He quedado rumiando algunas ideas desde anoche. El debate en torno al profesionalismo en el deporte en general y en el cubano en particular, tiene muchas aristas. Alguien hizo una afirmación categórica: "el amateurismo ha muerto", y yo no aquilaté correctamente la frase. Creo que tiene razón, es decir, en el mundo el amateurismo fue enterrado por los poderosos intereses económicos del profesionalismo. Antes, el deportista debía escoger: la gloria olímpica o el jugoso contrato. Los deportistas que saltaban al profesionalismo lo hacían generalmente después de finalizado el ciclo olímpico. Pero los negocios son negocios, y eso daba pérdidas. Ahora se rompió el tabique y la Olimpiada es un gran bazar: los deportistas no solo pueden ser profesionales, sino que el espectáculo se contamina cada vez más de anuncios, premios, ofertas. Los países ricos compran a deportistas de países pobres y los llevan al bazar como competidores propios. En ese contexto, Cuba enfrenta el reto de mantener y desarrollar su poderoso movimiento deportivo. Enfrenta incluso un reto adicional: el otro mundo --el que tiene el poder y el dinero--, quiere a toda costa que Cuba se rinda, que desista de la "locura" de construir un espacio alternativo, y los deportistas cubanos que desertan son recibidos como héroes y contratados de inmediato con salarios millonarios. Porque no es solo en el deporte que Cuba es una excepción, un proyecto alternativo. En realidad, el deporte es solo una manifestación especialmente clara del sentido de esa alternativa, que sirve de "mal" ejemplo a otros. Hay sin embargo una pregunta de principio, esencial, que debe anteponerse a cualquier reflexión: ¿es posible el desarrollo de un deportista de alta calidad en un contexto ajeno a los intereses y los réditos del mercado? Es una pregunta que no se detiene en la discusión bizantina de si ahora mismo tenemos peloteros mejores o peores que los de Grandes Ligas. La pregunta es de principio: ¿es posible o no lo es? Los records mundiales y olímpicos de Cuba, los excepcionales peloteros que el país ha dado, ¿son solo historia magnificada? No dudo que tengamos que cambiar muchas concepciones que ya son obsoletas, que debamos buscar fórmulas organizativas más eficaces; no descarto incluso la posibilidad de entrenamientos y de una participación colectiva --con el nombre de Cuba en el pecho--, en torneos del deporte rentado. Pero hay ilusos que creen que es posible abrir el mercado y después controlarlo. Que el deportista reciba más de lo que actualmente recibe es correcto; pero muy pocas personas --solo excepciones-- viven como ricos y no piensan como tales. Pensar como rico es pensar como capitalista. Abrirle la puerta al profesionalismo en Cuba es destruir su movimiento deportivo, e inocular la bacteria de la gangrena en el socialismo cubano. Estas son reflexiones escritas al vuelo, sobre las que quizás vuelva en otro momento.
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