La Isla Desconocida navega en pos de sí misma, la utopía en pos de la utopía, buscándose y hallándose siempre a medias, en mares cercanos a los dominios reales.
jueves, 11 de noviembre de 2010
Desparramadero versus Miss Venezuela.
Antonio Rodríguez Salvador
Ayer estuve en Desparramadero, una aldehuela rodeada de cerros en el municipio Sotillo, Estado Anzoátegui, donde se celebró una actividad cultural organizada por el Concejo de la comunidad, en colaboración con instructores de arte cubanos.
Fue una tarde feliz, y sin embargo, mientras escribo estas líneas, me invade cierto amargor. La razón es simple; tiene que ver con el uso de los adjetivos. Gracias –o desgracias-- a los emporios mediáticos, lo “feliz”, lo “grandioso”, o lo “extraordinario”, se supone que no provenga de una comunidad pobre, criolla y, por demás, perdida en la geografía de cualquiera de nuestros países del sur. Como si no les bastara con explotar nuestros recursos, los poderosos del mundo también monopolizan los adjetivos.
Así, por ejemplo, muy pocas personas se atreverían a expresar que la selección de la Miss Venezuela, evento realizado con el mayor despliegue técnico una semana atrás, no fue un espectáculo “maravilloso”. No importa que las seleccionadas por cada uno de los diversos estados y dependencias federales venezolanas: la Miss Caracas, la Miss Miranda, la de Falcón, o Trujillo, o Zulia… con excepción, quizá, de la Miss Amazona que era levemente mulata, pudiese perfectamente haber desfilado con bandas que rezaran: Miss Cataluña, o Miss Burdeos, o Hamburgo o Copenhague; aquel no parecía un desfile nacional, sino europeo.
En fin, los poderosos no solo monopolizan los adjetivos, sino que también se han apropiado del concepto de belleza femenina: la mujer debe ser caucásica, de ojos y pelo claros, estatura sobre un metro y setenta centímetros, y medidas de pecho, cintura y caderas cercanas a 90-60-90. Para lo feo, naturalmente, quedamos el resto de los habitantes de este mundo.
Y vean ustedes, yo fui feliz entre negritas, zambas, mulatas e indias, que culminaron la actividad de Desparramadero con un desfile de “modas ecológicas”. Veinticinco muchachas que, vistiendo trajes hechos no bajo el sello de “grandes marcas comerciales”, sino a base de materiales de deshecho: placas de rayos x, discos compactos, periódicos, papel crepé, hojas de árboles, bolsas plásticas, eran la belleza venezolana misma.
Más feliz que yo, sin embargo, estaba Miladis Yéndiz, vocera del Concejo Comunal Desparramadero, asentamiento rural donde viven apenas 550 personas. “Aún falta mucho por hacer”, me confesó; “es dura la tarea de rescatar valores y sumar a ese empeño todas las familias”. Sin embargo, sus ojos brillaban: sabía que la comunidad había dado un gran paso. Aparte de vocera local, Miladis es licenciada en Educación y Desarrollo Cultural, y también graduada de enfermería: “Y hago todas esas cosas a la vez”, me dice con orgullo.
También el contento mismo era Carlos Menéndez Pérez, coordinador cubano de la Misión Socialista Corazón Adentro en el municipio Sotillo. Apenas cuatro meses atrás, Carlos fungía como vicedirector del Centro Provincial de Casas de Cultura en Villa Clara; pero ya, en ese breve tiempo, no solo consiguió instalar los 53 colaboradores cubanos que laboran en este municipio, sino hacer que exhiban notables resultados. “Dale el protagonismo a los muchachos”, me pide; “no dejes de mencionar a Yunior Hernández (artes plásticas), de Sagua la Grande, y Eugenio Ruiz (danza), de Las Tunas”. “Ellos se han insertado como dos venezolanos más a la comunidad, y han conseguido hacer una actividad trascendente”
En el espectáculo no solo hubo modas, sino también danzas típicas, y grupos musicales integrados por los propios vecinos, aunque en determinado momento el público pudo disfrutar, asimismo, de la actuación de Vocal Divas, quinteto polifónico de Santiago de Cuba, cuyos miembros fungen acá de colaboradores en diversas comunidades apartadas del territorio. También, cada cierta cantidad de números, Yanser Fraga, escritor espirituano, leyó poemas de Andrés Eloy Blanco.
Una vez más repito que estaba feliz, y también aseguro que ese era el sentimiento que emanaba de los presentes. En cierto momento me acerqué a Lourdes Sánchez González, quien en Cuba era Directora Municipal de Cultura en Placetas, y ahora se desempeña como coordinadora en el vecino municipio Bolívar, y le hice un comentario: “Hermoso”, me dice sin apartar la vista del escenario; “es por cosas como estas que siento orgullo de estar en Venezuela”
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