Enrique Ubieta Gómez
Las terceras posiciones ejercen una fascinación intelectual irresistible. Una antinomia puede ser maniquea, o soslayar aspectos de la realidad. Una vieja premisa de la retórica afirma que ningún discurso, aún el más descarriado, puede prescindir de cierta lógica, y por tanto, alberga o manipula al menos fragmentos de verdad. Escuchar al contendiente enriquece, corrige incluso la opinión propia, aunque no cambie su esencia. Los debates suelen ser por eso mismo un medio insustituible para el crecimiento de los implicados y de los espectadores o lectores, aún cuando no pretendan el convencimiento del otro. Pero la retórica también nos conduce por caminos ciegos cuando nos distancia de las esencias y nos distrae en lo secundario. Y hay conceptos que son esenciales, y dicotómicos. Capitalismo y anticapitalismo (socialismo), por ejemplo. Usted puede discrepar sobre cómo debe ser el anticapitalismo que construimos, en este o en aquel otro aspecto, pero si apuesta por el capitalismo ha pasado a la trinchera contraria.
Es cierto que no existe un manual para construir el anticapitalismo y que persisten o se retoman “elementos capitalistas” durante ese largo tránsito hacia otra sociedad más justa, es verdad que el mercado, como el estado, son aún factores inevitables de ese proceso: no obstante, la apuesta, que pasa por muchos colores intermedios, adquiere sentido en el blanco y en el negro (no asocio lo claro y lo oscuro a lo bueno y lo malo). No se trata de cuanto contenga el uno del otro, sino de hacia dónde usted va. Lo que marca la diferencia de bandos es la direccionalidad de su discurso y de su obra. El anticapitalismo debe conducir a una sociedad más humana y racional, anti consumista, de hombres y mujeres cultos, dignos y libres. Pero en países pobres como Cuba, esa dicotomía tiene otras consecuencias: el carácter alternativo del camino elegido es la única garantía de la independencia nacional, y viceversa. Es decir, que después (o antes) de recorrer todos los colores del arcoiris, usted debe entender que socialismo e independencia son en Cuba inseparables.
¿Aceptamos que existe una guerra política que pretende el cambio de sistema en Cuba, es decir, la restauración del capitalismo?, ¿aceptamos que esa guerra es alentada, promovida, incluso financiada desde el exterior, por intereses no cubanos, con independencia de que existan cubanos que la respalden?, ¿que más allá de la posible existencia de “asaltantes de fe” (personas convencidas del ideal capitalista), lo que prima en el asalto y determina el sentido de esa guerra de reconquista, son los intereses de poderosas esferas de poder (ex propietarios nacionales, trasnacionales y gobiernos imperialistas)? Toda guerra –militar o política--, supone la existencia de dos bandos. Pero una guerra política no es un debate parlamentario ni un cónclave académico; se parece a un torneo retórico, pero el objetivo no es hallar la verdad, ni es confraternizar. Los pro - capitalistas “detestan” la terminología “militar”, porque pretenden hacernos creer que no hay guerra.
En una guerra política se dialoga y se argumenta para los “espectadores”, no para el supuesto “interlocutor”. Las razones que solemos exponer, son respondidas con “razones” que ignoran las nuestras, que solo persiguen desviar la atención de lo expuesto o que mienten y desvirtúan lo dicho antes. Se trampea, se descalifica al contrario. Puesto que la atalaya desde la que se mira el mundo es diferente, lo que se mira también lo es. El objetivo de los asaltantes, a como de lugar, es tomar el poder. Esta premisa no debe olvidarse, así como tampoco el hecho de que quienes viven en un país en guerra política, no pueden ignorar su existencia. Son o no son. ¿Eres cubano de Cuba o de Miami?, solían preguntar a los cubanos en el extranjero, y la respuesta no tenía necesariamente que ver con el lugar de residencia.
Una de las estrategias predilectas de los defensores del capitalismo –que en sentido estrictamente histórico son contrarrevolucionarios, pelean por desestructurar el sistema económico social y de valores que estableció la Revolución--, es la anulación de la individualidad del contendiente. Ellos pelean contra el Estado socialista –al que denominan gobierno o régimen, porque la estrategia incluye el no reconocimiento del sistema social nuevo--, y venden la idea de que cada defensor del sistema es un “progubernamental”, que en el capitalismo suele denominarse “oficialista”, un reproductor pagado cuyas opiniones no tienen crédito. Es la manera que encuentran para evadir los argumentos expuestos, y para sugerir que el Estado –gobierno, régimen, dictadura--, es defendido no por individualidades independientes, auténticas, sino por simuladores obligados o interesados.
En última instancia, nosotros no apoyamos “un gobierno” –aunque apoyemos a Fidel y a Raúl--, sino el socialismo. Ellos no combaten “un gobierno” –aunque odien a Fidel y a Raúl--, sino el socialismo. Pero como el objetivo supuestamente es un Gobierno y no un Sistema, las coordenadas del debate se distorsionan. La realidad es otra: los revolucionarios defendemos un Sistema alternativo, que sobrevive a contracorriente en el mundo de hoy, y que enfrenta al Oficialismo trasnacional. Oficialistas son los que apoyan –por convicción o interés--, al verdadero Poder Global, que no solo atenaza el proyecto revolucionario, sino que interfiere en la construcción de sus valores mediante los medios trasnacionales, el cine y la televisión, etc.
¿Quiénes son en la lógica imperial los independientes? En Cuba, ese apelativo no se asocia a las fuentes y a los montos del pago. De dos personas que emitan un criterio político, no importa cuan flexible sea, cuán indefinido, únicamente será "independiente" el que se oponga sin ambages a la Revolución. El otro será un cobarde o un “oficialista”. No importa si el “independiente” mantiene nexos de abastecimiento material e ideológico con sedes diplomáticas de estados empeñados en subvertir el sistema social del país. No importa si la cuenta bancaria alcanza el medio millón de dólares, en pagos blanqueados mediante premios y derechos de autor de libros fabricados.
Pero decía al iniciar mi comentario, que las terceras posiciones son atractivas. Hay quien pretende encontrarlas, pese a todo. La blogosfera, por su reivindicación de la individualidad, parece ser el espacio ideal. Doy por sentado que la defensa honrada de los argumentos propios, la crítica, en fin, la plena participación, son atributos indispensables del bloguero revolucionario. Pero, ¿puede alguien no pertenecer a uno de los bandos?
Recientemente, mi colega Elaine Díaz, que tiene post brillantes en defensa de la Revolución, publicó unas reflexiones en las que explica su posición de blogger. En ellas refrenda muchas de las ideas que expongo en estas líneas. Por ejemplo, desecha el mote de oficialista para los defensores del sistema. Pero se enreda, en mi opinión, cuando intenta descartar el posicionamiento en bandos, como si se tratara de una conversación discrepante entre hermanos, y no una contienda política, cuyo resultado final es excluyente: o retrocedemos hacia el capitalismo, o tratamos de encontrar un camino alternativo para el socialismo. Olvida que Pardo Lazo no solo hace fotos estéticamente hermosas, sino que se fotografía masturbándose en la enseña nacional o frente a un cartel de tránsito que dice –con otro sentido, claro--, “derecha libre” y escribe textos contrarrevolucionarios para Penúltimos días. Que se define sin sonrojos en uno de los bandos, el de Yoani y Hernández Busto, el de Bush. Que Paquito el de Cuba no se cansa de repetir a qué bando pertenece: el de los revolucionarios (gay y comunista, afirma con orgullo).
Pero quizás esta larga perorata sea innecesaria, basta con citar la refutación del bando enemigo (sí, enemigo). Hernández Busto, que no puede convencer a Elaine de pasarse a sus filas, reacciona paternalmente contrariado: “El problema de Elaine es que siempre se queda a la mitad —o más bien, juega habilidosamente con las medias verdades”, dice. Y la acusa de “coquetear” con asuntos “espinosos”. Entonces redacta un párrafo ante el que me he quedado patidifuso. Es el primer párrafo en la vida de Hernández Busto con el que estoy plenamente de acuerdo. Aunque lo interpretemos, sospecho, de manera opuesta: “Me he quejado otras veces de la ingenuidad de este tipo de acercamientos. Alguna gente cree que la objetividad periodística (o investigativa) está garantizada con el manido recurso de mostrar las dos partes que opinan sobre un tema y dejar que el lector decida. (…) Un buen periodista debe atenerse a la verdad de los hechos. Si hay alguien que dice que el cielo es verde o que las brujas existen, no se pueden tratar esas opiniones de la misma manera en que se tratan los hechos reales: el cielo es incoloro (aunque se ve azul) y la creencia en brujas es una superstición medieval”. Pero Elaine no es imparcial, es una joven revolucionaria. Y Hernández Busto lo sabe.
Ubieta: No creo que ningún cubano medianamente informado niegue la existencia de lo que llamas "bandos" (incluso quienes tratan de enmascarar su pertenencia a uno de ellos, seguramente lo saben), pero está claro que no podemos dejar de hacer y decir lo que tenemos que hacer y decir, aunque ellos existan. Y en eso, sin dudas, los que defendemos a la Revolución somos más consecuentes que quienes se le oponen.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. Creo sinceramente en la crítica participativa de quienes defendemos a la Revolución. Creo en la diversidad de la sociedad cubana actual y creo necesario defenderla, y darle al individuo --ese que la Revolución hizo más culto, y por tanto más rico y diferente--, su lugar. Como dices, los que defendemos esta opción de vida somos más consecuentes que quienes se le oponen.
ResponderEliminarEstimado Enrique,
ResponderEliminarClaro que hay bandos y hay alternativas independientes de los dos bandos, coincidiendo tal vez -porque así es la vida- con alguna de las posturas de los dos bandos, probablemente más con una que con la otra.
Hernández Busto, que por la frecuencia con que se menciona desde las posiciones cercanas al socialismo oficialista cobra una importancia que no merece, representa a lo que se conoce como capitalismo de estado, y yo prefiero llamar comunismo corporativo, que elimina el libre mercado -el que crea que el libre mercado existe sabe muy poco de economía- y nos convierte no solo en esclavos de las corporaciones multinacionales, sino en esclavos del consumismo botarate y el trabajo excesivo para ajenciarse todos los artifactos innecesarios que nos empujan a través de las campañas publicitarias.
La segunda postura es la del socialismo de estado, que yo prefiero llamar capitalismo partidista, o lo que algunos cubanos llaman sociolismo. Este es un capitalismo como todos los capitalismos: el obrero es estafado, pero esta vez por alguien que ni siquiera ha tenido que ahorrar parte de su vida para inventir en medios de producción y luego explotar al trabajador, muchas veces hasta convencido o ignorante de que está robando. Los capitalistas partidistas son ladrones profesionales que viven de las conexiones y el engaño que permite la gran burocracia del Estado y la centralización. Y dentro de Cuba son los auténticos enemigos del pueblo.
Lógicamente la tercera vía -un socialismo de mercado- se ha de oponer a ambas y contener a ambas, y más o menos es la vía emprendida por Cuba en la actualidad. Hace poco un amigo me preguntaba que yo creía que haría mejorar a Cuba y a que líder seguir, y le contesté que apoyar a Raúl y seguir a Raúl, que sin llegar muy lejos, es al menos quien, contando con el poder suficiente para lograr algo, encamina a Cuba por la senda correcta -la de la reducción progresiva del papel del Estado en la vida de los cubanos, la de la entrega de responsabilidad al individuo, la de la iniciativa independiente, en fin, una Cuba de mayor libertad y menor dependencia ante el poder, donde quede establecido que el trabajo bien hecho es la fuente de la riqueza y permanezca el sentido solidario que siempre ha caracterizado al cubano.
Saludos,
Francisco
Gracias Enrique por este excelente comentario.
ResponderEliminarPlenamente de acuerdo con todos aquellos que se identifican con uno de los bandos, pues no creo inteligente que a estas alturas de la vida alguien se pueda pretender imparcial. Nos falta mucho por hacer en las redes sociales (y en cualquier espacio que nos ofrecen las tecnologías) a los revolucionarios de verdad, entiéndase a los que basan su defensa de la Revolución en la absoluta sinceridad y entrega sin límites a la causa y no a aquellos que lamentablemente en nombre de ella se acomodan a su sombra. Considero que las universidades cubanas deben convertirse con más fuerza en importante escenario de esta batalla. Queda mucho camino por recorrer y muchísimas las amenazas.
Desde mi modesta posición de profesor universitario de Holguín me proclamo del "bando" de los cubanos con los que soñó Martí y al que Fidel nos dió la posibilidad de pertenecer. Soy uno más, y seguiré siéndolo por convicción, de los que defienden a la Revolución Cubana en cualquier circunstancia. En esta batalla cibernética formaré parte de del mismo "ejército de las ideas" que usted y me tendrá a su lado.
Gracias una vez más por esta oportunidad.
Nos vemos en Holguín en las Romerías para seguir batallanado.
Estimado Francisco: Si hay dos (no más) bandos es porque hay dos (no más) direcciones en el camino: o usted camina hacia adelante, o camina hacia atrás. Las dos decisiones están llenas de variantes. A veces incluso es preciso dar unos pasos hacia atrás, para tomar impulso y saltar, o moverse a un costado, para evitar un choque. Puede avanzar bailando. Pero por favor déjese de sofismas y de retórica seudocientífica: la concentración de capital –que muchas veces no es ya productivo, sino especulativo--, y su trasnacionalización, son rasgos del capitalismo contemporáneo. Ese capitalismo originario de pequeños productores (esa sociedad de clase media) es un mito. Solo el socialismo, por cierto, puede garantizar el desarrollo de pequeños productores, y evitar que sean tragados de inmediato por el gran capital; es el único que puede también impedir la concentración de capital de algunos de ellos. En México he visto a familias enteras en negocios minúsculos de comida tradicional trabajar casi las veinticuatro horas del día ¿para hacerse ricos?, no, para sobrevivir. Esa falsa idea que algunos cuentapropistas cubanos tienen de que si estuvieran en las condiciones del libre mercado serían ricos (que solo el socialismo se los impide) es una equivocación garrafal. Solo el socialismo garantiza las ganancias que ostentan. Usted no conoce la sociedad cubana, parte de estereotipos que mezclan las teorías surgidas sobre la experiencia del socialismo europeo y las de cubanólogos contrarrevolucionarios. También yo apoyo a Raúl, porque defiende como yo el socialismo. No existe una tercera vía, usted lo sabe. Lo importante no es cuanto tomemos uno del otro –vivimos en el mismo mundo, y el socialismo no es más que una sociedad de tránsito, imperfecta, hacia algo superior que solo podría ser construido de conjunto entre todas las naciones--, sino hacia dónde nos dirigimos. Usted y yo, caminamos en sentido contrario. Es decir, estamos en bandos contrarios, aunque podamos dialogar.
ResponderEliminarBueno, ahora que se admite el presupuesto básico de que dos verdades a medias no hacen una verdad completa, habría que pasar al corolario periodístico: mostrar los hechos con independencia de las convicciones.
ResponderEliminarAhí es donde la cosa se complica, porque ¿quién en su sano juicio puede venir a hablar de que la Cuba actual es un ejemplo de socialismo? ¿Acaso no hay ejemplos suficientes de que el socialismo no es precisamente la tradición libertaria que aquí se elogia, sino ese largo trayecto oscurantista que ha descartado las libertades básicas en nombre del ideal nunca alcanzado? El fracaso del modelo, ¿no está a la vista de todos? El profesor Alexis Jardines lo ha dejado claro en varias intervenciones recientes: la tradición del socialismo histórico no es precisamente enaltecedora.
Necesitamos, por supuesto, una crítica efectiva, constante, dinámica; una crítica que, sin conformarse con la anomia que se detecta en el contexto social, no salte al ruedo antisistémico, con sus elaborados métodos de figuración de la sociedad en referencia. Si el socialismo es un sistema que, por esencia, niega y se impone al capitalismo, no puede asumir sus normativas clasistas de democratización, raigalmente ideologizadas, por demás.
ResponderEliminarToda mi opinión en http://ogunguerrero.wordpress.com/2011/05/05/blogueros-bandos-y-otros-puntos/
Estoy enteramente de acuerdo con la postura de Enrique Ubieta; quisiera solamente hacer una breve observación acerca del comentario de Ernesto. No creo que exista ningún "ejemplo de socialismo", en el sentido de un socialismo ejemplar, de un socialismo que responda a una esencia preexistente. El socialismo, como bien explica Enrique en la mejor tradición marxista, es un tránsito, un período de inestabilidad que puede conducir, si vencemos los comunistas -lo que no tenemos en absoluto garantizado-, a una sociedad sin clases y sin Estado con libre acceso de todos a los comunes productivos y a la riqueza social, en otras palabras, al comunismo. Cuba ha hecho desde la época heroica del Che todos los experimentos posible para hacer compatibles, en el contexto de un tránsito al comunismo cuyo resultado final no depende exclusivamente de ella, el máximo de libertad y de participación política con las exigencias de una revolución y de una durísima resistencia. Incluso las formas más libertarias del anticapitalismo, como las que conocimos en España durante nuestra revolución del 36 y en los años sucesivos tuvieron que defenderse de un terrible enemigo y someterse en algunos aspectos a una muy rígida disciplina. Fidel Castro tiene más de Durruti que de Stalin. Esto se debe a que la revolución cubana nunca ha olvidado, a pesar de las tremendas dificultades a las que ha debido hacer frente, que el socialismo es la transición y nada más, que existe un más allùa del socialismo. En cierto modo, que el socialismo sea un fracaso y sólo pueda serlo no es sino la consecuencia lógica de su carácter inestable y transitorio. El éxito que pretendemos los comunistas en el socialismo no es ni puede ser el propio socialismo, sino el comunismo.
ResponderEliminarLos éxitos del socialismo en Cuba no son éxitos de la "construcción" de un modo de producción socialista absolutamente inconcebible en términos marxistas, sino en la destrucción, en la desestructuración del orden capitalista y la preparación de algunas de las condiciones necesarias del comunismo. Entre estas condiciones están un alto nivel educativo y cultural, una fuerte politización de la población, incomparable con la apatía que vivimos en Europa o los Estados Unidos, un sentido de la apropiación colectiva del país y de sus bienes etc. Tal vez el sentido más profundo del lema "hasta la victoria siempre" no sea un tozudo voluntarismo, por mucho que este sea necesario en toda revolución. De lo que se trata es de repetir "siempre" el acto revolucionario a pesar de los fracasos y a través de los fracasos. No queda más remedio. Algunos seguimos pensando que la única alternativa al comunismo es la pura barbarie y la destrucción de la humanidad.
Recomiendo que busquen el documental - Howard Zinn: You Can't Be Neutral on a Moving Train
ResponderEliminarAqui se puede encontrar una pequeña presentación:
http://www.youtube.com/watch?v=Ehc3V1g5pm0