viernes, 19 de junio de 2009
Irán y los estertores del imperio
Eliades Acosta Matos
Las protestas en Irán expresan mucho más que la insatisfacción de unos electores con los resultados del sufragio en el que resultaron derrotados. Eso, a fin de cuentas, no justifica el espacio que está teniendo entre las noticias de un mundo tan convulso como el que vivimos. Más allá de los resultados de esta confrontación política, en la que el pueblo iraní tendrá la palabra final, y en la que las potencias occidentales no tienen derecho ni moral para intervenir, el tratamiento del conflicto es una clase magistral de la manera en que actúan los mismos que se rasgan las vestiduras ante las acusaciones de fraude electoral y las imágenes de los choques en las calles de Teherán y pasan, con su elegante vuelo de libélulas libertarias, cuando el gobierno de Alan García masacra a más de 40 indígenas que reclamaban sus derechos ancestrales.
La matemática imperial es demoledora en su sencillez: los indios peruanos muertos al oponerse a la venta de sus tierras y selvas a las transnacionales no valen, porque estaban de lado “equivocado”, o sea, el de la justicia y la defensa del medio ambiente, todo lo cual, a la corta o a la larga, va contra los intereses imperiales. Los muertos en Irán si valen, porque están del lado “políticamente correcto”, se proclamaban “moderados”, delicado eufemismo para significar que no simpatizan con la revolución islámica, y que, en consecuencia, son pro-occidentales, y especialmente pro-norteamericanos , por lo tanto, van a favor de la la dirección del viento geopolítico imperial.
Pero un gustillo a rancio sale de toda esta casi unánime alharaca con el que la prensa occidental celebra el martirologio de los que lanzan piedras y cocteles molotov contra los transeúntes, e intentan imponer a la cañona su voluntad minoritaria. Eso ya lo vimos en las guarimbas venezolanas, en aquellas conmovedoras escenas coreográficas de los paladines de la libertad de expresión y la democracia, muchos de los cuales, como se demostró, resultaron ser vulgares busca vidas atraídos por los millones de la National Endowment for Democracy y la USAID. Quien lo desee, que busque detrás de las protestas de esta pequeña burguesía iraní con ínfulas termidorianas las rutas infinitas de ciertos seráficos programas europeos y norteamericanos para la formación académica, los desinteresados entrenamientos para fomentar “liderazgos”, los filantrópicos planes y financiamientos de microempresas, los intercambios generosos para formar líderes sindicales, femeninos, periodistas, cineastas, bibliotecarios y comunicadores independientes, en fin, las mil y una expresiones del ingenio imperial, las infinitas plasmaciones de la capacidad creativa de sus agencias de inteligencia, tanques pensantes y funcionarios pretorianos que desde siempre han actuado y actúan en los diferentes niveles del establishment, para mayor gloria de Roma, mande Ronald Reagan, George W. Bush o Barack Hussein Obama.
Un imperio no se desmantela, ni sufre remordimientos morales, ni se enfrenta angustiado a los dilemas históricos de su pasado, ni se autoflagela, ni se retira voluntariamente, ni se arrepiente, por el solo hecho, irrelevante en sí mismo, según los cánones imperiales, de que millones de sus ciudadanos hayan votado por la consigna de cambios que encarna una nueva administración, ni por la bagatela de que su candidato predilecto haya sido derrotado aplastantemente en las urnas. A fin de cuentas, ¿quién es el ingenuo que confunde aquí lo público con lo secreto, lo que va por la superficie con lo que se arrastra por el subsuelo, los que obedecen con los que mandan? Y si alguien aún tuviese dudas, lo que está pasando en Irán lo confirma.
Lejos estamos de presenciar aquí el funcionamiento de una maquinaria subversiva y golpista perfecta, la misma que aplastó antes, no sin cierta diabólica brillantez, al gobierno de Mosaddegh, en el Irán de 1953, al de Jacobo Arbenz, en la Guatemala de 1954, al de Juan Domingo Perón, en la Argentina de 1955, al de Salvador Allende, en el Chile de 1973, y que ha estado detrás de “revoluciones” verdes, de terciopelo, naranjas, de los cedros, y de cuantos materiales hayan sido capaces de movilizar los creativos chicos literarios de la CIA contra la revoluciones auténticas, los presidentes demasiado independientes o rebeldes, y las verdaderas democracias, lo mismo en China que en Georgia, en el Congo que en Ucrania, en Bolivia que en Granada. Atrás han quedado los buenos viejos tiempos en que la operación AJAX, que impuso al Sha Rezha Palevhi apenas costó un millón de dólares, una inversión simbólica comparada con los miles de millones extraídos del petróleo iraní para resarcir a los demócratas y libertadores, o el logro de las traiciones express logradas entre los militares guatemaltecos que dejaron solo a Arbenz , atenazados por las innumerables pinzas de la operación SUCESS, mediante la cual se impuso en el poder al coronel Castillo Armas. Lejos estamos de aquella elegante discreción y el secreto hermético de Allen Dulles, Donald Wilber Newton, Kermit Roosevelt, Walter Bedell Smith o Howard Hunt, cuando había que esperar cincuenta años y algún reportaje aparecido en The New York Times para que el público pusiese asomarse, horrorizado, a los mecanismos internos a aquel engendro destinado a derrocar, al por mayor, a gobiernos incómodos. La decadencia imperial es evidente e imparable: ya se sabe que la Secretaría de Estado de la actual administración norteamericana, no la de Eisenhower, pidió a la compañía californiana que desde el 2006 mantiene el popular servicio de microbloggins llamado Twitter, que suspendiera los mantenimientos programados en sus servidores “ para que siguiera apoyando a los manifestantes en Irán”.
Cuando los sacrosantos y ultrasecretos mecanismos de dominación imperial, los arcanos del imperio, tienen que ser revelados para tratar de mantener la dominación, cuando las fórmulas subversivas, antes exitosas, no pasan de ser un mal remake, es que el ocaso se acerca y se está tocando fondo. No solo se le toma el pulso a la caída en la cifra de millones de desempleados, la quiebra de la General Motor o la Chrysler vendida a la FIAT; no solo en el triunfo reiterado de la izquierda en las elecciones de América Latina, ni en la sobrevida de la Revolución cubana, también en este descarnado ukase a Twitter de la Secretaría de Estado norteamericana.
Y como mismo los humildes que luchan por un mundo mejor, por el progreso y la justicia, en contra del imperio y sus políticas hegemónicas y neoliberales forman en un mismo bando, también lo hacen los señoritos que no creen en su pueblo ni en su patria, los sietemesinos a los que Martí hacía referencia, hayan nacido o vivan donde vivan. Bajo ese prisma debe entenderse el entusiasmo ridículo de ciertos bloggers cubanos ante las fotos de las mismas multitudes a las que son alérgicos, sean iraníes o cubanas, soñándose en la pose de arrebatadas Juanas de Arco conduciéndolas por Prado o San Lázaro, por Línea o 23, embadurnadas en los colores que para entonces decrete el horóscopo imperial, o voceando las consignas que ideen para ellos los sempiternos chicos literarios de la CIA.
“¿Cómo ayudar a los twitteros iraníes?” es la receta que uno de ellos reproduce en su blog, tras alertar que “… ojo, bloggers y twitteros cubanos, que estos consejos le harán falta algún día”, como si ya la contra le hubiese expropiado a los bloggers y twitteros revolucionarios cubanos estas armas de combate cotidiano para batir, precisamente, a estos enragees a la inversa, a quienes sentados ante su computadora en Barcelona o Miami se sueñan en las barricadas de las que huyeron antes.
“¿Qué estas haciendo?” es la pregunta que los usuarios de Twitter deben responder a sus amigos y compañeros en mensajes breves, de nos mas de 140 caracteres. Imagino que sea la misma que formulen hoy a los funcionarios del imperio los manes de Theodore Roosevelt, Richard Nixon o Ronald Reagan, esos arquetipos imperiales yanquis, o los de Albert Wolsthetter, aquel gurú de las estrategias geopolíticas neoconservadoras seguidas por George W. Bush al pie de la letra, asomados a lo que acontece con este sistema, tan celosamente promovido por ellos, y hoy en franca bancarrota.
De algo si estoy seguro: la respuesta rebasaría los 140 caracteres de Twitter.
(Tomado de Cubarte)
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