Enrique Ubieta Gómez
Ayer adelanté en mi auto a una muchacha que seguía en dirección a Boyeros. La recogí en un semáforo, como es usual en las botellas capitalinas. Y fiel a mi instinto sociológico quise saber si estudiaba o trabajaba. Me explicó que enseñaba física en una secundaria básica del Vedado, a adolescentes de 13 años. "Si no salvamos a las nuevas generaciones, ¿cómo nos salvamos? La educación necesita un boca a boca", me dijo convencida. Lo sorprendente fue saber que no era graduada de pedagogía sino de física teórica en la Universidad de La Habana, y que al graduarse este año obtuvo una plaza de investigadora en un importante centro científico de la capital. Pero pospuso por dos años sus sueños profesionales y el inicio de su doctorado, para responder al llamado de los educadores cubanos. "Ojalá me guarden la plaza en el centro de investigaciones", agregó sin mucha esperanza. Sus futuros compañeros de trabajo no entendieron su decisión --su respuesta a una solicitud de la Revolución--, y algunos amigos la tomaron por loca. Rompió con su novio. "Es difícil enseñar a adolescentes, pero es una experiencia gratificante", dijo casi al bajarse. La vi caminar hasta el siguiente semáforo, para cazar una segunda botella que la acercara más a su casa. ¿Estaba loca? Recordé entonces unas palabras del sacerdote y revolucionario nicaragüense Miguel D'Escoto, en una conversación que sostuvimos en su casa al finalizar el siglo: "Hace poco un estudiante me preguntó --decía el padre D'Escoto--: dígame qué es lo más importante que falta en el mundo. Nos hace falta, le dije, una inyección de locura divina. La ‘locura’ divina de la Cruz. Eso es lo que se necesita: un mundo más loco, más gente que haga cosas así, ‘locas’, que los demás le digan estás loco, para qué te estás preocupando del otro, preocúpate de vos mismo, mirá que vos sos inteligente, mirá que vos podrías ser un millonariazo. Ojalá que nos consideren a todos locos por estar pensando en cómo hacer un mundo mejor y dejar un mundo mejor para los que están naciendo y van a nacer”.
Estoy de acuerdo, Enrique...hace falta más gente "loca", capaz de atreverse a hacer cosas que la mayoría de las personas "cuerdas" se niegan a hacer para evitarse trabajos, o por comodidad. Y me vienen a la mente ahora esas personas "locas" que abandonan sus oficinas climatizadas y salen corriendo a abrazar un surco, a pegarse a la tierra para producir alimentos, no para su exclusivo provecho sino para la sociedad...hace falta mucha gente "loca", Enrique, mucha más...
ResponderEliminarEnrique, muchos, mirando la realidad cubana con lupa (que es decir con miopía) no pueden ver lo difícil que es crear una sociedad que permita a una persona ser así, como tu profesora de la botella. Ven las dificultades inmediatas pero olvidan el largo, el larguísimo y fecundo camino recorrido. Para llegar a la actitud de esa graduada en física teórica hacen falta doscientos años de trabajo bien hecho.
ResponderEliminarLo que tambien se ignora hasta que se prueba esa fruta es la grandísima gratificación y felicidad que ella siente con lo que hace. En la vida, tarde o temprano todo se pierde, todo nos es arrebatado: la juventud, la belleza, los bienes materiales, nuestras fugaces posesiones. Todo, menos lo que uno da, menos lo que uno regala. Eso, ni la muerte siquiera nos lo puede quitar.
No hay tal utopía, no hay tal locura, hay simplemente lucidez y voluntad.
Saludos cordiales.
Gracias Animal de Fondo por tu comentario, como siempre lúcido, extrañaba tu presencia en el blog. Un abrazo.
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