Enrique Ubieta Gómez
Tomado de La Calle del Medio 30
Trasponemos el portón y avanzamos por un patio interior que delimita un edificio en líneas rectas. Allí radica la redacción central de una de las publicaciones periódicas más prestigiosas de Francia, dentro y fuera de sus fronteras: Le Monde Diplomatique. Nos espera Ignacio Ramonet, escritor, periodista y profesor universitario de origen hispano, quien fuera su director durante 18 años (actualmente dirige la edición española). Pero no entramos a las oficinas de antaño, subimos un piso más arriba por la escalera, hasta el local que ahora ocupa la Fundación Memorias de la Guerra, empeñada en rescatar del olvido episodios de las luchas populares en Europa y en América Latina, de la que es su presidente. Ramonet acaba de obtener el Premio Antonio Asensio de Periodismo, creado por el Grupo Zeta para honrar la memoria de su fundador. Apenas ayer estaba en Sofía, presentando la edición búlgara de Cien horas con Fidel, de la que existen ya ediciones en más de 40 países. En su oficina hay un estante de libros, en los que pueden verse algunas de esas traducciones. También hay fotos del autor con Fidel, con Hugo Chávez y con el Subcomandante Marcos. Hemos viajado a París para asistir a un encuentro con la prensa francesa sobre la manipulación de la imagen de Cuba, por eso la primera pregunta, inevitablemente, aborda el tema.
¿Cómo la prensa francesa, cómo la sociedad francesa mira hacia América Latina?
Curiosamente, no hay una visión única, porque el ciudadano francés o europeo, cuando mira los medios de comunicación, recibe exactamente dos mensajes, que son contradictorios. Me refiero a América Latina, pero esto pudiera extenderse a todo el Tercer Mundo, a los países del Sur. Por una parte recibe el mensaje de lo que podría ser la publicidad turística, con algunos aspectos de la cultura popular; imagínense toda la publicidad de las agencias de viaje. Aquí los autobuses, por ejemplo, durante un período del año, exhiben en un flanco una publicidad sobre Cuba donde ésta aparece como el país de la alegría, del sol, de las playas y de la dicha. Y así sucede también para el conjunto de América Latina: playas paradisíacas, en México, en Santo Domingo, etc. Pero existe otro discurso mediático, en los telediarios o en las informaciones noticiosas, donde América Latina solo aparece cuando hay catástrofes: el golpe de estado contra Correa, el terremoto en Haití, las inundaciones en Guatemala…
El ciudadano europeo imagina que un país de América Latina es o el Paraíso o el Infierno. O que es a la vez el Paraíso y el Infierno. Y esto evidentemente es imposible. ¿Por qué sucede esto? Porque son naciones lejanas, y no existe un seguimiento noticioso, y no se ven como países con una vida normal, con altibajos como en cualquier lugar. Esa es por tanto una visión deformada. Sobre Cuba sucede algo similar; por una parte está muy extendido el mismo mensaje: “vaya a Cuba porque allí está el Paraíso, no cuesta caro, las playas son las más bellas del mundo, el mejor ron, las mujeres más hermosas, donde todo el mundo es risueño y acogedor, etc”. Y a la vez, en las noticias se califica a Cuba como una dictadura, donde no hay derechos, donde la gente sufre, donde hay prisioneros políticos, etc., etc. Se entiende que ese discurso contradictorio no puede ser un discurso de verdad.
¿Saben los franceses que en América Latina se están produciendo los experimentos sociales de izquierda más importantes del mundo en el primer cuarto de siglo?
Lo saben, pero globalmente, al presentar esas experiencias –lo que ocurre en Venezuela, lo que ocurre en Bolivia, en Paraguay, en Ecuador, etc. y sobre todo en Venezuela, el país sobre el que hoy existe una mayor focalización, presentado como el manantial de todas las dificultades--, el discurso de los medios dominantes rebaja ese aspecto, o lo descalifica. No se les reconoce el carácter democrático, a pesar de las elecciones, y se descalifican o ningunean los éxitos sociales. No se dice por ejemplo que en Venezuela ya no hay analfabetos, o en Bolivia, lo cual es un hito histórico. Actualmente esos medios mantienen ante esos procesos la actitud que asumieron durante mucho tiempo frente a Cuba, que ya no es, como diría Sanjinés, el enemigo principal.
El periodismo ha asumido con cinismo que su función, más que informar, es construir esquemas de pensamiento…
Digamos que el periodismo objetivo no existe, en mi opinión. Siempre es subjetivo. Lo que ocurre es que un periodismo subjetivo tiene que basarse en hechos, para que el periodista pueda deducir. Y en este caso, con los procesos latinoamericanos, se tergiversan o no se presentan los hechos. Es más, se presentan “otros” hechos. Por ejemplo, la campaña que en Francia y en muchos países europeos se ha llevado contra Venezuela en torno a la cifra de delincuentes y a la inseguridad en aquel país, se basa en hechos falsos, muy exagerados, sin ser comparados con los de otros lugares, como México o El Salvador, por ejemplo. Hablamos en sentido general, no quiere decir que aquí no existan periodistas muy serios, pero no son mayoría, no es el discurso dominante.
¿Cómo ha sido recibido su libro sobre Fidel en Europa?
Inicialmente el libro fue mal recibido, y la campaña de hostilidad fue tal que algunos llegaron a decir que no era el resultado de una entrevista, que Fidel ya había muerto y que era un argumento más para pretender que seguía vivo y que se había hecho a base de textos ya existentes, o discursos suyos y textos inventados por mí. En España fue donde la batalla fue más intensa. Por eso ya en la segunda edición el libro se vendió con un DVD que contenía un extracto de las entrevistas de una hora de duración –porque las entrevistas en gran parte se filmaron y existe un DVD de 6 horas--, para que la gente comprobase que era verdad. Y después sacamos la edición revisada que Fidel asumió –él contó en algunas entrevistas todo esto--, pero esa fue la campaña inicial contra el libro y contra mí. Fui censurado. Por ejemplo, yo escribía regularmente en El País, y una vez que salió este libro dejaron de solicitar mis colaboraciones. Aquí en Francia yo hacía un programa en Radio Cultural, cada semana, y lo suprimieron, me dijeron literalmente que no podían tener un colaborador que hace libros con Fidel Castro…
Coincide que casi al mismo tiempo –unos años antes o después--, diferentes comunicadores se interesaron por las figuras de Fidel y del Che: el brasileño Walter Salles filmó Diarios de motocicleta, sobre la etapa de formación del Che, el norteamericano Steven Soderbergh concibió una monumental obra cinematográfica en dos partes que recogía la vida guerrillera del Che –y su relación histórica con Fidel--, desde los días de México y del Granma, pasando por los de la Sierra y el triunfo revolucionario, hasta su etapa boliviana y su asesinato en La Higuera. El también norteamericano Oliver Stone preparó un documental basado en una larga entrevista con Fidel. Su libro se ubica en ese contexto de acercamientos a esas personalidades de la historia. A pesar de la gran campaña mediática, las figuras más emblemáticas de la Revolución cubana siguen fascinando a un gran público…
Sí, el libro se recibió con una campaña, pero el libro venció esa campaña. Yo diría que la palabra de Fidel es definitiva, yo hice muchas presentaciones del libro y siempre dije que es normal que Fidel sea un personaje controvertido, es normal, por su historia y su trayectoria, por las campañas que ha enfrentado, y es normal que las personas duden, pero hagamos un test, una persona que no tenga prejuicios, que lea el libro, que escuche a Fidel --quien lea este libro se ha pasado unas 20, 25 horas escuchándolo--, tendrá la posibilidad de saber si esa personalidad que le habla es o no es honesta, es o no es tramposa, es o no es hipócrita, etc. Y yo creo que el libro convenció a mucha gente, de que Fidel no era el demonio que los medios presentan. De hecho el libro se ha editado en más de 40 países, yo he ido a muchos de ellos a presentarlo. Ahora está publicándose una edición iraní, y estuve en Israel, por ejemplo, para presentar la edición hebrea. Ha salido en vietnamita, en indonesio, hay una edición pirata en Indonesia, que yo he recibido, me trajeron un ejemplar. Evidentemente, en todos los países europeos se ha publicado. El primer país de Europa donde salió fue en Turquía. Es decir, el libro ha funcionado y se ha vendido bien, ha demostrado que hay un interés por él incluso en Estados Unidos; la edición norteamericana que se llamaba My life, ha tenido mucho éxito, ha circulado enormemente. Es decir, el libro ha podido vencer estas campañas y se ha establecido un poco como un clásico; todo el mundo admite que lo que dice Fidel no puede ser contradicho por nadie. Hace poco Fidel, afortunadamente restablecido, ha dado una entrevista a La Jornada, a nuestra amiga Carmen Lira, y en la prensa ha repercutido mucho lo que ha dicho sobre los homosexuales, pero eso ya está en este libro, ya él lo había dicho en el libro, no era la primera vez que lo decía, está muy bien que lo repita, pero en el libro ya él lo decía por primera vez. Es decir, hay una visión digamos de honestidad que podemos apreciar en estas conversaciones en las que Fidel abordó todos los temas, los más difíciles, digamos, entre comillas, lo cual demuestra que los periodistas que tergiversan la realidad cubana lo hacen creyendo que hay cosas tabúes que no se pueden abordar en Cuba, y Fidel lo aborda todo con mucha naturalidad.
Usted, a contrapelo del descalabro o descrédito que tienen los premios en este mundo, acaba de recibir uno importante.
Para mi gran sorpresa, porque ese premio curiosamente –con un jurado diferente en efecto--, el año pasado se lo dieron a la FIP, a la Federación de Empresarios de Prensa de América, que es una organización bastante hostil en particular con los procesos latinoamericanos de los que hablábamos, pero quizá por mala conciencia o por remordimiento decidieron –también es un jurado diferente--, dármelo a mí. Es un premio que yo aprecio en particular, porque cuando se creó fui miembro del primer jurado. Estábamos en el jurado con mi amigo Manolo Vázquez Montalbán –que también ha escrito un bello libro sobre Cuba que se llama Y Fidel entró en La Habana, un excelente libro. Y le dimos el premio a La República, por su resistencia a Berlusconi. Es uno de los grandes premios de periodismo que se dan en España y para mí ha sido una sorpresa absoluta. Y creo que las consideraciones del premio, no sé si has tenido ocasión de leerlo, en lo que se dice de mí, es algo en lo que me reconozco, es decir, no se lo están dando por equivocación a otro personaje, se lo están dando a lo que yo he hecho; fíjate que yo he escrito como unos veinte libros, algunos de ellos sobre periodismo, pero ellos solo citan un libro mío, Cien horas con Fidel, sí, es curioso, así que no hay equívoco.
Para cerrar la conversación, ¿quisiera comentar algo sobre la profesión del periodista?
Bueno, yo pienso que el periodismo está cambiando muchísimo en este momento, mucho, mucho. Es un momento de crisis de identidad del periodismo. El periodismo no ha tenido nunca una edad de oro, nunca ha habido un período en el que los periodistas eran perfectos y escribían sin equivocarse, y eran los seres más imparciales y más objetivos, eso no ha existido, soñamos con ese paraíso evidentemente, pero no ha existido, siempre ha existido momentos muy difíciles, la prensa ha atravesado crisis, pero este momento es particularmente delicado en la medida en que estamos viviendo una crisis de identidad del periodismo y una crisis de identidad del periodista, porque los nuevos medios ligeros de comunicar están difundiendo la idea de que cada persona puede ser periodista, y cada día por consiguiente muchos medios están difundiendo las informaciones de personas que proponen lo que han visto, lo que han sentido, lo que han experimentado, sus sentimientos, y en medio de esta gran confusión, la pregunta es ¿qué será mañana de la prensa de papel de pago?, ¿seguirá existiendo una prensa de papel de pago? La prensa de papel de pago es el único medio de información por el que aún se paga, en Internet es gratuito, la radio es gratuita, la televisión es gratuita, y hay muchos periódicos de papel gratuitos, entonces la información está condenada a ser gratuita, si la información está condenada a ser gratuita ¿los empresarios estarán dispuestos a pagar mucho para tener una buena información que luego van a regalar? Es una pregunta que nos podemos plantear, lo que es seguro es que la sociedad y esta sociedad, necesita una información de calidad, necesita una información libre, obviamente, y una información veraz, para que sea útil al ciudadano, ya sea para su vida de ciudadano y lector, es decir para escoger por quién voy a votar, por qué tipo de sociedad me voy a declarar, con argumentos, y también para su propia vida personal, si compro un periódico y gasto porque quiero saber un poco más en términos de ciencia, de conocimiento, de economía, etcétera, seré mejor y podré trabajar mejor y me estaré mejorando, mientras que hoy el periodismo está en una serie de proposiciones en las que todo está mezclado y aún no se ha decidido hacia cuál se va a dirigir. Lo que es seguro, lo repito es que la sociedad siempre seguirá necesitando una información de calidad y una información veraz, eso está claro.
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