formulario, el marxismo se convierte en discurso abstracto, pierde credibilidad, produce rechazo y pierde validez para el análisis crítico de los problemas de la sociedad.
La revolución tecnológica contemporánea favorece la generación constante de imágenes e información. El empleo de fórmulas comunicativas eficientes, derivadas de las técnicas del marketing impone gustos, valores y necesidades, a la vez que viste de credibilidad un mensaje cada vez más manipulado. Es imposible cerrar fronteras a esta avalancha y, por otra parte, inscritos como estamos en la era de la globalización, tenemos que sustentar el debate ideológico en una información de amplio horizonte, veraz y creíble. El destinatario de hoy no es el de hace medio siglo. La población cubana ha alcanzado un nivel de instrucción mucho más alto. Para nosotros, la información, a diferencia de lo que ocurre en los medios internacionales, debe constituirse en vía para el ejercicio del pensar. Nuestro mensaje no puede ser reiterativo. El abordaje de las noticias no puede reducirse al lead propagado por las agencias. El universo informativo no puede limitarse a algunos aspectos de cuanto sucede en Estados Unidos y a lo que transcurre en los países que son nuestros aliados más cercanos. Órgano oficial del Partido, Granma tiene que respetar en su línea editorial algunos compromisos de la política exterior cubana. Pero otros espacios pueden atender cuestiones críticas en territorios que mantienen con Cuba buenas relaciones diplomáticas y comerciales.
La información nacional requiere un cuidado particular. No vivimos en el mejor de los mundos posibles. El ciudadano de a pie y, sobre todo, el sector juvenil, percibe con fuerza las dificultades de la vida cotidiana y advierte también, en lo más concreto de la inmediatez, aquellas que se derivan de nuestras propias insuficiencias, tales como la desidia, la incompetencia, la corrupción y el soborno a los funcionarios públicos. Sin hiperbolizar las manchas, estas deben someterse a crítica. En este terreno, más que en ningún otro, los señalamientos concretos tienen que sustituir las generalizaciones abstractas. Acorralar las deficiencias contribuye a la credibilidad de los logros.
Fortalecer el diálogo con los jóvenes conduce a superar dificultades en el presente y a garantizar el porvenir. Ofrecer una carta de confianza, tender puentes hacia una relación constructiva, no implica «blandenguería» o dejación de principios irrenunciables. Hay que despejar la atmósfera de interferencias subjetivas. En pleno desarrollo biológico y psicológico, los jóvenes tienden a ser inconformes, desafiantes, a dejarse llevar por el espíritu grupal, a afirmar su personalidad mediante rasgos de conducta o de vestuario. No siempre los más dúctiles resultan los más confiables.
El trabajo político y la sedimentación de valores se concretan en la persona humana, cuyo crecimiento es el objetivo último de la Revolución. Referencia necesaria, los modelos históricos deben hacerse reconocibles también en la conducta de quienes forman parte del entorno inmediato de cada cual: familia, maestros, cuadros. De la misma manera, la noción de patria, de acuerdo con la raíz etimológica de la palabra, se construye a partir de las vivencias inmediatas de cada cual, de acuerdo con un proceso a la vez intelectual y afectivo. Nacen en el barrio, en la escuela, en el sitio de labor. Se van haciendo a través del amor por las cosas que se construyen con las propias manos y con el ejercicio de la inteligencia. De ese modo se forja el sentido de pertenencia, eslabón inicial de la noción más ancha de la patria. Y es la razón por la cual la participación consciente, no instrumentalizada, es clave fundamental del socialismo, lo que marca su diferencia respecto a los sistemas sociales precedentes. La participación no se define por la respuesta disciplinada a las tareas encargadas por cada momento. Esa disposición debe existir en situaciones de emergencia, pero no se sostiene en el transcurso de la cotidianeidad. Participar implica conjugar los sueños, el sentido de la vida, las expectativas de presente y porvenir en el más amplio proyecto social, así como potenciar las iniciativas propias hacia la superación de las dificultades y la modificación tangible del contexto inmediato. En esa acción se integran conjuntamente compromiso y responsabilidad.
La capacidad de escuchar convierte la relación con los jóvenes en diálogo interactivo, basado en la confianza mutua, ajena al peligroso germen de una doble moral. En ese vínculo entra en juego el papel del individuo, con frecuencia satanizado como fuente de individualismo, su expresión hiperbolizada y corruptora de la conducta humana. Por lo contrario, la restauración de una dialéctica productiva entre la persona y la sociedad, con la asunción consciente de la interdependencia entre ambas, es el antídoto más eficaz contra las tentaciones de egocentrismo y contribuye a dinamizar los esfuerzos en beneficio común desde la célula primordial en la familia, la escuela, el trabajo, la comunidad y las organizaciones de masas.
La referencia parece necesaria en los días que corren, cuando actitudes y comportamientos de muchos jóvenes defraudan las expectativas de sus mayores. El enrarecimiento del diálogo necesario puede tener consecuencias muy negativas. Me propongo despejar el tema del anecdotario coyuntural para tratar de abordar, a reserva de investigaciones de mayor aliento, las causas del fenómeno.
Un primer acercamiento exige despojar el término «juventud» de su contenido generalizador y, por lo tanto, abstracto. Demasiado extenso, el rango de edades incluye adolescentes, alumnos de la educación superior, trabajadores de las más variadas ocupaciones y, también, hay que reconocerlo, sectores marginalizados, renuentes a incorporarse al estudio y al trabajo. Esta generación ha crecido, sin embargo, en circunstancias similares. Son los hijos del período especial. Conocieron de cerca la penuria material, el aumento de las desigualdades, el deterioro de la educación, la crisis de los modelos de conducta en el entorno familiar y en el medio social a su alcance, el quebrantamiento de las expectativas de porvenir forjadas por la Revolución. Asistieron al renacer de la picaresca en la psicología del luchador, mientras la disponibilidad de recursos económicos en moneda dura ofrecía el bienestar material y, aún más, el acceso a una recreación privilegiada en el ámbito turístico. Ante la incertidumbre respecto al futuro, prevalece el interés por disfrutar a plenitud el presente. Para muchos, la difícil situación de la vivienda constituye un obstáculo objetivo para consolidar un hogar propio estable.
Es obvio que la estrategia del imperialismo apunta a la subversión mediante el deterioro de las condiciones de la vida material y la clausura de un futuro posible. Pero el trabajo de los servicios de inteligencia es más sutil que la retórica de los voceros del sistema. Tiene en cuenta los sectores vulnerables y ha prestado siempre interés particular a los jóvenes universitarios y, dentro de ese sector, a aquellos que manifiestan condiciones para un liderazgo potencial. Lo sé por experiencia propia desde que, mucho antes del triunfo de la Revolución, bajo los gobiernos auténticos, estudiaba en la Universidad. Mi ficha personal, confeccionada por la CIA, destacaba mi despliegue de actividad, mi capacidad para influir sobre los demás. Mi experiencia personal como estudiante y como profesora que nunca ha perdido el vínculo con la Universidad sirven de base para mis consideraciones acerca de las vías para establecer un diálogo productivo con los jóvenes universitarios. Mi premisa fundamental es que nuestro proyecto de vida (todos lo tenemos, aun en las circunstancias más difíciles) debe articularse al proyecto social de la Revolución.
Una tradición arraigada en nuestra práctica política en la base contrapone el activismo al llamado «docentismo», soslayando que la autoridad inmanente y, por ende, la capacidad de influir sobre los demás, dimana de la credibilidad sustentada en la conducta personal y en la solvencia intelectual de la argumentación. Julio Antonio Mella fue un intelectual de cuerpo entero y José Antonio Echeverría, antes de entregarse por entero al combate frente a la dictadura, impulsó las concepciones más avanzadas en el campo de la Arquitectura. Por lo demás, el espíritu crítico no debe identificarse mecánicamente con posiciones contrarrevolucionarias. En muchos casos, está orientado a mejorar lo existente. Aun cuando provenga del error o de falta de información, debe atenderse de manera desprejuiciada, procurando respuestas pertinentes, según la especificidad del problema planteado.
En la formación de los jóvenes universitarios es importante la influencia de las organizaciones políticas y de los claustros. La UJC y la FEU requieren fortalecer sus respectivas identidades. Muchos militantes ingresan a la UJC en edades muy tempranas, sin tener clara conciencia de lo que significa en términos de compromiso individual. Las reuniones internas se reducen con frecuencia a actos formales para el cumplimiento de las normas establecidas. La FEU es el ámbito para proyectar el «yo sí puedo» de la masa estudiantil. Es una vía para canalizar inquietudes e intereses, para concretar la posibilidad de participación indispensable para afianzar el sentido de pertenencia, para asumir deberes y responsabilidades, para comprender orgánicamente que la Revolución es de todos porque la hacemos entre todos.
Sin embargo, en el aula se desarrolla lo fundamental de la vida universitaria. Por eso, la consolidación de los claustros es decisiva. El período especial dejó huella en el profesorado. Una política de congelamiento de plantillas impidió sustituir a quienes causaron baja por fallecimiento o jubilación. De modo que, ahora, entre quienes bordean el retiro y los egresados recientes, existe el vacío de una generación intermedia. La superación de los jóvenes, mediante el acceso a la investigación y a los grados científicos, requiere constituirse en prioridad, por cuanto el desarrollo de un profesor universitario exige la maduración de los conocimientos y un afianzamiento de su autoridad inmanente. Su influencia en el plano ideológico se ejerce no solo a partir de principios generales de política nacional e internacional, sino también en el campo específico de las materias de estudio. Actualmente, en el caso de la cultura, la batalla es relevante y compleja.
Del mismo modo, la enseñanza de la historia y del marxismo requiere atención particular. Para que resulte verdadera «maestra de la vida», con repercusiones en el análisis de la realidad actual, la historia no puede reducirse al relato de una serie de acontecimientos gloriosos. Implica su comprensión en términos de procesos, incluidas las contradicciones que le son inherentes. La acción que condujo al triunfo de la Revolución no fue un acto de voluntarismo. La estrategia diseñada por Fidel Castro respondió a la asimilación lúcida de los problemas y demandas acumuladas a lo largo de la república neocolonial. Después de haber tomado el poder, los ajustes de orden táctico nacieron del enfrentamiento a problemas internos e internacionales. En la actualidad, esas dificultades no han cesado y el abordaje de su solución exige conciliar el realismo con la fidelidad al proyecto socialista.
La enseñanza del marxismo ha pasado por distintas etapas en nuestro país. En una primera fase, se apeló a la lectura directa de textos esenciales de los fundadores. Se estableció luego un programa único con el apoyo de muy conocidos manuales soviéticos. Más apegada a la letra que al espíritu, esta fórmula dio lugar a un estudio memorístico, dogmatizante, ajeno a una real aplicación al análisis de la realidad. Se perdió de vista la esencial dialéctica histórica, abierta a las necesidades impuestas por circunstancias imprevistas y a los cambios producidos en el desarrollo del capitalismo, tal y como lo comprendieron en su momento Lenin y el propio Fidel. El marxismo no nos entrega un recetario, sino un método para la comprensión de las contradicciones vigentes en la sociedad en contextos tan alejados de la Europa del siglo XIX como los de la América Latina contemporánea y el papel que hoy corresponde a los movimientos indígenas y a los aún más heterogéneos movimientos sociales. Reducido a un formulario, el marxismo se convierte en discurso abstracto, pierde credibilidad, produce rechazo y pierde validez para el análisis crítico de los problemas de la sociedad.
La revolución tecnológica contemporánea favorece la generación constante de imágenes e información. El empleo de fórmulas comunicativas eficientes, derivadas de las técnicas del marketing impone gustos, valores y necesidades, a la vez que viste de credibilidad un mensaje cada vez más manipulado. Es imposible cerrar fronteras a esta avalancha y, por otra parte, inscritos como estamos en la era de la globalización, tenemos que sustentar el debate ideológico en una información de amplio horizonte, veraz y creíble. El destinatario de hoy no es el de hace medio siglo. La población cubana ha alcanzado un nivel de instrucción mucho más alto. Para nosotros, la información, a diferencia de lo que ocurre en los medios internacionales, debe constituirse en vía para el ejercicio del pensar. Nuestro mensaje no puede ser reiterativo. El abordaje de las noticias no puede reducirse al lead propagado por las agencias. El universo informativo no puede limitarse a algunos aspectos de cuanto sucede en Estados Unidos y a lo que transcurre en los países que son nuestros aliados más cercanos. Órgano oficial del Partido, Granma tiene que respetar en su línea editorial algunos compromisos de la política exterior cubana. Pero otros espacios pueden atender cuestiones críticas en territorios que mantienen con Cuba buenas relaciones diplomáticas y comerciales.
La información nacional requiere un cuidado particular. No vivimos en el mejor de los mundos posibles. El ciudadano de a pie y, sobre todo, el sector juvenil, percibe con fuerza las dificultades de la vida cotidiana y advierte también, en lo más concreto de la inmediatez, aquellas que se derivan de nuestras propias insuficiencias, tales como la desidia, la incompetencia, la corrupción y el soborno a los funcionarios públicos. Sin hiperbolizar las manchas, estas deben someterse a crítica. En este terreno, más que en ningún otro, los señalamientos concretos tienen que sustituir las generalizaciones abstractas. Acorralar las deficiencias contribuye a la credibilidad de los logros.
Fortalecer el diálogo con los jóvenes conduce a superar dificultades en el presente y a garantizar el porvenir. Ofrecer una carta de confianza, tender puentes hacia una relación constructiva, no implica «blandenguería» o dejación de principios irrenunciables. Hay que despejar la atmósfera de interferencias subjetivas. En pleno desarrollo biológico y psicológico, los jóvenes tienden a ser inconformes, desafiantes, a dejarse llevar por el espíritu grupal, a afirmar su personalidad mediante rasgos de conducta o de vestuario. No siempre los más dúctiles resultan los más confiables.
El trabajo político y la sedimentación de valores se concretan en la persona humana, cuyo crecimiento es el objetivo último de la Revolución. Referencia necesaria, los modelos históricos deben hacerse reconocibles también en la conducta de quienes forman parte del entorno inmediato de cada cual: familia, maestros, cuadros. De la misma manera, la noción de patria, de acuerdo con la raíz etimológica de la palabra, se construye a partir de las vivencias inmediatas de cada cual, de acuerdo con un proceso a la vez intelectual y afectivo. Nacen en el barrio, en la escuela, en el sitio de labor. Se van haciendo a través del amor por las cosas que se construyen con las propias manos y con el ejercicio de la inteligencia. De ese modo se forja el sentido de pertenencia, eslabón inicial de la noción más ancha de la patria. Y es la razón por la cual la participación consciente, no instrumentalizada, es clave fundamental del socialismo, lo que marca su diferencia respecto a los sistemas sociales precedentes. La participación no se define por la respuesta disciplinada a las tareas encargadas por cada momento. Esa disposición debe existir en situaciones de emergencia, pero no se sostiene en el transcurso de la cotidianeidad. Participar implica conjugar los sueños, el sentido de la vida, las expectativas de presente y porvenir en el más amplio proyecto social, así como potenciar las iniciativas propias hacia la superación de las dificultades y la modificación tangible del contexto inmediato. En esa acción se integran conjuntamente compromiso y responsabilidad.
La capacidad de escuchar convierte la relación con los jóvenes en diálogo interactivo, basado en la confianza mutua, ajena al peligroso germen de una doble moral. En ese vínculo entra en juego el papel del individuo, con frecuencia satanizado como fuente de individualismo, su expresión hiperbolizada y corruptora de la conducta humana. Por lo contrario, la restauración de una dialéctica productiva entre la persona y la sociedad, con la asunción consciente de la interdependencia entre ambas, es el antídoto más eficaz contra las tentaciones de egocentrismo y contribuye a dinamizar los esfuerzos en beneficio común desde la célula primordial en la familia, la escuela, el trabajo, la comunidad y las organizaciones de masas.
La jauría mediática de Venezuela, contra el ministro cubano Ramiro Valdés.
En la foto, los comandantes Ramiro Valdés, Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara.
José Manzaneda, coordinador de Cubainformación.
“La calumnia es la venganza de los cobardes”. Jacinto Benavente.
A Ramiro Valdés, héroe de la República de Cuba
En las últimas semanas, el gobierno de Venezuela ha solicitado el apoyo de los gobiernos de Argentina, Brasil, Rusia, China y Cuba para superar la actual crisis energética que vive el país tras la sequía más intensa en los últimos cien años (1). Obviando al resto de países, los grandes medios privados de Venezuela que, a su vez, son fuente informativa de los canales internacionales, han centrado sus habituales ataques contra el gobierno de Hugo Chávez en el apoyo prestado por Cuba en esta crisis.
Para descalificar la capacidad del gobierno cubano como asesor en materia de gestión del sistema eléctrico, los medios han rescatado en sus informaciones la situación energética que vivió Cuba a comienzos de los años 90, haciéndola pasar por actual. El diario venezolano El Nacional reproducía el 4 de febrero las palabras de Víctor Poleo, asesor del Ministerio de Energía en la etapa anterior a Chávez (2). Éste afirmaba que “los cubanos sufren permanentes racionamientos, lo cual los lleva a celebrar los "alumbrones", pues es más el tiempo que están sin energía”. Hay que explicar que la expresión “alumbrón” se empleó en Cuba a comienzos de los 90, cuando, a causa de la desaparición de su comercio con la Unión Soviética, la Isla sufría diariamente cortes eléctricos de hasta 16 horas. Hoy, la situación es radicalmente distinta, pero los medios venezolanos siguen hablado de los “alumbrones” de Cuba como si fueran un fenómeno actual.
El apoyo cubano a Venezuela ha sido presentado por los medios como un factor de pérdida de soberanía, tratando de tocar los sentimientos patrióticos del pueblo venezolano. Enzo Betancourt, presidente del Colegio de Ingenieros, aparecía en varios canales con declaraciones como la siguiente: "Chávez decretó la cubanización de la energía eléctrica a pesar de que la capacidad profesional de los venezolanos es muy superior a la de Cuba, (y esto) es una falta de respeto a nuestros ingenieros" (3).
Pero el centro de la guerra mediática ha sido la visita a Caracas de Ramiro Valdés Menéndez, ministro de Informática y las Comunicaciones de Cuba, que ha sido objeto de una grosera campaña de descalificaciones, mentiras e insultos en medios venezolanos e internacionales. En una crónica titulada “Los cubanos controlan ya sectores claves de Venezuela”, Joaquim Ibarz, corresponsal en México del periódico catalán La Vanguardia, describía a Valdés, uno de las más destacadas figuras históricas de la Revolución cubana, como “un militar de 78 años experto en represión” (4). Resulta casi extravagante que se hable de represión en un país como Cuba, donde –al contrario que en tantos países vecinos- su población jamás ha sido testigo de escenas de brutalidad policial y de cargas antidisturbios, y donde no se ha probado un solo caso de tortura o de desaparición de personas.
Marcel Granier, director de Radio Caracas Televisión calumniaba a Valdés diciendo que su "única experiencia (...) es mandar a fusilar gente" (5). Recordemos que este canal televisivo y el propio Granier fueron organizadores del golpe de estado del 2002, en el que francotiradores contratados asesinaron a manifestantes a favor y en contra del gobierno para poder justificar la intervención del ejército (6).
El alcalde opositor de Caracas Antonio Ledezma pedía la “expulsión de Venezuela” del ministro cubano y le calificaba como “especialista (...) no en hacer proyectos de electricidad sino en electrocutar” (7). Este tipo de patrañas son habituales en boca de este político venezolano, responsable de centenares de muertos en el Caracazo, suceso ocurrido en 1989 cuando la policía que él dirigía como Gobernador de Caracas disparó contra la población indefensa que protestaba por el alza de precios de los productos básicos (8).
El Nuevo Herald, de Miami, unía la visita del Comandante de la Revolución con las recientes protestas del estudiantado venezolano de clase acomodada contra el gobierno de Hugo Chávez: “la presencia de Valdés en Venezuela es una prueba (sic) que la represión a las manifestaciones populares y los ataques a los medios de comunicación de Hugo Chávez recién están comenzando”, afirmaba el rotativo (9). El diario digital VenEconomía redondeaba esta tesis, repetida por todos los medios privados de Venezuela, afirmando que "la estrategia de Valdés sería doblegar con el terror las protestas de la población, con métodos que nunca se han empleado en el país, ni siquiera en tiempos de las dictaduras de Juan Vicente Gómez o Pérez Jiménez" (10). Todos estos desvaríos mediáticos se basan en que Ramiro Valdés fue uno de los organizadores del Departamento de Seguridad del Estado de Cuba, creado en 1959 en respuesta a los ataques armados y las agresiones terroristas desde EEUU.
Tras el mensaje del miedo, el dardo golpista se desliza en los medios con total naturalidad. El diario español ABC daba espacio a las declaraciones del vicealmirante venezolano retirado Iván Carratú, que afirmaba que “Valdés va a dirigir la represión con los milicianos cubanos. (...) Podría correr mucha sangre y tenemos que evitarlo” (11).
El portal argentino INFOBAE secuestraba el lenguaje clásico de la izquierda latinoamericana. Afirmaba que Ramiro Valdés “fue muy importante en el control de (...) los movimientos populares (en Cuba)” (12). Denominar movimientos populares a los grupos de la contrarrevolución cubana creados y financiados por el gobierno de EEUU y que no superan los 20 miembros es una de las más imaginativas creaciones de la guerra mediática.
Pero no la única. El diario también argentino La Nación sentenciaba que “Valdez (sic) vende radios comunitarias a Venezuela, que forman parte del emporio multimediático chavista” (13). El autor se refiere a las modestas radios alternativas ubicadas en las barriadas populares, muchas de las cuales existen hace décadas, que no han tenido jamás la más mínima relación con el gobierno cubano y, muchas de las cuales, aunque apoyan al presidente Chávez, realizan una labor informativa crítica. Pero este nuevo disparate no parte de la imaginación desubicada del periodista argentino, sino de un conocido catedrático venezolano antichavista, Antonio Pasquali, quien sentencia que el ministro cubano "pone a un cubanito en cada una (de dichas radios) para que no haya despistes ideológicos”.
Todas estas fechorías informativas contra Ramiro Valdés y contra el presidente Chávez son solo una pequeñísima muestra de la antología del disparate, la mentira y el engaño de los medios de comunicación en las últimas semanas. Estos ejemplos formarán parte, algún día, de la memoria histórica de la guerra mediática organizada por los sectores económicos más poderosos de América Latina contra los gobiernos y movimientos populares que hoy constituyen un peligro real para sus privilegios económicos y sus intereses de clase.
(1) http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/02/05/tecnicos-de-cuba-brasil-y-argentina-apoyan-a-venezuela-para-resolver-crisis-electrica/
(2) http://el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/121023/Econom%C3%ADa/Cuba-recibir%C3%A1-$-2,4-millardos-m%C3%A1s-por-asesor%C3%ADa-el%C3%A9ctrica
(3) http://www.lavanguardia.es/internacional/noticias/20100207/53885110693/los-cubanos-controlan-ya-sectores-claves-de-venezuela-valdes-chavez-ramiro-valdes-la-habana-internet.html
(4) Op. Cit.
(5) http://el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/120998/Nacional/Granier:-La-%C3%BAnica-experiencia-de-Vald%C3%A9s-es-mandar-a-fusilar-gente
(6) http://www.youtube.com/watch?v=OuH2Zrtii5g
(7) http://www.diariocritico.com/venezuela/2010/Febrero/noticias/193484/ledezma-anuncia-marcha-en-apoyo-a-los-estudiantes.html
(8) http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_7914000/7914048.stm
(9) http://www.elnuevoherald.com/noticias/ultimas-noticias/story/647494-p2.html
(10) http://www.lavanguardia.es/internacional/noticias/20100207/53885110693/los-cubanos-controlan-ya-sectores-claves-de-venezuela-valdes-chavez-ramiro-valdes-la-habana-internet.html
(11) http://www.abc.es/20100207/internacional-iberoamerica/cubanos-tratan-apuntalar-chavez-20100207.html
(12) http://www.infobae.com/mundo/499383-601275-0-Un-ministro-cubano-intenta-salvar-Chávez
(13) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1228110
A Ramiro Valdés, héroe de la República de Cuba
En las últimas semanas, el gobierno de Venezuela ha solicitado el apoyo de los gobiernos de Argentina, Brasil, Rusia, China y Cuba para superar la actual crisis energética que vive el país tras la sequía más intensa en los últimos cien años (1). Obviando al resto de países, los grandes medios privados de Venezuela que, a su vez, son fuente informativa de los canales internacionales, han centrado sus habituales ataques contra el gobierno de Hugo Chávez en el apoyo prestado por Cuba en esta crisis.
Para descalificar la capacidad del gobierno cubano como asesor en materia de gestión del sistema eléctrico, los medios han rescatado en sus informaciones la situación energética que vivió Cuba a comienzos de los años 90, haciéndola pasar por actual. El diario venezolano El Nacional reproducía el 4 de febrero las palabras de Víctor Poleo, asesor del Ministerio de Energía en la etapa anterior a Chávez (2). Éste afirmaba que “los cubanos sufren permanentes racionamientos, lo cual los lleva a celebrar los "alumbrones", pues es más el tiempo que están sin energía”. Hay que explicar que la expresión “alumbrón” se empleó en Cuba a comienzos de los 90, cuando, a causa de la desaparición de su comercio con la Unión Soviética, la Isla sufría diariamente cortes eléctricos de hasta 16 horas. Hoy, la situación es radicalmente distinta, pero los medios venezolanos siguen hablado de los “alumbrones” de Cuba como si fueran un fenómeno actual.
El apoyo cubano a Venezuela ha sido presentado por los medios como un factor de pérdida de soberanía, tratando de tocar los sentimientos patrióticos del pueblo venezolano. Enzo Betancourt, presidente del Colegio de Ingenieros, aparecía en varios canales con declaraciones como la siguiente: "Chávez decretó la cubanización de la energía eléctrica a pesar de que la capacidad profesional de los venezolanos es muy superior a la de Cuba, (y esto) es una falta de respeto a nuestros ingenieros" (3).
Pero el centro de la guerra mediática ha sido la visita a Caracas de Ramiro Valdés Menéndez, ministro de Informática y las Comunicaciones de Cuba, que ha sido objeto de una grosera campaña de descalificaciones, mentiras e insultos en medios venezolanos e internacionales. En una crónica titulada “Los cubanos controlan ya sectores claves de Venezuela”, Joaquim Ibarz, corresponsal en México del periódico catalán La Vanguardia, describía a Valdés, uno de las más destacadas figuras históricas de la Revolución cubana, como “un militar de 78 años experto en represión” (4). Resulta casi extravagante que se hable de represión en un país como Cuba, donde –al contrario que en tantos países vecinos- su población jamás ha sido testigo de escenas de brutalidad policial y de cargas antidisturbios, y donde no se ha probado un solo caso de tortura o de desaparición de personas.
Marcel Granier, director de Radio Caracas Televisión calumniaba a Valdés diciendo que su "única experiencia (...) es mandar a fusilar gente" (5). Recordemos que este canal televisivo y el propio Granier fueron organizadores del golpe de estado del 2002, en el que francotiradores contratados asesinaron a manifestantes a favor y en contra del gobierno para poder justificar la intervención del ejército (6).
El alcalde opositor de Caracas Antonio Ledezma pedía la “expulsión de Venezuela” del ministro cubano y le calificaba como “especialista (...) no en hacer proyectos de electricidad sino en electrocutar” (7). Este tipo de patrañas son habituales en boca de este político venezolano, responsable de centenares de muertos en el Caracazo, suceso ocurrido en 1989 cuando la policía que él dirigía como Gobernador de Caracas disparó contra la población indefensa que protestaba por el alza de precios de los productos básicos (8).
El Nuevo Herald, de Miami, unía la visita del Comandante de la Revolución con las recientes protestas del estudiantado venezolano de clase acomodada contra el gobierno de Hugo Chávez: “la presencia de Valdés en Venezuela es una prueba (sic) que la represión a las manifestaciones populares y los ataques a los medios de comunicación de Hugo Chávez recién están comenzando”, afirmaba el rotativo (9). El diario digital VenEconomía redondeaba esta tesis, repetida por todos los medios privados de Venezuela, afirmando que "la estrategia de Valdés sería doblegar con el terror las protestas de la población, con métodos que nunca se han empleado en el país, ni siquiera en tiempos de las dictaduras de Juan Vicente Gómez o Pérez Jiménez" (10). Todos estos desvaríos mediáticos se basan en que Ramiro Valdés fue uno de los organizadores del Departamento de Seguridad del Estado de Cuba, creado en 1959 en respuesta a los ataques armados y las agresiones terroristas desde EEUU.
Tras el mensaje del miedo, el dardo golpista se desliza en los medios con total naturalidad. El diario español ABC daba espacio a las declaraciones del vicealmirante venezolano retirado Iván Carratú, que afirmaba que “Valdés va a dirigir la represión con los milicianos cubanos. (...) Podría correr mucha sangre y tenemos que evitarlo” (11).
El portal argentino INFOBAE secuestraba el lenguaje clásico de la izquierda latinoamericana. Afirmaba que Ramiro Valdés “fue muy importante en el control de (...) los movimientos populares (en Cuba)” (12). Denominar movimientos populares a los grupos de la contrarrevolución cubana creados y financiados por el gobierno de EEUU y que no superan los 20 miembros es una de las más imaginativas creaciones de la guerra mediática.
Pero no la única. El diario también argentino La Nación sentenciaba que “Valdez (sic) vende radios comunitarias a Venezuela, que forman parte del emporio multimediático chavista” (13). El autor se refiere a las modestas radios alternativas ubicadas en las barriadas populares, muchas de las cuales existen hace décadas, que no han tenido jamás la más mínima relación con el gobierno cubano y, muchas de las cuales, aunque apoyan al presidente Chávez, realizan una labor informativa crítica. Pero este nuevo disparate no parte de la imaginación desubicada del periodista argentino, sino de un conocido catedrático venezolano antichavista, Antonio Pasquali, quien sentencia que el ministro cubano "pone a un cubanito en cada una (de dichas radios) para que no haya despistes ideológicos”.
Todas estas fechorías informativas contra Ramiro Valdés y contra el presidente Chávez son solo una pequeñísima muestra de la antología del disparate, la mentira y el engaño de los medios de comunicación en las últimas semanas. Estos ejemplos formarán parte, algún día, de la memoria histórica de la guerra mediática organizada por los sectores económicos más poderosos de América Latina contra los gobiernos y movimientos populares que hoy constituyen un peligro real para sus privilegios económicos y sus intereses de clase.
(1) http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/02/05/tecnicos-de-cuba-brasil-y-argentina-apoyan-a-venezuela-para-resolver-crisis-electrica/
(2) http://el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/121023/Econom%C3%ADa/Cuba-recibir%C3%A1-$-2,4-millardos-m%C3%A1s-por-asesor%C3%ADa-el%C3%A9ctrica
(3) http://www.lavanguardia.es/internacional/noticias/20100207/53885110693/los-cubanos-controlan-ya-sectores-claves-de-venezuela-valdes-chavez-ramiro-valdes-la-habana-internet.html
(4) Op. Cit.
(5) http://el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/120998/Nacional/Granier:-La-%C3%BAnica-experiencia-de-Vald%C3%A9s-es-mandar-a-fusilar-gente
(6) http://www.youtube.com/watch?v=OuH2Zrtii5g
(7) http://www.diariocritico.com/venezuela/2010/Febrero/noticias/193484/ledezma-anuncia-marcha-en-apoyo-a-los-estudiantes.html
(8) http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_7914000/7914048.stm
(9) http://www.elnuevoherald.com/noticias/ultimas-noticias/story/647494-p2.html
(10) http://www.lavanguardia.es/internacional/noticias/20100207/53885110693/los-cubanos-controlan-ya-sectores-claves-de-venezuela-valdes-chavez-ramiro-valdes-la-habana-internet.html
(11) http://www.abc.es/20100207/internacional-iberoamerica/cubanos-tratan-apuntalar-chavez-20100207.html
(12) http://www.infobae.com/mundo/499383-601275-0-Un-ministro-cubano-intenta-salvar-Chávez
(13) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1228110
sábado, 13 de febrero de 2010
Recuerdos de un combatiente internacionalista ( V ).
El autor en la foto firmando ejemplares de su libro, ayer 12 de febrero en La Cabaña (foto: Sheyla).
Abelardo Rafael Cueto Sosa
Abelardo Rafael Cueto Sosa
Nuestro país es una nación mestiza nacida de la fusión de la savia europea y africana, con algunas gotas de sangre asiática. De ese explosivo cóctel nacemos los cubanos, y de ahí nos viene la hidalguía, el valor, la inteligencia, la generosidad y la paciencia, junto con una tremenda alegría de vivir que incluye el fabuloso don de saber burlarnos de nosotros mismos y de los errores que cometemos, paso primigenio para comenzar a rectificarlos.
Por todo esto se explica por qué no nos entienden y nos odian los políticos del Potomac, y se vuelven locos los analistas de la CIA y el Pentágono, pues a nosotros no hay quien nos siga el ritmo.
En Angola estaba muy bien representado todo el variopinto mosaico racial cubano. Blancos rubios, blancos trigueños, negros prietos, mulatos de esos que llaman “de pelo”, jabados de ojos claros, mulatos aindiados y chinos, algunos bien amarillitos y otros matizados con algunas cucharaditas de chocolate en la sangre.
Esa variedad de razas la tuvo también nuestro Ejército Libertador, y como nuestro papel en Angola fue eminentemente libertario, es por eso que he titulado así esta historia en reconocimiento a nuestros mambises y sus continuadores en tierras angolanas.
En el pelotón de Comandancia estaba el Chino Chiu. Flaco como un alambre, eso parecía: un alambre de cobre permanentemente cargado de corriente, coronado por pelos lacios y rebeldes que cobijaban unos ojos negros y grandes para que por ellos entraran todos los colores y paisajes. Artista plástico de profesión, cambió paletas y pinceles por el AK, y la tranquilidad del caballete por los peligros de la exploración, la escolta y cuando hizo falta, también por la brocha gorda.
Por todo esto se explica por qué no nos entienden y nos odian los políticos del Potomac, y se vuelven locos los analistas de la CIA y el Pentágono, pues a nosotros no hay quien nos siga el ritmo.
En Angola estaba muy bien representado todo el variopinto mosaico racial cubano. Blancos rubios, blancos trigueños, negros prietos, mulatos de esos que llaman “de pelo”, jabados de ojos claros, mulatos aindiados y chinos, algunos bien amarillitos y otros matizados con algunas cucharaditas de chocolate en la sangre.
Esa variedad de razas la tuvo también nuestro Ejército Libertador, y como nuestro papel en Angola fue eminentemente libertario, es por eso que he titulado así esta historia en reconocimiento a nuestros mambises y sus continuadores en tierras angolanas.
En el pelotón de Comandancia estaba el Chino Chiu. Flaco como un alambre, eso parecía: un alambre de cobre permanentemente cargado de corriente, coronado por pelos lacios y rebeldes que cobijaban unos ojos negros y grandes para que por ellos entraran todos los colores y paisajes. Artista plástico de profesión, cambió paletas y pinceles por el AK, y la tranquilidad del caballete por los peligros de la exploración, la escolta y cuando hizo falta, también por la brocha gorda.
El Chino Chiu cumplía sus deberes concienzuda y discretamente, sin alardes, con esa mesura propia de sus ancestros para hacerle frente a las más complicadas situaciones. Buen compañero, nunca tuvo espacio para mezquindades ni pendejadas, y bastante paciencia para sobrellevar las de otros que no se le igualaban.
Del otro chino no pude retener el nombre, pues lo conocí de una manera ocasional y compleja para él.
Habíamos ido como escolta de Acosta Sosa hasta Lubango y luego de que terminó sus asuntos en la Misión Militar, ordenó ir hasta el hospital. Al llegar, el Jefe se bajó sin decir media palabra, lo cual significaba claramente: siéntate y espera. Nos repantigamos en el jeep Tejeda el chofer, en el asiento delantero, y el que suscribe en la parte de atrás.
El estar en territorio amigo y la suave brisa hicieron lo suyo, y pronto estábamos dando cabezazos, hasta que un cláxon desesperado y un chillido de gomas nos sacaron de la modorra para hacernos apear a toda velocidad.
Había entrado un camión con heridos. Los habían autorizado a forrajear y habían ido a una aldea alejada, en la que al parecer, había operado la UNITA y dejado sus habituales sorpresas.
En las afueras del villorrio estaban unos corrales con cabras y en el momento en que los combatientes compraban algunas, dos animales escaparon. Los persiguieron, ignorando los gritos de advertencia de los aldeanos, y luego de unas decenas de metros de carrera, los animales volaron en una mina y las esquirlas hirieron a los que corrían tras ellos.
De los heridos, que eran cinco hombres, cuatro presentaban lesiones de poca consideración, pero el quinto, un chino cuarentón, arrugado y con una barba rala, había recibido varios fragmentos en el vientre.
Estaba consciente, aunque hacía muecas de dolor. En el momento de meterlo dentro del hospital encontró valor para hacerle una broma al médico. Con una
mueca que quería ser sonrisa le soltó: “médico, yo creo que de esta no me salva ni el médico chino”. A pesar de la seriedad del momento, lo inesperado del hecho y la comicidad con que el chino aflojó su frase, provocó en todos una sonrisa.
Pasaron como tres horas hasta el instante en que salió a tomar aire un enfermero y le preguntamos por el chino herido. La respuesta nos animó bastante. Concretamente nos dijo: “acabaron de operarlo, aguantó sin problemas la operación. Si no se complica, la pelea entre él y la pelona está cincuenta y cincuenta, pero con las ganas de vivir que tiene el tipo, seguro gana”.
Del otro chino no pude retener el nombre, pues lo conocí de una manera ocasional y compleja para él.
Habíamos ido como escolta de Acosta Sosa hasta Lubango y luego de que terminó sus asuntos en la Misión Militar, ordenó ir hasta el hospital. Al llegar, el Jefe se bajó sin decir media palabra, lo cual significaba claramente: siéntate y espera. Nos repantigamos en el jeep Tejeda el chofer, en el asiento delantero, y el que suscribe en la parte de atrás.
El estar en territorio amigo y la suave brisa hicieron lo suyo, y pronto estábamos dando cabezazos, hasta que un cláxon desesperado y un chillido de gomas nos sacaron de la modorra para hacernos apear a toda velocidad.
Había entrado un camión con heridos. Los habían autorizado a forrajear y habían ido a una aldea alejada, en la que al parecer, había operado la UNITA y dejado sus habituales sorpresas.
En las afueras del villorrio estaban unos corrales con cabras y en el momento en que los combatientes compraban algunas, dos animales escaparon. Los persiguieron, ignorando los gritos de advertencia de los aldeanos, y luego de unas decenas de metros de carrera, los animales volaron en una mina y las esquirlas hirieron a los que corrían tras ellos.
De los heridos, que eran cinco hombres, cuatro presentaban lesiones de poca consideración, pero el quinto, un chino cuarentón, arrugado y con una barba rala, había recibido varios fragmentos en el vientre.
Estaba consciente, aunque hacía muecas de dolor. En el momento de meterlo dentro del hospital encontró valor para hacerle una broma al médico. Con una
mueca que quería ser sonrisa le soltó: “médico, yo creo que de esta no me salva ni el médico chino”. A pesar de la seriedad del momento, lo inesperado del hecho y la comicidad con que el chino aflojó su frase, provocó en todos una sonrisa.
Pasaron como tres horas hasta el instante en que salió a tomar aire un enfermero y le preguntamos por el chino herido. La respuesta nos animó bastante. Concretamente nos dijo: “acabaron de operarlo, aguantó sin problemas la operación. Si no se complica, la pelea entre él y la pelona está cincuenta y cincuenta, pero con las ganas de vivir que tiene el tipo, seguro gana”.
Pasados unos minutos Acosta Sosa entró en el jeep y arrancamos para Matala y como tantas otras veces en la guerra, no tuvimos más información de aquel suceso.
Han pasado veinticinco años de aquellos días. Estoy seguro que el chino herido también anda por estos rumbos, y debe ser un abuelo jodedor y simpático. A él debe haberlo protegido Cuang Con, el guerrero líder, al que los cubanos llamamos San Fan Con; tiene que ser así, porque un hombre bravo y con tan buen humor, como siempre les digo, seguro que le ganó la pelea a la Vieja de la Guadaña.