H. Romo Sigler
En un partido trepidante de principio a fin, que no se fue a la prórroga exclusivamente por otra de las genialidades del duendecillo Messi, el Barcelona Fútbol Club ratificó nuevamente que es el mejor conglomerado balompédico del universo.
Ante una fanaticada incondicional, que no se cansa de repletar el Camp Nou cuando sus muchachos saltan al césped, la maquinaria azulgrana derrochó garra y talento para conquistar su décima Supercopa de España.
A decir verdad todo salió a pedir de boca para los de la Ciudad Condal, pues la victoria los catapultó, empatados por ahora con sus archirrivales merengues, a la cúspide de mayor número de trofeos ganados por conjuntos de la península Ibérica, con 73. Y digo por el momento, debido a que el próximo viernes 26 de agosto enfrentarán al Porto en la disputa por la supremacía del viejo continente, luego de que en la campaña anterior el elenco lusitano conquistara la Europa League.
De igual manera el éxito elevó a Guardiola a la condición de DT más ganador en la historia del Barça, con 11 pergaminos, dejando atrás al mítico tulipán Johan Cruyff, artífice como jugador, con su selección nacional, de la célebre Naranja Mecánica y que años después de decir adiós como atleta excepcional de la formación blaugrana, condujo al equipo de sus amores durante 8 temporadas, convirtiéndolo en aquel inolvidable dream team.
Por supuesto que a Pep le quedan múltiples sonrisas junto a sus muchachos, pues todo lo alcanzado ha sido apenas en la mitad de tiempo del holandés, confirmando que la autoridad ganada como futbolista dentro de la propia escuadra que en estos instantes tiene bajo sus riendas, representó su principal divisa en el instante de comandar al elenco mimado de la urbe. No olvidemos que no contaba con experiencia de dirección al más alto nivel competitivo y en menos de un quinquenio destrozó las marcas impuestas por las legendarias figuras que le precedieron.
Por su parte Xavi Hernández Creu arribó a su título 17, imponiendo igualmente una cota difícil de ser superada en cualquier espacio geográfico. Sin embargo la sensación de la noche recayó en el que, libra por libra, es hoy el Mejor Jugador del planeta: Lionel Messi.
Lo del rosarino, con la alineación culé, es sencillamente inconmensurable y el choque de esta jornada sirvió para estamparlo, por enésima oportunidad, con ribetes dorados. Y es que la “Pulga” constituye mucho más que goles y asistencias (para Casillas, y el resto de los guardametas, representa una pesadilla por la facilidad con que envía la esférica a las redes que custodian) con una elegancia dentro de la grama que lo proyecta como genuino artista, ejecutando su obra maestra aupado por el público.
No por gusto Eduardo Galeano, desde la brillantez de su pluma, lo definió como un chico de barrio que se divierte con la pelota entre los pies. No tengo dudas de que en la aparentemente simple demostración del suramericano radica la magia, que lo convierte en una de los seres humanos más seguidos en el planeta, capaz de superar en pocas horas los seis millones de contactos en su cuenta de Twitter. De paso, con sus dianas nocturnas, se encaramó en la cima de los artilleros en Supercopas, con 8, relegando al también fenomenal Raúl Gonzales Blanco, el “Ángel del Madrid”.
Solo un comentario crítico, para avivar la polémica, hacia quien apenas acaba de cumplir 24 años y que no deja de inspirar confianza. Hasta que no se imponga con la camiseta albiceleste tendrá que resignarse a escoltar a Pelé y Maradona en la singular e inevitable porfía –acrecentada con cada nueva disertación de Messi– de ocupar el peldaño supremo de todas las épocas. Esa, por encima de una valoración personal, es el clamor de millones de argentinos que no hacen estallar sus gargantas desde los días gloriosos del Pibe de Oro, exaltado por el pueblo como coronación de sus gambetas mágicas, a la categoría sin par de Diego de la gente.
Del laureado estratega madridista apuntar que todavía no ha podido sortear la muralla catalana, si bien a su favor ya alzó la Copa del Rey y ha enseñando un crecimiento ofensivo en los planteamientos tácticos durante sus últimas incursiones.
Mou –aunque dispone de un fabuloso Cristiano Ronaldo empeñado en superar con esfuerzo y sobre todo goles la imagen mediática de un CR7, vendido sin tapujos por algunos como galán hollywoodense– conoce perfectamente, creo que ahí descansa uno de sus principales aciertos, que este no es el conjunto galáctico de Ronaldo, Zidane, Beckanm, Figo, Roberto Carlos y compañía pero, evidentemente, no renunciará a intentar reeditar sus extraordinarias representaciones al frente (para hablar de la etapa previa a su actual hogar en los predios de la Plaza de Cibeles) del Inter de Milán, donde en su batalla final conquistó tres trofeos, incluyendo el de la penúltima Champions, venciendo al Bayerm de Múnich de Ribery y Robben, luego de lanzar a la cuneta en semifinales a la constelación barcelonista.
Mientras tanto, como millones de simpatizantes de los inquilinos del Paseo del Prado, el electo por la FIFA Mejor Entrenador del 2010, tendrá que quitarse el sombrero ante los de la tierra de Gaudí porque, sin excusas, estos han conseguido en épica cruzada que el planeta fútbol gire en torno a su órbita.
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