Tomado de Granma
A tiempo y con garra aparece el libro Cuba: ¿revolución o reforma? (Casa Editora Abril, 2012), de Enrique Ubieta. El autor, filósofo de formación y periodista y editor en ejercicio, es conocido por haberse situado, durante las dos últimas décadas, en el centro del debate ideológico en torno a la Revolución cubana y los movimientos sociales que han cambiado el espectro político de la región.
Su defensa de las posiciones revolucionarias asume el legado del pensamiento crítico marxista y de la orientación ética martiana, y tiene por brújula la línea fidelista y guevariana de la argumentación, el análisis objetivo de la realidad y el compromiso irrenunciable con la justicia.
Aunque la mayoría de los textos incluidos en el volumen fueron escritos de manera independiente, y en no pocas ocasiones a raíz de determinadas coyunturas y giros del aludido debate, se articulan en un cuerpo orgánico como eslabones de un discurso ensayístico integrador, que asciende desde lo que en un momento pareció un pensamiento contracorriente en medio del triunfalismo imperial tras la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del socialismo europeo hasta los predios de las fortalezas ideológicas que sustentan la factibilidad y la necesidad del socialismo en el siglo XXI.
El libro se estructura en tres secciones. En la primera recorre las instancias del enfrentamiento de la ideología emancipadora contra las corrientes anexionistas, reformistas y mitificadoras presentes en la historia de la nación cubana. La segunda abre fuego a los espejismos seductores de los símbolos y el modo de vida con la que el capitalismo pretende cooptar a las generaciones emergentes. Los artículos ubicados en la tercera sección diseccionan el desmontaje y la anulación de los valores humanistas por parte de los ideólogos del capitalismo y apuntan hacia el cultivo y la prevalencia de la dignidad, la solidaridad y el altruismo como valores sustantivos en los procesos de transformación revolucionaria.
Al sintetizar los contenidos del libro, corro el riesgo de reducir el alcance de las exposiciones de Ubieta. En realidad, la trama por la que estas transcurren es mucho más compleja y contradictoria, dado el carácter de un debate ideológico en el que incluso se presentan, desde la otra orilla y también desde la nuestra, diversos disfraces y simulaciones encaminados a confundir, desarmar, desmovilizar y amoldar conciencias.
Sin embargo me atrevo a decir que en el fondo de cada uno de estos ensayos se advierte la necesidad de deslindar las falsas dicotomías de los conflictos reales a que nos enfrentamos. A quienes oponen metafísica e interesadamente tradición y renovación, masas e individuos, libertad y responsabilidad, emoción e intelección, revolución y evolución, el autor responde con argumentos dialécticos, y pone de relieve los conflictos reales que en el camino de la construcción socialista debemos salvar.
A partir de tales razonamientos, Ubieta concluye: "Lo que marca la diferencia de bandos es la direccionalidad de su discurso y de su obra. El anticapitalismo debe conducir a una sociedad más humana y racional, anticonsumista, sustentable, de hombres y mujeres cultos, dignos y libres. Y en países pobres como Cuba, es una dicotomía que tiene otra consecuencia: el carácter alternativo del camino elegido es la única garantía de la independencia nacional y viceversa. Es decir, que después, o antes, de recorrer todos los colores del arcoiris, usted debe saber que socialismo e independencia son inseparables en Cuba".
Sin dejar de ser interesante, la parte más vulnerable es en la que aventura la comprensión de fenómenos que tienen que ver con la moda, las tendencias y la conducta de los más jóvenes y con la interpretación simbólica del escenario de la capital en el cruce de siglos. Justo ahí abandona el discurso ensayístico y se deja arrastrar por la subjetividad del cronista observador. Se echa de menos entonces la aplicación de herramientas sociológicas de rigor.
Ello no resta fuerza ni convicción al cuerpo de las ideas. El libro avanza en la medida que va despejando interrogantes y rompiendo esquemas en una evidente elección gramsciana. Porque de lo que se trata es de conquistar espacios para el ejercicio de la hegemonía revolucionaria. "Es una responsabilidad —afirma Ubieta— que nace del lugar que ocupa esta nación en el mapa geopolítico de entre siglos: la isla de la Utopía, como la prefiguró Tomás Moro, ha sido y es Cuba, cuya sola existencia en Revolución, nos advierte que un mundo diferente, mejor, es posible".
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