H. Romo Sigler
De que en la República Bananera de Miami ocurren cosas inverosímiles nadie tiene dudas. Es tal el historial de tomaduras de pelo y embustes de los principales personeros de la mafia cubanoamericana, que la mismísima institución inglesa patrocinadora del libro de récords Guinness, podría declararse incapaz de registrar tantas patrañas.
Esta vez el actor protagónico de turno fue el ex jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, James Cason, conocido entre los del patio - prácticamente desde el mismo día de su arribo, en que comenzó con las andanadas de mentor de la contrarrevolución interna – como el “Cabo” Cason.
Claro que tan “ilustre” personaje no estuvo solo, teniendo como compañero de fórmula, para sus diatribas infames, nada menos que a Armando Pérez Roura, otro fósil del terrorismo contra la mayor Isla del Caribe, convertido además, en los últimos años, en difusor de calumnias ante cualquier proyecto de gobiernos dignos, dispuestos a no dejarse ultrajar por la arrogancia de los inquilinos de la Casa Blanca. Da lo mismo que sea la Revolución Bolivariana de Chávez, la estrategia de participación ciudadana de Correa, el equilibrio con la Pachamama de Evo, la no aceptación de las leyes de Punto Final por Néstor y Cristina, la independencia energética de Daniel, o las posturas respetuosas de Lula, continuadas por la presidenta Dilma, sobre el derecho iraní a un desarrollo nuclear apacible.
El “Cabo”, que sabe que sus constantes tropiezos exhibidos en nuestra capital y Asunción (a donde marchó de embajador yanqui con posterioridad a su salida del enclave del Vedado) no le permiten aspirar al ascenso a subteniente, ni de su casa, anda embriagado con la peregrina idea de optar por la alcaldía de Coral Gable. En su afán desenfrenado, aunque percibe sus remotas posibilidades frente al actual dirigente de la ciudad, y contador público, viene emprendiendo una ofensiva mediática, intentando captar el voto del sector más recalcitrante de los batistianos, alojados desde 1959 en la Florida. Por eso no desaprovechó la invitación del “nobilísimo” comentarista sin título Pérez Roura para, micrófono abierto incluido, disertar ante la audiencia de las tácticas aplicadas por él durante su estancia en la fortaleza del Malecón, eliminando, por supuesto, los fajos de billetes verdes que se embolsó, impunemente, de los fondos de la USAID.
“Oigan – vociferó un oyente frenético cautivado por la distinguida personalidad convocada - por qué el gobierno de Raúl Castro no conmemoró el 2 de diciembre”. Entonces, como si se aprestara a despachar un largo cuadrangular por el center field en el Dolphin Stadium, ante un lanzamiento en cambio, se pavoneó contestando “Seguro no tenían presupuesto, pero nosotros si la podemos celebrar aquí”. El propio Pérez Roura (no confundir con Armando Pérez Valladares, otro energúmeno de la jauría miamense), anonadado por el disparate de marras, ripostó que era una efeméride de los castristas y, con más velocidad de reacción que Usain Bolt – que por cierto no se formó en universidades norteamericanas y uno de sus entrenadores si se graduó en Cuba – se fue a comerciales.
Ese día, pero de 1956 tocó Las Coloradas procedente de Tuxpán, México, el yate Granma con su preciosa carga de 82 expedicionarios, cumpliendo la palabra empeñada por Fidel de ser libres o mártires.
Como los revolucionarios no practicamos el abuso ante los dislates ajenos y, especialmente, para que no pierda su puesto de conferencista, le sugerimos a Míster Cason le explique a la dirección del programa que su idiotez no es la primera ni tristemente será la última.
¿Quién olvida al representante gringo desconocer al Apóstol de nuestra independencia, luego de la afrenta de los marines a su estatua en el Parque Central, el infausto 11 de mayo de 1949? ¿No pidieron Jesse Helms, Dan Burton y otros congresistas compinches, la presencia de fuerzas navales en Bolivia, ignorando la no salida al mar de este país desde la Guerra del Pacífico, en 1883? ¿Antes no plantearon, ahora que aquí sí festejaremos millonariamente, con el pueblo y las armas en la calle, el 50 Aniversario de la Victoria en Playa Girón, que existió un desembarco de “luchadores” (en verdad mercenarios), por el puerto de Bayamo? Hizo bien el colega Reinaldo Taladrid en “reservarle” asientos televisivos a ambos, para que se “deleiten” con la gigantesca Revista Militar del próximo 16 de abril.
Pienso en la reciente entrevista realizada por el cantautor Amaury Pérez Vidal, en su gustado programa Con dos que se quieran, al prominente diplomático antillano Raúl Roa Kourí donde este, modestamente, confesó a su interlocutor que dominaba cinco idiomas, tocaba la guitarra, pintaba y había publicado varios libros. Claro, esos son los exponentes de nuestras relaciones internacionales, porque los del State Departament ni siquiera pueden consultar lo que sobre ellos puso al descubierto Wikileaks.
Ya una vez un joven de la FEU envió, desde el salón plenario de la ONU en Nueva York, al embajador Peter Burleigh, a matricular créditos sobre Historia Universal y de América para que, al menos, ejecutara dignamente su trabajo.
Nada, que cerca de los Everglades existe en realidad un sainete político indescriptible. Por lo pronto que nadie interrogue a Cason sobre Yorktown o Gerónimo, no sea que suponga le preguntan sobre un campesino de Chiapas o una disquera de hip hop.
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