Enrique Ubieta Gómez
Hace apenas unas horas se efectuó en Praga un acto de solidaridad con los cinco antiterroristas cubanos presos por razones políticas en Estados Unidos, al que asistió Rosa Aurora, la esposa de Fernando, uno de esos héroes. Conozco las discusiones que suelen producirse entre historiadores y académicos en torno a la mayor o menor visibilidad social de algunos héroes (a veces incluso en torno al propio calificativo) y de personajes o sucesos de la historia. A la contrarrevolución no le gusta el panteón revolucionario. Supongo que prescindiría de Mella, de Villena, de Jesús Menéndez y de José Antonio Echevarría, entre otros disminuidos o ninguneados en la seudorepública. En periódicos francamente de derecha como El País de España o El Nuevo Herald de Miami, han tratado de presentar al Che Guevara como asesino y a Fulgencio Batista como un demócrata que cometió errores. Los circunspectos historiadores de Miami (no importa donde vivan, existe una mentalidad miamense que marca y determina lo mismo al que vive en México, que al que vive en Barcelona) claman a veces por "una historia total" en la que Julio Lobo y Orestes Ferrara --dos millonarios de dudosa ética--, regresen como héroes a las páginas sociales de una prensa hecha para reproducir precisamente sus valores. Insisto en esto porque no existen académicos más honrados y obsesionados con la verdad que los revolucionarios. Y pasa que nos contaminan el complejo de culpa, y de pronto decimos, bueno, hagamos una historia total, busquemos así sea con lupa los aportes de esos buenos señores que para evadir impuestos a unas ganacias arrancadas al sudor y a la sangre de otros, construyeron alguna vez un teatro. Y quizás está bien, porque si alguien tiene la responsabilidad de edificar una historia justa (que no ecuménica) somos los revolucionarios. Pero entonces llego a Praga, y compruebo con estupor que la totalidad contrarrevolucionaria es un embuste, más aún, es absolutamente cínica y falsificadora. Todos los héroes del socialismo checo desaparecieron como los presos de Pinochet (arrancados de las páginas de los libros, y expulsados de los liceos aquellos maestros osados que se atrevían a mencionarlos), que los comunistas antifascistas --no ya los soviéticos, hablo de los nacionales que fueron los primeros en entrar en el territorio ocupado por los alemanes--, "jamás existieron". Que los tribunales condenan al editor que se atreva a publicar al periodista antifascista Julius Fucik, porque era declaradamente comunista, aunque en su famoso reportaje no hablara de sus creencias políticas. Compruebo en esta ciudad que la derecha no solo ha dinamitado y enterrado los restos del panteón socialista (ninguno existió, ninguno tuvo mérito alguno), sino que ha construido precipitadamente otro de falsos héroes, de personajes mediáticamente construidos, de mercenarios y buscavidas que sirvieron a intereses espúreos. Y mientras la esposa de Fernando hablaba de su marido encarcelado en Estados Unidos --descaradamente violadas todas las reglas de la decencia judicial--, y de sus otros compañeros, héroes, como quisiera tenerlos cualquier otra nación, y reclamaba justicia, otros le otorgaban el Premio Sajarov a Fariñas, aún cuando sabían muy bien de qué trata el asunto, porque ciertos premios no existen para hacer justicia, sino para fabricar prestigios. Pensaba, finalmente, en lo que sería la "nueva" historia de Cuba si la contrarrevolución recuperara alguna vez el poder en la isla: una historia de Yoanis, de Fariñas, de mercenarios, de cínicos y de truhanes. No existe la historia "total", porque cada tradición --y en una nación hay diferentes tradiciones--conduce a un futuro diferente. Una tradición de anexionistas y de autonomistas, conduce a un Estado Libre Asociado. Una tradición de independentistas y de revolucionarios al socialismo. La experiencia checa es aleccionadora: la contrarrevolución está inconforme con el panteón de los héroes revolucionarios, no porque cultive un purismo académico o le importe "la verdad", sino porque quiere sustituirlo por otro, real o ficticio, inventado o comprado, que le permita contar con una tradición para su proyecto de sociedad. Hoy he sentido cuanto le debemos a esos cinco cubanos presos políticos en cárceles estadounidenses, y cuanto a nuestros hijos y nietos. al futuro de la Patria, en su defensa como los insoslayables héroes que son.
Enrique,
ResponderEliminarComo puertorriqueño te cuento que esa tradición de anexionistas y autonomistas que nos condujo al Estado Libre Asociado se construyó a base de los dólares, es decir el pueblo fue comprado. Ahí nació la economía puertorriqueña del "mantengo". La clase mas pobre vive de "bonos", sin trabajar, sin ofrecerle nada al país y éstos mantienen al los políticos en el poder. Ahora, nos encontramos contra la pared. Como el pueblo no trabaja, las instituciones públicas son críticas, la educación secundaria pública es desastrosa. Como estamos atados a esa economía del mantengo, no nos hemos podido desarrollar económicamente. Estamos estancados en una crisis económica bastante severa y lo peor de todo es que no tenemos el espacio político-económico-social para crecer, desarrollarnos y evolucionar. No se construye un país. Ni siquiera podemos arreglar nuestros errores - errores que realmente no son nuestros, han sido impuestos con la fuerza del dólar. Aún así, hay mucha esperanza. Hay un Puerto Rico que no se rinde y que esta en pie de lucha. Espero ver el fruto de ese pueblo en el futuro cercano.
Un fuerte abrazo a los cinco y a sus familias.
Saludos.
Léase el artículo "Cómo ser un buen incomunicador: M. Vicent y su noción de preso político".
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