Enrique Ubieta Gómez
Ayer por la mañana recibí un mensaje: "amigos, ¿por qué no hacemos algo hoy por los cumples de Fidel y René? Mi
casa está en candela, pero para un brindis con te no hace falta mucho..., bueno, si se les ocurre algo mejor respondan, besos Ana". La remitente es una joven amiga, investigadora de un centro de punta del Polo Científico, escaladora de montañas, y de sueños. Fuimos a su casa que estaba, es verdad, en candela, en arreglos constructivos, y conocimos allí a otros jóvenes investigadores y profesores universitarios de física, bioquímica y economía. También a dos jóvenes argentinos de visita en Cuba; ella, médico, él, ingeniero informático. La conversación se transformó pronto en un apasionado debate sobre la realidad cubana actual (con alusiones, a veces, a la realidad argentina). Los jóvenes eran críticos, incisivos, inconformes, como debe ser un joven, y profundamente revolucionarios. Cerca de la medianoche nos retiramos, como medida cautelar, por si acaso aquello no era más que un sueño deseado; no quería presenciar la hipotética transformación de las carrozas y los caballos en calabazas y ratoncillos. Esos jóvenes (entre 25 y 30 años de edad) existían, y hablaban de otros, enfrentaban las dificultades, y defendían cada día el socialismo en las aulas, en los laboratorios. Lo defenderían también en plazas y trincheras, estoy seguro. La táctica del enemigo es hacernos creer que los jóvenes miran hacia el costado, y solo anhelan la sociedad de consumo. Por eso ayer sentí que no había otro lugar mejor para homenajear a Fidel y a René que aquella casa "en candela", donde un grupo de amigos gentilmente me incorporaba a su tertulia; que no existía homenaje mejor que escuchar sus apasionadas discusiones sobre el futuro de Cuba socialista.
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