Enrique Ubieta Gómez
Ser requerido por jóvenes universitarios, es uno de esos privilegios genuinos que debo a La Calle del Medio, y en menor medida, a mi participación en los debates de la blogosfera. Me gusta escuchar sus dudas, sus cuestionamientos. Cuando digo que estoy con ellos, no me refiero naturalmente a que "estoy", sino a que "participo", a que hablo y escucho, a que soy un guerrero. Lo difícil no es aceptar a los jóvenes como iguales. Lo difícil es que ellos te acepten como igual. Vuelvo a los años en que estrenaba mi adarga y mi armadura de factura casera. Tanto tiempo en el camino no me ha desgastado la fe, pero ahora sé que nada se logra en solitario. Ayer participé en un debate de casi tres horas con estudiantes de la Universidad de Matanzas. Después, los integrantes del blog La Joven Cuba se reunieron conmigo para intercambiar experiencias. Ver cómo un grupo de Quijotes sale por primera vez al ruedo, seguros (como debe ser) de que ellos sí cambiarán el mundo --nuevos realistas que harán que sea posible lo imposible--, es como ver salir el sol en la mañana; pasa todos los días, pasa sin que lo notemos, pero cuando amanece, y tenemos los ojos dispuestos para ver, es un suceso inigualable, que se desentiende de todas las descripciones melosas con que lo hemos corrompido.
No voy a describir el encuentro. Solo quiero volver sobre uno de los temas tratados. ¿Qué es una generación? Pienso que, en términos históricos, no basta con nacer en una fecha (o en un espectro de fechas más o menos cercanas) para pertenecer a una generación. Para ser parte de una generación hay que ganárselo. Es cierto que los hombres no se parecen a sus padres sino a su tiempo, pero esa frase parte de un importante sobreentendido: en cada tiempo hay diferentes tipos de hombres. Cuando Fidel atacó el Moncada, la mayoría de sus contemporáneos bailaba en los carnavales santiagueros. ¿Cuáles eran los hombres de su tiempo? ¿Los que bailaban o los que combatían? Los hombres escogen a qué grupo generacional, es decir, a qué tiempo quieren pertenecer. Porque hay dos tiempos que no son cronológicos y que igualan a cierto tipo de hombres en todas las épocas: el de las minorías que combaten y el de las mayorías que se acomodan. Pero incluso esas mayorías aparentemente desentendidas suelen respetar el honor ajeno, y suelen seguirlo.
Cada generación es modelada por su vanguardia. No todos los coetáneos de Fidel pertenecen a la Generación del Centenario. Las vanguardias de cada generación se parecen más entre sí que lo que cada una de ellas se parece a sus coetáneos. ¿Cómo puede identificarse un hombre o una mujer de nuestro tiempo con Julio Antonio Mella o con Antonio Guiteras? ¿Qué une a Bolívar con los bolivarianos, a Martí con los martianos, a Sandino con los sandinistas? Entonces, les dije, parézcanse a los héroes de todas las historias, para que puedan hallarse a sí mismos, sientan bajo sus talones el costillar de Rocinante.
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