Enrique Ubieta Gómez
Creo que las personas definen su vida por el sentido que eligen para ella. Elegir un sentido, o ser elegido por él, no importa, porque lo peor, sin dudas, es no tener ninguno. Hay sentidos fútiles, que acaban por empalagar, o se apagan como la luz de una vela. Los hay de todos los colores y de todas las intensidades, pero son buenos los que nos acompañan siempre. Hoy se lanzó al agua la empecinada nadadora estadounidense Diana Nyad, de 62 años, con el propósito de cruzar a nado el estrecho de la Florida. Es su cuarto intento, y en el anterior, el ataque de las medusas la hizo desistir. ¿Cuantas horas diarias de entrenamiento son parte ya de su rutina de vida? Desde 1969 es una de las grandes nadadoras de largas distancias a mar abierto. Diana vence retos que parecen imposibles, nada, nada, brazada tras brazada. Y de paso, restablece puentes rotos para la amistad. No importa si llega o no, siempre habrá un nuevo intento.
Hoy por la noche caminaba sin rumbo cerca del Anfiteatro de La Habana, mientras escuchaba la música que Elton John compuso para El Rey León, espectáculo musical recientemente estrenado en ese escenario habanero. Como vivo cerca, sabía que los bailarines y cantantes de la compañía ensayaban desde hace meses la obra, y que muchos de ellos son aficionados. Me acerqué por detrás al coliseo abierto –que es como estar tras bastidores–, porque desde allí uno puede ver entrar y salir a los artistas, jadeantes, concentrados en la próxima escena, apurados por retocar o cambiar algún detalle del vestuario. Y entonces la descubrí a ella. Estaba sentada en uno de los escalones que conducían al escenario, y lloraba con amargura, el rostro cubierto por las manos. Unos bailarines venían a consolarla, "eso alguna vez nos pasa a todos", decían, mientras otros comentaban en voz baja que había tropezado en el escenario. Hasta que alguien advirtió severo: "niña, recupérate ya, que tienes que salir otra vez". Entonces ella se irguió, secó sus lágrimas con cuidado para no estropear el maquillaje, recompuso la expresión del rostro y regresó al escenario, como Diana al mar.
Siempre que me preguntan si podría vivir en otro país, respondo, para sorpresa de mis interlocutores, que sí. Amo descubrir mundos nuevos, y no me siento extranjero en ninguna parte. No apelo a estrechas razones nacionalistas o familiares, como está de moda, para explicar mi elección por Cuba; vivo en este país, porque la Revolución otorga un sentido a mi vida. Vivo en Cuba no porque sea cubano, sino porque soy revolucionario. Si alguna vez naufragara mi Revolución, quedaría a la deriva, y cualquier puerto sería aceptable. Entonces me dedicaría a recomponer la embarcación de la Utopía para regresar, no a un lugar, sino a una esperanza. Volvería al mar como Diana, o al escenario, como aquella bailarina; una vez más lo intentaría.
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"La única alegría en el mundo es comenzar. Es hermoso vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante".
ResponderEliminarCesare Pavese