Llega al ciberespacio el blog Ogunguerrero (ogunguerrero.wordpress.com) del ensayista, narrador y poeta Jorge Ángel Hernández. Tomo este post suyo para darle la bienvenida (E.U.G.)
A propósito de la grabación del programa de la TV cubana A contraluz, que prepara el intelectual y poeta cubano Jesús David Curbelo, junto a un equipo abnegado de trabajo, recibí este tentativo cuestionario. Lo respondí enseguida y, desde luego, ante la cámara dije seguramente las mismas ideas pero con diferentes palabras. Lo escojo como presentación, porque la poesía, aunque preterida por la pragmática de los tiempos, sigue sazonando el espíritu humano.
Jesús David Curbelo: Jorge Ángel, tu caso me parece curioso: eres uno de los pocos poetas cubanos contemporáneos que ha debutado con un libro de poemas de amor: Relaciones de Osaida. ¿Cuánto importa el tema dentro de tu cosmovisión como para que te inauguraras con él en un contexto donde eran mejor recibidos los textos polémicos, cuestionadores de la realidad social y del panorama estético?
Jorge Ángel Hernández: Pues es tan importante el tema del amor para mi que decidí correr el riesgo en medio de un contexto que, además de privilegiar los textos críticos de la inmediatez y de la estética inmediata precedente, fundamentalmente la conversacional, execraba cualquier parentesco con la vertiente nerudiana. Como es parte de mi vida cotidiana, y escribo poesía a partir de que las cosas me estremecen emocionalmente, no podía en aquel entonces, ni aún ahora, dejar de escribir este tipo de poemas. Y has de sumar a eso, que es también parte de mi vida cotidiana, el manifestarme a contracorriente, de modo que ambas cosas se conjugan desde ese inicio poético.
JDC: El odio, la muerte, la angustia de la existencia, pueden ser las claves temáticas más visibles de Las etapas del odio. ¿Te parece que el ejercicio de la poesía es más sostenible desde la documentación de la infelicidad, de los vericuetos del ser y del estar?
JAH: La poesía es válida, efectiva, emotiva, desde cualquier ángulo o arista que trate; todo depende de qué se elija y cómo se exprese en el poema mismo. En mi caso, suelo escribir de cosas que me golpean a mi, a otros, a la sociedad en que vivo y hasta a la humanidad, por eso soy duro y agresivo con las circunstancias, o las causas, de esas infelicidades. Veo en las causas un motivo importante, ineludible, de acción responsable, participativa, de ahí que los poemas lleguen, apresurados e impositivos. Si estoy feliz, lo cual no es fácil con tantos problemas, trato de disfrutarlo en la vivencia personal misma, por lo que los poemas de ese tipo no se apuran y, con frecuencia, se pierden sin ser escritos. Los medito, pero no son igual en exigencia que los que se enfrentan a las desavenencias.
JDC: Roberto Manzano ha dicho en la nota de contracubiera de Criaturas finitas y contables que el libro “se caracteriza por abordar con fuerza expresiva los problemas de nuestra inmediatez social, pero siempre desde los ángulos inconmovibles de la esencialidad humana”. ¿Por qué optaste por este cuestionamiento, digamos, existencial, antes que por un mensaje lírico-civil de tono periodístico como hicieron otros poetas y narradores en el período?
JAH: La verdad es que ese reconocimiento del carácter de mi poética tendremos que debérselo a Manzano antes que a mi mismo, no porque no comparta lo que él dice, que es exacto y profundo, sino porque yo mismo no trabajaba con la conciencia de que esa es mi forma de razonar, de analizar los hechos y enfrentarme a sus consecuencias, y, por lógica necesidad, mi propia forma de poetizar. La mayoría de los poetas que optan por el mensaje lírico-civil, como muy bien lo llamas, están más preocupados por el performance de su propio poema que por el hecho o la emoción que enuncian. Eso me permite reconocer buenos poemas, estéticamente ejemplares muchas veces, pero no estremecerme emocionalmente y, sobre todo, identificar textos de vigencia pasajera, a lo cual no aspiro. Toda circunstancia, para mi, tiene su anclaje histórico. Y escribo según veo el mundo, por supuesto.
JDC: En la sección “Ojos de gato negro”, del cuaderno homónimo, se acentúa, se concentra, tu tendencia a la sátira, mediante el uso de epitafios, epigramas o poemas donde predomina el humor cáustico. ¿Cuál es el valor que le otorgas a lo cómico, en sus disímiles variantes, dentro de tu cosmovisión?
JAH: La mayor parte de los hechos importantes que he entendido en mi vida, y que he podido analizar, los he visto a través del prisma del humor. No hay modo más sintético de análisis que el que conduce a la risa, porque la persona que ríe se ha encontrado con dos o más ideas simultáneas que deberá reorganizar a partir de un nuevo juicio. Y eso en un flash de segundo. Nuestra generación poética, tal vez enfrascada en distanciarse a toda costa de la estética conversacionalista, desterró el humor de sus textos y lo redujo a la comunicación entre amigos, a la conversación. Eso me parecía insólito, aunque más insólito les pareció a los defensores del canon de la gravedad y el dramatismo que escribiera esos textos que consideraban ligeros e insustanciales, de modo que no me fue fácil lograr que los aceptaran en los libros, no te creas. Otros contemporáneos, como Jorge Luis Mederos, han recibido duros ataques públicos por haber publicado epigramas. Y si se busca bien en mi obra poética, no sólo en secciones de poemarios como esa de Ojos de gato negro, sino en la mayoría de mis poemas se advierte un uso de la ironía, en sus no pocas vertientes, desde luego.
JDC: La propuesta compositiva de tres de tus poemarios (Las etapas del odio, Criaturas finitas y contables y Ojos de gato negro) descansa en el diálogo intertextual con grandes poetas: Pavese, Baquero, Pessoa, respectivamente. ¿Son estos influencias rectoras en tu poesía o relecturas coyunturales que te ha proporcionado la intertextualidad?
JAH: Esos tres casos, me interesan incluso más por sus vidas que por sus textos, aunque releo sus poemas con fatal frecuencia. Así me ocurre con la mayoría de los autores con los que dialogo, o de cuyos versos me apropio. Lo que más me importa es la circunstancia y, de inmediato, la visión que tuvieron para resolverla poéticamente. Es, por supuesto, una idea recóndita que no se detecta fácilmente a través de la escritura misma, pero que a mi me persigue a la hora de escribir. Y nada de eso quita el hecho de que también me haya apropiado de ellos como maestros, recibiendo sus poemas como ejemplos. O sea, lo que se llama influencia, es para mi enseñanza, a la que todos tenemos el mismo derecho, no?
JDC: Cierta zona de tu poesía ofrece rasgos de narratividad, también trabajas el poema en prosa, y, por supuesto, la narrativa. ¿Cuáles pudieran ser los vasos comunicantes, las contaminaciones, entre ambos géneros en el conjunto de tu obra?
JAH: Los vasos comunicantes se hallan en mi modo personal de razonamiento, que es similar para cualquier género que emprenda. Las compartimentaciones genéricas vienen, una vez que he razonado el asunto, a partir de qué pide, según la necesidad y la responsabilidad del propio tema, lo que necesito decir. Como se sabe, la efectividad, y la velocidad de las ideas, dependen del vehículo que las trasmita y del contexto que las recepcione.
JDC: ¿Cómo se complementan en ti el ensayista literario (de Ensayos raros y de uso) y el ensayista sociológico (La parranda, y otros inéditos) con el poeta?
JAH: Además de lo que te decía en la respuesta anterior, se complementan en cuanto funcionan como refrescantes para conseguir la variedad. Así como suelo escuchar la música de acuerdo con el estado de ánimo inmediato, paso de un género a otro de acuerdo con la necesidad expresiva que me acosa.
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