Viernes, 29 de enero de 2010
ANTONIO GUERRERO
Anocheció mientras leía un libro
(el que pudo llegar a mis manos)
cuyo argumento vacuo y siniestro
apenas para mí tuvo sentido.
Pensé en los grandes escritores
capaces de recoger la luz
y toda la belleza del mundo
en páginas imperecederas.
Cerré el libro y cerré mis ojos,
en ese instante me vi rodeado
de un resplandor de sol y de luna,
de amor y de paz, y comprendí:
lo que buscamos en muchos libros
lo atesoramos dentro del alma.
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