E. U. G.
Hay un señor o una señora que se dedica a enviar textos de pésima redacción y “mala leche” como decimos en Cuba, a listas de correos que secuestran de las redes cubanas. Se presenta como Kenneth Larsen. Probablemente no es anglosajón, como sugiere el nombre elegido de seudónimo, pero la elección es elocuente: él o ella prefieren llamarse Kenneth. Hoy quiero comentar la conclusión de un relato que esta vez firma Amarilis C. Rey, que es una joya de ignorancia: “Creo que nunca lo voy a ver, pero ¿llegará el día en que los cubanos podamos comprar un carro, y no andar subiendo a camiones y guaguas repletas? ¿O tener una casa cómoda? ¿Podremos algún día salir del país sin tener que gastar miles de pesos, libremente, sin permiso de salida y entrada? ¿Algún día las personas saludarán, te dejarán el paso libre y no te empujarán cuando subas a una guagua? ¿Que el médico no esté disgustado, y la consulta este limpia? ¿Viviremos algún día en un país donde el extranjero no valga más que uno porque tiene dólares? Me pregunto si algún día volveremos a ser personas normales”. Pero Dios mío, cuando leo cosas así, me cuestiono la calidad de la educación cubana: ¿sabe Amarilis que tener una casa cómoda es un sueño imposible para la inmensa mayoría de los latinoamericanos?, ¿qué viajar –no al extranjero, sino a la capital de cada país--, es privilegio de unos pocos latinoamericanos?, ¿que la violencia en las calles de las ciudades latinoamericanas es una pandemia incontrolable?, ¿que un médico solícito y un hospital limpio en América Latina cuesta miles de dólares y es privilegio de los pocos que pueden pagarlo?, ¿que el turista extranjero es el dueño de los espacios públicos de las ciudades latinoamericanas y que desprecia –como aquel simbólico marine borracho que orinaba sobre la estatua de José Martí en los cubanos años cincuenta--, al nativo que solo existe para servirlo? ¿A qué normalidad se refiere? ¿A la de los años cincuenta en Cuba? Convendría recordarlos.
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