Hoy, en La Nación (Buenos Aires) Mario Vargas Llosa escribe una nota que lo pinta de cuerpo entero. Casi una página dedicada a analizar la revolución en el mundo árabe en donde denuncia la naturaleza corrupta y despótica de sus autocracias ...¡sin mencionar a lo largo de todo su artículo al sostén financiero, político y militar de esas satrapías: Estados Unidos! ¿Cómo puede hablarse de esos regímenes ocultando el papel decisivo de Washington y el hecho, irrefutable, que todos ellos son simples clientes, o peones, fieles ejecutores de los mandatos de su amo imperial? En esto Vargas Llosa es coherente con su definición de lo que es un escritor: alguien que dice mentiras como si fueran verdades. El problema es que no hace eso tan sólo cuando escribe sus novelas sino también cuando emite sus opiniones y comentarios sobre la realidad, disfrazando sus mentiras y tergiversaciones y haciéndolas pasar como si fueran fundamentadas verdades. En fin, un embustero de alta escuela al servicio de los más nefastos intereses del imperialismo.
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