Los hechos son tan testarudos que acaban por aparecer de improviso en declarantes poco dados a los reconocimientos. Los enemigos ideológicos buscan la manera de incorporarlos a su discurso, para invertir el significado de lo ya inocultable, pero fracasan. En cierta ocasión, el señor Montaner se preguntaba cómo era posible que Cuba tuviese más médicos per cápita que España, y aseguraba que el pequeño estado bloqueado había invertido en medicina más que el total de lo aportado por Estados Unidos durante el muy promocionado Plan Marshall de los años cincuenta del siglo pasado. Su afirmación, claro, no era un elogio, aunque lo pareciera: Montaner trataba de decir que aquello era un disparate (según las reglas del libre mercado). Hace apenas unos meses, sin duda impresionado por el reclamo casi unánime de los gobiernos latinoamericanos para que finalizara el bloqueo estadounidense a Cuba, el presidente Obama confesó que la política cubana de enviar médicos a los países que lo necesitaban debía ser imitada por su país. Ayer, el inefable Oppenheimer, acaba de ponerle la tapa al pomo, como decimos en Cuba, al traer a debate unas sorprendentes cuentas: según él, Cuba ya es el destino principal de los estudiantes universitarios de cuatro países latinoamericanos (Bolivia, Paraguay, Uruguay y Nicaragua) y el segundo destino de otros seis (Venezuela, Panamá, Honduras, Guatemala, El Salvador y Costa Rica). Estamos hablando de cifras netas, no de comparaciones según el per cápita poblacional, entre Cuba –país pobre, bloqueado, de 11 millones de habitantes--, y Estados Unidos, primera economía mundial de más de 200 millones de habitantes. Otro dato de esa desconcertante comparación es que Cuba ofrece becas a la mayor parte de esos estudiantes –entre los cuales hay norteamericanos de barrios pobres--, mientras que, del total de estudiantes extranjeros en Estados Unidos, según el propio Oppenheimer, solo el 0, 5 % recibe ayuda del gobierno. El activo defensor chileno del imperio recomienda finalmente a Obama un drástico aumento de las becas a estudiantes extranjeros, “porque es una inversión que reditúa dividendos a largo plazo”, dice. Parece que se ha puesto de moda en Estados Unidos imitar a Cuba. Espero (es una frase retórica, lamentablemente nada espero) que los dividendos de los que habla sean los del honor y el cariño, y no los del chantaje y la subordinación. Pero el gran asesor tiene un instante de lucidez, y agrega: “es difícil pedirle a los contribuyentes norteamericanos pagar los estudios de jóvenes extranjeros en un momento de crisis, cuando hay muchos estudiantes estadounidenses que no pueden pagar sus propios aranceles educativos”.
lunes, 15 de junio de 2009
Las comparaciones de Oppenheimer
E.U.G.
Los hechos son tan testarudos que acaban por aparecer de improviso en declarantes poco dados a los reconocimientos. Los enemigos ideológicos buscan la manera de incorporarlos a su discurso, para invertir el significado de lo ya inocultable, pero fracasan. En cierta ocasión, el señor Montaner se preguntaba cómo era posible que Cuba tuviese más médicos per cápita que España, y aseguraba que el pequeño estado bloqueado había invertido en medicina más que el total de lo aportado por Estados Unidos durante el muy promocionado Plan Marshall de los años cincuenta del siglo pasado. Su afirmación, claro, no era un elogio, aunque lo pareciera: Montaner trataba de decir que aquello era un disparate (según las reglas del libre mercado). Hace apenas unos meses, sin duda impresionado por el reclamo casi unánime de los gobiernos latinoamericanos para que finalizara el bloqueo estadounidense a Cuba, el presidente Obama confesó que la política cubana de enviar médicos a los países que lo necesitaban debía ser imitada por su país. Ayer, el inefable Oppenheimer, acaba de ponerle la tapa al pomo, como decimos en Cuba, al traer a debate unas sorprendentes cuentas: según él, Cuba ya es el destino principal de los estudiantes universitarios de cuatro países latinoamericanos (Bolivia, Paraguay, Uruguay y Nicaragua) y el segundo destino de otros seis (Venezuela, Panamá, Honduras, Guatemala, El Salvador y Costa Rica). Estamos hablando de cifras netas, no de comparaciones según el per cápita poblacional, entre Cuba –país pobre, bloqueado, de 11 millones de habitantes--, y Estados Unidos, primera economía mundial de más de 200 millones de habitantes. Otro dato de esa desconcertante comparación es que Cuba ofrece becas a la mayor parte de esos estudiantes –entre los cuales hay norteamericanos de barrios pobres--, mientras que, del total de estudiantes extranjeros en Estados Unidos, según el propio Oppenheimer, solo el 0, 5 % recibe ayuda del gobierno. El activo defensor chileno del imperio recomienda finalmente a Obama un drástico aumento de las becas a estudiantes extranjeros, “porque es una inversión que reditúa dividendos a largo plazo”, dice. Parece que se ha puesto de moda en Estados Unidos imitar a Cuba. Espero (es una frase retórica, lamentablemente nada espero) que los dividendos de los que habla sean los del honor y el cariño, y no los del chantaje y la subordinación. Pero el gran asesor tiene un instante de lucidez, y agrega: “es difícil pedirle a los contribuyentes norteamericanos pagar los estudios de jóvenes extranjeros en un momento de crisis, cuando hay muchos estudiantes estadounidenses que no pueden pagar sus propios aranceles educativos”.
Los hechos son tan testarudos que acaban por aparecer de improviso en declarantes poco dados a los reconocimientos. Los enemigos ideológicos buscan la manera de incorporarlos a su discurso, para invertir el significado de lo ya inocultable, pero fracasan. En cierta ocasión, el señor Montaner se preguntaba cómo era posible que Cuba tuviese más médicos per cápita que España, y aseguraba que el pequeño estado bloqueado había invertido en medicina más que el total de lo aportado por Estados Unidos durante el muy promocionado Plan Marshall de los años cincuenta del siglo pasado. Su afirmación, claro, no era un elogio, aunque lo pareciera: Montaner trataba de decir que aquello era un disparate (según las reglas del libre mercado). Hace apenas unos meses, sin duda impresionado por el reclamo casi unánime de los gobiernos latinoamericanos para que finalizara el bloqueo estadounidense a Cuba, el presidente Obama confesó que la política cubana de enviar médicos a los países que lo necesitaban debía ser imitada por su país. Ayer, el inefable Oppenheimer, acaba de ponerle la tapa al pomo, como decimos en Cuba, al traer a debate unas sorprendentes cuentas: según él, Cuba ya es el destino principal de los estudiantes universitarios de cuatro países latinoamericanos (Bolivia, Paraguay, Uruguay y Nicaragua) y el segundo destino de otros seis (Venezuela, Panamá, Honduras, Guatemala, El Salvador y Costa Rica). Estamos hablando de cifras netas, no de comparaciones según el per cápita poblacional, entre Cuba –país pobre, bloqueado, de 11 millones de habitantes--, y Estados Unidos, primera economía mundial de más de 200 millones de habitantes. Otro dato de esa desconcertante comparación es que Cuba ofrece becas a la mayor parte de esos estudiantes –entre los cuales hay norteamericanos de barrios pobres--, mientras que, del total de estudiantes extranjeros en Estados Unidos, según el propio Oppenheimer, solo el 0, 5 % recibe ayuda del gobierno. El activo defensor chileno del imperio recomienda finalmente a Obama un drástico aumento de las becas a estudiantes extranjeros, “porque es una inversión que reditúa dividendos a largo plazo”, dice. Parece que se ha puesto de moda en Estados Unidos imitar a Cuba. Espero (es una frase retórica, lamentablemente nada espero) que los dividendos de los que habla sean los del honor y el cariño, y no los del chantaje y la subordinación. Pero el gran asesor tiene un instante de lucidez, y agrega: “es difícil pedirle a los contribuyentes norteamericanos pagar los estudios de jóvenes extranjeros en un momento de crisis, cuando hay muchos estudiantes estadounidenses que no pueden pagar sus propios aranceles educativos”.
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