Enrique Ubieta Gómez
Recuerdo que estaba en una esquina con semáforo a la caza de una botella. Un chofer me hizo señas y rápidamente me subí a su carro. Lo miré sin disimulo, porque supuse que nos conocíamos de alguna parte y suelo ser despistado para recordar rostros. Entonces él me sacó de apuros: “Ubieta”, dijo, “yo soy Ángel Santiesteban”. Sí, nos habíamos visto antes, pero no solemos coincidir mucho. Y por supuesto que conozco su obra literaria, publicada en Cuba y merecedora de importantes premios. Él también mostró conocimiento de los textos que suelo publicar, mayormente en Internet, de tono ensayístico y personal, pero visceralmente comprometidos con la Revolución. Habló con satisfacción de La Calle del Medio, y acordamos que quizás podría colaborar. Me dejó su dirección electrónica. Durante el breve trayecto del viaje hablamos de dos personas que le son cercanas, a las que yo conocí en Venezuela, en épocas diferentes: en 1995, cuando todavía gobernaban adecos y copeyanos, acompañé a Jorge Luis Prats a Caracas, para una serie de actividades por el centenario de la muerte de José Martí, que incluía un concierto extraordinario del gran pianista en el Teresa Carreño –desde entonces nos hemos encontrado en raras ocasiones, pero ese hecho marcó una simpatía definitiva--, y en 2005, conocí en Maracaibo y entrevisté para mi libro sobre la Revolución bolivariana a un médico internacionalista, que es primo suyo. En fin, que unos días después le envié un correo –tal como convenimos--, exhortándolo a colaborar con la revista, y le comenté satisfecho a un amigo: creo que podemos contar con Santiesteban.
Algunas corrientes artísticas se manifiestan con la misma fuerza en la obra, y en el artista: los románticos y los modernistas, por ejemplo, fueron bohemios y exóticos, respectivamente, por convicción literaria. Pero en la era del “libre” mercado –que es también la era de la política como forma dominante de la conciencia--, el escritor suele convertirse en el personaje más elaborado de su obra, no por razones literarias o cosmovisivas, sino de marketing. Mientras más impredecible y controvertido sea ese personaje, como en todo buen relato, el escritor atrapará a mayor número de lectores-compradores. Vender, venderse. Así que Ángel Santiesteban me sorprendió cuando –semanas después de aquel encuentro fortuito--, se situó de golpe en los primeros planos de la polémica. ¿La razón? Ofendía sin venir a cuento a varios colegas que habían participado en una Feria del Libro en México. Aunque rozaban la política, sus ofensas tenían cierto tufo personal. Y fueron respondidas por los aludidos. Recuerdo que no entendí bien el motivo de aquella fea reyerta, pero supuse que Santiesteban no había sido invitado a la Feria de marras. Un asunto de alcoba, pensé.
Ahora, sin embargo, el relato adquiere ribetes de telenovela. Parece que en una esquina habanera se produjo una trifulca de la cual nuestro escritor salió mal herido. Lamentable. Hasta ahí el suceso solo habría merecido una nota en las inexistentes páginas rojas de la prensa nacional. Pero ahí viene el conflicto: no existen páginas rojas en Cuba. ¿Cómo convertir un brazo en cabestrillo en noticia espectacular? Solo la política contrarrevolucionaria puede transformar un suceso irrelevante –a nivel social, quiero decir--, en un acontecimiento internacional. Para ello se lanza la versión de que fue una advertencia de la policía secreta. Así, a lo Chile (aunque en Chile la gente desaparecía). Que la literatura quiera a toda costa ser el país “real” que los medios “ocultan” y termine por inventarse un país más falso que el que quiere enmendar, pasa, es quizás parte del juego literario, de lo que llamamos a fin de cuentas “ficción”, no sé; pero que el personaje que escenifica un escritor de carne y huesos sea el de un “chileno” o un “argentino” en época de dictaduras militares, cuando en realidad es “cubano de Cuba”, donde existe una Revolución madura, que premia y publica su obra, es éticamente insostenible. Rápidamente, una carta intenta recaudar firmas de apoyo. Entre quienes viven en Cuba y conocen al personaje literario, la iniciativa no prospera. Esas son cartas para despistados extranjeros y para profesionales de la contrarrevolución. A mí me entristece. Ángel Santiesteban no necesita de esos subterfugios para vender su obra. No necesita hacerse acompañar de escribas mediocres con éxito mediático. Quizás la mejor explicación la ofrece un “amigo íntimo” suyo, Camilo Venegas, que en un texto no tan reciente hablaba de dos Ángeles: el individuo “nobilísimo” (¿el que me dio botella? ¿el que leía a gusto La Calle del Medio?) y el escritor “huraño, cínico y temerario”. Esperemos que el escritor no devore al individuo.
Camilo Venegas no me envió este comentario. Lo dirigió al blog de mi amigo M.H.Lagarde. Pero yo prefiero contestarlo desde aquí, así que lo reproduzco por porpia iniciativa
ResponderEliminarUbieta:
Lo que has escrito sobre Ángel no amerita comentario alguno. Y no me refiero al valor del texto sino al tuyo. Sólo quisiera pedirte que hagas un mínimo cambio. Quita las comillas donde sugieres que Ángel Santiesteban y yo somos amigos íntimos. Puedes afirmarlo. Nos queremos mucho, muchísimo. Él y Mario García Haya son los dos hermanos que nunca tuve.
(Es muy probable que no sepas qué es eso, sé que para cualquier ser humano y hasta para una mascota ─pienso en los perros, por ejemplo─ sería extremadamente difícil apreciarte.)
Ahora, capaz que yo entendí mal y con las comillas estás sugiriendo que Ángel y yo somos maricones. De ser así, por favor, házmelo saber, porque entonces las comillas si están bien puestas y este comentario no tendría que estar dirigido a ti, sino a Miguel Barnet, el presidente de la UNEAC, que tanto ha cacareado que en Cuba ya no se persigue ni discrimina a los homosexuales, y a Mariela Castro Espín, patrona de los gays en la Isla.
Una cosa más. Si puedes, por favor, pon un link sobre la línea mía que citas para que quien lea tu post pueda leer también el texto mío al que te refieres. Yo he hecho lo mismo con el tuyo. Esa es una de las grandes virtudes que tiene la red de redes, que permite múltiples lecturas y diferentes visiones de un mismo tema.
Ya que eres uno de los poquísimos cubanos que tiene libre acceso a Internet, aprovecha las ventajas que eso te da.
Camilo: Me sorprendió mucho –y me divirtió--, que asumieras las comillas que puse en amigos íntimos como una referencia a la supuesta condición homosexual de alguno de ustedes o de los dos. Esa lectura no estaba en mi mente, sino en la tuya. Por demás, no me interesa para nada saber la orientación sexual de nadie. Eso está fuera del debate. Puse comillas a todas las frases que entresaqué de tu texto para que tuviesen la fuerza de una cita: no era yo quien afirmaba que eran amigos íntimos, eras tú quien lo decía; por lo tanto, que aludieras después a la existencia de dos Ángeles era más creíble. En tu blog agregas: “el periodista (o sea yo) insiste en esa vieja manía de Fidel Castro de no admitir que sus adversarios tengan dignidad ni virtudes. Para Ubieta, como para todos los que siguen ciegamente al octogenario líder, los opositores al régimen, sean quienes sean, son gusanos, mercenarios, cambia casacas y todos esos insultos prefabricados para consignas, editoriales y discursos”. No hay insultos en mi artículo, ni siquiera negación de virtudes en mi adversario. Sí hay por cierto ofensas y negación de virtudes en el tuyo, lo que, lejos de molestarme, me sugiere una carencia crónica de argumentos. Ah, gracias por poner mi foto.
ResponderEliminarP.D. Para los que quieran leer a Camilo, aquí va el link:
http://elfogonerovenegas.blogspot.com/2008/04/aunque-la-infancia-de-ngel-santiesteban.html
El comentario que te hice en el blog de Lagarde, si alguna vez se puede ver, te lo cmpleto recordándote a qué se refería la última página del Granma pasado: a ese terrible crimen de meter antenas parabólicas en Cuba. Esa es la crónica roja de Cuba. En vez de referirse a la peligrosidad de Los Sitios, Pogolotti y Coco Solo, el Granma dedica toda una cara al apabullante peligro que representan el Discovery Channel, HBO y Porno Sabroso Channel. No sólo es el hecho de que el asilamiento mediático de Cuba, es el hecho de que hay una pandilla de asaltantes aquerenciada en los puente de las calles Ribera y Maceo, en Arroyo Naranjo, y el Granma elige callar eso y hablar del terror que es la TV comercial.
ResponderEliminarNevasto 01: Me gusta discutir con personas que ponen su nombre sin temor, pero acepto tu comentario. Te recomiendo el texto de Manolín el Médico de la Salsa titulado "Bienvenido al infierno", que apareció en su blog (puedes acceder por el mío). Hay un párrafo en el que escribe: "A veces decimos que en Cuba no dejan que la gente tenga antenas para que no vean la verdad, y yo después de mi experiencia digo, ¿será para que la gente no vea la mentira?" Claro, yo prefiero la discusión abierta de ideas antes que la prohibición de espacios de desinformación. En eso probablemente estamos de acuerdo. Pero, ¿tu crees que esos espacios no existen en Cuba? ¿crees que las películas y los seriales de HBO y los documentales de Discovery Channel no se exhiben día tras día por la propia televisión cubana? Lo que un revolucionario debe explicar con argumentos densos y profundos, lo deshace en imágenes la fantasía de Cenicienta, que es la que mueve el motor del capitalismo. No creo que deba reabrirse la prensa roja ni la amarilla en Cuba, aunque ciertamente existe un incremento preocupante de la delincuencia. Pero cualquiera que haya visitado otro país, sabe que las calles de La Habana siguen siendo mucho más seguras que cualquier capital latinoamericana.
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