lunes, 30 de agosto de 2010

Servir ¿es un placer?

Enrique Ubieta Gómez
Tomado de La Calle del Medio 28
Comentamos a menudo sobre la ineficiencia de los servicios en el país. Me refiero a una amplia gama de puestos de trabajo, de menor o de alta especialización, cuyo contenido puede concentrarse en un verbo: servir. Se trata lo mismo del servicio gastronómico, del bancario, que del médico-hospitalario; de un vendedor, de un taxista, de un recepcionista o de un oficinista que debe poner un par de cuños. De alguna manera, todos los trabajadores prestamos un servicio a la sociedad, directo o indirecto. Pero al hablar de la esfera de los servicios nos referimos a quienes tienen como principal función la de satisfacer de forma directa una específica demanda del usuario (cliente, paciente, etc.). Y esa inconformidad que sentimos, por lo general, no se relaciona con alguna carencia material (que las hay), sino con las culturales. En el capitalismo, los servicios no especializados son prestados generalmente por personas de pocos recursos a personas de mayores recursos; y los especializados –que dispensan personas provenientes de las clases medias o altas o que aspiran a integrarlas--, se ofrecen con displicencia, porque el puesto que se ocupa es frágil y existen muchos otros pretendientes en espera de él. La Revolución igualó a todos los ciudadanos, desde la perspectiva moral y desde la jurídica. Y deslegitimó la servidumbre capitalista, de la que emana el concepto de sirviente (asociado en las urbes modernas al trabajo doméstico que realizan fundamentalmente las mujeres pobres o inmigrantes, casi inexistente durante muchos años en la sociedad cubana); la Revolución colocó pues la dignidad humana en primer plano, y los cubanos de hoy suelen ser muy sensibles ante todo lo que la afecte. Somos serviciales, solidarios –de forma espontánea, porque es un acto libre--, pero no aceptamos la servidumbre, ni el servilismo. Creo percibir en ello el origen de una colosal confusión: cuando una persona ocupa un puesto de trabajo cuya función es servir, y cobra por ello un salario –mayor o menor, no importa--, debe despojarse de todo falso sentido de igualitarismo. No son iguales el que sirve (y cobra por ello), que el servido (que es quien paga, sea directamente al servidor o a la empresa), no en un sentido ciudadano, sino en el inmediato de sus roles sociales. Si alguien no puede afectarse en la relación servidor – servido es este último. Es común en nuestra sociedad que el servidor le comente al servido su cansancio, su hastío, su falta real o no de condiciones, cuando –más allá de cualquier relación de amistad o de camaradería posibles--, el servido no solo es ajeno a esos problemas y debe mantenerse ajeno, sino que el servidor no tiene derecho a alegarlos como premisa para el maltrato. En ocasiones, se organizan festejos propios de fechas socialmente significativas –día de las madres, día del bancario o de cualquier otra profesión, etc.--, en horarios de servicio, y el usuario encuentra un letrero que justifica el cierre en la puerta del establecimiento, como si con la explicación quedara zanjado el problema. El servidor no tiene derecho a festejar si con ello afecta al servido, y debe hacerlo en horario extralaboral. A veces, el fumigador –otro ejemplo tomado de nuestra cotidianidad--, acuerda con el administrador de un establecimiento de servicios el cierre por fumigación una o dos horas antes del fin de la jornada laboral, un pacto mutuamente beneficioso, pero ello también es inaceptable. Como inadmisible es la inactividad en el servicio durante un largo cambio de turno. Al cliente o usuario no le interesa cómo harán los empleados para cambiar el turno sin afectar el servicio, pero así debe hacerse. La sociedad cubana tiene que reorganizarse no a favor del que sirve, sino a favor del que recibe el servicio, que a la larga somos todos, porque el que sirve también es un receptor de múltiples servicios. Hay otro aspecto que tiene que ver con la educación formal, y con la cultura de los servicios. Y es el buen trato. Ser amable, respetuoso, colaborador; responder al cliente o al usuario con un “que tu quieres mamita”, o “dime mi china”, no es amabilidad ¡por favor!, es falta de respeto. Servir no es vender un producto, es satisfacer al usuario. Un servicio de excelencia significa que la persona que nos atiende disfruta (así lo sentimos) el acto de complacernos. Está mal que un cliente que paga sea majadero, pero es inconcebible que el dependiente que cobra lo sea. El cliente no debe esperar a que el dependiente termine una animada conversación con un amigo(a), para ser atendido. O que los trabajadores de un establecimiento se refugien en las funciones parceladas de cada uno, para que frente a una larga cola que espera, dos o más empleados se paseen sin contenido (o con un contenido aparente o postergable) de un lugar a otro, ajenos e imperturbables. La razón de tales absurdos no es monetaria, es cultural. He visto maltratos semejantes en lujosos hoteles, o en tiendas, donde el que sirve percibe salarios y propinas que de conjunto superan con creces a la media nacional.
Servir debe ser un placer, mucho más en una sociedad socialista, en la que todos disfrutamos de iguales oportunidades.

jueves, 26 de agosto de 2010

Concierto homenaje a Michael Jackson en La Habana.

10kbzas me envía las fotos de un reciente concierto homenaje a Michael Jackson en La Habana, con músicos de diferentes tendencias artísticas, todos muy populares entre los jóvenes cubanos. Aprovecho para re-enlazar, junto a las fotos, un viejo artículo publicado originalmente en este blog (uno de los más visitados por lectores ocasionales), en los días posteriores a su inesperada muerte:

lunes, 23 de agosto de 2010

Crónica por el 50 aniversario de la FMC. Mi compañera de viaje.

Mabel Pérez Quintana
Compartimos el asiento del ómnibus que nos devuelve a casa tras cumplir la jornada laboral. El halago a su peinado fueron mis primeras palabras al acercarse. “Esa es mi mayor distracción. El trabajo me trae un poco estresada en estos días y, para relajarme, improviso ante el espejo.” A las cinco y cuarenta y cinco de la tarde, lucía resplandeciente, a pesar de las horas que nos separaban del habitual arreglo matutino.
Ya le había respondido sobre mi salud, cuando la guagua enrumbó por la avenida Paseo. A partir de ese momento limité el rol conversacional a escuchar y asentir con la cabeza. ¿Cómo no abstraerse ante el verbo de una mujer –madre, ingeniera, esposa, amiga, compañera, artesana del hogar– cuando comparte sus vivencias?
Narraba los artificios realizados para alertar al colectivo de compañeros sobre la propagación de un nuevo virus informático “que no ve el antivirus Kaspersky y hay que eliminar con el NOD32” cuando la distrajo la oferta de productos en el agromercado de Cuatro Caminos. “¡Hay malanga!, con la falta que me hace. Ojala pudiera hacer una parada para comprar plátano burro.”
Los barcos anclados en el puerto de La Habana, le recordaron a su hija. Como si cualquier pasaje (o paisaje) no le devolviera la imagen de su “niña que está cumpliendo misión en Venezuela”. Me comentó que la red social Facebook le permite, Internet por medio, continuar la preparación ideológica de la joven y actualizarla sobre los acontecimientos de la isla. La responsabilidad de ser madre no conoce fronteras geográficas ni temporales.
Y fue en este punto del “diálogo” donde la lógica de pensamiento enlazó el deber de madre con el compromiso social, el amor filial con la solidaridad revolucionaria. “La adolescencia es una edad muy difícil”; sentenció, para encauzar el tema que le embargaba.
“Tengo una vecina que va por mal camino. Hace sólo un año llevaba uniforme amarillo y ahora está en la calle: no quiere estudiar. La madre dice que no puede ocuparse de ella”. Cuando salimos del túnel que atraviesa la bahía, volteó el rostro al horizonte para ocultar la mirada húmeda; pero enseguida se compuso y respondió a sí misma: “Por la Federación me encargaron atenderla. Ya fui a su casa y hablamos. Estoy buscando trabajo para incitarla a que empiece. Esa niña no será la primera ni la última adolescente que yo integre a la sociedad”.
Luego de un silencio, abandonó el asiento y se dirigió a la puerta de salida: se aproximaba la parada de la Villa Panamericana. Iría a la bodega antes de llegar a su casa, donde esperaba el fogón, la ropa por planchar…la rutina de toda mujer cubana: madre, obrera, esposa, amiga, compañera, artesana del hogar y federada.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Dos mundos, dos éticas: individualismo vs. solidaridad.

Enrique Ubieta Gómez
Recuerdo que fue la conductora del programa de CNN + la que me lanzó la pregunta tramposa: pero los seres humanos, ¿no somos los mismos en todas partes? No se refería, claro, a sentimientos universales, como el amor o el odio, sino a la manera de entender conceptos sociales, indiscutiblemente históricos, como el de libertad. Hablábamos sin embargo de proyectos de vida esencialmente opuestos: los que sustentan al capitalismo, y al socialismo (al menos, como ideal). En el debate que sostuvimos en el programa 59 Segundos de la Televisión Española, el representante del PSOE, ante a la evidencia de que por iguales delitos –recepción de dinero de un país extranjero para la subversión interna, sea o no pacífica--, la justicia española prevé sanciones incluso mayores que las cubanas, se refugió en un argumento que cercenaba toda posibilidad de discusión: “pero Cuba no es un estado de derecho”. La frase, no obstante, puede aceptarse con una adición que modifica su significado: Cuba no es un estado de derecho burgués (pero sí es un estado de derecho). La relación entre los valores –siempre históricos--, socialmente aceptados y la jurisprudencia es obvia: las leyes de un país refrendan sus códigos morales, o son letra muerta.
Acudo a estos ejemplos, para explicar la sordera y la ceguera programáticas de las trasnacionales de prensa (y de los políticos del sistema, rosados, verdes o azules) en torno a cualquier alternativa de organización social: el capitalismo no acepta la existencia de otras formas de vida, a no ser como manifestación de barbarie (o como ilegalidad). La no aceptación es parte de su instinto de sobrevivencia. En muchos países donde existe colaboración médica cubana, el Colegio Médico local (organización gremial) la considera ilegal. ¿Por qué? Los cubanos van a las zonas más apartadas y/o peligrosas, no cobran más que un estipendio mínimo, conviven con los pobladores más pobres y comparten sus condiciones de vida. Absolutamente subversivo. Lo que para cualquier observador imparcial y sobre todo, para los pobladores beneficiados, es un derecho y un acto de solidaridad elemental, aparece como ruptura de la “legalidad” capitalista.
El pasado 16 de agosto The Wall Street Journal, en un artículo de María C. Werlau titulado “El programa cubano de médicos por dinero”, acusa a Cuba de explotar a sus profesionales de la salud. La acusación que formula parece inaudita, pero es coherente con una legalidad (y una moral) que prioriza el enriquecimiento del médico –su interés exclusivo como individuo--, por sobre la necesidad del paciente, es decir, a costa del interés colectivo. Prioridad que es inherente a un sistema que estimula, como motor impulsor, el más descarnado individualismo. La autora considera que el internacionalista cubano es obligado “a trabajar jornadas extremadamente largas en zonas peligrosas, incluidas áreas urbanas con altos índices de crimen y en la selva”. Y no recibe a cambio el salario que los médicos locales exigirían. Es, consecuentemente, un “esclavo moderno”. Werlau evalúa el comportamiento de un internacionalista según las reglas convenidas para un médico del sistema: la ruptura de esas reglas es explicada –solo puede explicarse--, en términos de desvío delictivo. El internacionalismo, la solidaridad, son crímenes, porque atentan contra la ética del individualismo. Werlau no puede (ni quiere, desde luego) situarse en la piel de un internacionalista; no concibe otra motivación humana que no sea el dinero, ni cree que el humanismo pueda convertirse en meta de realización personal. Cita el testimonio de médicos que han desertado bajo el influjo de una campaña mediática –y facilidades excepcionales para la emigración y el asentamiento en Estados Unidos--, diseñada para incitar en ellos los valores del individualismo. Aunque maneja una cifra (no me tomo el trabajo de verificarla) de 1 500 desertores, unos párrafos antes afirma que Cuba mantuvo en el exterior durante el pasado año un total de 38 544 profesionales de la salud. Es una cifra irrisoria, si tomamos en cuenta que los valores del individualismo son predominantes en los países donde los cubanos prestan esos servicios.
Ayer, Fidel recibió a la brigada médica que censaba y atendía en Bolivia a personas discapacitadas de escasos recursos, que llegaba a Cuba para unas breves vacaciones. Y explicaba en su mensaje de bienvenida algo que las corporaciones de prensa y los políticos del capitalismo nunca podrían aceptar, porque estarían de hecho aceptando la posibilidad y la necesidad de un mundo mejor, necesariamente anticapitalista: “Las personas que ustedes atienden, portadores de una gama de sufrimientos, los retribuyen a ustedes con la felicidad de hacer el bien, algo que no se compra con todo el oro del mundo. Ello demuestra que el ser humano, por encima de sus instintos, es capaz de convertirse en símbolo de la generosidad y el bien.
Nadie podría explicarse de otra forma el incansable batallar de ustedes, enfrentándose al calor, la lluvia y los peligros; atravesando bosques y pantanos; desafiando el frío y las nieves de empinadas montañas, para ayudar a esos seres que no podrían prescindir de ustedes, como hoy ustedes no pueden prescindir ya de ellos”.
Dentro de dos semanas esos internacionalistas viajarán a Ecuador para continuar el trabajo que realizaron en Venezuela y en Bolivia. Pero The Wall Street Journal y la Werlau seguirán sin ver, sin escuchar, sin entender.
Ver: Fidel y la brigada Moto Méndez: "la felicidad de hacer el bien"

José Martí: otra vez la lidia de los cascos y los lirios.


Ésa es la lidia humana: la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!”
José Martí
Carlos Rodríguez Almaguer
Por estos días, como parada al borde del abismo, nuestra aturdida Humanidad escucha en lontananza otra vez los atronadores tambores de la que acaso sea la última guerra de esta “civilización” suicida y desquiciada. De nuevo los vientos de tragedia recorren los confines de la Tierra y la amenazan, esta vez de muerte. Desbordadas más allá de todo cauce, la ambición y la soberbia cabalgan, como jinetes del viejo Apocalipsis, enrareciendo el aire de la Vida.
Y recuerdo a Martí cuando al hacerse inevitable la nueva guerra entre mexicanos, fruto al mismo tiempo de la ambición de un caudillo puntilloso y de la ambigüedad de un gobierno que no supo cumplir los altos destinos que le habían sido marcados por la herencia recibida del Indio Benemérito, lamenta en su corazón americano la tristeza de un hecho universal: Otra vez “los pensamientos de los hombres morirán bajo los cascos de los caballos.”
Pero nada hay inevitable bajo la luz del Sol, en lo que toca a los Humanos, cuando la Buena Voluntad que anida en el fondo de todo corazón hace valer su descomunal fuerza; nada es superior al Bien cuando se ejerce vigorosamente por un mundo de personas decididas a no permitir que el egoísmo y la prepotencia, ayudados por la desidia y la apatía, asesinen tanto sueño inconcluso. Ninguna causa puede proclamarse ni justa ni suprema cuando su defensa entraña la destrucción de todo lo que se ha construido hasta hoy y que no es más que el testamento cotidiano de nuestra propia especie en su tránsito desde la fiera al Hombre.
Ya el ser humano cometió el delito de utilizar el conocimiento acumulado y convertirlo, en lugar de en medios para mejorar la vida, en armas para causar la muerte; pero aún le queda al Hombre una oportunidad para impedir que ese delito se convierta en crimen: le es regalada la posibilidad de no usarlas. Si la voluntad no manda el dedo no aprieta el gatillo y entonces, ¡milagro!: El arma no dispara: nadie muere: nadie llora: nadie odia: nadie piensa en venganza: ya no será el diario vivir del matador un sobresalto. Pareciera demasiado ingenuo este razonamiento, sin embargo, así de simple puede ser la solución de este momento indiscutiblemente triste y solo complejo por lo que tiene de soberbia el alma humana y de endeble y voluble su voluntad.
Martí nos enseñó que “Hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí y son, sin embargo, la clave de la paz pública, la elevación espiritual y la grandeza patria.” Y de esas se desprende la sencilla verdad de que, mientras dure la amenaza terrible, la causa suprema de la Raza de los Hombres es evitar la guerra asoladora que lo deshonrará como especie ante la imagen triste de la Madre Naturaleza a la que le debemos todo y a quien tanto daño hacemos con nuestra pequeñeces y miserias.
No es posible que la vertiginosa desbandada de esta época, convulsa y artificiosa, nos haya atolondrado hasta tal punto que nos lleve a pensar que no hay nada que hacer para impedir el hecho abominable y bochornoso de la guerra nuclear. Ningún esfuerzo es desdeñable, ni ninguna idea inútil, cuando se trata de iluminar el alma oscura, u oscurecida, de aquellos que tienen es sus manos el enorme poder de destruir o de salvar al mundo, de hacerle o evitarle un gran perjuicio, “todo al fuego, hasta el arte, para alimentar la hoguera”, como aconsejaba Martí.
Nada excusará jamás a los culpables del probable y evitable cataclismo. Ningún argumento será lo suficientemente válido como para justificar el holocausto. Ninguna causa, ninguna religión, ningún sistema político o económico, ninguna filosofía, ninguna ética está, ni puede estar, por encima de la elemental obligación de respetar y proteger la vida de nuestra Madre Tierra y, como parte de ella, también la vida humana.
Nada es hoy más importante, como ha dicho Fidel, que evitar la guerra. Acaso con el esfuerzo de todos lo logremos; pero después de la terrible noche, cuando el Sol lance otra vez su luz sobre la asustadiza especie de los Hombres, aún pesará sobre los cascos prepotentes, la imperdonable culpa de haber obligado a un lirio a usar espinas.

viernes, 13 de agosto de 2010

Martí vive en Fidel.

Elier Ramírez Cañedo
“Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro”, con esta frase electrizante, Fidel le hizo saber a los jueces que le juzgaban por haber dirigido las acciones del 26 de julio de 1953, que José Martí era el verdadero autor intelectual de aquellos hechos, y que su generación, no permitiría que el Apóstol muriera en el año de su centenario, y que de ser preciso, ofrendarían sus vidas él y todos sus compañeros de lucha en magnífico desagravio junto a la tumba de Martí.
Fidel se impregnó desde joven de las ideas marxistas, pero antes de eso, ya era un profundo martiano. “Yo, antes de ser comunista utópico o marxista, soy martiano; lo voy siendo desde el bachillerato: no debo olvidar la atracción enorme del pensamiento de Martí sobre todos nosotros, la admiración por Martí”, expresó el líder de la Revolución Cubana en 1985 a Frei Betto. De esa amalgama de ideas revolucionarias –martianas y marxistas- floreció en Fidel uno de los pensamientos más genuinos, progresistas y antidogmáticos, que ha conocido la historia de la humanidad en el siglo XX y lo que va del XXI.
El profundo conocimiento de las ideas y el proyecto revolucionario de José Martí, permitieron a Fidel comprender con agudeza la realidad cubana y latinoamericana, y elaborar su propio programa de lucha, afín con el contexto que le tocó vivir. Las ideas martianas lo hicieron más antiimperialista, más latinoamericanista, más humano, más justo y más revolucionario. Pero lo hicieron también entender, que hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, pues de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.
Pero la influencia de José Martí en el ideario de Fidel, no solo ha sido ostensible en su pensamiento, sino en su praxis revolucionaria. Esto se hace notorio cuando vemos su rechazo a cuanto signifique evadir el cumplimiento del deber, su entrega total a la causa revolucionaria de Cuba y de los pueblos del mundo, su completo desprendimiento de cualquier ambición personal, excepto la de conquistar toda la justicia para su pueblo y la humanidad toda, la conjugación en su persona de la más grandes cualidades de un ser humano con una natural sencillez.
Fidel se nos asemeja a Martí cuando percibimos su inmensa capacidad como estadista político, su destreza en hacer en cada momento y en cada lugar lo más oportuno, sin adelantarse ni quedarse por detrás de lo que permite la conciencia política de las masas, su total comprensión de que en la unidad está la fuerza, su convicción profunda de que trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras, su capacidad de convertir los reveses en victorias, su habilidad como educador político, su colosal cultura, su optimismo en la victoria, su visión universal, su humanismo, su compañerismo, su ética, su sensibilidad, su visión aguda de los males del capitalismo y su profunda vocación social.
Fidel, al igual que Martí, se levanta por sobre los hombros de sus semejantes, observa el horizonte, nos dice hacia donde vamos, que escollos y peligros nos acechan, y cual es el camino más idóneo que debemos seguir.

jueves, 12 de agosto de 2010

Javi Couso nos acompaña en la Peña del Fide, durante el homenaje a Fidel.


E. U. G.
Fotos: Sheyla Valladares.
Ayer en la tarde-noche nos reunimos (una vez más) algunos amigos y visitantes queridos en la Peña de Fidelito, en los antiguos estudios de la EGREM, en Centro Habana. Los anfitriones son Fidelito, trovador trovadicto y director del Caimán Barbudo, y su inseparable, noble y bien plantado Sancho, Bladimir Zamora (a veces también Quijote), uno de los iconos de la revista cultural, poeta y crítico musical. Pues el ambiente es sabroso: allí cantan todos los trovadores que de casualidad o de a propósito lleguen, viejos o jóvenes o sin edad, en cualquier formato, y pueden aparecer poemas en la voz de Bladimir o repentistas recién llegados a La Habana. Se presenta cada nuevo número del Caimán o de La Calle del Medio, y a veces, hasta las más recientes producciones discográficas de la EGREM. Usted se sienta a tomar unos roncitos o unas cervecitas, y a gozar de la buena música en un ambiente bohemio vivo, para nada contaminado de poses turísticas.
Ayer se dedicó la tarde a homenajear a Fidel en su cumpleaños. El invitado especial fue el español Javier Couso, hermano del periodista asesinado por las tropas estadounidenses en Bagdad. Su presencia en La Habana tiene razones familiares, pero es inevitablemente simbólica: Bagdad es un espejo moderado de lo que podría ser el Planeta, en una posible guerra nuclear. Javi, como lo llaman sus amigos, pelea contra la impunidad asesina del ejército imperial, mientras Fidel no se cansa de advertir sobre las consecuencias que tendría una decisión equivocada del emperador. Pero la tarde era de cumpleaños. Celebrábamos además la reciente rapertura del caso en los tribunales españoles (el acusado es el gobierno norteamericano). Y nos acompañaban la fotógrafa española Marta, de Estrella Roja, el escritor Jorge Ángel Hernández (recientemente víctima de una acción terrorista de El País, órgano de la corporación PRISA), y los trovadores Silvio Alejandro y Ray Fernández, entre otros. También, los excelentes guitarristas Rodney Howard y Tony Carrera. En fin, aquí les dejo algunas fotos. Pueden ver el álbum completo de lo sucedido en mi página de Facebook.





lunes, 9 de agosto de 2010

Fidel: las viejas y las nuevas armas.

Enrique Ubieta Gómez
Es grave su reflexión, como su mirada. La foto de Roberto Chile muestra en close-up a un anciano guerrero que mira fijamente a su interlocutor. La fuerza de esa mirada es la de los argumentos. Fidel Castro es entrevistado por cuatro destacados periodistas venezolanos. Habla de la Península coreana y del Medio Oriente, pero es a propósito de Colombia, el estado intervenido, que formula una conclusión quizás de partida: “Teníamos la razón en desear la justicia y también, la paz. Y éramos partidarios de la lucha. Porque si usted no puede obtener la justicia por otras vías, tiene que ir a la vía de las armas. Pero llega un momento en que ni el Imperio ni los revolucionarios pueden llegar a obtener sus objetivos por la vía de las armas. Miren ustedes la conclusión: Ni el Imperio, ni los revolucionarios”. Fidel, con la experiencia de sus 84 años casi cumplidos, otra vez vestido de verde olivo, advierte: en el nuevo siglo no es viable la guerra, ni la convencional, ni la de guerrillas, ni la atómica. No podría haber vencedores ni vencidos.
Es verdad que su afirmación encaja en un contexto muy específico: la guerra total colombiana, en la que intervienen guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, militares colombianos y estadounidenses. La guerra como estrategia de colonización militar imperialista, y como forma de control regional. Pero la conclusión trasciende el escenario. Doce años antes, el 23 de junio de 1998, había dicho: “Hoy ya la cosa es de otro carácter, es mundial, es la fuerza del pueblo, la educación, la conciencia; las masas, con un creciente poder, son las que tendrán que resolver estos problemas. (...) Serán otras tácticas, ya no será la táctica al estilo bolchevique, ni siquiera al estilo nuestro, porque pertenecieron a un mundo diferente. Serán otros caminos y otras vías por los cuales se irán creando las condiciones para que ese mundo global se transforme en otro mundo. Yo no concibo otra globalización que no sea la globalización socialista”. Unos meses después, llegarían los nuevos guerrilleros del siglo XXI a Centroamérica y Haití: médicos, enfermeros y técnicos de la salud, que traerían vida en lugar de muerte, que no se inmiscuirían en discusiones políticas, pero cuya sola presencia y actuación terminarían siendo subversivas. Médicos, no para exponer ideas, sino para aplicarlas. Ideas personificadas que salvaban vidas. Ideas que no podían ser calumniadas, porque se manifestaban en hechos. Los pueblos centroamericano y haitiano, y los de otras naciones latinoamericanas, africanas, asiáticas –a donde irían las guerrillas de la salud--, redefinirían en cada médico cubano a la Revolución. Y cada médico se redefiniría a sí mismo en su misión como revolucionario. Magnífica y silenciosa guerrilla que evadía las trampas retóricas de las corporaciones de prensa, y anotaba el gol de las ideas.
En América Latina las estructuras reproductoras del sistema capitalista se agrietaron y las nuevas ideas encarnaron en gobiernos elegidos por el pueblo. Quizás porque carece de argumentos, el imperialismo se aferra en cambio al uso de la fuerza, pero cada guerra que comienza se empantana en la resistencia popular. ¿De qué valen tantas armas acumuladas, tanta inteligencia desperdiciada en sofisticadas maneras de matar, si la fuerza es inviable, si los medios al servicio de la fuerza se desacreditan en la retórica porque ignoran los hechos?, ¿si el mundo en el que vivimos se cae a pedazos? Doce años después, hay decenas de miles de médicos-ideas en muchos países del mundo, cubanos, y venezolanos, nicaragüenses, bolivianos, haitianos, que se formaron en Cuba; también hay decenas de miles de soldados norteamericanos que tratan infructuosamente de vencer a los hombres y mujeres ideas. El peligro sin embargo es el Holocausto, no el metódico y “racional” de los nazis, sino uno más devastador e irracional: el nuclear. Fidel lo ha percibido con claridad, y hace un alto en su obsesión de construir un mundo más justo, para alertar del peligro a sus enemigos. Una alerta que a todos concierne: a ricos y a pobres, a revolucionarios y a contrarrevolucionarios, porque todos navegamos en el mismo Planeta.
Las preguntas que nos dejó Fidel el sábado, desde la tribuna de la Asamblea Nacional, expresan el dramatismo de la situación: el imperialismo, por su naturaleza social depredadora, no cede, pero los seres humanos concretos pueden impedir su vocación suicida. La Humanidad ha llegado al borde del abismo: o reordena su estilo de vida o se despeña. O cesa de guerrear, y construye un nuevo orden internacional, o hallará la muerte. Obama puede ser persuadido de no iniciar la guerra, repite el líder guerrillero, porque no es un asesino: no es un cínico como Nixon, un ignorante como Reagan o un imbécil loco como W. Bush; no es un Nerón capaz de incendiar el mundo.
Entonces Fidel retoma su concepto de siembra de ideas, de formación de conciencias: “¿Cuales son las armas ahora para hacer Revolución? –pregunta a los periodistas venezolanos y responde:-- Divulgar la realidad de lo que va a ocurrir. Ustedes tienen armas nucleares ideológicas (la comunicación con el mundo), y si ganan esta batalla habrán derrotado al régimen y no harán falta Revoluciones”. Pongámonos la improvisada armadura, saltemos sobre Rocinante, y de adarga, empuñemos la pluma, al menos de forma simbólica, porque son tiempos de computadoras, de batallas virtuales. Fidel, el viejo y siempre joven guerrillero, vestido de verde olivo, mira fijamente a sus interlocutores, como si hubiese visto un futuro horrible que la acción inmediata de los pueblos puede cambiar.

sábado, 7 de agosto de 2010

Fidel, Obama y la guerra que no debe hacerse.

Enrique Ubieta Gómez
Los medios corporativos del gran capital repiten como si fuese una verdad consabida: “los revolucionarios son violentos” y los que abogan por mantener el status quo –es decir, los capitalistas--, “son tolerantes”, y están en disposición de estrechar la mano del adversario. Como que aquellos suelen ser o representar a los poderosos, el concepto de “paz” es reducido a la aceptación por el oprimido de su condición, y en caso extremo, a la búsqueda de formas menos evidentes o más eficaces de explotación. ¿Sería capaz el capitalismo –su expresión más radical: el imperialismo--, de actuar en el bien de la Humanidad, de trascenderse a sí mismo? Hoy asistí a un acontecimiento trascendental: el revolucionario vivo más emblemático del siglo XX e inicios del XXI –un hombre que dentro de unos días cumplirá 84 lúcidos años--, alertaba sobre el peligro de una nueva guerra mundial, explicaba las consecuencias tremendas que tendría la conflagración, esta vez casi inevitablemente nuclear y se dirigía al Presidente del estado imperialista más poderoso del siglo XX e inicios del XXI, con la esperanza de que entendiera a tiempo la responsabilidad que asumía si ordenaba su inicio: “Quiso el azar que, en ese instante preciso, el Presidente de Estados Unidos sea un descendiente de africano y de blanco, de mahometano y cristiano. ¡No la dará!, si se logra que tome conciencia de ello. Es lo que estamos haciendo aquí”.
El revolucionario Fidel no intervenía esta vez a favor de su país, ni siquiera de su región –no directamente involucrada--, sino de la Humanidad, hablaba como ciudadano del mundo: la guerra acabaría incluso con el bienestar de los ricos. La civilización que compartimos todos, ricos y pobres, opresores y oprimidos, podría quebrarse. Lo hacía un día después de conmemorarse el aniversario 65 del lanzamiento injustificado de la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, y trataba de convencer al presidente actual del país que había ordenado aquel acto de prepotencia y barbarie. Los resultados de una guerra nuclear hoy serían mucho más devastadores, advertía. Como apuntaba uno de los diputados en el encuentro, los jefes de estado que promueven la guerra, ostentan irónicamente el Premio Nobel de la Paz; el demandante de la paz, el revolucionario Fidel, no. Por eso sus preguntas son tan importantes: ¿cree alguien que el poderoso imperio retrocedería en la demanda de que los mercantes iraníes sean inspeccionados?; ¿cree alguien que a los iraníes –un pueblo de milenaria cultura, más relacionado con la muerte que nosotros--, le faltará el valor que hemos tenido nosotros para resistir las exigencias de Estados Unidos?; ¿tienen alguna solución para esta contradicción? Si pudiesen ser conciliadas estas preguntas –no como acto de fuerza, no como triunfo de los intereses del más fuerte--, “la población del planeta (podría) ser regulada; los recursos no renovables, preservados; el cambio climático, evitado; el trabajo útil de todos los seres humanos, garantizado; los enfermos, asistidos; los conocimientos esenciales, la cultura y la ciencia al servicio del hombre, asegurados. Los niños, los adolescentes y los jóvenes del mundo no perecerán en ese holocausto nuclear”.
La sala plenaria del Palacio de Convenciones estaba abarrotada, porque además de sus legítimos ocupantes, los convocados diputados a la Asamblea Nacional, asistían invitados, periodistas nacionales y extranjeros, y miembros del cuerpo diplomático. Cubavisión y CNN trasmitían en vivo el mensaje. TeleSur enviaba a su comentarista político más avezado. Aunque no vestía el uniforme de Comandante en jefe, Fidel usaba una camisa verde olivo: es su símbolo, el de un guerrero de las ideas que defiende una paz inclusiva. La expectación por verlo se justificó. Sin embargo, un hecho ya preocupa: CNN no quiso, no pudo, no supo trasmitir en sus cintillos el mensaje central, que era la exhortación a Obama. Hizo como si informara, y eludió cualquier alusión a la guerra que se prepara: “Castro habló de tensiones entre Estados Unidos e Irán”, dijo para no decir nada. “El ex presidente se refirió a temas internacionales”, agregó. Ciertamente, Fidel es noticia, su sola presencia. Pero la Humanidad espera que quienes toman decisiones que afectan a todos, sepan escuchar. Insistamos en repetir las advertencias de Fidel, para que lleguen a Obama.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Mensaje de Gerado Hernández.

En la mañana de hoy Adriana recibió el siguiente mensaje de Gerardo Hernández, mediante los compañeros del Comité Internacional por la Libertad de los Cinco.
Queridos hermanos:
Estas palabras espero dictarlas por teléfono, por lo que debo ser breve, y además no podré decirles todo lo que quisiera, para que no se corte la comunicación. Ayer me sacaron de “el hueco” con la misma rapidez con la que me habían metido en él. Me habían llevado supuestamente bajo investigación. Las investigaciones pueden durar 3 meses, a veces más, pero estuve allí 13 días. Como diría un conocido periodista cubano: saquen sus propias conclusiones…
Quiero expresarles mi profundo agradecimiento. Ya saben que fueron días particularmente difíciles por el exceso de calor y la falta de aire, pero ustedes fueron mi oxígeno. No encuentro mejor manera de resumir la enorme importancia de sus esfuerzos solidarios. Muchas gracias a todas las compañeras y compañeros de Cuba y del mundo que unieron sus voces para condenar mi situación. A las instituciones, organizaciones y personas de buena voluntad que, de una manera u otra, trataron de poner fin a la injusticia.
A nuestro Presidente Raúl, que tanto nos honra con su apoyo. Al Parlamento cubano y su Presidente Ricardo Alarcón, incansable luchador por la causa de los Cinco. A mis 4 hermanos, que me hicieron llegar sus mensajes de aliento, y que han sufrido y viven bajo el constante peligro de volver a sufrir similares abusos. Y por supuesto, a nuestro querido Comandante en Jefe: ¡Gracias por tanto honor! (No sé si deba decirlo, pero sólo por el privilegio de escuchar mi nombre en la voz de Fidel me dan deseos de agradecer también a los que me mandaron a “el hueco”…)
¡Gracias Comandante, por la alegría de escucharlo y verlo tan grande como siempre!
Gracias a todos por haber demostrado una vez más el poder de esa solidaridad que sin dudas también, algún día, nos hará libre.
¡La lucha continúa!
Un fuerte abrazo,
Gerardo Hernández Nordelo
Prisión Federal de Victorville, CA
Agosto 3, 2010

Pobreza y elección no están al margen de las clases sociales, menos del sistema social.

Jorge Ángel Hernández
El artículo “Sobre libertad y liberalizaciones”, de Orlando Márquez, (Palabra Nueva, Revista de la Arquidiócesis de La Habana, No. 198, julio-agosto de 2010) estuvo a punto de seguir el tobogán de la carpeta de elementos eliminados sin que le dedicara una somera lectura. Pero la conjunción de azares lo retuvo en mi buzón de correos hasta que hallara en el blog La Isla desconocida, del ensayista Enrique Ubieta, una contundente réplica. ¿Es posible que una publicación seria deje pasar afirmaciones a tal punto carentes de sustento, no ya procedente de las Ciencias Sociales, sino del conocimiento general, enciclopédico? Al leerlo, comprendo que Ubieta sólo se dedicó a revelar una arista básica del problema: su intención de recuperar la legitimación del capitalismo mediante maneras de aprehensión popular que como saber se expresan. El artículo de Márquez se enfrasca, como lo demuestra con exactitud Ubieta, en confundir. Y no sólo confunde en cuanto a su proyección ideológica, camuflada de la desideologización tópica de la vertiente posmoderna que se ha fagocitado, sino que cambia las piezas en el tablero de la historia y altera la esencia de los conocimientos.
Y aunque ello es evidente sólo con pasarle la vista, dado que la asistencia a pobres y mendigos tienen en la historia inglesa un curso ineludible, me detuve a revisar el índice y algunos subrayados de la Historia del Trabajo Social, de Ezequiel Ander-Egg, manual con varias ediciones en España, América Latina y, en específico, Cuba. Allí está todo el proceso, desde las “protoformas” hasta la década del 70 del siglo XX en nuestro continente, pasando por las obras de Juan Luis Vives, San Vicente de Paul y Mary Richmond, ninguno sospechoso de “dogmas del materialismo”.
De inmediato, y previendo que acaso un punto de vista que con tanta singularidad se presenta optara por la libre elección de no tener en cuenta semejante fuente, me fui a la Wikipedia, donde abundan los datos, explicaciones y facilitaciones de enlaces externos para saber un poco del asunto. Lo curioso es, incluso, que la mayoría de esas fuentes son raigalmente weberianas, antimarxistas, de las que hubiera podido beberse con tranquilidad científica. Obviamente, un ejercicio de esa índole hubiese mutilado la intención de trastocar los símbolos y de resignificar los hechos en un contexto más amplio del saber. Se hubiera puesto en riesgo, desde luego, el ejercicio directo de la contrapropaganda política, que no socioeconómica. Para visiones con este grado de inspección, es importante concentrarse en síntomas, no en causas, ni, mucho menos, en circunstancias concretas de la historia global.
Así que, sin salirme de las fuentes apuntadas, aunque con un inevitable fondo marxista, método básico de composición de mi propio, individual y libre punto de vista, me detuve a pergeñar al menos otra arista del caso.
En De subventione pauperum, conocido como Tratado del Socorro de los pobres, el humanista español Juan Luis Vives (1492-1540) afirma que los pobres “han de considerar que la pobreza se la envía un Dios justísimo por un oculto juicio, que aun a ellos es soberanamente provechoso, quitándoles el sebo de los vicios y dándoles ocasión para practicar más fácilmente la virtud. De modo que no solamente debe ser sobrellevada con resignación, sino abrazada con alegría, como un don de Dios. Vuélvanse al Señor, que les ha tocado con una clara prueba de su amor, pues a quien ama castiga”. Para este humanista español la causa de la pobreza se hallaba en el pecado, motivo de la inversión que, por castigo divino, la constitución humana emprendiera. No obstante, y aun para Vives en 1526, la necesaria misericordia que debía ser llevada a los pobres sobrepasaba el concepto del dinero para extenderse hasta los de consejos, presencia corporal, palabras, fuerza, trabajo y asistencia. O sea, que la ayuda a los pobres, a pesar de que eran considerados un inevitable afeamiento del ornato, respondía a una cristiana necesidad de socorrer, antes que a un libre albedrío que en potencial de libertad se ejerce.
Estaba Vives tan claro del alcance y consecuencia de las diferencias de clase, que en esa misma obra, extendiendo su ayuda hasta los ricos, escribió:
“Ni tampoco conviene que midamos nuestras necesidades de tal manera, que contemos entre las necesidades el lujo y el desperdicio, como vestir sedas y brocados, resplandecer de oro y pedrerías, andar rodeado de una gran muchedumbre de sirvientes, comer opíparamente todos los días, jugar intrépidamente largos caudales. Y porque nadie se lisonjea a sí mismo de que si tiene mucha hacienda, también dé a los pobres mucha limosna, debemos estar avisados de que no es aceptable a Dios la limosna que del sudor y hacienda del pobre arrebató al rico. ¿Qué significa el que tú, por medio de engaño, de impostura, de robo, de violencia, hayas despojado a muchos de lo que esparces sobre pocos y que hayas sustraído mil por dar ciento? En este punto, piensan mucho satisfacer cumplidamente si con todas sus grandes presas o fraudes redímense con dar a los pobres una migaja o con ella edifican alguna capilla, poniendo allí su escudo de armas, o adornan algún templo con vistosas vidrieras o, lo que es más ridículo, entregan una cantidad al confesor para que los absuelvan.”
De acuerdo con Vives, aquellos mendigos sin casa que no expusieran una clara, justificada causa de su ejercicio de mendicidad, debían ser compelidos a trabajar y, de negarse a hacerlo, ser encarcelados. Así, la libertad de los mendigos se ve coartada, bastante antes del marxismo, por la decisión de un humanista que se preocupa por transformar la sociedad en que vive. Enfermos, ancianos, niños y ciegos, tienen destinos que cumplir en la visión de Vives. Es decir, y teniendo en cuenta que, hoy mismo, la libertad llega a ser entendida como la posibilidad de comportarse a libre instinto, son privados de su libertad de no aportar a la sociedad. Basándose en Platón, Vives acusa a la propiedad de ser la causa principal de la pobreza y supone ideal eliminar de las relaciones humanas los conceptos “tuyo” y “mío”. Se defendía, precisamente, de aquellos que asegurarían que, con sus medidas, a los pobres se les estaba expulsando, arguyendo que de lo que se trataba era de que fueran “tenidos como hombres”. Tanto los pobres que no quieren salir de su desidia, como los que manejan el dinero de los pobres, aparecen como opositores a sus ojos. Las clases sociales no son, pues, una sugerencia de ningún analista, sino un fenómeno vivo que se desarrolla aceleradamente gracias a las condiciones del capitalismo. O sea, al crecimiento de la separación entre productor y medios de producción que ha de conducir a la cada vez más creciente acumulación y concentración de capital.
De entre las ventajas que Juan Luis Vives asegura alcanzar con su sistema de atención, apunto dos: la reducción de robos, maldades, latrocinios, agresiones, asesinatos, tercería y hechizos; y dar “religión” y “libertad” a muchos. La revolución industrial, que trae aparejado un nuevo concepto de libertad y una más justa valoración del pensamiento individual, sustentado por las concepciones burguesas revolucionarias, lo cual fue investigado, demostrado y explicado, (que no sugerido) por Marx, implica también una profunda escisión de las clases sociales, una en posesión de los bienes de producción, “gozando casi todas las ventajas que los inventos modernos proporcionan tan abundantemente; la otra, en cambio, compuesta de indigente muchedumbre de obreros reducidos a angustiosa miseria”, como lo consigna, no Marx, ni Engels, sino el Papa León XIII (1810-1903; papado: 1878-1903) en la Encíclica Rerum Novarum.
La Ley de Pobres, creada precisamente en Inglaterra en 1601, bajo el reinado de Isabel I, devenida de sucesivas leyes anteriores, como la de la peste negra, de Eduardo III (1350), o la Tudor (Enrique VII, 1495—Enrique VIII, 1535) responde a la necesidad de “crear, controlar y proteger los fondos asignados o donados para caridades”. Se creaba con ella un sistema administrado a nivel parroquial, cuyos pagos provenían de la recaudación de tasas locales. Así, los mendigos que fueran considerados capaces, y que a trabajar se negaran, eran a menudo ubicados en Casas de Corrección, o golpeados con el objetivo de enmendarlos.
¿Por qué la repentina, equivocada idea, de forzar a los sin casa a pernoctar en el lugar de asistencia, corresponde a una lastrante concepción marxista? ¿Por qué el totí, es decir, el materialismo revolucionario cubano, paga las culpas de esas quince personas (nótese: son muy pocas, lo que avala el modelo, contrapuesto, de país libre) que por propia voluntad son vagabundos en York, Reino Unido? ¿Por qué se obvia que tampoco aquí son obligados a permanecer en los asilos?
Justo la práctica del capitalismo deja sin efectividad las medidas para que la ley isabelina consiga feliz aplicación, al punto de que, para algunos, era negocio seguir ejerciendo de mendigo. ¿Cómo no recordar la antigua película (aunque no tan antigua como para ser del siglo XIX) Dios se lo pague, en la que el personaje interpretado por Arturo de Córdova se enriquece con la mendicidad? Virtudes del sistema, a qué dudarlo.
La reforma de la Ley de pobres, en 1834, también heredera de sucesivos intentos de mejoría, se fundamenta en dos aspectos: la norma de menor elegibilidad y el internamiento obligatorio en las workhouses. Y esta línea asistencial duró hasta la creación del estado de bienestar, en 1948.
La idea de llevar a los asistenciados a las casas que controlan la asistencia proviene, entonces, de prácticas continuas que surgen en la historia inglesa, de modelos de operatividad social que, aun reconociendo el crecimiento de las diferencias clasistas, no se atrevían a imponerle un vade retro, y no de la teoría marxista de la división clasista, gracias a la cual se llama a la emancipación de los pobres y a la progresiva eliminación de la pobreza. Es decir, a construir —construir, edificar, modelar humanamente, y no levantar por arte de magia o divina creación— una sociedad que busque el equilibrio, que imponga la responsabilidad social conjuntamente con la solución de las necesidades y las diferencias individuales, que no condene a determinados estatutos matrimoniales, o a determinadas renuncias en este sentido, a quienes la defienden y la impulsan, por poner solo un jemplo. La construcción de una sociedad justa, sistémicamente opuesta al crecimiento de las diferencias de clase (lo cual no implica, insisto, que por arte de magia se eliminen las diferencias sociales, ni tradiciones culturales que como clase se desmarcan), lejos de ser un objetivo caduco, es una meta a alcanzar con sacrificio, con buena voluntad, capacidad de renuncia y, ¡ojo!, con la superación del egoísmo y de la suplantación colectivista. No depende, entonces, de errores de apreciación, sino de concepciones de trabajo. No obstante, la ilusión de libertad que el empleado adquiere justo en los marcos del capitalismo es a tal grado fuerte, que el electorado cree que en verdad cambia a su antojo presidentes y partidos. Las fórmulas alienatorias sazonan la felicidad de vivir en complaciente alienación. Por eso es posible hablar de libertad, de libertad de expresión, de democracia, sin que se interrogue la esencia del concepto. Por eso, por demás, las ilusiones perdidas no se pierden.
En fin, que el verdadero antónimo de saber es ignorar, tanto para el empleado como para quien en analista se convierte. Desconocer la historia de un país, y del fenómeno específico que de momento y en relatoría apremiante se observa, acaso deslumbrado por el desarrollo, no lleva si no a un galimatías en el que los efectos y las causas ni se buscan ni se encuentran, algo en lo que Marx, por lejos que estuviese del acierto, tuvo la decencia de no incurrir. Si el capitalismo condiciona el crecimiento de las diferenciaciones sociales, sobre todo entre empresarios y empleados, mercantilizando a destajo el trabajo y la cultura, y el socialismo impone, con su dictadura del proletariado, un inmediato despliegue horizontal de las posibilidades de acceso a los recursos de todos, para avanzar hacia la eliminación de las contradicciones antagónicas de clase, la diferenciación clave sí está entre capitalismo y socialismo, entre libertad para vender la condición de asalariado y productor que forma parte de la sociedad que de los medios de producción dispone. Son conceptos esclarecidos, en efecto, desde el siglo XIX, pero hasta hoy no resueltos por las democracias electorales ni por los publicitados estados de bienestar. Conceptos cuyo avance mayor corresponde justo a las satanizadas repúblicas comunistas, con todo y sus errores. La seguridad social, que hoy se elimina a bocanadas por causa de la crisis cíclica del capitalismo en expansión imperial, que reedita y a paso ligero va superando a la de 1929, en el también lejano siglo XX, se redistribuye en el interior de un socialismo bloqueado, hostigado por guerras de invasión del tipo de generación cuarta. Y esto se hace, justamente, porque lo que sí importa, porque lo único que importa cuando se enfocan síntomas sin causas, es no acentuar las diferencias entre capitalismo, socialismo y comunismo. ¿Qué extraños lazos conectan la libertad de los mendigos de York con las restricciones del cuentapropista cubano? El final de este misterio se halla, se declare o no, en la añoranza del neoliberalismo, modelo con el que se cierra, por declive insalvable, la expansión imperialista a escala global. La vocación de empresarios de un 11% de los ciudadanos del planeta, les ha llevado a poseer nada menos que el 80% de todos los recursos mundiales.
¿Debe regresar, para nosotros, los cubanos de dura cabeza, de anticuadas concepciones marxistas, la libertad de esparcir pobres por las calles, de rendir culto a la libertad de no tener otra opción que ser desposeído, de desangrarse por un salario nominal que cada vez adquiere menos categoría de real, de entregar la mayoría de nuestros recursos a una contada minoría?
La respuesta es, por supuesto, libre. Pero la elección condiciona, quiérase o no, los presupuestos éticos, morales, y la capacidad humana misma, de quien se coloca a un lado u otro.

Miedo a las revoluciones.

Eliades Acosta Matos
Si un día lográsemos llevar a la burguesía al diván de un psicoanalista nos espantaríamos por lo atribulado de su alma, sus indefiniciones y vacilaciones, y por su absoluta desorientación en cuanto a identidad.
Pero si preguntamos al hipotético psicoanalista que examinó la mente de la nación más poderosa de la Tierra sobre su significado, la respuesta más segura es que ese paciente se muere de miedo a las revoluciones, por considerarlas en la actual coyuntura, inevitables.
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NOTA INFORMATIVA SOBRE GERARDO.

En la mañana de hoy, 3 de agosto, el héroe de la República de Cuba, Gerardo Hernández Nordelo, se comunicó telefónicamente con su esposa, Adriana Pérez O’Connor y le informó que en la tarde de ayer 2 de agosto lo habían trasladado de la celda de castigo donde se encontraba desde el pasado 21 de julio para el área habitual donde cumple su injusta condena.
El Departamento de Estado, en la tarde de ayer, había informado a las autoridades cubanas sobre dicho traslado.
Adriana, en la conversación, lo encontró con buen estado de ánimo y elevada moral.
En nombre del pueblo cubano agradecemos las muestras de apoyo y la solidaridad mostradas por diversas organizaciones y personas de buena voluntad que reclamaron poner fin a este cruel e inhumano trato. Seguiremos en la lucha hasta que se haga justicia y los Cinco regresen a la Patria.

lunes, 2 de agosto de 2010

Lolita Lebrón.


E.U.G.
En diciembre de 1995 tuve el privilegio de asistir, en representación de Cuba, a los actos que el movimiento independentista puertorriqueño –hablo de todos los partidos, organizaciones y aún de personalidades a título propio, sin distinción--, organizó en San Juan con motivo del centenario de la bandera borinqueña. Asistía en aquella ocasión como director del Centro de Estudios Martianos, responsabilidad académica que ocupé entre 1994 y 1999. La ciudad, tan parecida a La Habana en su arquitectura colonial, y en su gente, me hicieron sentir una experiencia alucinante: por unos días viví en una Cuba capitalista. Podía olvidarme de que estaba en otro país, excepto por un detalle doloroso: la presencia constante en edificios y lugares públicos de la bandera norteamericana. Conmemorábamos sin embargo el centenario de una bandera surgida en el seno de un Partido creado por Martí para la independencia de las dos islas; una bandera con el mismo diseño que la cubana y los colores invertidos, como si ya entonces se barruntara el destino opuesto de las dos naciones: en la isla de Puerto Rico se aplicaría la solución capitalista más radical, la del coloniaje “autonómico”; en la de Cuba, la resistencia al imperialismo nos conduciría por el único camino que garantizaba la independencia real: el anticapitalismo. La ciudad parecía dormida, indiferente al suceso, hasta que amaneció el día de la conmemoración y ocurrió una transformación radical: miles de banderas puertorriqueñas aparecieron en balcones, ventanas, autos, edificios públicos y privados, aún en la ropa de los transeúntes. El espíritu nacionalista de un pueblo avasallado se redimía en ese acto simbólico. Hay que recordar que desde 1898 –año de la ocupación norteamericana--, hasta 1952, fue un delito izar esa bandera, que Lolita Lebrón, esa mujer extraordinaria que acaba de fallecer a los 89 años de edad, estuvo 25 años presa en cárceles estadounidenses por desplegarla en el Congreso de Washington al grito de ¡Viva Puerto Rico Libre!, junto a un comando armado integrado por Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero (este último falleció en prisión, antes del indulto presidencial). “¡Yo no vine a matar a nadie, yo vine a morir por Puerto Rico!”, dijo al ser arrestada.
Precisamente, los organizadores de la actividad central por el centenario que se produjo en un teatro de la Universidad de Río Piedras –a la que estábamos invitados intelectuales de Cuba, Haití y República Dominicana--, habían concebido un instante conmovedor: en representación de la isla libre, hube de entregarle (aunque no era yo, sino Cuba, mi falta de méritos ante ella hacía excesivo el encargo) a Lolita Lebrón, representante de la isla aún en lucha, la bandera de Puerto Rico. Así conocí yo a esa mujer que era ya un icono del independentismo latinoamericano, y cuya sola presencia en el teatro despertó extensos aplausos. Después, la visité en su casa. Recuerdo que mantenía con fuerza sus convicciones independentistas. Los muchos años de cárcel habían acentuado, como asidero para la sobrevida, sus creencias religiosas y la habían transformado en una poetisa “cósmica”. En aquella oportunidad me obsequió su poemario Grito Primoroso. Después de aquel encuentro, supe de su activa participación en las protestas contra las maniobras militares y la presencia de la Marina estadounidense en Vieques, y de su reafirmación histórica: “Tuve el honor de dirigir el acto contra el Congreso de los Estados Unidos el 1 de marzo de 1954 –dijo en noviembre de 2000--, cuando nosotros demandamos la libertad para Puerto Rico y le manifestamos al mundo que nosotros somos una nación invadida, ocupada y abusada por los Estados Unidos de Norteamérica. Me siento muy orgullosa de haber actuado ese día, de haber contestado el llamado de mi Patria”. Hoy será sepultada, después de haber sido velada en el Ateneo Puertorriqueño, como heroína de un pueblo que no ha dejado de luchar. Que continúa dando héroes y mártires por la independencia.

domingo, 1 de agosto de 2010

Raúl en la Asamblea Nacional.

Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el Quinto Período Ordinario de Sesiones de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 1º de agosto de 2010, “Año 52 de la Revolución”.
Queridas compañeras y compañeros:
Esta sesión de la Asamblea Nacional ha aprobado dos importantes instrumentos jurídicos, la Ley modificativa de la actual División Político Administrativa y el Código de Seguridad Vial.
Las modificaciones a la División Político Administrativa han sido ampliamente difundidas en nuestra prensa y discutidas a lo largo de los meses pasados en los territorios involucrados, así como en las instancias correspondientes del Partido, el Gobierno y el Estado, lo cual me permite no entrar en detalles, sólo subrayar que su propósito principal es elevar la atención a la población mediante una organización más funcional y racional de la administración y del Gobierno. Con ello además estamos dando cumplimiento a los acuerdos adoptados por sucesivos congresos del Partido acerca de la necesidad de, transcurrido un tiempo prudencial, someter la División Político Administrativa a análisis para ajustarla a las condiciones existentes.
Las nuevas provincias Artemisa y Mayabeque nacerán el 1º de enero de 2011 sin repetir los errores que han acompañado el trabajo de los órganos locales del Poder Popular, bajo una concepción de ahorro y uso racional de todos los recursos, en particular con plantillas ajustadas a sus funciones y una clara delimitación de facultades en las interrelaciones con los organismos de la administración central del Estado, las empresas nacionales y las organizaciones políticas y de masas.
Por su parte, el Código de Seguridad Vial, cuya aprobación aplazamos en la sesión anterior para profundizar en su contenido, conciliar las discrepancias entonces existentes y avanzar en la elaboración de las disposiciones complementarias, constituye una contribución a la elevación de la disciplina social y la preservación de la vida humana, así como la disminución de cuantiosas pérdidas económicas.
Pasando a otros asuntos, no me son ajenas las expectativas que lógicamente generan los discursos en ocasión del 26 de julio y en el Parlamento. A algunos les sorprendió que las palabras centrales en Santa Clara fueran pronunciadas por el compañero Machado Ventura, un magnífico discurso por cierto.
Es verdad que desde el triunfo de la Revolución esa tarea siempre le correspondió al compañero Fidel y en contadas ocasiones a mí, pero lo importante no es el orador, sino el contenido de esa intervención, que expresa la opinión colegiada de la dirección del Partido y del Estado sobre las cuestiones más relevantes del quehacer nacional.
Varias agencias de prensa y autotitulados “analistas” del tema Cuba, dedicaron durante los días previos y posteriores al acto por el 26 de julio innumerables noticias y artículos en los que, tergiversando nuestra realidad, anticipaban con estridencia el anuncio de supuestas reformas en nuestro sistema económico y social y la aplicación de recetas capitalistas para encauzar la economía; algunos incluso se atrevieron a describir la existencia de una lucha entre tendencias en la Dirección de la Revolución y todos coinciden en reclamarnos cambios más rápidos y más profundos en la línea de desmontar el socialismo.
Al observar fríamente estas campañas de prensa queda evidenciado que casi todas las agencias se guían por un mismo hilo conductor. No me refiero a los periodistas, obligados a someterse a la línea editorial que les trazan y exigen los consorcios mediáticos sobre Cuba, aunque a veces utilizan las mismas frases y calificativos prefabricados. No pocas veces párrafos completos idénticos, independientemente de si son de una región del mundo o de otra.
Con la experiencia acumulada en los más de 55 años de lucha revolucionaria, parece que no vamos tan mal, ni que el desespero y la frustración sean nuestros compañeros de viaje. Si nos elogiaran, entonces sí tendríamos motivos para preocuparnos.
Como afirmó el compañero Machado el pasado 26 de julio: cito: “proseguiremos con sentido de responsabilidad, paso a paso, al ritmo que determinemos nosotros, sin improvisaciones ni precipitaciones, para no errar y dejar atrás definitivamente errores o medidas que no se avienen a las condiciones actuales” (fin de la cita).
La unidad entre los revolucionarios y entre la dirección de la Revolución y la mayoría del pueblo es nuestra más importante arma estratégica, la que nos ha permitido llegar hasta aquí y continuar en el futuro perfeccionando el socialismo.
Aunque les duela a los enemigos, nuestra unidad es hoy más sólida que nunca, no es fruto de la falsa unanimidad o de la simulación oportunista, la unidad no excluye las discrepancias honestas, sino que presupone la discusión de ideas diferentes, pero con los mismos propósitos finales de justicia social y de soberanía nacional, lo que nos permitirá siempre llegar a las mejores decisiones.
La unidad se fomenta y cosecha en la más amplia democracia socialista y en la discusión abierta de todos los asuntos, por sensibles que sean, con el pueblo.
Hablando de temas sensibles, debo informarles que luego de meses de estudio en el marco de la actualización del modelo económico cubano, el Consejo de Ministros en su última reunión, efectuada los días 16 y 17 de julio, con la participación de los vicepresidentes del Consejo de Estado, otros miembros del Buró Político y del Secretariado del Comité Central, los primeros secretarios de los comités provinciales del Partido y los presidentes de los consejos de la administración provincial, así como los cuadros centros de la CTC, demás organizaciones de masas y la UJC y altos funcionarios de los organismos, acordó un conjunto de medidas para acometer, por etapas, la reducción de las plantillas considerablemente abultadas en el sector estatal.
En una primera fase, que planificamos concluir en el primer trimestre del próximo año, se modificará el tratamiento laboral y salarial a los trabajadores disponibles e interruptos de un grupo de organismos de la administración central del estado, suprimiendo los enfoques paternalistas que desestimulan la necesidad de trabajar para vivir y con ello reducir los gastos improductivos, que entraña el pago igualitario, con independencia de los años de empleo, de una garantía salarial durante largos períodos a personas que no laboran.
El éxito de este proceso dependerá en buena medida del aseguramiento político que debemos acometer, bajo la dirección del Partido y con la activa participación de la Central de Trabajadores de Cuba y las organizaciones sindicales. Es preciso conformar un clima de transparencia y diálogo donde prime la información oportuna y diáfana a los trabajadores, en el cual las decisiones sean colegiadas adecuadamente y se creen las condiciones organizativas requeridas.
La estricta observancia del principio de idoneidad demostrada a la hora de determinar quién merece el mejor derecho de ocupar una plaza, debe contribuir a evitar cualquier manifestación de favoritismo, así como de discriminación de género o de otro tipo, las cuales deben enfrentarse con toda firmeza.
El Consejo de Ministros también acordó ampliar el ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo de los trabajadores excedentes, eliminando varias prohibiciones vigentes para el otorgamiento de nuevas licencias y la comercialización de algunas producciones, flexibilizando la contratación de fuerza de trabajo. Al propio tiempo, en la citada reunión de los mencionados días 16 y 17 de julio, se aprobó la aplicación de un régimen tributario para el trabajo por cuenta propia que responda al nuevo escenario económico y garantice que los incorporados a esta actividad contribuyan a la seguridad social, abonen impuestos sobre los ingresos personales y las ventas; y aquellos que contraten trabajadores paguen el tributo por la utilización de la fuerza de trabajo.
Próximamente se celebrará un pleno ampliado del Consejo Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba donde abordaremos en detalle con los principales dirigentes obreros estas importantes decisiones, que constituyen en sí mismas un cambio estructural y de concepto en interés de preservar y desarrollar nuestro sistema social y hacerlo sostenible en el futuro, de modo que cumplamos el mandato del pueblo de Cuba, recogido en la Constitución de la República, de que el carácter socialista y el sistema político y social contenido en ella son irrevocables (Aplausos).
No albergamos dudas de que en la materialización de estas medidas contaremos con el apoyo decisivo de la clase obrera, que junto al campesinado y el resto de los sectores de la sociedad, comprende que sin el aumento de la eficiencia y la productividad es imposible elevar salarios, incrementar las exportaciones y sustituir importaciones, crecer en la producción de alimentos y en definitiva sostener los enormes gastos sociales propios de nuestro sistema socialista, esfera en la que también estamos en el deber de ser racionales, ahorrando mucho más sin sacrificar la calidad.
Por otra parte, pienso que a nadie se le escape la trascendente contribución al mejoramiento de la disciplina social y laboral que emana de la aplicación de estas medidas.
Al adoptar estos acuerdos, partimos de que nadie quedará abandonado a su suerte, el Estado Socialista brindará el apoyo necesario para una vida digna, mediante el sistema de asistencia social a aquellos que realmente no estén en capacidad de trabajar y sean el único sustento de sus familias. Hay que borrar para siempre la noción de que Cuba es el único país del mundo en que se puede vivir sin trabajar.
Igualmente hemos avanzado en los estudios a cargo de la Comisión de Política Económica del Sexto Congreso del Partido y funcionan ininterrumpidamente los diversos grupos de trabajo creados para la elaboración de propuestas, que analizaremos previamente con los militantes del partido y la población en su conjunto.
En medio de la adversa coyuntura económica internacional y su inevitable incidencia en nuestro país, en los estimados del primer semestre se aprecian resultados alentadores en la economía nacional, a pesar del incumplimiento del plan de azúcar y otras producciones agropecuarias a causa de errores de dirección y también por los efectos de la sequía.
Se incrementan los arribos de visitantes extranjeros, se cumple la producción petrolera; se mantiene, e incluso mejora, el equilibrio monetario interno, la productividad del trabajo refleja un ritmo superior al salario medio, objetivo que no se lograba desde hace varios años, se elevan modestamente las exportaciones y se reduce el consumo de portadores energéticos, a partir del reordenamiento del transporte y el efecto de otras medidas de ahorro.
El consumo de electricidad refleja resultados positivos en el sector estatal, a diferencia del residencial que crece más que lo previsto.
Hace exactamente un año me referí a las restricciones financieras externas que enfrentábamos debido a la acumulación de compromisos de pago y la necesidad de llevar a cabo renegociaciones de deudas. Hoy puedo informarles que gracias a la confianza y comprensión de la mayoría de nuestros acreedores, hemos logrado algunos avances en el aplazamiento de obligaciones, las cuales tenemos la más firme voluntad de honrar en los nuevos plazos convenidos. Asimismo, las retenciones de transferencias al exterior a suministradores acumuladas en esa fecha, son hoy apenas un tercio de aquellas de hace un año y, como muestra de seguridad en el país se han incrementado los depósitos extranjeros en los bancos cubanos.
Debo referirme a otro tema de actualidad. Por decisión soberana y en estricto apego a nuestras leyes, en los últimos días se completó la excarcelación y salida del país de los primeros 21 reclusos contrarrevolucionarios, de los 53 sancionados en el 2003 por delitos contra la seguridad del Estado. Con anterioridad, desde el 2004, se había concedido licencia extrapenal a otros 22 sancionados en la misma causa judicial. Cabe recordar que ninguno de estos ciudadanos fue condenado por sus ideas, como han tratado de hacer ver las brutales campañas de descrédito contra Cuba, en diferentes regiones del mundo.
Como quedó probado de manera irrefutable en el acto del juicio oral, todos habían cometido delitos previstos y sancionados en nuestras leyes, actuando al servicio del gobierno de los Estados Unidos y de su política de bloqueo y subversión.
No debe olvidarse que en aquellos momentos –2003—, el entonces presidente George W. Bush, embriagado con las aparentes victorias en las guerras de Iraq y Afganistán, proclamaba el “cambio de régimen” en Cuba y amenazaba directamente nuestra seguridad nacional, llegando incluso a designar públicamente un interventor para administrar el país tras ser ocupado, al igual que acababan de hacer en Iraq. Como consecuencia, se fraguaron decenas de planes de desestabilización interna y de secuestro de aviones y barcos que tuvimos que enfrentar con toda firmeza, basados en el estricto respeto a las leyes.
La Revolución puede ser generosa porque es fuerte, su fuerza radica en el apoyo mayoritario del pueblo que ha sabido resistir tantos años de agresiones y sacrificios, por eso no resulta ocioso reiterar que no habrá impunidad para los enemigos de la Patria, para quienes intenten poner en peligro nuestra independencia (Aplausos).
Nadie se llame a engaño. La defensa de nuestras sagradas conquistas, de nuestras calles y plazas, seguirá siendo el primer deber de los revolucionarios a quienes no podemos privar de ese derecho (Aplausos prolongados).
Fuera de texto podemos comentar que el pobre interventor designado por George W. Bush se quedó desempleado (Risas).
En cuanto a Cuba y los Estados Unidos, en esencia nada ha cambiado; nuestros valerosos Cinco Héroes permanecen sufriendo injusta prisión y un trato abusivo, como la crueldad que se comete actualmente con el compañero Gerardo Hernández Nordelo, condenada por esta Asamblea. Aunque exista menos retórica y se celebren ocasionales conversaciones bilaterales sobre temas específicos y limitados, en realidad, el bloqueo se continúa aplicando y nosotros seguiremos actuando con la serenidad y paciencia que hemos aprendido en más de medio siglo.
A nosotros, los revolucionarios cubanos las dificultades no nos quitan el sueño, nuestro único camino es proseguir la lucha con optimismo y la inclaudicable fe en la victoria.
Muchas gracias (Ovación).

Declaración de la Asamblea Nacional sobre Gerardo Hernández.

Desde el miércoles 21 de julio Gerardo Hernández Nordelo está, otra vez, en el “hueco”. En esta ocasión en condiciones particularmente duras que atentan gravemente contra su salud y su integridad física.
Encerrado en una celda de castigo, un espacio mínimo que comparte con otro prisionero, carente de ventilación, soportando temperaturas superiores a los 35 grados centígrados y sin contacto con el mundo exterior.
En esta acción contra nuestro compatriota intervinieron oficiales del Buró Federal de Investigaciones (FBI) quienes dejaron claro que Gerardo está confinado por una decisión de esta Agencia.
A lo largo del prolongado proceso contra los Cinco las autoridades federales han empleado procedimientos semejantes para impedir su defensa y obstruir la justicia. En vísperas de cada decisión importante nuestros compañeros fueron aislados en el “hueco” para hacer imposible toda comunicación con sus abogados defensores. La historia se repite ahora cuando Gerardo ha presentado una demanda de habeas corpus, último recurso legal que le queda en el sistema norteamericano que lo condenó injustamente y le impuso la bárbara sentencia de dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión. Durante los doce años transcurridos desde su arresto las autoridades norteamericanas han prohibido que lo visite su esposa, Adriana Pérez Oconor.
Gerardo mantiene su indomable resistencia, su voluntad irreductible, su optimismo y convicción en la victoria. Es un joven que acaba de cumplir 45 años de edad pero doce años de encierro en condiciones de extrema crueldad han comenzado a quebrantar su salud. Sufre varias dolencias que no son atendidas y causan profunda preocupación.
Desde abril Gerardo estuvo solicitando infructuosamente ser visto por un médico de la prisión. Esto no ocurrió hasta el martes 20 de julio cuando se le diagnosticaron dos problemas serios y se definió la necesidad de hacerle exámenes adicionales. Pero al día siguiente Gerardo no fue remitido al hospital sino que fue encerrado en una brutal celda de castigo. Desde entonces no lo ve el médico ni recibe tratamiento alguno.
Esta situación debe cesar inmediatamente.
Hacemos responsable al Gobierno de Estados Unidos por la salud y la integridad física de Gerardo Hernández Nordelo.
Alcemos nuestras voces, todas y todos, para salvar a Gerardo, un héroe admirable, un inocente que merece vivir en libertad.
Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba
La Habana, Agosto 1ro de 2010