Pablo Iglesias
Público.es
Nadie con dos dedos de frente se chupa el dedo y cualquiera sabe que los medios de comunicación son, en última instancia, la voz de sus dueños y de los intereses económicos y políticos de estos. No lo digo yo, el periódico El País reconocía hace poco que se debe a sus accionistas. Pero incluso en esas circunstancias dadas, cabría pensar que uno puede encontrarse con algo de periodismo digno de respeto y, sobre todo, con información, en los periódicos que se venden en los quioscos y en los informativos televisados. Si me siento en un bar a tomar un café leyendo La Razón o ABC o mirando el telediario de TVE soy consciente de lo que leo y de lo que veo pero no pierdo la esperanza, a pesar de las líneas editoriales, de enterarme de algo de lo que pasa en mi país y en el mundo.
Pero una cosa son las “líneas editoriales” (conservadoras en el caso de El País o abiertamente ultraderechistas en el caso de La Razón cuando se trata de América Latina) y otra la desvergüenza y la falta de ética de los profesionales de la información.
En estos días, la enfermedad del presidente de Venezuela nos está dando la oportunidad de ver a verdaderos miserables que se autodenominan periodistas. Son, créanme, el peor cáncer contra la democracia. Son el cáncer Berlusconi.
Que el periódico La Razón, con un director a la cabeza que encarna en cuerpo y alma la indignidad, se permita llamar dictador al presidente de Venezuela y que ABC describa con una inverosímil precisión un parte médico de Chávez citando “fuentes de inteligencia” al tiempo que TVE lleva a Jesús Hermida a hacerle un publirreportaje al Rey de España, revela hasta qué punto se ha extendido la metástasis berlusconiana en los medios españoles. Chávez podrá morir de cáncer o no, según fracase o tenga éxito su tratamiento, pero a buena parte de los medios españoles no hay quimioterapia que los salve.
Todos los que nos dedicamos a la comunicación sabemos que los medios son armas para hacer política pero incluso en política, como en la guerra, hay reglas que deben respetarse y límites que no deben traspasarse. En lo que respecta a Venezuela, en nuestro país la ética periodística ha brillado por su ausencia, desde aquel infame editorial golpista de El País en 2002, pasando por el cierre de filas de connotaciones franquistas que ejercieron los medios tras el impresentable “por qué no te callas” que le espetó un rey (heredero de un dictador) a un presidente elegido, hasta las noticias de estos días.
Sin embargo el despliegue desmesurado de indecencia mediática al que estamos asistiendo es el recordatorio de uno de mejores legados que dejará el presidente de Venezuela viva o muera, a saber, la apuesta inequívoca de su gobierno por la democratización de la información. Ello no es otra cosa que transferir el poder mediático de las corporaciones y las empresas privadas a las organizaciones sociales y a las instituciones públicas. Los demócratas no deberíamos olvidarlo.
muy bueno l'escrito....................
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