Jorge Ángel Hernández
Pedro Campos demuestra una vez más su vocación de opositor convencional de democracia liberal burguesa. Su artículo «Cuba: Fracaso táctico del intento de imponer estrategias neoliberales» [www.kaosenlared.net/noticia/cuba-fracaso-tactico-intento-imponer-estrategias-neoliberales] intenta transitar por el espinoso campo de reconocer al partido opositor los indiscutibles méritos y ganar para sí sus resultados.
La decisión de reajustar los cronogramas de medidas y de atender a los planteamientos de la masa es, en definitiva y según él mismo, una victoria suya y de quienes lo han apoyado. No es una victoria de la militancia cubana, que se tomó en serio la cuestión de los lineamientos y la política económica y social e hizo señalamientos críticos profundos, valientes, despojados de tabúes seudoburgueses aun cuando, como en toda obra humana, contuviesen errores y hasta desviaciones. El que quiso opinar, pudo, pues las Asambleas del Poder Popular, de la que forma parte la abrumadora mayoría de la población, fueron convocadas a reunirse solo para debatir los Lineamientos.
Las medidas de reajuste anunciadas por el Presidente del país no son, para el opositor Campos, una victoria de la población, consciente por diversas vías intelectivas y vivenciales de la sobrecarga de la población económicamente dependiente, y de la baja de diversos índices económicos que habían comenzado su recuperación, como el del incremento de las importaciones como “solución” cuando la línea debe estar en su sustitución y el aumento de la producción nacional. Pedro Campos sigue repitiendo que el “Partido-gobierno” (nada inocente de sobreentendidos ideológicos este término) despide a un millón y medio de trabajadores y, como corresponde a todo opositor convencional, no que trata de reinsertar en los sectores deficitarios de la demanda a una buena parte de esos trabajadores llamados superfluos, que están siendo, por demás, cargas sobre la escasa producción. Precisamente, lo que permite la introducción de ideas que pueden desviarse hacia un liberalismo socialista en la actualización del modelo económico cubano se basa en la lectura interesada de estadísticas que muestran claramente los déficits. Y, conjuntamente con ello, la disociación mecánica del espíritu social de las medidas de actualización, donde los errores y la usurpación de poderes hallan su ámbito más vulnerable.
La militancia de base demostró, por su parte, que está en condiciones de asumir debates intensos, sitiados por las fuerzas externas del capitalismo, ya sea en su versión de oposición capitalista, ya en su versión de izquierda que se autoproclama progresista y depositaria de las varas mágicas de solución. Demostró, además, que necesita vías sistemáticas de comunicación más directas e inmediatas con sus estructuras de dirección y con la masa que en sus filas no milita, y, por demás, que se necesita un llamado al fortalecimiento ideológico de la sociedad en pleno. Ello indica, incluso, que no estamos dispuestos, la mayoría de los cubanos, militantes del PCC o no, a entregar la plaza, como lo hicieron los timados entusiastas en la Europa del Este.
El estado, por su parte, da muestras de que con su fortalecimiento puede asumir la andanada que supone la república democrática socialista, es decir, la democracia del proletariado, que es lo que entenderíamos hoy por el sentido de la frase dictadura del proletariado, originada en el siglo XIX. Llama a atender la transversalidad necesaria —y muchas veces diluida en la práctica mecánica, sectaria, de la burocracia— entre las instituciones, sin verticalismos institucionales, teniendo en cuenta lo social, el medio ambiente, la educación y la cultura aun a riesgo de la racionalidad económica, o de su versión mercantilista. ¿Qué concluye, sin embargo, el opositor Pedro Campos? Lo considera una finta de protección. Por si no fuese suficiente, Campos adjudica las que él mismo califica de sabias medidas al miedo a revueltas como las del Medio Oriente, algo que está en el tópico de los contrarrevolucionarios adictos al anexionismo político y la dependencia económica del imperialismo y que es una de esas ideas llamadas impensables, al menos para los que bien conocen el funcionamiento de nuestra sociedad.
En su visión de democracia partidista bajo retórica neosocialista, Campos se atribuye una “victoria” supuestamente apoyada por una amplia izquierda internacional. Curiosamente, lo que llama “tángana” en su artículo, llegó, según él mismo afirma, “al seno del Partido y de los barrios”. De modo que los militantes del Partido, y los habitantes de los barrios que se toman el trabajo de participar en las asambleas del Poder Popular, fueron guiados por la fuerza de los tanganeros. ¿No es mucho pretender? ¿Recibe ese “grano de maíz” toda la gloria del pueblo? Campos calcula que puede mencionar al menos 50 trabajos publicados, pero que no los relaciona por temor a omisión. Pongamos que esas omisiones se dupliquen, que fuesen cien los mencionables, lo que representa aún una mínima cifra ante las “619 387 propuestas de supresiones, adiciones, modificaciones, dudas y preocupaciones” que Granma informa y que él mismo cita.
¿No puede ser entonces que no hubo miedo a la verticalidad burocrática y que se han sentido como propias las medidas? ¿No es un acto de fe participativa que desmiente la propaganda global acerca de abulia social que nos inunda?
Para concluir, Campos añade el toque de agradecimiento a “la ayuda que brindaron varios defensores del capitalismo, al mostrar su solidaridad y comprensión con las medidas macroeconómicas para reajustar el déficit presupuestario”. ¿Contradictio in adjectio? ¿Chinita a los capitalistas de posible sufragio una vez que se ha reconocido el sabio paso del opositor? ¿De todo un poco y algo más? ¡Al infinito y más allá entonces, camarada Campos!
En la continuidad del artículo, Campos recicla sus propuestas, acusaciones y medidas de solución, por lo que me permito prescindir de su reseña. Solo insiste, eso sí, en su protagonismo partidista. Si eso aflora cuando el propio sistema de dirección cubano toma conciencia del pensamiento popular, y de la, esa sí, amplia militancia del PCC, ¿cómo será cuando ocurra el (desde luego impensable) tránsito del poder a su Partido?
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Pedro Campos es un burdo perestroiko agazapado en un falso marxismo leninismo. A eso se ha dedicado siempre en kaosenlared, a la oposición encubierta a la Revolución cubana y al ataque al Socialismo detrás de un disfraz de revolucionario.
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