Enrique Ubieta Gómez
Anoche disfruté en el Teatro Mella de un espectáculo mágico, según la exacta calificación de Leo Brouwer. Digo espectáculo y no concierto, porque la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías de Argentina, a pesar de su extraño nombre, reune a músicos capaces de "dar vida" a instrumentos precolombinos que la Modernidad ha ignorado o despreciado y de bailar, cantar y actuar. Una "Orquesta" que desafía la definición –ni uno solo de los instrumentos sinfónicos aceptados o validados por la cultura occidental–, porque asume la interpretación de la música en un sentido integral, primigenio: no pretende que la escuchemos, sino que la vivamos, y para ello crea una escenografía, una ambientación, un "estado de gracia". Los sonidos que producen esos instrumentos ancentrales –"los de la América oculta", según se lee en la invitación–, extraídos de la Naturaleza (de los animales conocidos o soñados y de los elementos naturales: el viento, el agua, el fuego, la tierra) sostenidos por otros electrónicos o electroacústicos, apenas identificables, adquieren sentido, capacidad narrativa. "Un maridaje perfecto de músicas inteligentes", anuncia también la invitación. Las explicaciones de Iglesias, previas a cada interpretación –orígenes y características de los instrumentos rescatados, e intencionalidad de la composición–, aunque útiles, me parecieron sin embargo excesivas. Quizás un buen programa impreso pudo haberlas incluido de forma abreviada, pero la buena música –y la de anoche lo era–, aún aquella que rompe todos los esquemas eurocéntricos, no necesita de explicaciones. Exquisito homenaje a Leo Brouwer en su 75 cumpleaños, sobre el que Iglesias leyó hermosas palabras.
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