H. Romo Sigler
A Modesto Gil nunca le endilgaron el mote de jonronero. Total, si desde pequeño aunque le gustaba batear era más efectivo en eso de tirar strikes, que en poner en órbita la bola. Pero como esta es esférica y viene con envoltura rectangular, vaya usted a creer que el 18 de febrero de 1973, ante Constructores, los vaticinios de antaño se harían realidad. Eran los tiempos donde los pitchers no tenían sustitutos a la hora de anclar en el home plate. ¿Acaso esa es la razón científica de por qué entonces se propinaban menos pelotazos?
Volviendo a lo nuestro, en la cueva de los citadinos existía calma absoluta en el instante en que el serpentinero rival empuñó el madero pues, en honor a la verdad, ni Mandrake el mago hubiera sospechado lo que estaba a punto de acontecer. Es más, si a un vidente se le ocurría anticipar lo que luego sucedió, el alto mando obrero habría estallado en carcajadas por la súbita demencia del supuesto experto.
Pero la pelota es redonda…y esta vez salió disparada más allá de las cercas, en dos oportunidades, luego de que Gil efectuara los suines supremos de su carrera. Fíjense si no exagero que el toletero de ocasión apenas “negoció” 5 indiscutibles en 33 turnos oficiales, durante las dos Series que jugó, compilando anémico average de 152, con 13 ponchetes incluidos. Aún más increíble fue el hecho de que aquellos proyectiles que burlaron las bardas, resultaron todos sus extrabases, debido a que jamás nuevamente arribó a la intermedia con ningún otro incogible.
Desde la lomita el representante de Granjeros no lo hizo tan mal debido a que en 98 entradas trabajó para 1,74 carreras limpias, con 4 victorias y 8 descalabros, si bien nada de eso constituye récord en nuestros certámenes.
Cierto es que desde la hazaña ofensiva para acá, otros 23 hombres igualaron su marca pero nadie –no me acusen de que se trata de una verdad de perogrullo-la ha roto. Y no es que me refiera exclusivamente a los monticulistas, que obviamente no batean desde hace mucho tiempo, sino a los artilleros de mayor alcurnia que tampoco superaron la cota, ya que para ello, independientemente de que ese día usted se transforme en extraterrestre, deben desfilar al menos 27 compañeros por la registradora, para consumir tres comparecencias.
Quizás ilustre con mayor elocuencia lo difícil siquiera de imitar dicha actuación, que sluggers del calibre de Orestes Kindelán (líder histórico en bambinazos con 487), Lázaro Junco (segundo en dicho casillero con 405), Antonio Muñoz, Romelio Martínez, Luis Giraldo Casanova, Gabriel Pierre y Julio Germán Fernández, los únicos seis en sobrepasar de por vida los 300 palos de vuelta completa, no consiguieron hilvanar dos estacazos de tal categoría en la misma entrada.
O lo que es igual dentro del top ten de los clásicos domésticos, en el arte de echar a volar objetos con la altura de un misil autopropulsado, solo pudieron duplicar la dosis espectacular en un inning el mítico Pedro José “Cheito” Rodríguez, bautizado genialmente por Boby Salamanca como Pase Usted Señor Jonrón, (el 28 de diciembre de 1976 contra Ganaderos) y el irrepetible Omar el “Niño” Linares, ante la Isla de la Juventud, el 19 de enero de 1993.
De los “capos cañoneri” de la actualidad, exclusivamente lo ha logrado Alexei “Tato” Bell, quien es junto al también indómito Fausto Álvarez los que únicamente repitieron la aventura en dos ocasiones.
El caso del “Cañón del Caney”, champion bate en los Juegos Olímpicos de Beijing, sobresale por que nadie más lo obtuvo en un play off-ante Industriales el 18 de abril del 2007-pero, especialmente, por haber conectado dos lanzamientos en la primera entrada frente a Camagüey, el 3 de noviembre del 2009 en el Guillermon Moncada, con los ángulos congestionados, proeza a la que, por su inigualable dimensión, dedicaremos un próximo comentario.
Simplemente que lo inaudito también encuentra asiento en el béisbol. ¿No señalaron muchos que a Bob Beamon lo “impulsó” una corriente misteriosa, en su brinco fenomenal de 8.90 metros, en México 68? Nada, que no por gusto la pelota es… pero viene en caja cuadrada.
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